Los magnates de Wall Street toman partido
Un presidente dem¨®crata ser¨¢ menos permisivo con los grandes bancos que uno republicano
Hillary Clinton y Bernie Sanders tuvieron una discusi¨®n sobre regulaci¨®n financiera durante el debate del martes, pero no sobre si conven¨ªa o no ajustarles las riendas a los bancos. La discusi¨®n fue m¨¢s bien sobre qui¨¦n propon¨ªa un plan m¨¢s estricto. El contraste con los republicanos como Jeb Bush o Marco Rubio, que han prometido revocar incluso las peque?as reformas financieras aprobadas en 2010, no podr¨ªa ser m¨¢s marcado.
Por si sirve de algo, los argumentos de Clinton fueron mejores. Sanders se ha centrado en la reimplantaci¨®n de la Ley Glass-Steagall, que separaba los bancos comerciales de los tejemanejes financieros, m¨¢s arriesgados. Y la revocaci¨®n de Glass-Steagall fue, de hecho, un error. Pero no fue lo que provoc¨® la crisis financiera, que m¨¢s bien se debi¨® a ¡°bancos en la sombra¡± como Lehman Brothers, que no reciben dep¨®sitos pero pueden, no obstante, causar estragos si quiebran. Clinton ha presentado un plan para controlar los bancos en la sombra; de momento, Sanders no lo ha hecho.
Pero, ?resulta cre¨ªble la promesa de Clinton de aplicar mano dura al sector financiero? ?O, cuando est¨¦ en la Casa Blanca, volver¨¢ a las pol¨ªticas liberalizadoras y blandas con el sector de la d¨¦cada de 1990?
Bueno, si nos guiamos por la actitud de Wall Street y sus donaciones pol¨ªticas, los propios financieros creen que cualquier dem¨®crata, incluida por supuesto la propia Clinton, se tomar¨ªa en serio el control de los excesos de su sector. Y esa es la raz¨®n por la que hacen todo lo posible para que salga elegido un republicano.
Para entender la pol¨ªtica de la reforma y la regulaci¨®n financieras, tenemos que empezar por admitir que hubo una ¨¦poca en la que Wall Street y los dem¨®cratas se llevaban bien. Robert Rubin, de Goldman Sachs, se convirti¨® en la autoridad econ¨®mica m¨¢s influyente del equipo de Bill Clinton; los grandes bancos acced¨ªan con gran facilidad al mundo pol¨ªtico; y el sector, en general, consegu¨ªa lo que quer¨ªa, incluida la revocaci¨®n de Glass-Steagall.
Esta relaci¨®n amigable se reflejaba en las contribuciones a las campa?as, de tal forma que el sector burs¨¢til repart¨ªa sus donaciones m¨¢s o menos equitativamente entre ambos partidos y los fondos de cobertura se inclinaban, de hecho, por los dem¨®cratas.
Pero luego lleg¨® la crisis financiera de 2008, y todo cambi¨®. Muchos liberales tienen la sensaci¨®n de que el Gobierno de Obama fue demasiado indulgente con el sector financiero despu¨¦s de la crisis. Al fin y al cabo, los bancos sin control hicieron que la econom¨ªa mordiese el polvo, al dejar a millones de personas sin trabajo, sin casa o ambas cosas. M¨¢s a¨²n, los propios bancos fueron rescatados, lo que pudo suponer un coste muy elevado para los contribuyentes (aunque, al final, el precio no fuese tan alto). Sin embargo, nadie fue a la c¨¢rcel, y los grandes bancos no se segmentaron.
Sin embargo, los financieros no se sent¨ªan agradecidos por haber salido tan bien parados. Al contrario, los consum¨ªa y les sigue consumiendo la ¡°rabia contra Obama¡±.
Esto refleja, en parte, su resquemor. Desde cualquier punto de vista normal, el presidente Obama se ha mostrado de lo m¨¢s comedido en sus cr¨ªticas hacia Wall Street. Pero la gran riqueza va acompa?ada de una gran mezquindad: se trata de hombres acostumbrados a una deferencia servil, y algunos de ellos se toman como un insulto imperdonable hasta los comentarios m¨¢s suaves sobre su mal comportamiento.
Un presidente dem¨®crata ser¨¢ menos permisivo con los grandes bancos que uno republicano
Adem¨¢s, aunque la ley de regulaci¨®n financiera Dodd-Frank, aprobada en 2010, fue mucho m¨¢s blanda de lo que muchos reformistas deseaban, distaba mucho de ser ineficaz. La Oficina de Protecci¨®n Financiera al Consumidor ha resultado ser muy productiva y, aparentemente, las subvenciones a los ¡°demasiado grandes para quebrar¡± han desaparecido en su mayor¨ªa. Es decir, las grandes instituciones financieras que probablemente ser¨ªan rescatadas en una crisis futura ya no parecen capaces de recaudar fondos de forma m¨¢s barata que las entidades peque?as, quiz¨¢s porque las instituciones ¡°importantes para el sistema¡± est¨¢n ahora sujetas a normas adicionales, entre ellas el requisito de aumentar sus reservas de capital.
Aunque esto sea una buena noticia para los contribuyentes y la econom¨ªa, a los financieros les ofende profundamente cualquier limitaci¨®n de su capacidad para jugarse el dinero de la gente, y votan a golpe de talonario. Los magnates de las finanzas ocupan un lugar destacado en el reducid¨ªsimo grupo de familias adineradas que domina la financiaci¨®n de las campa?as durante este ciclo electoral (un grupo que respalda, en su inmensa mayor¨ªa, a los republicanos). Antes, los fondos de cobertura dirig¨ªan la mayor parte de sus aportaciones a los dem¨®cratas, pero desde 2010, se han pasado casi todos al Partido Republicano.
Como he dicho, esta asimetr¨ªa de las donaciones es un indicio de que la gente de Wall Street se toma en serio las promesas dem¨®cratas de reprimir en¨¦rgicamente los excesos de los banqueros. Y tambi¨¦n significa que un dem¨®crata victorioso no le deber¨ªa mucho al sector financiero.
Si gana un dem¨®crata, ?importa mucho cu¨¢l de ellos sea? Seguramente no. Lo m¨¢s probable es que cualquiera de ellos mantenga las reformas financieras de 2010 y trate de endurecerlas en la medida de lo posible. Pero las nuevas reformas de gran calado quedar¨¢n bloqueadas a menos que los dem¨®cratas retomen el control de ambas c¨¢maras del Congreso, lo que es improbable que suceda en un futuro pr¨®ximo.
En otras palabras, aunque haya algunas diferencias en cuanto a pol¨ªtica financiera entre Clinton y Sanders, en la pr¨¢ctica son insignificantes, comparadas con la distancia abismal que los separa de los republicanos.
Paul Krugman es premio Nobel de Econom¨ªa de 2008.
? The New York Times Company, 2015.
Traducci¨®n de News Clips.
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