Valores y desarrollo econ¨®mico
La explicaci¨®n dominante entre los investigadores acad¨¦micos asigna a las instituciones, y no a los valores, la responsabilidad de estas diferencias en desarrollo econ¨®mico
Los observadores m¨¢s sofisticados del debate sobre Grecia tratan (tratamos) de eliminar toda traza de culturalismo del discurso. El BildZeitung o el Sun pueden quiz¨¢s generalizar tratando a los griegos de vagos ,de poco ahorradores o corruptos, pero los dem¨¢s evitamos tales caracterizaciones. Sabemos que la gran mayor¨ªa de los griegos (?o de los espa?oles!) son tan honestos y tan trabajadores como los daneses o finlandeses.
Y sin embargo, es inevitable viendo la recurrente discusi¨®n sobre Grecia, que a uno le asalte la duda: ?tiene esto remedio? ?no ser¨¢ que los griegos son as¨ª? ?No es cierto que a largo del planeta, los pa¨ªses que fracasan suelen fracasar de la misma forma, con m¨¢s corrupci¨®n, mayores redes clientelares, m¨¢s nepotismo y enchufismo, menos capital social, con los aprovechados (en vez de los mejores) campando a sus anchas en las empresas p¨²blicas y privadas?
La importancia de los valores y su transmisi¨®n de padres a hijos encaja con nuestra intuici¨®n. En algunas sociedades, los padres animan a los ni?os a que participen del debate en la mesa con los adultos. En otras, los sientan aparte y les dicen que ¡°calladito se est¨¢ mejor.¡± En algunas sociedades los ni?os hacen trabajos (p.ej. cajeros en el supermercado) desde la adolescencia, y deben ganar para sus gastos, en otras los padres proveen de todas las necesidades de los ¡°ni?os¡± (paro o no paro) hasta los 30 a?os.
La discusi¨®n sobre el impacto de los factores culturales (los valores y las creencias compartidos por grupos humanos que se transmiten de generaci¨®n en generaci¨®n), sobre el desarrollo econ¨®mico, es una de los m¨¢s antiguas de las ciencias sociales. Weber, como es sabido, argumentaba que la ¨¦tica protestante (los valores protestantes del ahorro y el trabajo) fue crucial para el desarrollo del capitalismo. Por el contrario, Karl Marx ve¨ªa la causalidad en sentido inverso: dime en que estadio est¨¢ tu desarrollo tecnol¨®gico y la divisi¨®n del trabajo en tu sociedad y te dir¨¦ cu¨¢l es la ¡°superestructura:¡± la cultura, las relaciones de poder, las instituciones, etc. Antonio Gramsci (por cierto, el h¨¦roe intelectual de Podemos), expandi¨® el an¨¢lisis de Marx al proponer que quien tiene el poder puede tambi¨¦n determinar las creencias y valores de la sociedad (la ahora famosa hegemon¨ªa) y as¨ª perpetuarse en el poder.
En la actualidad, la explicaci¨®n dominante entre los investigadores acad¨¦micos asigna a las instituciones, y no a los valores, la responsabilidad de estas diferencias en desarrollo econ¨®mico: mientras que unos pa¨ªses desarrollaron a lo largo del tiempo un sistema inclusivo de gobierno que permite a todos participar y beneficiarse del crecimiento, otros pa¨ªses no consiguieron instalar gobiernos neutrales y tuvieron que convivir con la depredaci¨®n de las ¨¦lites extractivas que gestionan el Estado y el mercado en su propio beneficio.
La evidencia que apoya este argumento es bastante persuasiva. Por ejemplo, Daron Acemoglu y Jim Robinson han mostrado que las colonias que, por razones clim¨¢ticas, ten¨ªan buenas condiciones para convertirse en plantaciones, son todav¨ªa, cientos de a?os despu¨¦s, m¨¢s pobres, porque las instituciones feudales que sirven en las plantaciones no son propicias al desarrollo econ¨®mico. O, comparando el Reino Unido y Espa?a, mientras el Rey ingl¨¦s, que no ten¨ªa ingresos propios, tuvo que ceder poder y atenerse a las reglas del juego para lograr el consentimiento de sus vasallos a los impuestos;la Corona espa?ola pudo gobernar de forma absoluta durante dos siglos m¨¢s gracias a la plata y el oro de Am¨¦rica. No son los valores, argumentan, sino las instituciones.
Pero tiene creciente peso una visi¨®n alternativa a este paradigma, y curiosamente, algunos economistas italianos son sus principales exponentes, Luigi Zingales (de la Universidad de Chicago) y sus coautores, y Guido Tabellini (de Bocconi). Quiz¨¢s no es extra?o que sean italianos, porque Italia es un reto a la idea de que son las instituciones lo que importa: ?no tienen el Norte y el Sur de Italia la misma organizaci¨®n legal, las mismas instituciones pol¨ªticas y econ¨®micas? ?por qu¨¦ es el Norte una de las regiones m¨¢s ricas de la tierra y el Sur no sale de su relativa miseria?
