Responsabilidad Social Corporativa: ?Una experiencia frustrada?
Han pasado diez a?os largos desde que se iniciara en Espa?a el debate y la promoci¨®n de la Responsabilidad Social de las empresas (RSE). Diez a?os en los que se han producido multitud de iniciativas, publicaciones, gu¨ªas, acuerdos, jornadas, pr¨¢cticas empresariales y un extenso desarrollo medi¨¢tico, pol¨ªtico y social sobre esta renovaci¨®n conceptual de la empresa, que la relaciona con sus grupos de inter¨¦s y con sus impactos sociales, laborales y medioambientales. Es hora de hacer balance y de hacerlo abiertamente, abordando la cuesti¨®n nuclear: ?Est¨¢ sirviendo la RSE para transformar la cultura interna de la empresa, integrando en su gesti¨®n una visi¨®n amplia de sus impactos y de sus responsabilidades para con la sociedad? ?O por el contrario y en el fondo, todo est¨¢ siendo un gigantesco enga?o para hacer marketing social y buscar simplemente mejorar la reputaci¨®n corporativa?
Fui uno de los primeros impulsores de este movimiento en Espa?a a principios de la d¨¦cada pasada. Lo hice creyendo que la RSE era una excelente oportunidad de hacer mejores empresas y de aprovechar sus enormes influencias en beneficio de la sociedad. Lo hice convencido de que los nuevos tiempos y la nueva ciudadan¨ªa reclamaban empresas con valores sociales y compromisos colectivos como base imprescindible de competitividad y ciudadan¨ªa corporativa. Lo hice porque me parec¨ªa evidente que las empresas, cada vez m¨¢s, construyen h¨¢bitats de vida, "hacen sociedad", y su influencia en el desarrollo social y en la calidad de nuestra vida crece en la globalizaci¨®n y en la debilidad de los Estados y de los sindicatos. Cre¨ªa en todo esto, y por eso he trabajado por una RSE integral y honesta, aunque voluntaria y progresiva.
Hoy debo decir que estoy bastante decepcionado. La confusi¨®n conceptual entre RSE y acci¨®n social es general y, desgraciadamente, no para de crecer; la difusi¨®n social de la idea sigue siendo muy baja en la poblaci¨®n, y sigue habiendo una formaci¨®n insuficiente y una baja concienciaci¨®n en los dirigentes de las empresas. Muchas buenas pr¨¢cticas de RSE conviven en la misma empresa con vulneraciones flagrantes de legislaci¨®n laboral o social. Se est¨¢n haciendo rutinarias las actividades de RSE, hasta el punto de subcontratar la elaboraci¨®n de las memorias. La implantaci¨®n de esta cultura empresarial no ha pasado la barrera de las grandes compa?¨ªas (y no de todas) a la mediana y peque?a empresa. No hay RSE en las Administraciones P¨²blicas, y el discurso pol¨ªtico favorable a la empresa sostenible brilla por su ausencia.
La crisis econ¨®mica ha desnudado a la RSE. En cuanto las exigencias contables se han extremado, se ha visto que la RSE practicada por la mayor¨ªa de las compa?¨ªas se hab¨ªa hecho con una motivaci¨®n exclusivamente economicista. La voluntariedad ha permitido a las empresas la eliminaci¨®n de estos esfuerzos en tiempos dif¨ªciles. Por otra parte, la falta de conciencia cr¨ªtica colectiva y la debilidad de las organizaciones c¨ªvicas, consumidores, ONG's, etc., y la ausencia de "valores responsables" en las demandas de la sociedad hacia las empresas, est¨¢n generando un triple efecto que lastra el desarrollo de la RSE:
a) No hay censura p¨²blica a los comportamientos irresponsables, y las consecuencias de determinados impactos empresariales no son temibles en t¨¦rminos comerciales.
b) Por el contrario, los esfuerzos de las empresas en pol¨ªticas de RSE no siempre son premiados, y surge as¨ª la duda en las direcciones de las compa?¨ªas sobre la rentabilidad econ¨®mica de inversiones costosas, a cambio de intangibles dudosos.
c) La capacidad de an¨¢lisis y evaluaci¨®n de las memorias por parte de la sociedad ha ido disminuyendo progresivamente y las entidades sociales (sindicatos, ONG's, etc.) que las hac¨ªan est¨¢n perdiendo inter¨¦s en ello.
Por ¨²ltimo, la crisis est¨¢ destruyendo el proceso de legitimaci¨®n social de las empresas. No hay RSE si la sociedad no admite a la empresa como la base sobre la que construir ese nuevo marco de exigencias rec¨ªprocas. Desgraciadamente, la crisis est¨¢ poniendo al descubierto un reparto tan injusto de sus costes y unas im¨¢genes tan antag¨®nicas de sus responsables frente a sus v¨ªctimas, que hacen imposible construir reputaci¨®n corporativa positiva sobre esas bases.
