El final de la arrogancia
El nobel Angus Deaton se ha mostrado esc¨¦ptico ante las teor¨ªas de la austeridad expansiva
Para bien y para mal, las ideas econ¨®micas importan. La visi¨®n que tenemos de c¨®mo funciona el mundo y la forma en c¨®mo los Gobiernos enfocan la gesti¨®n de los asuntos p¨²blicos depende en gran medida de las ideas econ¨®micas dominantes en cada ¨¦poca.
En uno de los pasajes m¨¢s famosos y citados, que cierra la Teor¨ªa general del empleo, el inter¨¦s y el dinero, John Maynard Keynes afirm¨® que ¡°tarde o temprano, son las ideas y no los intereses las que son peligrosas para bien o para mal¡±. Es f¨¢cil entender que las ideas pueden ser peligrosas para mal. Pero la afirmaci¨®n de que pueden ser ¡°peligrosas para bien¡± es extra?a e intrigante. ?No se habr¨¢ confundido Keynes a la hora de escribir?
Seguro que no. Keynes era muy preciso en el uso del lenguaje y en la elecci¨®n de las palabras. En su magn¨ªfica biograf¨ªa sobre Keynes, Robert Skidelsky da una explicaci¨®n convincente de ese p¨¢rrafo: a la vez que se?ala que la ignorancia es peligrosa, Keynes advierte que el conocimiento tambi¨¦n es peligroso porque encierra la tentaci¨®n del hybris, la arrogancia de usurpar los poderes de los dioses por parte de los hombres, cuyo fruto inevitable es la n¨¦mesis.
Estamos padeciendo los efectos de una ¨¦poca en que las ideas econ¨®micas han sido peligrosas para bien. Coincidiendo con la etapa de estancamiento e inflaci¨®n que experiment¨® la econom¨ªa mundial despu¨¦s en los a?os setenta, el pensamiento econ¨®mico se vio dominado por teor¨ªas econ¨®micas animadas por la arrogancia del conocimiento. Teor¨ªas con poco fundamento en los datos y elaboradas con supuestos muy simplistas del comportamiento de los consumidores, inversores y Gobiernos. Es el caso de la teor¨ªa de los ¡°mercados eficientes¡±, que justific¨® la desregulaci¨®n de los mercados financieros. O la de las ¡°expectativas racionales¡± de los agentes econ¨®micos, que inutiliz¨® la actuaci¨®n estabilizadora de los Gobiernos.
Otro ejemplo de ideas ¡°peligrosas para bien¡± es la de ¡°austeridad expansiva¡±. La creencia de que una econom¨ªa que ya est¨¢ exhausta por falta de cr¨¦dito y de consumo privado pueda crecer si, por encima, reducimos el consumo p¨²blico, pertenece al reino de la hybris. Pero, a pesar de que la eurozona se ha convertido en una m¨¢quina de destrucci¨®n masiva de empleo y de cohesi¨®n social (la n¨¦mesis), las autoridades de Bruselas siguen sosteniendo esa idea arrogante.
Si las ideas importan, para cambiarlas antes hay que cambiar las formas de pensar de los economistas. Mientras no cambien los modelos mentales que utilizan para construir sus teor¨ªas, las nuevas ideas y las nuevas pol¨ªticas encontrar¨¢n mucha resistencia.
?Han cambiado los economistas sus formas de pensar despu¨¦s de la etapa de arrogancia que condujo a la crisis de 2008 y a la gran recesi¨®n? A¨²n es temprano para saberlo. Pero existen algunos indicios de que las cosas est¨¢n cambiando. La m¨¢s reciente es la concesi¨®n hace unas semanas del Premio Nobel al economista de origen escoc¨¦s y profesor de la Universidad de Princeton Angus Deaton. A mi juicio, hay dos aspectos de la obra de Deaton que son especialmente relevantes para el necesario cambio de las ideas econ¨®micas.
En primer lugar, Angus Deaton ha contribuido como ning¨²n otro economista actual a romper con los modelos econ¨®micos basados en escasos datos, supuestos estrictos de comportamiento y en teor¨ªas no verificables emp¨ªricamente. De ah¨ª que se haya mostrado esc¨¦ptico, cuando no enfrentado, a las teor¨ªas de las expectativas racionales o de la austeridad expansiva. Sus an¨¢lisis sobre la pobreza, la desigualdad y, especialmente, los cambios en las pautas de consumo de las familias cuando cambian sus ingresos o var¨ªan los precios de los productos que consumen est¨¢n basados en la recopilaci¨®n minuciosa de bases de datos de los hogares, as¨ª como en el desarrollo de nuevas t¨¦cnicas econom¨¦tricas y te¨®ricas para el an¨¢lisis de esos datos. De esta forma, ha podido elaborar una nueva visi¨®n del desarrollo de los pa¨ªses y de los efectos de las pol¨ªticas p¨²blicas. As¨ª tambi¨¦n ha establecido un puente que no exist¨ªa entre la micro y la macroeconom¨ªa; en particular entre el consumo y la renta de los diferentes grupos sociales. S¨®lo captando las diferencias de comportamiento entre diferentes grupos sociales es posible comprender la totalidad.
Por otro lado, su obra es un ejemplo de la ¨¦tica que debe perseguir el economista cuando act¨²a como asesor de pol¨ªticas. Su recomendaci¨®n acerca de la importancia de medir y de no utilizar s¨®lo datos macroecon¨®micos, y su advertencia de que hay que ir con mucho cuidado al hacer recomendaciones de pol¨ªtica a partir de teor¨ªas que no cuadran con los datos, son principios ¨¦ticos b¨¢sicos para los economistas metidos a asesores de pol¨ªticas.
Tiempo habr¨¢ para comentar con m¨¢s detalle la relevancia de su obra. Pero, para lo que aqu¨ª me interesa, el reconocimiento a Angus Deaton es el final de la etapa de arrogancia que experiment¨® el pensamiento econ¨®mico en los ¨²ltimos 30 a?os. Es de esperar que a partir de ahora veamos una econom¨ªa m¨¢s humilde y ¨²til para la conducci¨®n de los asuntos p¨²blicos y el bienestar de la humanidad.
Ant¨®n Costas es catedr¨¢tico de Econom¨ªa de la Universidad de Barcelona.
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