Zingales y sus coautores, Luigi Guiso y Paola Sapienzase,se apoyan en la Encuesta de Valores Mundiales (World Values Survey) para estudiar una variable clave: la confianza, medida por la respuesta a la pregunta: ¡°?cree usted que se puede confiar en la gente o cree que, por el contrario que hay que tener mucho cuidado al tratar con los dem¨¢s?¡±. Esta respuesta var¨ªa entre religiones (los protestantes son los que m¨¢s conf¨ªan en los dem¨¢s, luego los jud¨ªos, los cat¨®licos yluego los musulmanes e hind¨²es los que menos) yseg¨²n el origen de los padres (dentro de los EEUU, los de origen japon¨¦s son los que m¨¢s conf¨ªan, luego los noreuropeos, luego los germ¨¢nicos, luego los del este de Europa, luego los hispanos, finalmente los afro-americanos). Por supuesto, la creencia de que los dem¨¢s ¡°son de fiar¡± es mucho mayor en el Norte que en el Sur de Italia. Adem¨¢s, esta variable persiste durante generaciones, aunque los ancestros llegaran hace ya d¨¦cadas al pa¨ªs de acogida.
Indudablemente, y salta a la vista mirando al ranking del p¨¢rrafo anterior, las culturas donde las personas no est¨¢n todo el tiempo pensando que los dem¨¢s les van a enga?ar tienen mayores ¨ªndices de desarrollo econ¨®mico y pol¨ªtico. Una sola respuesta en una encuesta est¨¢ extremadamente correlacionada con el ¨¦xito de un pa¨ªs.
?C¨®mo descartamos que la causalidad vaya en direcci¨®n contraria? ?No podr¨ªa ser que las diferentes instituciones y desarrollo en diferentes sociedades hayan llevado a diferentes niveles educativos y por tanto causen las diferentes visiones del mundo?
La respuesta requerir¨ªa manipular los valores en el laboratorio. Es dif¨ªcil hacer esto, pero en una interesant¨ªsima serie de trabajos recientes (2013-2015), el psic¨®logo de Yale David Rand y sus coautores tratan de ¡°crear¡± los valores de los individuos en el laboratorio. Para ello, a unos individuos les hacen participar en situaciones simuladas en las que es bueno confiar en la gente, y a otros en situaciones en las que es preferible aprovecharse. Luego estudian su comportamiento en otras situaciones. Descubren que, efectivamente, los individuos que fueron condicionados para confiar son luego m¨¢s prosociales, m¨¢s propensos a castigar el ego¨ªsmo, y conf¨ªan m¨¢s en los dem¨¢s.
Creo que estos experimentos apuntan a la soluci¨®n a este debate. Los grupos divergimos, y los valores importan, esto parece indudable. En el cole de mis hijos en Holanda, los padres nos turnamos para limpiar las clases desde que hubo recortes presupuestarios. En otros lugares, los padres preferir¨ªan hacer una manifestaci¨®n protestando porque la clase est¨¢ sucia. Cuando la ciudad decidi¨® que el presupuesto no daba para cuidar a los ciervos que viv¨ªan en el parque, se organiz¨® una rotaci¨®n de 52 familias voluntarias del barrio para que hicieran turnos, una semana cada una, dando de comer y cuidando a los aproximadamente 20 ciervos. En otros lugares hubi¨¦ramos preferido com¨¦rnoslos.
Pero estos comportamientos, que son persistentes, son modificables con la educaci¨®n y la experiencia, como apunta el trabajo de David Rand. El no confiar en los dem¨¢s es un comportamiento de ¡°equilibrio¡±: si uno piensa que los dem¨¢s est¨¢n en las instituciones para robar (¡°todos lo hacen¡±), tender¨¢ a hacerlo m¨¢s (¡°no voy a ser yo el tonto aqu¨ª¡±) y la desconfianza est¨¢ reforzada y justificada. Esto es lo que los economistas llamamos ¡°expectativas racionales¡±: nuestras creencias corresponden a la realidad. Si cambiamos las instituciones para que el crimen, peque?o y grande, se castigue, y a la vez educamos a los ciudadanos en los valores democr¨¢ticos y c¨ªvicos, podremos revertir, con el tiempo, la desconfianza que dificulta el desarrollo econ¨®mico y social.
Luis Garicano es Coordinador del Programa Econ¨®mico de Ciudadanos y Catedr¨¢tico de Econom¨ªa y Estrategia en la London School of Economics
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