El cambio diferido
No basta con su presencia nominal; la sociedad espa?ola necesita de su presencia real para mantener el equilibrio
Una de las r¨¦moras que arrastra la sociedad espa?ola es la ausencia de una discusi¨®n abierta sobre el papel de los sindicatos dentro de las propias organizaciones sindicales. Esta afirmaci¨®n no implica sesgo ideol¨®gico, porque algo muy parecido podr¨ªa decirse de las organizaciones patronales, enquistadas en la monocorde tarea de confundir los modelos econ¨®micos con los prejuicios empastados en los ¨²ltimos 40 a?os. En el caso de los sindicatos, asistimos a un fen¨®meno que, como m¨ªnimo, produce perplejidad: el diagn¨®stico de los problemas sindicales est¨¢ hecho, se conoce casi desde los a?os 90 ¡ªy, en algunos aspectos concretos, desde antes¡ª algunas soluciones son evidentes y, sin embargo, las estructuras directivas de las organizaciones se niegan a tratar las decisiones correctoras o renovadoras dentro de sus propios ¨®rganos pol¨ªticos. Los discursos de los responsables pol¨ªticos sindicales suelen ser una larga exposici¨®n de lugares comunes entreverados con arengas que suelen confundir todav¨ªa m¨¢s la exposici¨®n.
A fuerza de repetirlos, las disfunciones de los sindicatos se han convertido a su vez en una sucesi¨®n de clich¨¦s. Por ejemplo, los sindicatos no representan los intereses de ¡°todos¡± los trabajadores, sino s¨®lo los instalados con contratos fijos y, en el caso m¨¢s estricto, los intereses de los afiliados. Esto es cierto, aunque habr¨ªa que preguntarse qu¨¦ capacidad legal o que poder de presi¨®n tienen los sindicatos para actuar en favor de los no afiliados. En cualquier caso, la argumentaci¨®n deriva hacia el hecho crucial del sindicalismo, que es la p¨¦rdida intensa y continuada del n¨²mero de afiliados. Salvo que estad¨ªsticas desconocidas informen de lo contrario, los ¨²ltimos n¨²meros conocidos sugieren una tasa de afiliaci¨®n inferior al 5% de la poblaci¨®n laboral (como media); esta afiliaci¨®n se concentrar¨ªa adem¨¢s en empresas y actividades p¨²blicas y en edades superiores a los 40 a?os.
La consecuencia de todo lo anterior es una evidente y preocupante p¨¦rdida de influencia de los sindicatos en las decisiones econ¨®micas y sociales. La evoluci¨®n de la crisis financiera y la recesi¨®n han demostrado con crueldad que las organizaciones sindicales han sido incapaces de frenar el deterioro de las condiciones de empleo, oponerse a la ca¨ªda programada de las rentas u ofrecer opciones distintas y cre¨ªbles a la pol¨ªtica oficial. Es un hecho que mientras las pol¨ªticas patrocinadas por los ide¨®logos econ¨®micos de CEOE han sido aplicadas, apenas sin filtro, por el Gobierno de Rajoy, los sindicatos no han concretado pol¨ªticas viables ni han podido convencer a la sociedad de que dispon¨ªan de ellas y eran viables. Los an¨¢lisis pol¨ªticos que hacen los sindicatos sobre las rentas y el empleo suelen ser de una calidad discutible, su presencia activa en las empresas tiende a desaparecer (sustituida por presencia en la calle, tambi¨¦n decreciente) y sus equipos econ¨®micos no conectan con los intereses sociales.
Pero, como ya se ha dicho, el caso es que los sindicatos se resisten a la autocr¨ªtica y son impermeables a las cr¨ªticas que proceden del exterior, que se suelen despachar con el estribillo ¡°ataques de la derecha a la funci¨®n sindical¡±. Si no admiten su espectacular ca¨ªda de afiliaci¨®n, de influencia y de capacidad para adaptarse a las variables socioecon¨®micas dif¨ªcilmente puede entenderse que est¨¢n dispuestos a corregir sus posiciones. Las ¨²nicas agitaciones que se detectan en el mundo sindical tienen que ver con luchas internas con el poder o con se¨ªsmos provocados por casos de corrupci¨®n. Por lo dem¨¢s, y por desgracia, el universo sindical parece menguar progresivamente. Parece necesario exigir un debate urgente sobre la funci¨®n que tienen que jugar en las empresas y en el conjunto de la pol¨ªtica espa?ola. No basta con su presencia nominal; la sociedad espa?ola necesita de su presencia real para mantener el equilibrio.
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