No olvidemos que estamos hablando de "responsabilidad de las empresas", en un pa¨ªs en el que, por ejemplo, son los ciudadanos los que pagan con sus impuestos las deudas generadas por los bancos. Hablar de RSE de los bancos a un preferentista defraudado es como citar la soga en la casa del ahorcado. No olvidemos que a los blindajes exorbitados, a los abanicos salariales disparatados y a las tarjetas black, les han acompa?ado congelaciones salariales y bajadas generalizadas de los sueldos. Que a la amnist¨ªa fiscal y a los "favores fiscales" del Ministerio de Hacienda a las grandes empresas para pagar s¨®lo un 3 o un 5% del impuesto de sociedades, el Gobierno ha acompa?ado una Reforma Laboral para facilitar y abaratar los despidos. Todo ello con un trasfondo de aumento de la desigualdad e indignaci¨®n creciente por la corrupci¨®n. ?Es factible en ese contexto hablar de RSE?
Yo no dejar¨¦ de hacerlo, a pesar de todo. No despreciar¨¦ que gracias a la RSE se han favorecido causas de justicia social pendientes en nuestra agenda: la integraci¨®n de la discapacidad en el trabajo, el tratamiento de la diversidad ¨¦tnica y la igualdad de g¨¦nero en el interior de las empresas, los compromisos medioambientales, la transparencia informativa y el perfeccionamiento de los reportes integrados en los informes anuales de la compa?¨ªa, el respeto de los Derechos Humanos en la cadena de suministro en algunos pa¨ªses... Ha habido avances que no debemos rechazar.
No obstante, hay que revisar los caminos. La voluntariedad debe revisarse en tres niveles importantes:
a) En la informaci¨®n/reporte, haci¨¦ndola obligatoria para las empresas de cierto nivel, con arreglo a un est¨¢ndar universal.
b) En el cumplimiento, por parte de las empresas globalizadas, de un c¨®digo universal de Derechos Humanos con protecci¨®n y ejecuci¨®n judicial en su caso, en todos los pa¨ªses en los que operen (Principios Ruggie).
c) En la formalizaci¨®n ante la OIT de acuerdos sectoriales transnacionales de las compa?¨ªas globales con m¨¢s impacto sociolaboral (textil, extractoras de mineral, etc.) sobre condiciones de trabajo de su cadena de suministro en pa¨ªses con bajo desarrollo social.
Ser¨¢n necesarios mayores y mejores impulsos a la RSE desde las pol¨ªticas p¨²blicas. La promoci¨®n p¨²blica y privada de la Inversi¨®n Socialmente Responsable por ejemplo, ser¨¢ en este campo, un poderoso est¨ªmulo a la expansi¨®n de la cultura sostenible de las empresas. La defensa de una econom¨ªa al servicio de la sociedad, de una econom¨ªa del bien com¨²n, acrecienta la cultura de la responsabilidad de las empresas y exige a ¨¦stas "leer" el contexto en el que desarrollan su actividad y comprometerse en sus di¨¢logos con la comunidad en la que operan.
Es tambi¨¦n el momento de preguntarse si los riesgos siguen preocupando, o mejor, si preocupan lo suficiente. A la vista de lo que viene ocurriendo y de lo que ha destapado la crisis -sobre los comportamientos empresariales o de sus directivos, sobre las evidentes irresponsabilidades en el n¨²cleo mismo del negocio de la actividad financiera y bancaria-, debemos preguntarnos si hay suficiente sanci¨®n reputacional a esos fallos y a esos esc¨¢ndalos. Pues bien, ha llegado la hora de reclamar desde la RSE una mayor penalizaci¨®n individual y empresarial a la irresponsabilidad. En este sentido, unificar los observatorios cr¨ªticos internacionales y dotarles de la garant¨ªa y credibilidad ser¨¢ un buen impulso a la RSE.
Queda mucho por hacer en esta larga marcha, s¨®lo reci¨¦n iniciada, de la RSE. Pero no me cabe duda de que de esta crisis no saldremos con empresas insostenibles, sino con m¨¢s RSE, con m¨¢s sostenibilidad en la actividad econ¨®mica y empresarial. Pero de la de verdad, es decir, aquella que se concibe y se practica con la voluntad de producir un impacto positivo sobre la sociedad, y no s¨®lo como una operaci¨®n de marketing empresarial m¨¢s o menos lograda.
Ram¨®n J¨¢uregui Atondo. Diputado y copresidente de la Asamblea Parlamentaria Euro Latinoamericana
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