La generaci¨®n de la precariedad
Paro, salarios bajos, pensiones p¨²blicas menguantes: los j¨®venes persiguen su futuro en un mundo desarrollado que generaci¨®n tras generaci¨®n reduce su nivel de vida
En los a?os noventa del siglo pasado un semidesconocido profesor de econom¨ªa llamado Paul Krugman public¨® uno de sus primeros libros con el bello y premonitorio t¨ªtulo de The Age of Diminished Expectations (La era de las expectativas menguantes). Hoy esa ¨¦poca llama a la puerta y plantea una pregunta que retumba como una amenaza: ?vivir¨¢n los hijos peor que sus padres? Porque la principal promesa de este tiempo era que podr¨ªan tenerlo todo. Lo imprescindible y lo banal. Sin embargo la Gran Recesi¨®n ha pulverizado esa quimera a medio camino entre la Arcadia y la pesadilla, y miles de j¨®venes espa?oles y europeos sienten que su porvenir amanece bastante m¨¢s incierto que el de sus progenitores.
Espa?a, tristemente, ha hormigonado los cimientos de esa incertidumbre. En los ¨²ltimos 35 a?os soporta una tasa de paro estructural del 15,5%. Un dato inaceptable que averg¨¹enza frente al 6% europeo. Y junto al desempleo, la precariedad y los bajos salarios. Entre 2000 y 2007 la tasa de temporalidad laboral fue del 32,5%, muy lejos del 15% de la eurozona. Por si fuera poco, las n¨®minas, en t¨¦rminos reales, cayeron el 30%. Desde luego las consecuencias de los n¨²meros se sienten en la vida de las personas. M¨¢s de 10 millones de espa?oles ¡ªseg¨²n la Fundaci¨®n Alternativas¡ª viven con una renta que los empuja por debajo del umbral de la pobreza (el 60% del ingreso mediano del pa¨ªs). O sea, menos de 8.000 euros al a?o en un hogar unipersonal.
Sometidos a ese espacio de fragilidad, los j¨®venes espa?oles sufren. Aunque es un dolor compartido. Debido a la profundidad de la crisis, el pesimismo acampa en el mundo occidental. Bastantes economistas (entre ellos Krugman y el ex secretario del Tesoro estadounidense Larry Summers) interpretan los baj¨ªsimos tipos de inter¨¦s actuales como una evidencia de que las naciones desarrolladas viven un ¡°estancamiento secular¡±. Una idea que plante¨® por primera vez tras la Gran Depresi¨®n el economista Alvin Hansen, pero que hoy, antes que a Estados Unidos, amenaza sobre todo a Europa y a Jap¨®n. En los tres ¨²ltimos a?os el crecimiento econ¨®mico real en la eurozona apenas ha rondado el 1,5% y el pa¨ªs asi¨¢tico lleva dos d¨¦cadas porfiando contra la deflaci¨®n.
Horizontes borrosos
En este horizonte de incertidumbres las expectativas para todos parecen cada vez m¨¢s peque?as y las previsiones apuntan sombras. Jordi Gual, economista jefe de CaixaBank, ha constatado que los j¨®venes que se incorporaron hace poco al mercado de trabajo solo ver¨¢n que se multiplica por 1,5 el nivel de vida del pa¨ªs durante sus a?os activos. En comparaci¨®n, otras generaciones lo tuvieron bastante mejor. Quienes empezaron a trabajar en 1960 y se jubilaron durante 2005 multiplicaron por 5,9 esa prosperidad y los que lo hicieron entre 1980 y 2025 disfrutar¨¢n de un 2,2. Es cierto que ese crecimiento part¨ªa de niveles m¨¢s bajos, pero tambi¨¦n que generaci¨®n tras generaci¨®n Espa?a pierde nivel de vida. ¡°Pese a todo, de media, la generaci¨®n de mis hijos vivir¨¢ mejor que la de sus padres. No tengo ninguna duda¡±, augura Gual.
