La desigualdad y los ni?os de EE UU
De todo el da?o que puede hacer la pobreza, el que causa a los menores es el que m¨¢s nos debe preocupar
Hace ya mucho tiempo se reconoce que los ni?os conforman un grupo especial. Ellos no eligen a sus padres, y mucho menos las condiciones generales en las que nacen. No tienen las mismas capacidades que los adultos para protegerse o cuidar de s¨ª mismos. Es por ello que la Sociedad de Naciones aprob¨® la Declaraci¨®n de Ginebra sobre los Derechos del Ni?o en 1924, y la raz¨®n por la que la comunidad internacional adopt¨® la Convenci¨®n Internacional sobre los Derechos del Ni?o y de la Ni?a en 1989.
Lamentablemente, Estados Unidos no est¨¢ cumpliendo con sus obligaciones. De hecho, ni siquiera ha ratificado la Convenci¨®n sobre los Derechos del Ni?o y de la Ni?a. EE UU, con su altamente valorada imagen de tierra de oportunidades, deber¨ªa ser un ejemplo a seguir en cuanto al tratamiento justo e ilustrado de los ni?os. En cambio, emana la luz del fracaso ¡ªun fracaso que contribuye al aletargamiento global de los derechos del ni?o en el ¨¢mbito internacional.
Si bien puede que una infancia estadounidense promedio no sea la peor del mundo, la disparidad entre la riqueza del pa¨ªs y la condici¨®n en la que sus ni?os se encuentran no tiene parang¨®n. Cerca de 14,5% de la poblaci¨®n estadounidense en general es pobre, pero el 19,9% de los infantes ¡ªes decir, unos 15 millones de ni?os¡ª viven en condiciones de pobreza. Entre los pa¨ªses desarrollados, ¨²nicamente Ruman¨ªa tiene un nivel de pobreza superior. La tasa de EE UU es dos tercios m¨¢s alta que la del Reino Unido, y hasta cuatro veces la tasa de los pa¨ªses n¨®rdicos. Para algunos grupos, la situaci¨®n es mucho peor: m¨¢s del 38% de los ni?os negros, y del 30% de los hispanos, son pobres.
Nada de esto ocurre porque los estadounidenses no se preocupan por sus hijos. Esto ocurre porque Estados Unidos durante las ¨²ltimas d¨¦cadas ha adoptado un programa de pol¨ªticas que ha causado que su econom¨ªa se torne en salvajemente desigual, dejando a los segmentos m¨¢s vulnerables de la sociedad cada vez m¨¢s y m¨¢s atr¨¢s. La creciente concentraci¨®n de la riqueza ¡ªy una reducci¨®n significativa de los impuestos sobre dicha riqueza¡ª se tradujo en que se tiene menos dinero para gastar en inversiones destinadas al bien p¨²blico, como por ejemplo en educaci¨®n y protecci¨®n para los ni?os.
Las dificultades en las primeras etapas de la vida est¨¢n estrechamente ligadas con la desigualdad de oportunidades
Como resultado, la situaci¨®n de los ni?os en Estados Unidos empeora. Su destino es un doloroso ejemplo de la forma como la desigualdad no solamente socava el crecimiento econ¨®mico y la estabilidad ¡ªtal como al fin lo reconocen economistas y organizaciones, como el Fondo Monetario Internacional¡ª sino que tambi¨¦n viola nuestras m¨¢s preciadas nociones sobre c¨®mo deber¨ªa ser una sociedad justa.
La desigualdad de ingresos se correlaciona con inequidades en los ¨¢mbitos de salud, acceso a la educaci¨®n, y exposici¨®n a riesgos ambientales; todas estas desigualdades agobian m¨¢s a los ni?os en comparaci¨®n con el resto de segmentos de la poblaci¨®n. De hecho, se diagnostica con asma casi a uno de cada cinco ni?os estadounidenses pobres; esta es una tasa superior en un 60% a la de los ni?os que no son pobres. Los problemas de aprendizaje son casi dos veces m¨¢s frecuentes entre los ni?os de las familias que ganan menos de 35.000 d¨®lares al a?o en comparaci¨®n a lo que ocurre en los hogares que ganan m¨¢s de 100.000. Y hay quien en el Congreso de Estados Unidos quiere eliminar los cupones de alimentos ¡ªpese a que 23 millones de hogares estadounidenses dependen de ellos¡ª amenazando as¨ª con llevar al hambre a los ni?os m¨¢s pobres.
