Contaminaci¨®n y pol¨ªtica
Lo del ozono, como todo lo dem¨¢s hoy en d¨ªa, es una cuesti¨®n de desigualdad
A comienzos de esta semana, el Organismo de Protecci¨®n Medioambiental estadounidense (EPA por sus siglas en ingl¨¦s) anunciaba las reglamentaciones previstas para reducir las emisiones de ozono, que provocan niebla, por no hablar del asma, las afecciones cardiacas y las muertes prematuras. ?Y saben qu¨¦ ha ocurrido? Que los republicanos han pasado al ataque, afirmando que las nuevas normas imponen unos costes enormes.
No hay raz¨®n para tomarse en serio estas quejas, al menos en lo esencial. Los contaminadores y sus amigos pol¨ªticos tienen un historial de falsas alarmas. Una y otra vez, han insistido en que las empresas estadounidenses ¡ªque normalmente presentan como infinitamente innovadoras, capaces de superar cualquier obst¨¢culo¡ª ser¨ªan un manojo de nervios si se les exigiese limitar las emisiones. Una y otra vez, los costes reales han sido mucho m¨¢s bajos de lo que predec¨ªan. De hecho, casi siempre han estado por debajo de las predicciones del EPA.
Es la historia de siempre. Pero, ?por qu¨¦ siempre es as¨ª? Por supuesto, los contaminadores defienden su derecho a contaminar, pero, ?por qu¨¦ cuentan con el apoyo republicano? ?Cu¨¢ndo y por qu¨¦ se ha convertido el Partido Republicano en el partido de la contaminaci¨®n?
Porque no siempre ha sido as¨ª. La Ley de Aire Puro de 1970, base jur¨ªdica para las acciones medioambientales del Gobierno de Obama, fue aprobada en el Senado con el acuerdo total de ambos partidos, por 73 votos a favor y ninguno en contra, y firmada por Richard Nixon. (He o¨ªdo a veteranos del EPA describir los a?os de Nixon como una edad de oro). La principal enmienda a la ley, que entre otras cosas permiti¨® el sistema de l¨ªmites m¨¢ximos e intercambio que limita la lluvia ¨¢cida, fue firmada en 1990 por el expresidente George H. W. Bush.
Pero eso era entonces. El Partido Republicano actual ha puesto a un te¨®rico de la conspiraci¨®n, que considera la ciencia clim¨¢tica como un ¡°enga?o gigantesco¡±, al frente de la comisi¨®n medioambiental del Senado. Y este no un caso aislado. La contaminaci¨®n se ha convertido en una cuesti¨®n partidista profundamente divisiva.
Y la raz¨®n por la que la contaminaci¨®n se ha convertido en un asunto partidista es que los republicanos han virado hacia la derecha. Hace una generaci¨®n, el medio ambiente no era una cuesti¨®n partidista: seg¨²n el Centro de Investigaciones Pew, en 1992 la abrumadora mayor¨ªa de ambos partidos apoyaba unas leyes y una reglamentaci¨®n m¨¢s estrictas. Desde entonces, las opiniones dem¨®cratas no han cambiado, pero el apoyo republicano a la protecci¨®n medioambiental se ha hundido.
?Qu¨¦ explica este giro antiecol¨®gico?Podr¨ªamos estar tentados de culpar a la influencia del dinero en la pol¨ªtica, y no cabe duda de que las aportaciones econ¨®micas de los contaminadores potencian el movimiento antiecol¨®gico en todos los niveles. Pero esto no explica por qu¨¦ el dinero de las industrias m¨¢s contaminantes, que antes iba a ambos partidos, va ahora abrumadoramente en una direcci¨®n. Tomemos, por ejemplo, la miner¨ªa del carb¨®n. A comienzos de la d¨¦cada de 1990, de acuerdo con el Centro para una Pol¨ªtica Responsable, la industria favorec¨ªa a los republicanos por un moderado margen, y daba en torno a un 40% de su dinero a los dem¨®cratas. Hoy, ese porcentaje es solo del 5%. El gasto pol¨ªtico del sector gas¨ªstico y petrol¨ªfero ha seguido una trayectoria similar. De nuevo, ?qu¨¦ ha cambiado?
Una respuesta podr¨ªa ser la ideolog¨ªa. La econom¨ªa convencional no es antiecol¨®gica; dice que deber¨ªa limitarse la contaminaci¨®n, si bien de formas compatibles con el mercado, siempre que sea posible. Pero el actual movimiento conservador insiste en que la administraci¨®n p¨²blica es siempre el problema, nunca la soluci¨®n, lo cual crea la voluntad de creer que los problemas medioambientales son falsos y que la pol¨ªtica medioambiental hundir¨¢ la econom¨ªa.
Yo supongo, sin embargo, que esa ideolog¨ªa es solo parte de la historia; o m¨¢s precisamente, es un s¨ªntoma de la causa subyacente de la divisi¨®n: la creciente desigualdad.
La historia b¨¢sica de la polarizaci¨®n pol¨ªtica en las ¨²ltimas d¨¦cadas es que, a medida que la minor¨ªa rica se ha ido apartando econ¨®micamente del resto del pa¨ªs, se ha llevado consigo uno de los principales partidos. Ciertamente los dem¨®cratas favorecen a menudo los intereses del 1%, pero los republicanos lo hacen siempre. Cualquier pol¨ªtica que beneficie a los estadounidenses de clase baja y media a expensas de la ¨¦lite ¡ªcomo la reforma sanitaria, que garantiza seguro m¨¦dico para todos y paga esa garant¨ªa en parte con los impuestos de las rentas m¨¢s elevadas¡ª ser¨¢ objeto de una dura oposici¨®n republicana.
Y la protecci¨®n del medio ambiente es, en parte, una cuesti¨®n de clase, aunque por lo general no nos lo planteemos de ese modo. Todos respiramos el mismo aire, por lo que las ventajas de controlar la contaminaci¨®n est¨¢n distribuidas de manera m¨¢s o menos igual entre la poblaci¨®n. Pero la propiedad de, pongamos, acciones en empresas del carb¨®n se concentra en las manos de unos cuantos ricos. Incluso aunque los costes que supone el control de la contaminaci¨®n se trasladen en forma de subida de precios, los ricos son diferentes de usted y de m¨ª. Gastan mucho m¨¢s dinero y, por lo tanto, soportan una parte mayor de esos costes.
En el caso del nuevo plan para reducir el ozono, el an¨¢lisis del EPA indica que, para el estadounidense medio, los beneficios duplicar¨ªan los costes. Pero eso no tiene por qu¨¦ importarle necesariamente al estadounidense que no forma parte de la media y que dirige las prioridades de uno de los partidos. Lo del ozono, como todo lo dem¨¢s hoy en d¨ªa, es una cuesti¨®n de desigualdad.
Paul Krugman es profesor de Econom¨ªa de la Universidad de Princeton y premio Nobel de Econom¨ªa de 2008. ? 2014, New York Times Service.Traducci¨®n de News Clips.
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