Los j¨®venes que se incorporaron hace poco al trabajo ver¨¢n que su nivel de vida se multiplica solo por 1,5
Sin embargo, este optimismo aritm¨¦tico se difumina porque quiz¨¢ nada hay tan subjetivo en la existencia como la definici¨®n de nivel de vida. ?Salud, ingresos, familia? Da igual. La ¡°gente percibe que vive rodeada de inseguridad y la econom¨ªa vuelve a ser una amenaza y no una promesa de prosperidad¡±, relata Emilio Ontiveros, responsable de Analistas Financieros Internacionales (AFI). El tiempo corre y este economista recurre al manual keynesiano y reclama la urgencia del plan Juncker. Una propuesta de 315.000 millones de euros entre 2015 y 2020 (que lleva el nombre del presidente la Comisi¨®n Europea) destinada a que Europa juegue en la primera divisi¨®n de la tecnolog¨ªa mundial. ¡°Necesitamos ese plan de est¨ªmulos¡±, puntualiza Ontiveros, ¡°no solo para impulsar la econom¨ªa, sino para crear una mayor estabilidad social. Los espa?oles, los franceses, los griegos¡ est¨¢n muy insatisfechos con su nivel de vida. Hay que romper esa sensaci¨®n de interinidad que impregna las decisiones b¨¢sicas de las familias¡±.
Desde luego resulta imposible desprenderse de ese sentimiento de precariedad s¨ª, como intuye Carlos Mart¨ªn, director del Gabinete Econ¨®mico de Comisiones Obreras (CC?OO), ¡°nos movemos hacia un empleo cada vez peor remunerado. Un espacio donde la brecha entre productividad y salarios lleva ampli¨¢ndose desde 2012 debido a la reforma laboral del Gobierno. No estoy diciendo que se haya perdido toda una generaci¨®n, pero una parte de estos j¨®venes tendr¨¢ un nivel de vida inferior al de sus padres¡±.
Sin citarla, el experto deja entrever otra fractura. Tal vez la m¨¢s grave y la que incendia este fen¨®meno de las expectativas menguantes. La inequidad. O sea, la desigualdad de rentas y oportunidades. A?os de crisis econ¨®mica y globalizaci¨®n han dejado ganadores y perdedores. Entre los beneficiados encontramos a viejos conocidos. ¡°Las ¨¦lites, las clases altas de Occidente as¨ª como las medias y bajas de los pa¨ªses en v¨ªas de desarrollo. En la otra orilla, los m¨¢s pobres, los desheredados del planeta y las clases medias y bajas de occidente¡±, enumera ?ngel Saz-Carranza, director de EsadeGeo. Sobre esta asimetr¨ªa, economistas como Branko Milanovic o Thomas Piketty se han encargado de contabilizar la injusticia y alertar de los efectos. Aunque pocos con la desolada lucidez del multimillonario Warren Buffett, quien en 2011 escribi¨® en The New York Times: ¡°Mientras las clases medias y bajas luchan por nosotros en Afganist¨¢n, mientras los norteamericanos pelean por ganarse la vida, nosotros, los megarricos, continuamos teniendo exenciones fiscales extraordinarias¡±.
Los nacidos despu¨¦s de 1970 tienen peores perspectivas y de ellos han surgido muchos proyectos pol¨ªticos o econ¨®micos alternativos
En un sistema que parece dise?ado para que la prosperidad de unos se haga a costa de los otros, las clases medias viven su particular Waterloo. En una sociedad empobrecida, individualista y fragmentada, resulta impensable un bienestar equitativamente distribuido sin la capacidad de compra de esas clases. Pero si el poder adquisitivo es un estado de ¨¢nimo, el de muchos espa?oles transita por la depresi¨®n. La soci¨®loga y expresidenta del CIS Bel¨¦n Barreiro, a trav¨¦s de la consultora que preside, MyWord, ha cartografiado este sentimiento. Los datos que maneja ¡ªa partir de una encuesta a 2.500 personas¡ª narran que un 60% de los ciudadanos cree que los j¨®venes vivir¨¢n peor en el futuro que sus padres y un 30% piensa que hay m¨¢s diferencias entre generaciones que entre clases sociales. ¡°Existe una brecha generacional y los chicos nacidos despu¨¦s de los a?os setenta tienen peores condiciones de vida¡±, analiza Barreiro. ¡°Sin embargo, no se resignan frente a esta vulnerabilidad. Han sabido organizar su vida de otra forma. Esto justifica, por ejemplo, el auge de la econom¨ªa colaborativa¡±. Adem¨¢s tampoco claudican en los terrenos pol¨ªticos. En vez de abstenerse crean partidos nuevos como Podemos o Ciudadanos.
