?C¨®mo se consigue el cambio?
Aunque el idealismo est¨¢ muy bien, no es una virtud a menos que se acompa?e de realismo
Todav¨ªa hay bastantes expertos decididos a fingir que los dos grandes partidos de Estados Unidos son sim¨¦tricos; igual de reacios a afrontar la realidad, igual de obligados a adoptar posturas extremas por los grupos de presi¨®n y rabiosamente partidistas. Por supuesto, son tonter¨ªas. Planned Parenthood no es lo mismo que los hermanos Koch, como tampoco Bernie Sanders es el equivalente moral de Ted Cruz. Y sigue sin haber un hom¨®logo dem¨®crata de Donald Trump.
Es m¨¢s, cuando los expertos que se autodenominan centristas hablan con concreci¨®n de las pol¨ªticas que quieren, tienen que dar mil vueltas para no admitir que lo que describen son, b¨¢sicamente, las posiciones de un tipo llamado Barack Obama. Aun as¨ª, existen ciertas corrientes de la vida pol¨ªtica que s¨ª discurren por ambos partidos. Y una de ellas es la persistente y falsa ilusi¨®n de que una mayor¨ªa oculta de votantes estadounidenses respalda las pol¨ªticas radicales o se le puede convencer para que lo haga, siempre que la persona adecuada las defienda con el fervor suficiente.
Lo vemos en la derecha, entre los conservadores m¨¢s extremistas, que insisten en que solo la cobard¨ªa de los dirigentes republicanos ha impedido la revocaci¨®n de todos los programas progresistas instaurados desde hace dos generaciones. De hecho, tambi¨¦n vemos otra variante de esta tendencia entre los republicanos refinados, los del club de campo, que siguen imaginando que representan a la corriente mayoritaria del partido aun cuando los sondeos demuestran que casi dos tercios de los probables votantes de las primarias apoyan a Trump, Cruz o Ben Carson.
Por otra parte, para la izquierda siempre existe un contingente de votantes idealistas deseosos de creer que un l¨ªder lo bastante altruista podr¨ªa apelar a lo mejor de la naturaleza estadounidense y persuadir a la ciudadan¨ªa de que apoye una reforma radical de nuestras instituciones. En 2008, ese contingente se congreg¨® en torno a Obama; ahora respalda a Sanders, quien ha adoptado una postura tan purista que, el otro d¨ªa, critic¨® a Planned Parenthood (que ha apoyado a Hillary Cinton) por formar parte de ¡°la clase dirigente¡±.
Pero como descubri¨® el propio Obama nada m¨¢s asumir el cargo, la ret¨®rica transformativa no es el camino hacia el cambio. Lo cual no significa que ¨¦l sea un fracaso. Al contrario, ha sido un presidente de lo m¨¢s trascendente, y ha hecho m¨¢s por sacar adelante los programas progresistas que cualquier otro desde Lyndon B. Johnson.
Sin embargo, sus logros han dependido en todo momento de la aceptaci¨®n de medidas a medias, porque son mejores que nada: una reforma sanitaria tras la cual gran parte del sistema sigue siendo privado; una reforma financiera que limita mucho los abusos de Wall Street sin destruir por completo su poder; subidas de impuestos a los ricos, pero ning¨²n plan de gran envergadura contra la desigualdad.
Existe una especie de peque?a controversia entre los dem¨®cratas sobre qui¨¦n puede afirmar que es el verdadero heredero de Obama, si Sanders o Clinton. Pero la respuesta es evidente: Sanders es el heredero del candidato Obama, pero Clinton es la heredera del presidente Obama. (De hecho, la reforma sanitaria que se aprob¨® era, en esencia, una propuesta de ella, no de ¨¦l).
?Podr¨ªa Obama haber sido m¨¢s transformador? Tal vez podr¨ªa haberse arriesgado m¨¢s, pero lo cierto es que sali¨® elegido en las circunstancias m¨¢s favorables posibles ¡ªuna crisis financiera que desprestigi¨® por completo a su predecesor¡ª y, aun as¨ª, se enfrent¨® a una oposici¨®n devastadora desde el primer d¨ªa.
Y la pregunta que deber¨ªan plantearse los defensores de Sanders es si alguna vez ha funcionado esa teor¨ªa suya sobre el cambio. Incluso Roosevelt, que cape¨® el temporal de la Gran Depresi¨®n y obtuvo una mayor¨ªa aplastante, tuvo que ser pragm¨¢tico desde un punto de vista pol¨ªtico y trabajar no solo con los grupos de presi¨®n, sino tambi¨¦n con los racistas sure?os.
Recuerden, adem¨¢s, que las instituciones que Roosevelt cre¨® eran a?adidos, no sustitutos: la Seguridad Social no reemplaz¨® las pensiones privadas, a diferencia de la propuesta de Sanders de sustituir los seguros privados por la atenci¨®n privada con financiaci¨®n p¨²blica. Ah, y al principio la Seguridad Social solo cubr¨ªa a la mitad de los trabajadores, y en consecuencia exclu¨ªa en gran medida a los afroamericanos.
Para que quede claro: no pretendo decir que alguien como Sanders sea inelegible, aunque es evidente que los operarios republicanos preferir¨ªan enfrentarse a ¨¦l que a Clinton; saben que el apoyo del que ahora goza Sanders no significa nada porque todav¨ªa no se ha enfrentado nunca a su m¨¢quina de ataque. Pero aunque se convirtiera en presidente, acabar¨ªa top¨¢ndose con las mismas realidades inexorables que han atado de manos a Obama.
La cuesti¨®n es que, aunque el idealismo est¨¢ muy bien y es esencial ¡ªhay que so?ar con un mundo mejor¡ª, no es una virtud a menos que vaya acompa?ado de un realismo pragm¨¢tico en cuanto a los medios con los que lograr esos fines. Eso es as¨ª, incluso cuando, como hizo Roosevelt, uno capee un maremoto pol¨ªtico que acaba llev¨¢ndole a la presidencia. Y es todav¨ªa m¨¢s cierto para cualquier dem¨®crata actual, que tendr¨¢ suerte si su partido controla siquiera una c¨¢mara del Congreso en alg¨²n momento de esta d¨¦cada.
Lo siento, pero no tiene nada de noble ver que los valores caen derrotados porque uno ha preferido los sue?os felices a la dura reflexi¨®n sobre los medios y los fines. No hay que dejar que el idealismo se convierta en una complacencia destructiva.
Paul Krugman es premio Nobel de Econom¨ªa 2008. ?The New York Times Company, 2016. Traducci¨®n de News Clips.
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