La difusa frontera entre la colaboraci¨®n y el negocio
El nuevo modelo econ¨®mico basado en la compartici¨®n se abre paso sin cauces legales
El fen¨®meno es imparable. Los datos que genera la econom¨ªa colaborativa desbordan cualquier previsi¨®n: 2.580 millones de euros movieron las empresas del sector en todo el mundo en 2013, seg¨²n las estimaciones de la Comisi¨®n Nacional de los Mercados y la Competencia, un 25% m¨¢s que el a?o anterior. ¡°Las reglas del juego est¨¢n cambiando¡±, sentencia Carlos Trias, miembro del Comit¨¦ Econ¨®mico y Social Europeo (CESE). El ¨®rgano consultivo europeo emiti¨® un dictamen en enero de 2014 (Consumo colaborativo o participativo: un modelo de sostenibilidad para el siglo XXI) con el objetivo de presionar al Consejo Europeo para que incluya la nueva corriente en su agenda de trabajo. La envergadura del movimiento impide darle la espalda. Promotores y detractores claman por una regulaci¨®n que d¨¦ luz a la penumbra legal en la que se encuentran.
La revista Time la ha calificado como una de las 10 ideas que cambiar¨¢n el mundo. ¡°No surgi¨® ayer, pero ahora es un fen¨®meno global¡±, dice Trias. Internet ha hecho posible que sus seguidores se propaguen como un virus. El 76% de los espa?oles ha alquilado o compartido alguna vez bienes y servicios, seg¨²n datos de Avancar. Su filosof¨ªa de producci¨®n y gasto responsable convence en un mundo hiperconsumista. ¡°Nos hemos dado cuenta de que el sistema actual tiene demasiadas deficiencias¡±, a?ade Trias. El modelo facilita que las clases medias accedan a productos y servicios. ¡°Hay un cambio de conciencia¡±, explica Luis Tamayo, soci¨®logo experto en econom¨ªa colaborativa. ¡°Lo vimos con la digitalizaci¨®n de la m¨²sica: no quer¨ªamos un CD, sino la m¨²sica que conten¨ªa¡±. El soci¨®logo apunta tres factores clave para explicar el auge: la accesibilidad de la tecnolog¨ªa, la preocupaci¨®n por el medio ambiente y una nueva conciencia de consumo, basada en el uso y no en la posesi¨®n.
Espa?a, a diferencia de otros pa¨ªses, no cuenta con un sistema fiscal que deje exentas las peque?as retribuciones
Un ejemplo que a¨²na los tres criterios de la tambi¨¦n llamada econom¨ªa del uso es Bluemove, dedicada al carsharing, alquiler de coches por horas. Ofrecen veh¨ªculos que aspiran a sustituir al coche como propiedad. Se reservan a trav¨¦s de una aplicaci¨®n y est¨¢n repartidos por toda la ciudad. Adem¨¢s, han puesto en marcha el ¡°coche de barrio¡±, un veh¨ªculo que comparten diferentes vecinos a trav¨¦s de un contrato de renting. Lo lanzaron este a?o ¡°y las peticiones duplicaron las esperadas¡±, afirma S¨®crates Dom¨ªnguez, portavoz de la empresa.
Del mismo modo que con la digitalizaci¨®n de la m¨²sica apareci¨® la pirater¨ªa, los problemas legales llegaron con la consolidaci¨®n del ¨¦xito. Se enfrenta a una normativa obsoleta en la que no encaja y a una fama de la que muchos intrusos quieren participar. ¡°La econom¨ªa colaborativa solo englobar¨ªa a aquellas plataformas que no intermedian en la casaci¨®n de la oferta y la demanda, solo son espacios donde oferta y demanda se conocen, como los bares en el mundo offline¡±, explica Rosa Guirado, economista y abogada. ¡°Su peculiaridad es que, al tratarse de servicios prestados por particulares para particulares, su dimensi¨®n es muy peque?a, generar¨¢n microingresos¡±. Espa?a, a diferencia de otros pa¨ªses, no cuenta con un sistema fiscal que deje exentas las peque?as retribuciones. El principal reto de la econom¨ªa colaborativa es que se regule teniendo en cuenta que se establece un sistema horizontal, de igual a igual, de ciudadano a ciudadano y no vertical, de empresa a consumidor.
El control de la fiscalidad es el punto d¨¦bil. Sin embargo, hay empresas que presumen de haber reflotado una actividad sumergida en la econom¨ªa callejera. Ticketbis se presenta como la web espa?ola que ha convertido en ¡°fiable, segura y transparente¡± la reventa. ¡°En realidad, la transacci¨®n en s¨ª no es ilegal¡±, explica Jon Uriarte, cofundador de la web que funciona en m¨¢s de 30 pa¨ªses. ¡°Se pena el vandalismo que esto pueda ocasionar, pero no el intercambio en s¨ª¡±. Los usuarios venden a trav¨¦s de la p¨¢gina entradas para espect¨¢culos que no van a utilizar. ¡°Todas las transacciones se hacen con tarjeta de cr¨¦dito, as¨ª que quedan registradas y pagamos por ello¡±.
Ahora trabajan en un sistema que oriente a los usuarios para que no sufran abusos de precio. Trias, como director de la Asociaci¨®n General de Consumidores ¡ªuna confederaci¨®n de ¨¢mbito estatal¡ª, tiene como m¨¢xima preocupaci¨®n evitar estos atropellos. Por ello quiere que la UE se sit¨²e ¡°a la vanguardia de la innovaci¨®n hacia nuevos modelos¡± y que lo haga ¡°inscribiendo el consumo sostenible como un derecho en su legislaci¨®n¡±, como as¨ª expuso en Par¨ªs el pasado a?o ante un p¨²blico experto.
