Doblar la apuesta por las ideas de Bush
Es importante darse cuenta de que no ser Trump no lo convierte a uno en un moderado

Ciertamente, 2015 ha sido el a?o de Donald Trump, cuyo ascenso ha causado horror entre los republicanos can¨®nicos y, admit¨¢moslo, regocijo ?¡ªllam¨¦moslo el ¡°j¨²bilo de Trump¡±¡ª? entre numerosos dem¨®cratas. Aun as¨ª, en cierto modo el trumpismo ha beneficiado al Partido Republicano al desviar la atenci¨®n de los expertos y de la prensa del brusco giro a la derecha que han dado hasta los candidatos republicanos convencionales, un giro cuyo radicalismo parec¨ªa inveros¨ªmil no hace mucho.
?Al fin y al cabo, se podr¨ªa haber esperado que el desastre de la presidencia de George Bush, hijo (W) ?no solo para el pa¨ªs, sino tambi¨¦n para el Partido Republicano, que vio c¨®mo los dem¨®cratas ocupaban la Casa Blanca y, adem¨¢s, pon¨ªan en pr¨¢ctica algunos de los puntos m¨¢s importantes de su programa? incitase a reconsiderar en algo las pol¨ªticas al estilo W. En cambio, lo que hemos presenciado ha sido un incremento de la apuesta, la firme decisi¨®n de tomar todo aquello que no funcion¨® entre 2001 y 2008 y repetirlo de forma m¨¢s extrema.
Comencemos por el ejemplo m¨¢s f¨¢cil de cuantificar: las rebajas de impuestos.
Las grandes rebajas de impuestos para favorecer a los ricos fueron el sello distintivo del Gobierno de Bush. En aquel entonces se vendieron como un acto responsable desde el punto de vista fiscal, una cuesti¨®n de devolver parte del super¨¢vit presupuestario que Estados Unidos registraba cuando W tom¨® posesi¨®n de su cargo. (Alan Greenspan sostuvo infamemente que las reducciones de impuestos eran necesarias para evitar cancelar la deuda federal demasiado deprisa). Sin embargo, desde entonces las advertencias desmesuradas sobre los males de la deuda y el d¨¦ficit se han convertido en un elemento habitual de la ret¨®rica republicana, y eso que hasta los conservadores admiten de vez en cuando que el aumento de la desigualdad es un problema.
Adem¨¢s, es m¨¢s dif¨ªcil que nunca sostener que las rebajas fiscales son la clave de la prosperidad. A estas alturas, el sector privado ha a?adido m¨¢s del doble de empleos con el presidente Obama que con Bush en el periodo correspondiente, que no incluy¨® la Gran Recesi¨®n.
Cabr¨ªa pensar, por tanto, que los recortes fiscales al estilo Bush hubiesen perdido popularidad. El hecho, sin embargo, es que los candidatos convencionales como Marco Rubio y Jeb Bush proponen bajadas de impuestos mucho mayores que las que jam¨¢s aplic¨® W. Adem¨¢s, un an¨¢lisis independiente de la propuesta de Jeb muestra que es m¨¢s favorable a los ricos que cualquiera de las de su hermano.
?Y qu¨¦ hay de otras pol¨ªticas econ¨®micas? Vista retrospectivamente, la determinaci¨®n del Gobierno de Bush de desmantelar toda restricci¨®n a los bancos ?¡ªen un acto p¨²blico, un alto cargo utiliz¨® una motosierra para cortar montones de normativas¡ª? parece decididamente mala. Pero los conservadores se han tragado el cuento ampliamente desprestigiado de que, de alguna manera, el Gobierno fue el causante de la Gran Recesi¨®n, y todos los candidatos republicanos han declarado su firme prop¨®sito de derogar la ley Dodd-Frank, el conjunto de normas m¨¢s bien modesto que se impuso a ra¨ªz de la crisis financiera.
La ¨²nica desviaci¨®n real de la ideolog¨ªa econ¨®mica de la era W ha tenido lugar en la pol¨ªtica monetaria, y ha sido una desviaci¨®n hacia el reino de la fantas¨ªa de la derecha. Es verdad que Ted Cruz es el ¨²nico de los principales contendientes que reclama expl¨ªcitamente la vuelta al patr¨®n oro. Se podr¨ªa decir que quiere crucificar a la humanidad en una cruz de oro. (Perd¨®n). Pero mientras que la administraci¨®n Bush defendi¨® en su momento una ¡°pol¨ªtica monetaria agresiva¡± para combatir las recesiones, hoy la hostilidad hacia los esfuerzos de la Reserva Federal por ayudar a la econom¨ªa constituye la ortodoxia del Partido Republicano, a pesar de que las advertencias de la derecha sobre la inflaci¨®n inminente hayan errado una y otra vez.
Por ¨²ltimo est¨¢ la no menos importante pol¨ªtica exterior. Se podr¨ªa suponer que el asunto de la guerra de Irak, donde, desde luego, no se nos recibi¨® con los brazos abiertos como a libertadores, y donde un dispendio enorme de sangre y riqueza dej¨® un Oriente Pr¨®ximo menos estable que antes, habr¨ªa suscitado cierta cautela acerca del empleo de la fuerza militar como primer recurso. Sin embargo, la pose del fanfarr¨®n amigo de los bombardeos es m¨¢s o menos universal entre los principales candidatos. Y no olvidemos que all¨¢ por la ¨¦poca en que Jeb Bush era considerado el favorito, reuni¨® un equipo de pol¨ªtica exterior dominado literalmente por los arquitectos del desastre de Irak.
La cuesti¨®n es que, si bien es posible que los contendientes convencionales tengan mejores modales que Trump o el ampliamente aborrecido Ted Cruz, cuando se llega al fondo queda claro que todos ellos son aterradoramente radicales, y que ninguno parece haber aprendido nada de las cat¨¢strofes del pasado.
?Qu¨¦ importancia tiene esto? En este momento la creencia generalizada, tal como reflejan los corredores y las casas de apuestas, indica que es probable, o m¨¢s que probable, que los elegidos sean Trump o Cruz, en cuyo caso todo el mundo ser¨¢ consciente del extremismo del candidato. Pero todav¨ªa hay una posibilidad significativa de que los que intrusos flaqueen, y que alguno de los menos obvios, ?probablemente Rubio,? acabe imponi¨¦ndose.
Y, si eso ocurre, ser¨¢ importante darse cuenta de que no ser Donald Trump no lo convierte a uno en un moderado, o ni siquiera en alguien medianamente razonable. Lo cierto es que en las primarias republicanas no hay moderados, y que, en apariencia, ser razonable es una caracter¨ªstica que descalifica a cualquiera que aspire al visto bueno del partido.
Paul Krugman es premio Nobel de Econom¨ªa de 2008. ? The New York Times Company, 2015
Traducci¨®n de News Clips.
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