Dichas desigualdades en resultados est¨¢n estrechamente ligadas a desigualdades en oportunidades. Inevitablemente, en los pa¨ªses en los que los ni?os tienen una alimentaci¨®n inadecuada, un acceso insuficiente a los servicios de salud y educaci¨®n, y una mayor exposici¨®n a los riesgos ambientales, los hijos de los pobres tendr¨¢n perspectivas de vida muy distintas que los hijos de quienes son ricos. Y, en parte debido a que las perspectivas de la vida de un ni?o estadounidense dependen m¨¢s de los ingresos y educaci¨®n de sus padres en comparaci¨®n con lo que ocurre en otros pa¨ªses avanzados, EE UU tiene la menor igualdad de oportunidades entre todos los pa¨ªses avanzados. Por ejemplo, en las universidades estadounidenses de m¨¢s alta categor¨ªa s¨®lo aproximadamente un 9% de los estudiantes proviene de la poblaci¨®n con ingresos que se ubican en la mitad inferior de la distribuci¨®n de ingresos, mientras que el 74% provienen de la poblaci¨®n con ingresos ubicados en el cuarto superior.
La mayor¨ªa de las sociedades reconocen la obligaci¨®n moral de ayudar a garantizar que los j¨®venes puedan alcanzar su potencial. Algunos pa¨ªses incluso imponen un mandato constitucional de la igualdad de oportunidades educativas.
Sin embargo, en Estados Unidos se gasta m¨¢s en la educaci¨®n de los estudiantes ricos que en la educaci¨®n de los pobres. Como resultado, el pa¨ªs est¨¢ perdiendo algunos de sus activos m¨¢s valiosos, y algunos j¨®venes ¡ªal verse desprovistos de habilidades¡ª se dedican a actividades disfuncionales. Hay Estados, como por ejemplo California, que gastan casi tanto en prisiones como en educaci¨®n superior, y algunas veces m¨¢s.
Estados como California gastan casi tanto en prisiones como en educaci¨®n superior, y algunas veces m¨¢s
Si no se toman medidas compensatorias ¡ªincluyendo una educaci¨®n preescolar que idealmente comience a una edad muy temprana¡ª la desigualdad de oportunidades se traduce en resultados desiguales durante toda la vida en el momento que los ni?os llegan a la edad de cinco a?os. Esto deber¨ªa incentivar a que se realicen acciones para implementar pol¨ªticas.
En los hechos, si bien los efectos nocivos de la desigualdad son de amplio alcance, e imponen costos enormes a nuestras econom¨ªas y sociedades, son tambi¨¦n evitables en su gran mayor¨ªa. Los extremos de desigualdad observados en algunos pa¨ªses no son el resultado inexorable de las fuerzas econ¨®micas y de las leyes. Las pol¨ªticas adecuadas ¡ªcomo tener redes de protecci¨®n social m¨¢s fuertes, aplicaci¨®n de impuestos progresivos, y una mejor regulaci¨®n (especialmente del sector financiero), por nombrar s¨®lo unas pocas pol¨ªticas¡ª pueden revertir estas tendencias devastadoras.
Con el prop¨®sito de generar la voluntad pol¨ªtica que tales reformas requieren, debemos confrontar la inercia y falta de acci¨®n de los formuladores de pol¨ªticas mostrando los sombr¨ªos datos f¨¢cticos relativos a la desigualdad y sus efectos devastadores en nuestros ni?os. Podemos reducir las privaciones que se sufren durante la infancia y podemos aumentar la igualdad de oportunidades, con lo que sentar¨ªamos las bases para un futuro m¨¢s justo y pr¨®spero ¡ªun futuro que refleje los valores que nosotros mismos profesamos¡ª. Entonces, ?por qu¨¦ no lo hacemos?
Del total del da?o que inflige la desigualdad en nuestras econom¨ªas, sociedades y ¨¢mbitos pol¨ªticos, el da?o que causa a los ni?os deber¨ªa ser el m¨¢s preocupante. Cualquiera que sea la responsabilidad que pudiesen tener los adultos pobres por su destino en la vida ¡ªpuede ser que no trabajaron lo suficientemente fuerte, no ahorraron lo necesario o no tomaron buenas decisiones¡ª las circunstancias particulares de los ni?os recaen bajo su responsabilidad, sin que ellos tengan ning¨²n tipo de opci¨®n al respecto. Los ni?os, m¨¢s que cualquier otra persona, necesitan recibir la protecci¨®n que les brindan sus derechos, y EE UU deber¨ªa proveer al mundo con un brillante ejemplo de lo que esto significa.?
Traducido del ingl¨¦s por Roc¨ªo L. Barrientos.
Joseph E. Stiglitz, premio Nobel de Econom¨ªa, es profesor universitario en la Universidad de Columbia. Su libro m¨¢s reciente, en coautor¨ªa con Bruce Greenwald, es Creating a Learning Society: A New Approach to Growth, Development, and Social Progress.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.