Magaluf quiere ser Miami Beach
El grupo hotelero Meli¨¢ impulsa una reconversi¨®n en la degradada playa de Calvi¨¤ con la rehabilitaci¨®n de 11 establecimientos, mientras en Punta Ballena contin¨²an los excesos
La casa de Pilar (pide ocultar su nombre real) se construy¨® en 1929. Fue la primera de Magaluf, justo delante de la playa y del islote de Sa Porrassa, una protuberancia de tierra que convierte la bah¨ªa en una suerte de mansa laguna. Desde aqu¨ª tambi¨¦n puede verse el chal¨¦ que se hizo construir Gabriel Escarrer, fundador de Meli¨¢, para venir con su familia mucho antes de que este lugar apareciese en todos los tabloides brit¨¢nicos por sus fiestas et¨ªlicas y Olimpiadas del exceso cutre. Casi 90 a?os despu¨¦s, aquel aislado privilegio de algunos osados veraneantes es el escenario de la lucha entre dos modelos tur¨ªsticos construidos sobre la eterna promesa del sol y playa. Por un lado, el de borrachera y excesos, impulsado por visitantes mayoritariamente de Reino Unido en busca de una utop¨ªa low cost. Por otro, el de la reconversi¨®n hotelera y comercial que pretende llevar a cabo la gran cadena nacida a orillas de este mar. Pilar se encuentra ahora justo en medio: entre la guerra de chupitos de garraf¨®n, dice sarc¨¢stica, y la de Mo?t Chandon de los flamantes y ruidosos beach clubs.
Magaluf fue un fil¨®n en los 80 para los tour operadores: miles de camas baratas en primera l¨ªnea de mar
Magaluf, una peque?a localidad perteneciente al Ayuntamiento mallorqu¨ªn de Calvi¨¤ (51.000 habitantes) ha sido durante d¨¦cadas el paradigma del turismo barato e insostenible cultivado sin mesura en algunos lugares de Espa?a. En los ochenta, los tour operadores, como tambi¨¦n sucedi¨® en El Arenal, encontraron un fil¨®n en un lugar en imparable decadencia, pero en primera l¨ªnea de mar y miles de camas (30.000 entre Magaluf y Palmanova) de hotel a precios regalados. Punta Ballena, cuatro calles situadas en uno de los extremos de la playa, se convirti¨® en un para¨ªso hooligan en pocos a?os.
La situaci¨®n dio a pie a todo tipo de corruptelas, que terminaron hace dos a?os con el jefe de polic¨ªa de Calvi¨¤ en la c¨¢rcel. ¡°Aqu¨ª el turista que viene es todav¨ªa de perfil medio-bajo¡±, se?ala Jos¨¦ Tirado, presidente de Acotur, la asociaci¨®n que re¨²ne a los establecimientos comerciales y de restauraci¨®n de la zona. ¡°Vienen con la idea de que todo vale, y aqu¨ª, lamentablemente, se acept¨® esa propuesta. Pero es pan para hoy y hambre para ma?ana¡±. Una idea que empieza cundir en otros puntos de la isla (el sector representa alrededor del 45% del PIB en esta comunidad aut¨®noma), donde ya cada vez es m¨¢s f¨¢cil encontrar pintadas y quejas contra del turismo masivo.
Meli¨¢ ha liderado la renovaci¨®n de la planta hotelera de la zona y el cambio de perfil de turista ya empieza a notarse
Pero Tirado, como muchos empresarios, celebra el plan que Meli¨¢ ha puesto en marcha junto a otros grupos hoteleros (han invertido entre todos unos 240 millones de euros). La idea, una iniciativa privada que cuenta con el favor del Ayuntamiento, busca reproducir la reconversi¨®n que sufri¨® Miami Beach en los a?os 80, un lugar entonces notablemente degradado donde el precio medio por habitaci¨®n era de 20 euros que se reformul¨® y pas¨® a ser un destino supuestamente sofisticado.
