Emergente mediocridad
No sabemos si nos encaminamos a una nueva era de estancamiento prolongado
El mundo est¨¢ alej¨¢ndose de la recesi¨®n de 2009 a una velocidad m¨¢s lenta que antes de la crisis financiera de hace casi ya una d¨¦cada. Tras el repunte de 2010 y 2011, coincidiendo con masivos impulsos fiscales y de liquidez en las econom¨ªas desarrolladas y en China, el crecimiento del PIB mundial de los ¨²ltimos cinco a?os ha sido del 3,3%, frente a un promedio del 3,5% entre 1980 y 2008, o del 4,2% en la d¨¦cada entre 1998 y 2007. La mitad desarrollada del mundo se mantiene por debajo del 2%, casi un punto menos que su promedio hist¨®rico. Por su parte, la mitad emergente, aunque sigue creciendo m¨¢s que antes, mantiene un perfil de ralentizaci¨®n que la est¨¢ devolviendo a ritmos cercanos al 4%.
Parece razonable que las perspectivas de crecimiento de medio plazo sean cada vez m¨¢s bajas, aunque s¨®lo sea porque los datos observados insistan en defraudar las previsiones. ?Estamos a las puertas de una nueva etapa de estancamiento prolongado, con una convergencia hacia la moderaci¨®n de econom¨ªas desarrolladas y emergentes? La respuesta corta es que no lo sabemos, lo que no presupone ser precisamente pesimista en el contexto de las distintas teor¨ªas que tratan de explicar la emergente mediocridad del crecimiento.
El PIB es funci¨®n de los factores productivos disponibles y de la eficiencia con la que se combinen. Los m¨¢s optimistas ponen el acento en que la situaci¨®n actual ser¨¢ finalmente transitoria. La experiencia hist¨®rica muestra que cuesta m¨¢s salir de una crisis originada por el exceso de endeudamiento ¡ªcomo fue la de 2007-08¡ª tanto porque la demanda de cr¨¦dito se ve constre?ida por la necesidad de pagar la deuda como porque la oferta de cr¨¦dito ha de adaptarse a un entorno m¨¢s exigente en la percepci¨®n del riesgo y en el entorno regulatorio. Una vez que la deuda pese menos en la renta volver¨¢ el dinamismo del crecimiento, apoyado en un nuevo ciclo de cr¨¦dito que favorecer¨¢ la inversi¨®n y el consumo. En el otro extremo de las explicaciones est¨¢ la teor¨ªa de que ser¨¢ imposible escapar del impacto de una poblaci¨®n que se estanca y envejece, lo que se a?ade a una tendencia secular de freno en la productividad. Algo que la revoluci¨®n digital no logra revertir, simplemente porque ninguna de sus mejoras es comparable a lo que supuso el agua corriente, la luz el¨¦ctrica o el motor de combusti¨®n.
Pese a todo, hay razones para el optimismo. Aparte de que hay muchos lugares en el mundo en los que el agua corriente y la luz el¨¦ctrica siguen siendo algo ex¨®tico, o de que no podemos descartar a priori novedades tecnol¨®gicas disruptivas con impacto en el crecimiento del nivel de vida, hay m¨¢rgenes de mejora en la eficiencia con el que se usan los factores productivos, el capital y el empleo. Por ejemplo la educaci¨®n puede ser un factor que contrarreste el menor dinamismo de la fuerza laboral, especialmente en las econom¨ªas emergentes. El porcentaje de su poblaci¨®n con educaci¨®n secundaria se ha doblado, hasta alcanzar el 60% del total desde los a?os 90 hasta el 2015. Y existe una relaci¨®n directa entre educaci¨®n y productividad y, por tanto, capacidad de crecimiento. Pol¨ªticas encaminadas a mejorar el nivel educativo son una de las claves pare evitar que la emergente mediocridad se convierta en permanente.
J. Juli¨¢n Cubero es economista jefe de la Unidad de Escenarios Econ¨®micos de BBVA Research.
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