Sin esa mirada distinta muchos j¨®venes espa?oles correr¨ªan el peligro de renunciar al derecho de todo ser humano a mejorar. Algo parecido a la f¨¢bula de los altramuces, donde siempre hay alguien que lo pasa peor que uno. El parado frente a quien tiene empleo, quien tiene contrato a tiempo parcial frente al indefinido, quien gana 800 euros frente a quien ingresa 1.000, el mileurista frente al dosmileurista. Un razonamiento perverso que paraliza la vida.
El legado de la crisis
Esa par¨¢lisis deja su triste legado tanto en lo macroecon¨®mico como en el d¨ªa a d¨ªa de la gente. En diciembre de 2011 el PP lleg¨® al poder. Desde entonces el mercado laboral es a¨²n m¨¢s fr¨¢gil. La tasa de temporalidad del empleo ha crecido hasta el 26,6%, el trabajo a tiempo parcial ¡ªuna rareza en Espa?a antes de la reforma laboral de 2012¡ª ha aumentado en cuatro a?os en unas 250.000 personas y las estad¨ªsticas contabilizan 150.000 puestos de trabajo temporales m¨¢s. La fotograf¨ªa deja 4.850.000 personas sin trabajo. Un 21,18% busca y no halla. Y, tristemente, ese porcentaje esconde a miles de j¨®venes. De hecho, Espa?a (seg¨²n datos de octubre) soporta los peores guarismos de paro juvenil (15 a 24 a?os) de la OCDE. El 48,8%.
Casi la mitad de los chicos que quieren trabajar no tienen d¨®nde. C¨®mo contarles que vivir¨¢n mejor que sus padres. Adem¨¢s, por l¨®gica, el des¨¢nimo lleva a la claudicaci¨®n y de ah¨ª al abandono. Y no solo en Espa?a. Muchas personas tras bastante tiempo buscando trabajo desisten. En la eurozona un 6,3% de la poblaci¨®n inactiva reconoce que a pesar de que desear¨ªa trabajar, ya no busca ocupaci¨®n. Los ingresos no son un aliciente. El a?o pasado el salario m¨ªnimo interprofesional espa?ol era de 9.080 euros anuales, solo unos 100 euros m¨¢s que hace cinco a?os.
En un horizonte de des¨¢nimo, algunos economistas, como Jos¨¦ Carlos Diez, advierten de que conducimos por el camino err¨®neo. ¡°El Gobierno ha aplicado una estrategia de deflaci¨®n salarial, el empleo que crea es precario y no ha tomado medidas para frenar la desigualdad¡±. Con todo lo que pens¨¢bamos que era s¨®lido amenazando ruina, nos encaramos con una Europa muy distinta en la que ¡°las sociedades ser¨¢n cada vez m¨¢s desiguales, m¨¢s fragmentadas, m¨¢s americanizadas [con el auge de las pensiones privadas] y con segmentos de la poblaci¨®n que quedan atr¨¢s¡±, vaticina Roberto Ruiz-Scholtes, director de Estrategia de UBS. Es tambi¨¦n la constataci¨®n de un Viejo Continente que pierde pujanza frente al imparable advenimiento de las econom¨ªas emergentes y sus clases medias. El propio banco suizo en un reciente informe (House View-Years Ahead) retrata esta Europa menguante que llegar¨¢ en 2050. Las causas las encuentra en la p¨¦rdida de m¨¢s de 15 millones de habitantes (casi el censo de Holanda), el desplome de la poblaci¨®n activa, el crecimiento de los mercados emergentes y la menor participaci¨®n europea en el PIB mundial, que podr¨ªa situarse por debajo del 10% dentro de 35 a?os. Incluso la rica y cerrada Suiza, cuya poblaci¨®n activa se contraer¨ªa un 25% en 2050, se enfrentar¨¢ al dilema de elegir entre m¨¢s inmigraci¨®n o menor prosperidad.
El dif¨ªcil escenario
Vamos hacia ¡°un escenario con menor crecimiento potencial y m¨¢s competencia al que, me temo, hay que acostumbrarse mientras encontramos entre todos la forma de cambiarlo a mejor¡±, afirma Jos¨¦ Luis Mart¨ªnez, economista jefe de Citi. Y junto a las incertidumbres econ¨®micas, el terrorismo, el aumento de la radicalidad pol¨ªtica en casa e incluso la defensa com¨²n europea prenden como f¨®sforos en una gasolinera. Ya lo avis¨® en octubre pasado Jean-Claude Juncker: ¡°Si analizamos la pol¨ªtica com¨²n de defensa en Europa, hasta un grupo de gallinas ser¨ªa una unidad de combate m¨¢s coordinada¡±.
