?Por qu¨¦ se producen los conflictos?
Los Estados tienen gran inter¨¦s en establecer una reputaci¨®n para evitar futuros choques, y lo har¨¢n incluso si esto tiene coste
Uno de los m¨¢s absurdos argumentos que tuvimos que escuchar de algunos sesudos economistas (y de pol¨ªticos) en la campa?a de las recientes elecciones catalanas fue que ¡°no pasar¨ªa nada con Europa, porque no les interesa¡± y ¡°las relaciones con Espa?a ser¨ªan inmejorables, porque no interesa lo contrario¡±. Los ciudadanos de a pie que no sepan nada de econom¨ªa acad¨¦mica se habr¨¢n preguntado, con raz¨®n: ?Ser¨¢ que los economistas no saben que hay huelgas, disputas matrimoniales, guerras, lucha inacabables entre hermanos sobre herencias, guerras comerciales, luchas por un pedazo de tierra sin valor? ?C¨®mo pueden estos sesudos acad¨¦micos ignorar la posibilidad de conflictos?
La afirmaci¨®n panglosiana de que ¡°los conflictos no pueden existir, porque no interesan¡± parece reforzar la caricatura del acad¨¦mico despistado y sin idea alguna del mundo real. ?Corresponde a la realidad? La respuesta es no. En los ¨²ltimos 55 a?os, la comprensi¨®n cabal de los conflictos y de por qu¨¦ existen, ha sido un foco principal de la investigaci¨®n acad¨¦mica en econom¨ªa, especialmente en el ¨¢rea de ¡°teor¨ªa de juegos¡±.
El punto de partida es la observaci¨®n de que la existencia de conflictos es, desde un punto de vista racional, sorprendente. Supongamos que dos hermanos deben repartirse una herencia de un mill¨®n de euros. Supongamos que ambos que est¨¢n dispuestos a luchar en tribunales por ella. El problema es que los abogados cuestan dinero. Supongamos que los hermanos estiman que gastar¨¢n m¨¢s de cien mil euros en pleitos entre los dos. Parece obvio que cualquier soluci¨®n que decida el juez (dividir la herencia a la mitad, por ejemplo), la pueden implementar ellos sin pleitos, con lo que ganar¨¢n cien mil euros m¨¢s a repartir (lo que ahorran en abogados). Es decir, la pelea destruye parte de la herencia, y sin pelea est¨¢n ambos mejor conjuntamente. Cabr¨ªa, imitando a los economistas panglosianos, decir que ¡°como no interesa a ninguno de los dos hermanos, no habr¨¢ disputas¡±. Y sin embargo, cualquier persona con m¨ªnimo sentido com¨²n sabe que la pelea puede escalar, hasta arruinar a los hermanos, incluso hasta que los hermanos no se vuelvan a dirigir nunca m¨¢s la palabra.
Se me dir¨¢ que la raz¨®n es que existe incertidumbre, y que los hermanos no saben cu¨¢nto van a ganar o perder en el juicio. Pero la pura incertidumbre no es suficiente para resolver nuestro dilema. Supongamos que un hermano piensa que ganar¨¢ con un 60% de posibilidades. El otro, racionalmente, si tiene la misma informaci¨®n, debe pensar que solo tiene un 40% de posibilidades de ganar, y estar¨¢ m¨¢s dispuesto a llegar a un acuerdo favorable al primero. Es decir, la incertidumbre no es suficiente para generar un conflicto si ambos son racionales y tienen la misma informaci¨®n (t¨¦cnicamente, conocimiento com¨²n de la realidad).
