En Europa manda un banco
Desde 2011, la econom¨ªa de la eurozona cae un 0,4%, mientras que EE UU ha crecido un 5,2%
S¨®lo hay una instituci¨®n en Europa con poder para corregir sus deficiencias econ¨®micas: el Banco Central Europeo (BCE). Las dem¨¢s permanecen al pairo, permanentemente estupefactas al ver c¨®mo fallan una y otra vez las pol¨ªticas que llevan recetando a?o tras a?o. La crisis ha dado al traste con la ortodoxia implantada sin que se haga p¨²blico ning¨²n intento serio por rectificar los errores que han llevado la econom¨ªa al desastre.
Se demostr¨® la semana pasada. Cuando se ponen encima de la mesa m¨¢s previsiones de estancamiento y congelaci¨®n de los precios, y la ¨²nica tasa que permanece igual o peor a largo plazo es la de paro, el BCE toma medidas (pol¨¦micas, algunas de ellas sin cuantificar ¡ªcomo por ejemplo, cu¨¢nto dinero p¨²blico se va a movilizar a partir de octubre en la anunciada compra de activos privados¡ª, discutibles en cuanto a quienes van a ser sus principales beneficiarios¡) mientras la Europa pol¨ªtica permanece silente y se autoconvoca para hablar del problema ?en octubre!
?A qui¨¦n le puede extra?ar que muchos ciudadanos se sientan consternados al ver c¨®mo se marchita la esperanza de una vida mejor para ellos y sus hijos, cuando lo que est¨¢n exigiendo en las elecciones (con su voto o su abstenci¨®n) y en las calles es que se reaccione con la misma urgencia y la misma firmeza con respecto al empleo, la vivienda o la industrializaci¨®n que ante las dificultades financieras o los desequilibrios macroecon¨®micos?
Al mismo tiempo que estos ejemplos de acci¨®n e inacci¨®n europea ha habido cambios tel¨²ricos en Francia, pa¨ªs central de la UE. Unos y otros est¨¢n relacionados simbi¨®ticamente. El presidente Hollande se ha movido simult¨¢neamente en dos direcciones aparentemente contradictorias. Los hechos: ha destituido a su ministro de Econom¨ªa (Arnold Montebourg), muy cr¨ªtico con la pol¨ªtica hegem¨®nica que llega de Bruselas, lo ha sustituido por un representante que se reconoce c¨®modo con esa pol¨ªtica y ha confirmado los recortes ya anunciados en el sector p¨²blico. Las declaraciones: pide un pacto europeo de largo alcance para fijar una pol¨ªtica de inversiones p¨²blicas, fundamentalmente en infraestructuras digitales y en industrializaci¨®n; demanda a la Comisi¨®n Europea una pol¨ªtica m¨¢s flexible sobre la contenci¨®n del d¨¦ficit p¨²blico, y exige actuaciones urgentes (aqu¨ª entra el BCE) para una reducci¨®n del tipo de cambio del euro que reactive las exportaciones.
Lo ocurrido en Francia subraya algo que hab¨ªamos experimentado los espa?oles en 2010 (con Zapatero) y mucho antes los propios galos con el tambi¨¦n socialista Mitterrand, en 1981: en tiempos de globalizaci¨®n no se permite el keynesianismo en un solo pa¨ªs. O dicho de otro modo: si se quiere aplicar una determinada pol¨ªtica en el seno de la UE que ¡ªequivocada o no¡ª es aquella que los ciudadanos eligen mayoritariamente, no es posible hacerlo porque quienes aplican las reglas del juego europeo lo impiden. Esto abre un muy interesante debate que no se puede obviar en t¨¦rminos de calidad democr¨¢tica. La cumbre por el est¨ªmulo de Hollande coincide casi exactamente con el pacto social que elabor¨® el secretario general del PSOE, Pedro S¨¢nchez, poco antes de la entrevista de Rajoy con Merkel. Es una alternativa ante el fracaso de una pol¨ªtica econ¨®mica que se puede cuantificar, por ejemplo, del siguiente modo: desde que Rajoy lleg¨® a la Moncloa en el ¨²ltimo trimestre de 2011, la econom¨ªa de la zona euro ha ca¨ªdo un 0,4% acumulado, mientras que la de Estados Unidos ha crecido en el mismo periodo un 5,2%.
Incorporar a las reformas nacionales las medidas de est¨ªmulo a la inversi¨®n p¨²blica y ayudar a la reactivaci¨®n con compras de deuda p¨²blica masiva por parte del BCE parece la combinaci¨®n que trata de abrirse paso. Pero para ello habr¨¢ que vencer la resistencia de Alemania y sus glacis, que parece seguir haciendo suya la ¡°teor¨ªa de la disonancia¡± del psic¨®logo social Leon Fustiger: supongamos que una persona cree algo de todo coraz¨®n, supongamos que entonces se le ofrecen pruebas rotundas e inapelables de que esa convicci¨®n es err¨®nea. ?Qu¨¦ ocurrir¨¢? Con frecuencia, esa persona quedar¨¢ no s¨®lo impert¨¦rrita, sino a¨²n m¨¢s convencida que antes de la veracidad de sus ideas. En efecto, puede mostrar un nuevo fervor en el sentido de convencer y convertir a otras personas.
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