La odisea del ¡®AVE¡¯ de California
El primer proyecto de l¨ªnea f¨¦rrea de alta velocidad de Estados Unidos avanza entre protestas
El tren de alta velocidad de California es la infraestructura civil m¨¢s grande que hay en marcha en Estados Unidos. El coste final estimado es de 68.000 millones de d¨®lares. Seg¨²n los planes, comunicar¨¢ San Francisco y Los ?ngeles, dos de las urbes m¨¢s grandes del pa¨ªs, en 2 horas y 40 minutos (600 kil¨®metros). Hoy se tarda entre seis y ocho horas en coche. En avi¨®n es una hora. San Francisco y Los ?ngeles no estar¨¢n conectados, seg¨²n los planes, hasta 2029. No hay fecha para llevar la red hasta la capital, Sacramento, al noreste, ni a San Diego, al sur. El actual gobernador, el dem¨®crata Jerry Brown, lo ha convertido en su objetivo pol¨ªtico y lo ha puesto en marcha superando un amplio escepticismo, dudas sobre la financiaci¨®n y demandas judiciales.
Pero en California no se pregunta cu¨¢ndo llega el AVE, sino cu¨¢nto cuesta y qui¨¦n lo paga. Especialmente en localidades como Acton y Agua Dulce. El pasado 11 de agosto una docena de t¨¦cnicos de la Autoridad del Tren de Alta Velocidad (HSR, en sus siglas en ingl¨¦s) pasaron momentos de tensi¨®n en una reuni¨®n con vecinos de esta ¨¢rea rural del noreste de Los ?ngeles por donde se supone que un d¨ªa pasar¨¢ un tren a m¨¢s de 320 kil¨®metros por hora. En la biblioteca del pueblo, una presentadora explicaba con parsimonia las diapositivas con mapas y cifras cuando una se?ora se levant¨®: "Oiga, se supone que esta era una reuni¨®n para escuchar a los vecinos. ?Nosotros cu¨¢ndo hablamos? Esto parece un colegio. ?Por qu¨¦ no nos escuchan?". Las voces de indignaci¨®n inundaron la sala. "?Vosotros d¨®nde viv¨ªs?". "Qui¨¦n lo paga?". "?Nosotros!". La presentadora del HSR se esforz¨® por decirles sin alzar la voz que sus opiniones las pod¨ªan escribir en los papelitos azules de la entrada.
Al final de la presentaci¨®n, grupos de vecinos ignoraron las galletas de cortes¨ªa y se abalazaron en corrillos sobre una docena de t¨¦cnicos para exponer sus quejas. Sal y Gale Tarantino, una pareja de 54 y 50 a?os, explicaron que ellos se mudaron a Acton hace 22 a?os por una sola raz¨®n, para tener caballos. Tienen dos, y el mayor placer de su vida es montar cuatro horas por las ma?anas en los fines de semana por este silencioso paisaje de colinas que recuerda a mil pel¨ªculas del Oeste. Dicen que un tren a 250 kil¨®metros por hora a trav¨¦s de los ranchos har¨¢ imposible tener animales. "Esta es una comunidad rural. El impacto del tren va a devaluar las casas", aseguraba Gale. Su marido, Sal, es el farmac¨¦utico del pueblo, "una comunidad tranquila donde ni siquiera se cierran las puertas de las casas". Conoce a todo el pueblo y cree que "todos van a vender" mientras puedan recuperar algo de la inversi¨®n que hicieron en sus ranchos, antes de que el tren los arruine. En el pueblo calculan que la depreciaci¨®n de sus terrenos superar¨¢ el 40%.
La reuni¨®n de Acton fue la cuarta de las siete previstas este verano para escuchar a los vecinos del futuro tramo entre las futuras Palmdale y Burbank, la entrada a Los ?ngeles por el Norte. Es el principio. El HSR tiene un a?o para recoger alegaciones de vecinos de todos los tramos afectados, presentar un informe al consejo de administraci¨®n para despu¨¦s decidir un trazado y empezar a tramitar las expropiaciones. Lo que puede parecer una burocracia extenuante es un ejercicio de hiperdemocracia en el que cada protesta, cada alegaci¨®n, cada opini¨®n de los vecino debe ser tenida en cuenta antes de poner la siguiente traviesa en el trazado.
