El s¨ªndrome de negaci¨®n de la depresi¨®n
Pimco ha salido mal parada, pero en otras partes el reino del error sigue tranquilo
La pasada semana, Bill Gross, conocido como el rey de los bonos, dej¨® abruptamente Pimco, la compa?¨ªa de inversi¨®n que dirig¨ªa desde hac¨ªa d¨¦cadas. Quienes siguen el sector financiero se sobresaltaron, aunque sin sorprenderse demasiado; todos los peri¨®dicos hab¨ªan publicado noticias sobre los problemas internos de Pimco. ?Pero por qu¨¦ ¨ªbamos a preocuparnos?
La respuesta es que la ca¨ªda de Gross es un s¨ªntoma de una enfermedad que sigue afligiendo a los principales encargados de tomar decisiones, p¨²blicos y privados. Llam¨¦moslo s¨ªndrome de negaci¨®n de la depresi¨®n: la negativa a reconocer que en una econom¨ªa persistentemente deprimida las normas cambian.
Se mire como se mire, Gross es un hombre con un ego gigantesco y con el que resulta muy dif¨ªcil trabajar. Esa descripci¨®n, sin embargo, encaja con much¨ªsimos actores financieros, y ni siquiera los conflictos de personalidad m¨¢s horribles habr¨ªan importado si Pimco hubiera seguido obteniendo buenos resultados. Pero no ha sido as¨ª, en gran medida gracias a una decisi¨®n espectacularmente mala tomada por Gross en 2011, y de la que la compa?¨ªa no se ha recuperado. Y he aqu¨ª el problema: otras muchas personas influyentes tomaron la misma mala decisi¨®n, y siguen haci¨¦ndolo, una y otra vez.
La historia comienza en realidad a?os antes, cuando estall¨® una inmensa burbuja inmobiliaria. El gasto en casas nuevas se hundi¨®, y los gastos de consumo en general tambi¨¦n menguaron, porque las familias que se hab¨ªan endeudado fuertemente para comprar casas ve¨ªan c¨®mo su valor se desplomaba. Tambi¨¦n las empresas recortaron gastos. ?Por qu¨¦ aumentar la capacidad vista la d¨¦bil demanda de los consumidores?
El resultado fue una econom¨ªa en la que todo el mundo quer¨ªa ahorrar m¨¢s e invertir menos. Dado que no todo el mundo puede hacer eso al mismo tiempo, algo m¨¢s ten¨ªa que ceder, y de hecho cedieron dos cosas. En primer lugar, la econom¨ªa entr¨® en una recesi¨®n de la que a¨²n no se ha recuperado por completo. En segundo lugar, el Estado entr¨® en d¨¦ficit, porque la contracci¨®n econ¨®mica provoc¨® una fuerte ca¨ªda de ingresos y el aumento de algunos tipos de gastos, como los vales de alimentos y las prestaciones por desempleo.
Ahora bien, normalmente pensamos que los d¨¦ficits son malos: la deuda p¨²blica compite con la privada, lo cual hace que suban los tipos de inter¨¦s, perjudica a la inversi¨®n y posiblemente sienta las bases para un aumento de la inflaci¨®n. Pero desde 2008 nos hemos estancado, por usar la jerga econ¨®mica, en una trampa de liquidez, que es b¨¢sicamente una situaci¨®n en la que la econom¨ªa est¨¢ inundada de ahorro deseado que no tiene ad¨®nde ir. En esta situaci¨®n, la deuda p¨²blica no compite con la demanda privada, porque el sector privado no quiere gastar. Y como no est¨¢n compitiendo con el sector privado, los d¨¦ficits no tienen por qu¨¦ hacer que suban los tipos de inter¨¦s.
Todo esto puede parecer extra?o e il¨®gico, pero es lo que el an¨¢lisis macroecon¨®mico nos dice. Y no es que despu¨¦s de la batalla todos seamos generales. En 2008-2009, varios economistas ¡ªs¨ª, yo incluido¡ª intentamos explicar las circunstancias especiales de una econom¨ªa deprimida, en la que los d¨¦ficits no causar¨ªan un aumento de los tipos y la pol¨ªtica de la Reserva Federal de ¡°acu?ar dinero¡± (no era realmente lo que estaba haciendo, pero no importa) no provocar¨ªa inflaci¨®n. Tampoco era una simple teor¨ªa; ten¨ªamos la experiencia de la d¨¦cada de 1930 en Estados Unidos y la de 1990 en Jap¨®n. Pero mucha gente influyente, quiz¨¢ la mayor¨ªa, del supuesto mundo real se neg¨® a creernos.
Entonces algo cambi¨®. McCulley sali¨® de Pimco a finales de 2010 (recientemente ha vuelto para ocupar el cargo de economista jefe) y Gross se uni¨® a la histeria por el d¨¦ficit, declarando que los bajos tipos de inter¨¦s estaban ¡°robando¡± inversores y vendiendo toda su cartera de deuda p¨²blica estadounidense. En particular, predijo un repunte de los tipos de inter¨¦s cuando la Reserva Federal abandonase el programa de compras de deuda, en junio de 2011. Se equivoc¨® por completo y ni ¨¦l ni Pimco se han recuperado de eso.
?Es esta, por tanto, una historia edificante en la que la experiencia acaba por demostrar que las malas ideas eran un desatino, la gente abre los ojos y la verdad se impone? Lo siento, pero no. De hecho, es muy dif¨ªcil encontrar ejemplos de gente que haya cambiado de idea. Quienes predec¨ªan hace cinco a?os un aumento de la inflaci¨®n y de los tipos de inter¨¦s siguen prediciendo hoy un aumento de la inflaci¨®n y de los tipos de inter¨¦s, y rechazando de plano cualquier sugerencia de que deber¨ªan reconsiderar su punto de vista a la luz de la experiencia.
Y eso es lo que hace interesante la historia de Bill Gross. Es pr¨¢cticamente el ¨²nico gran hist¨¦rico del d¨¦ficit que paga el precio de equivocarse (aunque siga siendo, claro est¨¢, inmensamente rico). Pimco ha salido mal parada, pero en otras partes el reino del error sigue tranquilo.
Paul Krugman es profesor de Econom¨ªa de la Universidad de Princeton y premio Nobel de Econom¨ªa de 2008.
Traducci¨®n de News Clips.
2014 New York Times Service.
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