El grupo ha ampliado su oferta hotelera (ya tiene 11 con 3.500 habitaciones) y los ha rehabilitado para redise?ar el perfil de sus hu¨¦spedes. Los precios suben vertiginosamente (es complicado encontrar habitaci¨®n por menos de 150 euros) y el cambio ya es palpable: familias, parejas de mediana edad en busca de tranquilidad y j¨®venes atra¨ªdos por otro tipo de ocio m¨¢s cercano al de los dj's de Ibiza y sus exclusivos clubes con camas balinesas y champ¨¢n franc¨¦s. Falta la guinda del proyecto: la construcci¨®n del nuevo hotel Jamaica con una plaza comercial en su interior que pretende erigirse en el centro urbano (con tiendas y espacios de uso com¨²n) que nunca tuvo Magaluf.
A solo cinco calles, los robos, la prostituci¨®n callejera y el menudeo de droga se dan a la vista de todo el mundo. A la una de la madrugada, una brit¨¢nica de unos 20 a?os empieza a retorcerse por el suelo con los ojos en blanco mientras sus amigos tratan de sujetarla. ¡°Parec¨ªa la ni?a del exorcista¡±, describe una joven de 18 a?os con una copa de medio litro en la mano. El novio llora desconsoladamente mientras llegan la ambulancia y la Guardia Civil. No saben qu¨¦ ha tomado. ¡°Esto seguir¨¢ as¨ª hasta que el Ayuntamiento quiera. Cada uno de estos bares deja mucho dinero en impuestos. Todos tienen un ej¨¦rcito de tiqueteros en la puerta por los por los que deben pagar impuestos. Y el pueblo todav¨ªa vive de esto¡±, se?ala un polic¨ªa que trabaja de paisano esta noche.
Para los empresarios de la noche de Punta Ballena, el problema son las prostitutas nigerianas y los ladrones que asaltan a sus clientes borrachos
Los tiqueteros son el equipo comercial de los locales de ocio. J¨®venes brit¨¢nicos que pasan la temporada en Magaluf reclutando clientes: diez euros a cambio de un bono con los que se puede beber lo que el cuerpo aguante. Ellos son los reyes de la noche, el trabajo so?ado para un joven brit¨¢nico de clase obrera. ¡°Cada d¨ªa me acuesto con una t¨ªa distinta¡±, cuenta Adam, en paro durante el a?o y uno de los m¨¢s solicitados en verano. Cada local paga 30 euros al d¨ªa al Ayuntamiento por cada uno de ellos.
Uno de los empresarios m¨¢s conocidos aqu¨ª es Paul Smith, un brit¨¢nico que alcanz¨® el cenit de su carrera con la invenci¨®n del mamading hace dos a?os (una chica practicaba felaciones a un grupo de chicos a cambio de un c¨®ctel de 4 euros). En la puerta de su local, el Magalluf Rocks, se queja amargamente de la supuesta estrategia encubierta del Ayuntamiento para entregar la zona a los grandes grupos hoteleros. Seg¨²n ¨¦l, el problema son las prostitutas nigerianas y los ladrones que atracan a sus clientes a las cuatro de la ma?ana (cuando no se tienen ni en pie). El Ayuntamiento, dice, les cose a multas e impuestos, pero es incapaz de frenar la escalada de delincuencia en la calle. ¡°No tengo ninguna duda de que es para que Meli¨¤ termine qued¨¢ndoselo todo¡±, analiza.
A ocho kil¨®metros de Magaluf, llegando a la Serra de Tramuntana y alejado del ruido de la noche, se encuentra el Ayuntamiento de Calvi¨¤ (el municipio depende al 90% del turismo). Su alcalde, el socialista Alfonso Rodr¨ªguez (PSOE), lleva un a?o en el cargo y asegura que la decisi¨®n est¨¢ tomada. ¡°La ¨²nica manera es hacerlo poco a poco, pero aqu¨ª ya no se apostar¨¢ por el todo vale¡±. Sin embargo, con las escasas competencias municipales, es complicado atajar problemas como la prostituci¨®n o el tr¨¢fico de drogas. As¨ª que hasta dentro de tres o cuatro a?os nadie prev¨¦ que el fen¨®meno desaparezca y quede sepultado por el nuevo modelo tur¨ªstico surgido de la iniciativa privada.
Hasta entonces, la casa de Pilar, un peque?o chal¨¦ invadido ahora por la m¨²sica house del Nikki Beach instalado en uno de los nuevos hoteles, seguir¨¢ en la frontera de estos dos mundos artificiales. Ella no tiene claro qu¨¦ prefiere, cu¨¢l le conviene menos. Solo sabe que los veraneos de su familia jam¨¢s volver¨¢n.
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