En el caso de Acton-Agua Dulce, los expertos de la autoridad ferroviaria no descartan cambiar el trazado. Es un derecho de la gente recibir la informaci¨®n de primera mano por parte de la autoridad ferroviaria y hacer comentarios. "Depende de lo fuerte que protesten los vecinos", reconoc¨ªa un t¨¦cnico. "Estas reuniones son fundamentales para conocer la opini¨®n de las comunidades que van a albergar el proyecto". De hecho, dos semanas despu¨¦s de aquella tensa reuni¨®n, empezaron a surgir voces entre las autoridades del condado de Los ?ngeles para llevar la ruta a trav¨¦s de un bosque cercano. La idea, por supuesto, ha generado nuevas cr¨ªticas.
Tres empresas espa?olas trataron de entrar en la construcci¨®n del primer tramo (de 46 kil¨®metros) a partir de la localidad de Madera, pero no lograron el contrato. Actualmente, est¨¢ en concurso un segundo tramo, en el valle central. Son unos cien kil¨®metros y el contrato estar¨¢ entre los 1.500 millones y los 2.000 millones de d¨®lares. Fueron invitados a participar cinco consorcios distintos en los que participaban las espa?olas Dragados, Ferrovial y OHL. S¨®lo el consorcio de Dragados USA (que se presenta junto a Flatiron West y Shimmick Construction) sigue adelante en el concurso. La decisi¨®n se espera en noviembre.
El profundo escepticismo de una parte de la sociedad californiana sobre el tren de alta velocidad tiene su reflejo en la pol¨ªtica. El jueves pasado por la noche, en el ¨²nico debate previsto entre los dos candidatos a gobernador en las elecciones del pr¨®ximo 4 de noviembre, el candidato republicano, Neel Kashkari, promet¨ªa mirando a la c¨¢mara que el tren de alta velocidad "no se har¨¢" si llega a gobernador. Para tranquilidad de las constructoras, el actual gobernador, Jerry Brown, lleva un 16% de ventaja en los sondeos. Pero Kashkari pesca votos entre los muchos que creen que hay otras prioridades en el Estado, especialmente ahora que se han visto sus carencias en infraestructuras contra la sequ¨ªa.
Una semana despu¨¦s, aquellos t¨¦cnicos afrontaron la ¨²ltima de las reuniones con vecinos, pero esta vez en un ambiente muy diferente. Fue en el antiguo restaurante de Union Station, una joya art d¨¦co de los a?os treinta hoy en desuso, pero que serv¨ªa para trasladar a los presentes a una ¨¦poca de grandeza y lujo en los transportes p¨²blicos de esta ciudad, que se mantuvo hasta la explosi¨®n de las autopistas, a partir de los cincuenta. Los curiosos preguntaron con inter¨¦s, encantados con el proyecto. El contraste con Acton remarcaba otra l¨ªnea de divisi¨®n respecto al proyecto: ciudades contra campo; o, de otra manera, poblaciones con estaci¨®n contra poblaciones de paso.
"Al contrario de lo que se dice, las cosas est¨¢n avanzando", asegur¨® en la estaci¨®n Lisa Marie Alley, responsable de asuntos p¨²blicos de HSR, al destacar que ya ha comenzado la construcci¨®n, por lo que parar el proyecto tiene poco sentido. El director de servicios ambientales de HSR, Mark A. Loughlin, explicaba que est¨¢n garantizados ingresos a trav¨¦s del programa de l¨ªmites de emisi¨®n de gases del Estado, que penaliza a las empresas cuando superan un l¨ªmite de contaminaci¨®n. En el ¨²ltimo presupuesto se aprob¨® que el 25% de ese dinero fuera para el HSR. Este dinero es el principal argumento contra unos ciudadanos que ven que s¨®lo est¨¢n garantizados, por ahora, 8.600 millones de d¨®lares de presupuesto estatal. En la reuni¨®n de la estaci¨®n de Los ?ngeles estuvo tambi¨¦n un hombre mayor llamado Moran Walter. California tiene una cultura de coche, explic¨® Walter. "?Qu¨¦ vas a hacer? ?Conducir hasta la estaci¨®n, aparcar, tomar el tren y luego otro coche al otro lado?".?
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