Remar contra el viento
La reducci¨®n de salarios no puede ser la estrategia generalizada de largo plazo para ganar competitividad
Estamos entre esperanzados y temerosos, pregunt¨¢ndonos continuamente si hay o no recuperaci¨®n econ¨®mica. Es l¨®gico que sea as¨ª. La crisis de 2008 y las malas pol¨ªticas econ¨®micas europeas desde 2010 han deteriorado hasta l¨ªmites dif¨ªcilmente soportables las condiciones de vida y las expectativas de la gente. Llegando a mandar a muchas personas a las cunetas del paro permanente y a la exclusi¨®n social.
Esta situaci¨®n tampoco es buena para el funcionamiento de la democracia. Y, d¨¦jenme decirlo, para el propio sistema capitalista. Los defensores de la econom¨ªa de mercado tienen que recordar que lo que leg¨ªtima al capitalismo no es la eficiencia de los mercados o los beneficios de las empresas. Su n¨²cleo moral legitimador es su capacidad para lograr la mejora continuada el bienestar y las oportunidades de la gente. Otros sistemas se orientan al poder econ¨®mico del Estado o de determinados grupos, pero el capitalismo se ha orientado al bienestar. Es as¨ª desde Adam Smith, y contin¨²a si¨¦ndolo en la mejor tradici¨®n de la Econom¨ªa.
Pero volvamos a la cuesti¨®n inicial. ?Hay recuperaci¨®n o no? Si miramos la econom¨ªa espa?ola, hay se?ales claras de que, despu¨¦s de m¨¢s de tres a?os de ca¨ªda, estamos viendo un repunte del crecimiento, mayor que el del resto de las econom¨ªas europeas. Pero a¨²n no se puede asegurar si durar¨¢ o se trata del ¡°rebote del gato muerto¡±. Es decir, del rebote que por pura inercia de la ca¨ªda experimenta una econom¨ªa cuando choca con el suelo.
?Qu¨¦ hay que hacer para consolidarlo? Con el motor principal de la econom¨ªa gripado por la debilidad del consumo y la inversi¨®n, y con el motor auxiliar del sector p¨²blico desactivado por las pol¨ªticas de recortes, la alternativa es fortalecer el segundo motor auxiliar, el sector exterior. Para ello hay que ponerse a remar fuerte para mejorar la capacidad de nuestras empresas para competir tanto en los mercados exteriores como con los productos importados.
Pero tendremos que remar con el viento en contra. La econom¨ªa europea bordea la tercera recesi¨®n. Probablemente no caer¨¢ en el precipicio, pero el horizonte es un estancamiento prolongado. Esto no favorece el crecimiento de las exportaciones espa?olas al mercado europeo. Por otro lado, no cabe esperar que las pol¨ªticas econ¨®micas europeas vayan a cambiar. El compromiso de las autoridades europeas y de Alemania es hacer todo lo necesario para salvar al euro. Pero poco o nada para salvar la econom¨ªa y el empleo. Eso es lo que hay.
Cuando el viento no es favorable, la alternativa es remar m¨¢s fuerte para mejorar nuestra competitividad. Ahora bien, la competitividad es c¨®mo el colesterol, la hay de la buena y de la mala. La competitividad buena es la capacidad de la econom¨ªa para afrontar retos y mejorar las condiciones de vida y las oportunidades de la gente, especialmente de aquellos que m¨¢s las necesitan. La mala, es la que pretende basar la mejora de la competitividad en las reducciones de salarios y en el empeoramiento de las condiciones laborales. Eso pan para hoy y hambre para ma?ana.
La moderaci¨®n salarial puede ser una necesidad temporal para salir de un apuro. Pero la reducci¨®n de salarios no puede ser la estrategia generalizada de largo plazo para ganar competitividad. Como estamos viendo, ha rebasado ya los l¨ªmites razonables y est¨¢ perjudicando al funcionamiento de la econom¨ªa.
?Cu¨¢l es una buena estrategia para fortalecer la competitividad? Lograr la cooperaci¨®n de todos en el esfuerzo colectivo para mejorar la capacidad de las empresas, del sistema financiero, de las administraciones p¨²blicas y de todas las instituciones p¨²blicas y privadas, como las escuelas o universidades. Este esfuerzo colectivo necesita de una disposici¨®n social a cooperar.
Sin embargo, el discurso dominante no es el de cooperaci¨®n, sino el de las reformas sociales ¡°duras¡±. Pero si el resultado de estas reformas es la desigualdad y el deterioro de las condiciones de vida y las oportunidades de la gente, no benefician la competitividad a largo plazo. Al contrario, la perjudican, en la medida en que reducen la disposici¨®n social a cooperar. En este sentido, este discurso sobre las reformas duras es tambi¨¦n un viento en contra.
Las reformas que necesitamos son las dirigidas a tres objetivos fundamentales. Primero, aumentar el tama?o medio de las empresas. Todo lo bueno que deseemos para nuestra econom¨ªa, como la productividad y la competitividad, est¨¢ asociado al tama?o. Segundo, abrir los mercados de bienes y servicios a la competencia para bajar m¨¢rgenes y precios. Tercero, incentivar la colaboraci¨®n entre empresas y sector p¨²blico para promover la internacionalizaci¨®n y la implantaci¨®n en los mercados exteriores, especialmente fuera de Europa. Y, cuarto, sacar de la cuneta a la gente a la que la crisis ha echado al paro de larga duraci¨®n. El crecimiento por s¨ª solo no ser¨¢ capaz de incorporar a esas personas al tr¨¢fico econ¨®mico. Hacen falta pol¨ªticas espec¨ªficas.
Contra lo que podr¨ªa parecer a primera vista, remar contra el viento puede acabar siendo bueno. Nos obliga a buscar la cooperaci¨®n social en el esfuerzo com¨²n, a tomar buenas decisiones y hacer buenas reformas. No fue as¨ª cuando el viento ven¨ªa de cola, como sucedi¨® en el per¨ªodo de bonanza de 1995 a 2007. En esa etapa las elites empresariales y pol¨ªticas dimitieron de su responsabilidad de comprometerse con el cambio. Ahora tenemos que aprender de aquellos errores.
Ant¨®n Costas es catedr¨¢tico de Econom¨ªa en la Universidad de Barcelona
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