La econom¨ªa japonesa, paralizada por precauci¨®n
En un pa¨ªs con deflaci¨®n la cautela fiscal convencional es un disparate peligroso
La gente que visita Jap¨®n suele quedar sorprendida por su aspecto pr¨®spero. El pa¨ªs no parece tener una econom¨ªa profundamente deprimida. Y eso es porque no la tiene. La tasa de desempleo es baja, y que el crecimiento econ¨®mico general lleve d¨¦cadas siendo lento se debe principalmente a que el pa¨ªs envejece, y cada vez tiene menos personas en una edad laboral ¨®ptima. Si se mide en relaci¨®n con el n¨²mero de adultos en edad laboral, Jap¨®n ha crecido casi igual de r¨¢pido que Estados Unidos durante el ¨²ltimo cuarto de siglo, y m¨¢s que Europa Occidental.
Y, sin embargo, el pa¨ªs nip¨®n sigue estando en una trampa econ¨®mica. La deflaci¨®n persistente ha creado una sociedad donde la gente acapara dinero en efectivo, mermando la capacidad de la pol¨ªtica para responder cuando ocurre algo malo. De ah¨ª que los hombres de negocios con los que he hablado en Tokio est¨¦n aterrados ante los posibles efectos secundarios de los problemas chinos.
La deflaci¨®n tambi¨¦n ha creado una preocupante ¡°din¨¢mica de deuda¡±: Jap¨®n, a diferencia de los Estados Unidos de la posguerra, por ejemplo, no puede confiar en un aumento de las rentas que vuelva irrelevantes los pr¨¦stamos pasados. De lunes a viernes, el pa¨ªs acapara art¨ªculos que dan que pensar, firmados por columnistas de las p¨¢ginas de Opini¨®n, el consejo editorial del Times y articulistas de todo el mundo.
As¨ª pues, Jap¨®n necesita romper de manera decidida con su pasado deflacionario. Podr¨ªa parecer f¨¢cil, pero no lo es: Shinzo Abe, primer ministro nip¨®n, est¨¢ haciendo un aut¨¦ntico esfuerzo, pero a¨²n no ha logrado un ¨¦xito decisivo. El motivo principal, en mi opini¨®n, es la gran dificultad de los pol¨ªticos para romper con las nociones convencionales de responsabilidad. Resulta que la respetabilidad puede matar la econom¨ªa, y Jap¨®n no es el ¨²nico pa¨ªs donde eso est¨¢ ocurriendo.
Como he dicho, podr¨ªa parecer que acabar con la deflaci¨®n es f¨¢cil. ?No pueden sencillamente imprimir dinero? Pero la cuesti¨®n es qu¨¦ hacer con ese dinero reci¨¦n impreso. Ah¨ª es donde la respetabilidad se convierte en un problem¨®n. Cuando los bancos centrales como la Reserva Federal o el Banco de Jap¨®n imprimen dinero, suelen usarlo para comprar deuda p¨²blica. En ¨¦pocas normales, eso provoca una reacci¨®n en cadena en el sistema financiero: los vendedores de esa deuda p¨²blica no quieren quedarse con dinero ocioso, as¨ª que lo prestan, lo que estimula el gasto e impulsa la econom¨ªa real. A medida que la econom¨ªa se recalienta, los salarios y los precios deber¨ªan empezar a crecer, resolviendo el problema de la deflaci¨®n.
En los tiempos que corren, sin embargo, los tipos de inter¨¦s son muy bajos en la mayor¨ªa de las econom¨ªas principales, lo que refleja la d¨¦bil demanda de los inversores. Eso significa que no hay un castigo real por quedarse con dinero ocioso, que es precisamente lo que hacen ciudadanos e instituciones. La Reserva Federal ha comprado m¨¢s de tres billones de d¨®lares en activos desde 2008, pero la mayor¨ªa de dinero que ha liberado en esas operaciones ha acabado en las reservas de los bancos.
As¨ª las cosas, ?c¨®mo puede la pol¨ªtica luchar contra la deflaci¨®n? Pues bien, la respuesta que actualmente se est¨¢ intentando dar en buena parte del mundo es lo que se conoce como expansi¨®n cuantitativa. Esto supone imprimir una gran cantidad de dinero y usarlo para comprar activos ligeramente arriesgados, con la esperanza de lograr dos cosas: empujar al alza los precios de los activos y convencer tanto a inversores como consumidores de que la inflaci¨®n se acerca, con lo que m¨¢s les vale poner su dinero ocioso en marcha.
?Pero basta con esto? Es dudoso. EE UU est¨¢ recuper¨¢ndose, pero ha necesitado mucho tiempo para llegar hasta ah¨ª. Los esfuerzos monetarios de Europa se han quedado mucho m¨¢s cortos de lo que se esperaba. Y hasta la fecha, lo mismo ocurre con la ¡°Abenom¨ªa¡±, el intento audaz ¡ªpero no lo suficiente¡ª de revertir la situaci¨®n japonesa. Lo sorprendente de esta cr¨®nica de un logro dudoso es que, en realidad, existe una forma infalible de luchar contra la deflaci¨®n: despu¨¦s de imprimir dinero, no usarlo para comprar activos, sino para comprar cosas. Es decir, incurrir en d¨¦ficits presupuestarios pagados con la imprenta.
Si se desea, el d¨¦ficit financiero puede sanearse emitiendo nueva deuda, mientras el banco central compra la antigua; en t¨¦rminos econ¨®micos, no hay ninguna diferencia. Sin embargo, nadie est¨¢ haciendo lo m¨¢s evidente. En lugar de eso, todos los gobiernos del mundo desarrollado est¨¢n comprometidos con la austeridad fiscal, lo que lastra sus econom¨ªas, aun cuando sus bancos centrales est¨¢n intentando espolearlas. Abe ha sido menos convencional que la mayor¨ªa, pero hasta ¨¦l ha puesto trabas a su programa con una desacertada subida de impuestos.
?Por qu¨¦? Una parte de la respuesta es que la exigencia de austeridad est¨¢ al servicio de una agenda pol¨ªtica, donde el p¨¢nico ante el supuesto riesgo del d¨¦ficit proporciona una excusa para hacer recortes en el gasto social. Sin embargo, el principal motivo por el que es tan dif¨ªcil luchar contra la deflaci¨®n, en mi opini¨®n, es la maldici¨®n del convencionalismo. A fin de cuentas, imprimir dinero para pagar cosas suena irresponsable, porque en ¨¦pocas normales lo es. Y por muchas veces que algunos intentemos explicar que no estamos en una ¨¦poca normal, que en una econom¨ªa deprimida y deflacionaria la prudencia fiscal convencional es un disparate peligroso, muy pocos pol¨ªticos est¨¢n dispuestos a arriesgarse y romper con la convenci¨®n.
En consecuencia, siete a?os despu¨¦s del estallido de la crisis financiera, la pol¨ªtica sigue paralizada por la precauci¨®n. La respetabilidad est¨¢ acabando con la econom¨ªa mundial.
Paul Krugman es premio Nobel de Econom¨ªa de 2008 Traducci¨®n de News Clips.
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