Piketty y su camino a la plutocracia
El economista identifica una causa ¨²nica de todos los males y ofrece una soluci¨®n: que los ricos paguen m¨¢s impuestos y volveremos a la Arcadia Feliz. No es tan sencillo
Pocas veces un economista acad¨¦mico se ha convertido en un gur¨² medi¨¢tico. Piketty lo ha conseguido y por ello tiene toda mi admiraci¨®n y un poco de envidia. Su libro se ha convertido en superventas despu¨¦s de haber sido adoptado como catecismo por la nueva izquierda americana. Porque el libro confirma los cl¨¢sicos prejuicios ideol¨®gicos y ¡°porque la clase media-alta americana que compra libros est¨¢ muy angustiada¡±, en palabra de Bradford DeLong, un conocido economista americano neokeynesiano. El libro es tambi¨¦n un ¨¦xito comercial y pol¨ªtico en Europa porque consuela a la clase media de las econom¨ªas desarrolladas, que ve con creciente ansiedad c¨®mo la globalizaci¨®n y la crisis financiera han echado por tierra sus expectativas de prosperidad continua y ocio creciente. Un economista serio por fin les tranquiliza. No es culpa suya, no es que trabajen, estudien, ahorren, inviertan e innoven poco, como les fustigan los neoliberales, sino que una ley inexorable del capitalismo conspira en su contra: la creciente concentraci¨®n de la riqueza. Al identificar una causa ¨²nica de todos nuestros males, Piketty nos ofrece tambi¨¦n una f¨¢cil soluci¨®n; si solo los ricos pagasen m¨¢s impuestos, si solo evit¨¢ramos esa concentraci¨®n insultante de renta y riqueza en unas pocas manos, volver¨ªamos a la Arcadia Feliz. ?Qui¨¦n puede negarse a la belleza de tal argumento? L¨¢stima que las cosas no sean tan sencillas. Perm¨ªtanme que les amargue la pel¨ªcula que tan cuidadosamente se hab¨ªan construido.
La tesis central del libro es conocida. La ratio riqueza-renta aumenta constantemente con el capitalismo y conduce a un capitalismo patrimonialista, plutocr¨¢tico, en el que la concentraci¨®n de la riqueza en unas pocas manos es una consecuencia necesaria, una ley natural porque ¡°la tasa de rentabilidad del capital excede la tasa de crecimiento econ¨®mico¡±. En esto Piketty no es un economista muy moderno y comparte la obsesiva ilusi¨®n que ha acompa?ado a la profesi¨®n desde la revoluci¨®n marginalista de buscar leyes econ¨®micas de la naturaleza. Como Boyle-Mariotte o Newton, Piketty tambi¨¦n quiere su ley. Para ello maneja una cantidad ingente de datos de la que pretende extraer una regularidad en todo tiempo, lugar o sociedad.
La concentraci¨®n del capital en unas pocas manos est¨¢ lejos de ser evidente. M¨¢s bien todo lo contrario
Los datos utilizados han sido desmenuzados por?Gillian Tett en el Financial Times y ha encontrado tres tipos de problemas: meros errores de transcripci¨®n y entrada de datos, errores metodol¨®gicos al rellenar los huecos en las series hist¨®ricas, y m¨¢s serios problemas de fabricaci¨®n de datos al mezclar diferentes series de riqueza de un mismo pa¨ªs y elegir la que sobrestima la desigualdad. Problemas que sinceramente no me preocupan en demas¨ªa, porque no hay datos ni series perfectas y en econom¨ªa hay que trabajar con lo que se puede. Toda construcci¨®n de una serie nueva conlleva problemas y decisiones arbitrarias, recordemos lo que les pas¨® a Reinhardt y Rogoff con su serie de deuda p¨²blica y su l¨ªmite del 90% del PIB como umbral de recesi¨®n. Ninguna pol¨¦mica cient¨ªfica entre economistas se ha resuelto nunca apelando inequ¨ªvocamente a la evidencia emp¨ªrica. No ha pasado con el debate entre keynesianos y monetaristas, por citar el m¨¢s cl¨¢sico de los cl¨¢sicos.
Piketty formula tres proposiciones b¨¢sicas: el tama?o y la importancia del capital aumentan con el tiempo y el crecimiento econ¨®mico, la propiedad del capital se va concentrando, y la desigualdad creciente es el resultado inevitable, salvo que se corrija la econom¨ªa de mercado con un fuerte intervencionismo fiscal sobre la propiedad. Las tres proposiciones contienen, en mi opini¨®n, serios problemas metodol¨®gicos y emp¨ªricos.
El debate sobre el tama?o e importancia del capital es crucial en la tesis de Piketty. El problema es que no queda claro qu¨¦ entiende por capital. Hay problemas de medici¨®n: ?c¨®mo afecta la inflaci¨®n al rendimiento del capital? Porque nadie puede negar que con tipos de inter¨¦s negativos como los actuales el capital se pierde, por eso los economistas hablamos de represi¨®n financiera para definir la pol¨ªtica actual. Adem¨¢s, si algo hemos aprendido en la teor¨ªa del crecimiento es que el capital no es un bien homog¨¦neo salvo que lo reduzcamos a capital financiero, a dinero contante y constante. Pero entonces ignoraremos, como hace el autor franc¨¦s, fuentes importantes de ingresos y de desigualdad, como el capital humano, institucional o relacional, que cada vez tienen mayor poder explicativo.