Sin embargo, cuando la informaci¨®n no es compartida o la racionalidad no existe, es f¨¢cil que se produzca el conflicto. La mayor¨ªa de los conductores creemos que conducimos mucho mejor que la media. Somos innatamente optimistas, quiz¨¢s porque la evoluci¨®n necesitaba hacernos atrevidos para que fu¨¦ramos a luchar contra las fieras y enemigos que acechaban a nuestra tribu. En agosto de 1914, tanto los rusos, como los alemanes, los franceses y los ingleses, todos, lejos de entristecerse, ?se alegraron! cuando comenz¨® la Primera Guerra Mundial, porque cada uno pensaba que iba a darle una tunda al contrario. Claramente, estas creencias no pueden ser racionales. No es posible que, si la informaci¨®n sobre ej¨¦rcitos y fortaleza demogr¨¢fica y econ¨®mica es p¨²blica y compartida, Alemania est¨¦ convencida de forma racional de que es m¨¢s fuerte que Francia mientras Francia est¨¢ convencida racionalmente de que es m¨¢s fuerte que Alemania. Son ilusiones irracionales, basadas en cuentos de la lechera que los ciudadanos y pol¨ªticos no analizan racionalmente, porque su creencia m¨ªstica en las virtudes del ¡°ingenio franc¨¦s¡±, o de la ¡°hombr¨ªa militar alemana¡±, se lo impide.
Pero incluso en un mundo completamente racional y donde no se cometen errores, pueden producirse conflictos. Thomas Shelling, premio Nobel de Econom¨ªa analiz¨® por primera vez, en su obra maestra de 1960, La estrategia del conflicto, el papel crucial de la credibilidad de los compromisos adquiridos en provocar los conflictos, particularmente los b¨¦licos (este libro fue el manual de los estrategas de la Guerra Fr¨ªa). EE UU no lucha en Vietnam porque le interese aquel territorio lejano lo suficiente como para perder 60.000 soldados, sino porque intenta mostrar a los sovi¨¦ticos que con ellos no se juega y as¨ª establecer una reputaci¨®n que proteja a Europa. La acci¨®n no se justifica en s¨ª misma, sino por el deseo de cambiar las acciones futuras del contrario. T¨¦cnicamente, esto sucede en juegos con muchos equilibrios, en los que una parte trata de establecer, para el futuro, el equilibrio del juego que prefiere. Los ejemplos en casos no b¨¦licos son muchos. Piensen en una aerol¨ªnea con una fuerte posici¨®n en un aeropuerto que se enfrenta a la entrada de un nuevo y peque?o competidor. Dado el coste de una guerra de precios, deber¨ªa no preocuparse por esta mosca zumbona y seguir a lo suyo. Pero la aerol¨ªnea dominante puede pensar: mejor me meto hoy en este conflicto aunque me cueste. As¨ª demuestro que no se juega conmigo, y me evito el siguiente entrante.
En un mundo as¨ª parece completamente absurdo valorar las afirmaciones p¨²blicas de otros actores (en el caso reciente de Catalu?a, las de Alemania, Reino Unido, la Comisi¨®n Europea, etc¨¦tera) como amenazas vac¨ªas y no cre¨ªbles. Los Estados tienen enorme inter¨¦s en establecer una reputaci¨®n cre¨ªble para evitar futuros conflictos, y lo har¨¢n incluso si esto tiene coste. Estimar los costes a corto plazo y decidir que ¡°no los merece la pena¡± es absurdo en un mundo as¨ª, en el que la reputaci¨®n es crucial para evitar futuros conflictos, que, esos s¨ª, a estos pa¨ªses les pueden resultar m¨¢s cercanos.
En definitiva, la investigaci¨®n acad¨¦mica muestra que, racional, o irracionalmente, es f¨¢cil producir escaladas y conflictos. Todo el trabajo de la civilizaci¨®n humana, desde el Estado de derecho a los tel¨¦fonos rojos, parte de ese reconocimiento. Los que juegan con cerillas, e ignoran la posibilidad de incendios, no se han aprendido ni las lecciones de la historia ni las de la econom¨ªa.
Luis Garicano es coordinador del programa econ¨®mico y social de Ciudadanos y catedr¨¢tico de Econom¨ªa y Estrategia en la London School of Economics.
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