Este desorden agrava nuestros retos y disminuye la fe en el futuro. ¡°El problema de expectativas de los j¨®venes reside en qu¨¦ estrategia hay que plantear para reducir la brecha de empleo y productividad, que es de unos 20 puntos porcentuales, cada una de ellas, respecto a Estados Unidos. Igualar esta situaci¨®n nos puede llevar varias d¨¦cadas¡±, observa Rafael Dom¨¦nech, economista jefe de Econom¨ªas Desarrolladas de BBVA Research. Sus recetas recorren la l¨®gica del discurso econ¨®mico mayoritario de nuestro tiempo. Reducir una tasa estructural de paro ¡°inaceptable¡±, aumentar la competitividad, eliminar cargas administrativas, incrementar la eficiencia del sector p¨²blico y avanzar hacia una regulaci¨®n sencilla, transparente y eficaz. ¡°Con las pol¨ªticas adecuadas¡± ¡ªincide el experto¡ª ¡°nuestros hijos vivir¨¢n mejor que nosotros¡±.
Desde luego, si la demograf¨ªa es destino, ese final feliz ni se atisba. En Espa?a, Italia o Alemania un tercio de la poblaci¨®n tendr¨¢ m¨¢s de 65 a?os en 2050. Este cambio demogr¨¢fico radical provoca una menor oferta de empleo, menos consumo y una menor necesidad de inversi¨®n. Lo que conduce a una reducci¨®n del tama?o de la econom¨ªa y a problemas con los que desayunamos muchas ma?anas. ¡°Tendemos a una sociedad con un n¨²mero creciente de personas viviendo de una pensi¨®n p¨²blica decreciente¡±, aventura Francisco Abad, socio director de la consultora aBest Innovaci¨®n Social. Lo que genera asimetr¨ªas: ¡°Los jubilados y prejubilados recientes est¨¢n obteniendo unas rentas p¨²blicas altas si las comparamos con los bajos salarios de los j¨®venes y esto produce descontento¡±, explica Roberto Ruiz-Scholtes.
Pero aventurar una correlaci¨®n de esa naturaleza, que casi se?ala a los mayores como responsables de los problemas de los j¨®venes, suena ingrato. La trampa radica en que durante la crisis se ha incrementado la competitividad bajando los salarios. Y por lo tanto tambi¨¦n las cotizaciones a la Seguridad Social. Esto hipoteca el largo plazo. ¡°Cuando los actuales trabajadores en activo disfruten de su pensi¨®n, en muchos casos la base reguladora sobre la que se calcula ser¨¢ menor debido a que las cotizaciones que se aportaron durante la recesi¨®n fueron m¨¢s bajas por la ca¨ªda de los salarios¡±, reflexiona Jaime Sol Espinosa de los Monteros, socio de KPMG Abogados. Contado de otra forma. ¡°En 2014 por cada persona jubilada hab¨ªa 3,5 activas. Dentro de cincuenta a?os la proporci¨®n ser¨¢ de un jubilado por 1,3 activos. Con estos datos, el equilibrio no sale¡±, avisa Mercedes Sanz, director del ?rea de Seguro de la Fundaci¨®n Mapfre.
Sin embargo lo que de verdad convierte en resbaladiza la pregunta de si nuestros hijos vivir¨¢n peor que sus padres es la derivada subjetiva. ¡°El nivel de vida (longevidad, capacidad de compra, sanidad¡) resulta m¨¢s alto que hace 40 a?os, pero lo que ocurre es que la percepci¨®n de la linealidad del progreso bien repartido ya no es una sensaci¨®n generalizada¡±, comenta Federico Steinberg, investigador principal de Econom¨ªa del Real Instituto Elcano. Es aqu¨ª donde incide la sem¨¢ntica. ¡°?Qu¨¦ es ¡°peor ¡°o ¡®mejor?¡±, se cuestiona el fil¨®sofo Fernando Savater. ¡°?Disfrutar¨¢n de m¨¢s o menos ingresos? ?M¨¢s o menos poluci¨®n? ?Conocer¨¢n guerras (civiles y terrorismo) donde sus padres creyeron ver paz? Lo ¨²nico seguro es que tendr¨¢n bastantes m¨¢s cosas a su alcance, sin duda mucha m¨¢s informaci¨®n (verdadera y falsa). Y no s¨¦ si esto es bueno o malo¡±. Pronto lo averiguaremos.
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