Los pa¨ªses m¨¢s igualitarios del mundo deben ser Corea del Norte, Camboya o Birmania
La concentraci¨®n del capital en unas pocas manos est¨¢ lejos de ser evidente. M¨¢s bien todo lo contrario. Si nos referimos al capital financiero, el capitalismo popular es una caracter¨ªstica de la ¨²ltima mitad del siglo XX. No hace falta ser un thatcherista irredento para pensar que las privatizaciones han hecho capitalista a la inmensa clase media. ?Qui¨¦n no tiene matildes en su patrimonio? ?Qui¨¦nes son los grandes propietarios de las empresas cotizadas sino los fondos de pensiones de las viudas escocesas, los maestros de California o los sindicatos suecos? Y si pensamos en t¨¦rminos internacionales, ?es l¨®gico suponer que la desigualdad en el mundo ha aumentado con la globalizaci¨®n?, ?no es evidente que la globalizaci¨®n ha sacado de la pobreza a millones de seres humanos? Que la desigualdad haya crecido en China, Brasil o Sud¨¢frica no es incompatible, sino precisamente la causa de que haya disminuido en el mundo. O vamos a redescubrir ahora, gracias a Piketty, lo que ya sab¨ªamos desde las novelas de Dickens, que la desigualdad en un pa¨ªs aumenta con el despegue econ¨®mico, por utilizar la cl¨¢sica terminolog¨ªa de Rostov. Pero de eso a afirmar que a China o a Inglaterra en su caso le hubiera ido mejor sin crecer hay un abismo al que volveremos m¨¢s adelante. Piense el lector en la siguiente paradoja sobre la igualdad: si en un pa¨ªs determinado se introduce un sistema p¨²blico de pensiones de jubilaci¨®n, lo m¨¢s probable es que la concentraci¨®n del capital y la desigualdad aumenten porque la poblaci¨®n dejar¨ªa de ahorrar para la vejez: ?quiere eso decir que defender un sistema p¨²blico de pensiones es reaccionario?
El imparable crecimiento de la desigualdad es para Piketty una conclusi¨®n necesaria porque el capital tiene rendimientos crecientes, lo que es contrario a toda l¨®gica econ¨®mica. Pero adem¨¢s porque supone que las rentas del capital son el principal determinante de la distribuci¨®n de la renta e ingresos de la poblaci¨®n. Lo que es sencillamente falso. Si algo distingue a un pa¨ªs desarrollado es precisamente el peso de los salarios en la distribuci¨®n de la renta. Si trabajo y capital son complementarios y no sustitutivos, como de hecho lo son por muchos ludditas que haya entre pol¨ªticos y economistas, entonces a mayor capital mayor rendimiento del trabajo, mayor productividad y mayores salarios. ?Qu¨¦ hay de malo en ello? Otra cosa distinta es que el trabajo cualificado sea m¨¢s complementario del capital que el no cualificado. Porque esa es la causa fundamental de la ansiedad creciente en los pa¨ªses desarrollados con la globalizaci¨®n y la revoluci¨®n industrial de las nuevas tecnolog¨ªas de la informaci¨®n. Se ha abierto una brecha inmensa entre los trabajadores por su nivel de cualificaci¨®n, una brecha que afecta a sus expectativas laborales, salariales y vitales. El enemigo del trabajo no es el capital, sino la falta de conocimientos. Pero parad¨®jicamente nadie puede argumentar seriamente que el acceso a la educaci¨®n es hoy menos igualitario. La escolarizaci¨®n obligatoria, la universalidad de la ense?anza secundaria y las tasas de penetraci¨®n de la ense?anza universitaria no permiten afirmar que el acceso al capital humano se haya hecho m¨¢s desigual. Pero la igualdad de oportunidades no garantiza, ni debe garantizar, la igualdad de resultados.
El ¨¦nfasis actual en la desigualdad es excesivo, una interpretaci¨®n sesgada y torticera del bien p¨²blico. El periodo m¨¢s igualitario de la historia de la humanidad ha sido probablemente la Edad Media europea, un periodo en el que no pasaba nada. Los pa¨ªses m¨¢s igualitarios del mundo deben ser Corea del Norte, Camboya o Birmania. Nunca he entendido la reivindicaci¨®n de la envidia como gu¨ªa para las pol¨ªticas p¨²blicas. Para m¨ª, lo importante son los niveles absolutos de consumo, no los niveles relativos. En China se vive hoy mejor que hace 20 a?os, medido por el porcentaje de la poblaci¨®n que tiene acceso a bienes y servicios b¨¢sicos, aunque haya aumentado el ¨ªndice de Gini. El nivel de consumo de Felipe II, infinitamente superior al de sus coet¨¢neos e insoportablemente desigual, estaba sin duda alguna por debajo del umbral de pobreza de la Espa?a de hoy. El desarrollo econ¨®mico y social consiste en aumentar los niveles de consumo y acceso a servicios p¨²blicos de los segmentos m¨¢s desprotegidos de la poblaci¨®n, no en estrechar la distribuci¨®n de la renta. Una sociedad obsesionada con la igualdad es una sociedad estacionaria, sin crecimiento ni progreso econ¨®mico y social. Una sociedad de suma cero en la que los conflictos redistributivos, incluidos los territoriales, se agravan necesariamente; una sociedad en la que gravar a los ricos con impuestos se convierte en el principal argumento pol¨ªtico y en la que se olvidan, o ignoran deliberadamente, las consecuencias en el crecimiento, el equilibrio intergeneracional o la movilidad social; una sociedad de rentistas en definitiva. D¨¦jeme concluir con una cita de Larry Summers, responsable del Tesoro con Clinton y Obama y rector de Harvard: ¡°El momento del libro de Piketty es perfecto, impecable. El libro merece nuestra atenci¨®n. Lo que no significa que sus conclusiones aguanten el test de la historia o la cr¨ªtica acad¨¦mica¡±.
Fernando Fern¨¢ndez M¨¦ndez de And¨¦s es profesor en IE Business School
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