¡°Los consumidores est¨¢n m¨¢s protegidos que nunca¡±, asegura Jos¨¦ Luis Zimmermann, promotor de la primera plataforma de econom¨ªa colaborativa nacional, Sharing Espa?a. ¡°No hay mayor garant¨ªa que la que nos dan nuestros iguales¡±. Se refiere al modelo que siguen estos negocios: comentarios y valoraciones de sus propios usuarios. La l¨®gica que defienden es que, si el servicio no es bueno, las malas notas propiciar¨¢n la muerte de la empresa. Miguel Ferrer, abogado y coordinador de Sharing Espa?a, se?ala que, al igual que el sistema fiscal, la normativa de protecci¨®n del consumidor tampoco est¨¢ preparada para una relaci¨®n entre ciudadanos: ¡°Hay plataformas que ofrecen seguros, pero son un plus de calidad, la normativa del comercio electr¨®nico no fija como responsable al intermediario. Habr¨¢ que regular seg¨²n el nivel de implicaci¨®n de las plataformas¡±. El abogado, como el resto de expertos, defiende el sistema de reputaci¨®n. Como Rachel Botsman, referente mundial de la corriente, que augura que la confianza ser¨¢ la moneda del futuro.
Juan Gregorio Ruiz es un ex guardia civil reconvertido en gu¨ªa tur¨ªstico: ¡°Aqu¨ª en la plaza Mayor se ajusticiaba a los presos¡±. Habla para un grupo de turistas, les ense?a Madrid a trav¨¦s de cr¨ªmenes hist¨®ricos. Lleva 15 minutos y ya se ha ganado al p¨²blico. Ofrece sus servicios a trav¨¦s de Madrid a pie, un grupo de ¡°enamorados de Madrid¡±. As¨ª lo define N¨¦stor Rosas, su promotor. Se qued¨® en paro con 50 a?os y se le ocurri¨® que pod¨ªa emplear su experiencia en el sector tur¨ªstico para ense?ar su propia ciudad. ¡°Al principio no sab¨ªa qu¨¦ hac¨ªa mal, empec¨¦ con un cartel en la plaza Mayor y no se acercaba nadie¡±. Descubri¨® entonces webs en las que anunciarse, como Sherpandipity, y ahora tiene una socia y cinco gu¨ªas. En 2010 la Comunidad de Madrid liberaliz¨® el sector despu¨¦s de una lucha entre los gu¨ªas oficiales y los ¡°intrusos¡±. ¡°Hoy ejercemos con libertad, pero no contamos con una acreditaci¨®n que nos avale¡±, lamenta Rosas.
La econom¨ªa colaborativa se alza como baluarte democratizador: cualquier ciudadano puede participar. Las voces promotoras del fen¨®meno se ti?en de positividad y hablan de ampliar las posibilidades de la clase media y de los pa¨ªses en desarrollo. Sin embargo, sin acceso a Internet es imposible. ¡°Te obliga a estar presente en redes sociales¡±, concede el soci¨®logo Tamayo. Los expertos apuestan por fomentar la alfabetizaci¨®n digital para que no se quede fuera ning¨²n segmento de la poblaci¨®n.
Los sectores m¨¢s desarrollados son la movilidad y la hosteler¨ªa. ¡°Necesitamos contrarrestar la fuerza devastadora de los lobbies, que mueven voluntades y destruyen Gobiernos si hace falta. Eso intento trasladar en Bruselas¡±, confiesa Trias. No plantean un nuevo sistema, sino alternativas al que ya existe. Los hoteles se levantaron contra las habitaciones particulares, las empresas de autobuses contra Blablacar y los taxistas contra Uber. Europa concluy¨® el pasado mayo que no ejerc¨ªa competencia desleal, pero puntualizaba Ryan Heath, portavoz comunitario, que esto no quiere decir que los conductores de Uber no deban pagar impuestos.
Las plataformas m¨¢s populares
Transporte. El sector de la movilidad es el que m¨¢s se ha desarrollado.?Blablacar es la referencia europea para compartir coche, con m¨¢s de 10 millones de personas registradas en su p¨¢gina. Una encuesta realizada por la empresa revela que sus clientes conf¨ªan en la comunidad online casi tanto como en sus propios familiares: 4,7 sobre cinco en un pariente, 4,2 en otros usuarios.?
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Alojamiento. La crisis ha propiciado que muchos ciudadanos alquilen una habitaci¨®n de sus casas para sacar un ingreso extra. P¨¢ginas como?Airbnb, que pone en contacto a nativos con viajeros que buscan cama, han soliviantado a hoteleros de 190 pa¨ªses.
Arreglos. Las webs que publicitan manitas son de las m¨¢s novedosas. Plataformas como Etece.es anuncian profesionales que no son trabajadores de la empresa, sino aut¨®nomos que pagan a la web por su gesti¨®n y cobran al cliente por sus servicios. La p¨¢gina recuerda a los manitas que no pueden estar cobrando el paro y recomienda que no olviden "detallar los impuestos correspondientes".
Actividades. Vecinos y peque?as empresas utilizan Internet para promocionar servicios. Quienes se publicitan en p¨¢ginas como Trip4real en su mayor¨ªa son particulares que ofertan actividades como paseos tur¨ªsticos o talleres varios, fijando un precio por adelantado.
A favor o en contra, la corriente pide a gritos una regulaci¨®n. Trias apuesta por ¡°potenciar la sociedad del conocimiento y de la informaci¨®n desde una perspectiva participativa y colaborativa, as¨ª como de las redes sociales como forma de expresi¨®n y participaci¨®n social en el sistema, que coadyuve a erradicar cualquier tipo de brecha existente: digital, social, cultural o econ¨®mica¡±.
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