As¨ª caen las rep¨²blicas
La enfermedad de la pol¨ªtica estadounidense no comenz¨® con la llegada al poder de Trump
Mucha gente est¨¢ respondiendo al auge del trumpismo y los movimientos xen¨®fobos en Europa leyendo historia, en concreto, la de la d¨¦cada de 1930. Y hace bien. Hay que estar deliberadamente ciego para no ver los paralelismos entre el auge del fascismo y la actual pesadilla pol¨ªtica.
Pero la d¨¦cada de 1930 no es la ¨²nica ¨¦poca de la que podemos aprender algo. ?ltimamente he le¨ªdo mucho sobre el mundo antiguo. Al principio, tengo que admitirlo, lo hac¨ªa por entretenimiento y para refugiarme de las noticias, que empeoran a cada d¨ªa que pasa. Pero no he podido evitar fijarme en los ecos contempor¨¢neos de algunos cap¨ªtulos de la historia de Roma, y m¨¢s concretamente, en el relato sobre la ca¨ªda de la Rep¨²blica Romana.
Y he descubierto lo siguiente: las instituciones de la rep¨²blica no protegen frente a la tiran¨ªa cuando los poderosos empiezan a desafiar las normas pol¨ªticas. Y la tiran¨ªa, cuando llega, puede prosperar aunque mantenga una apariencia de rep¨²blica.
En cuanto al primer punto: la pol¨ªtica romana conllevaba una competencia feroz entre hombres ambiciosos. Pero, durante siglos, esa competencia estuvo limitada por ciertas normas aparentemente inquebrantables. He aqu¨ª lo que cuenta Adrian Goldsworthy en En el nombre de Roma: ¡°Por muy importante que fuese para un individuo alcanzar la fama y mejorar su reputaci¨®n y la de su familia, ello siempre deb¨ªa estar supeditado al bien de la rep¨²blica... Ning¨²n pol¨ªtico romano decepcionado recurr¨ªa a la ayuda de una potencia extranjera¡±.
Estados Unidos era as¨ª antes, con senadores ilustres que afirmaban que deb¨ªamos ¡°frenar en seco la pol¨ªtica partidista¡±. Pero ahora tenemos un presidente electo que pidi¨® abiertamente a Rusia que lo ayudase a difamar a su oponente, y todo indica que el grueso de su partido estaba y est¨¢ conforme con ello. (Un nuevo sondeo pone de manifiesto que la aprobaci¨®n de Vladimir Putin entre los republicanos ha crecido aun cuando ¡ªo, m¨¢s probablemente, precisamente por ello¡ª ha quedado claro que la intervenci¨®n rusa desempe?¨® una funci¨®n importante en las elecciones de EE UU). Ganar las luchas nacionales es lo ¨²nico que importa, olv¨ªdense del bien de la rep¨²blica.
?Y qu¨¦ le pasa a la rep¨²blica como consecuencia de ello? Es famoso el hecho de que, sobre el papel, Roma nunca dej¨® de ser una rep¨²blica para convertirse en un imperio. Oficialmente, la Roma imperial segu¨ªa gobernada por un Senado que, dadas las circunstancias, se remit¨ªa al emperador (cuyo t¨ªtulo inicialmente significaba ¨²nicamente ¡°comandante¡±) para todo lo que importaba. Puede que no estemos yendo por el mismo camino exactamente ¡ªaunque ?podemos estar seguros de ello?¡ª, pero ya ha empezado el proceso de destrucci¨®n de la esencia democr¨¢tica al tiempo que se mantienen las formas.
Piensen en lo que acaba de pasar en Carolina del Norte. Los votantes han tomado una decisi¨®n clara, y han elegido a un gobernador dem¨®crata. La legislatura republicana no ha invalidado abiertamente el resultado ¡ªno esta vez, en cualquier caso¡ª, pero, a efectos pr¨¢cticos, le ha arrebatado su poder al gobernador, y se ha asegurado de que la voluntad de los votantes no tenga peso real.
Si sumamos cosas as¨ª a los intentos constantes de privar del derecho al voto a los grupos minoritarios, o al menos disuadirles de que voten, tenemos los cimientos de un Estado monopartidista de facto: uno que sigue fingiendo que existe una democracia, pero que ha ama?ado el juego para que el bando contrario nunca gane.
?Por qu¨¦ est¨¢ pasando esto? No pregunto por qu¨¦ los votantes blancos de clase trabajadora respaldan a pol¨ªticos cuyas pol¨ªticas los perjudican (volver¨¦ sobre ese asunto en futuras columnas). Mi pregunta es m¨¢s bien por qu¨¦ a los pol¨ªticos y los funcionarios de uno de los partidos ya no parece importarles lo que antes se consideraban valores estadounidenses fundamentales. Y seamos claros: este es un problema republicano, no algo que ¡°los dos bandos hacen¡±.
?Y qu¨¦ impulsa ese comportamiento? No creo que sea algo puramente ideol¨®gico. Los pol¨ªticos que supuestamente defienden el libre mercado est¨¢n descubriendo que el capitalismo basado en el amiguismo funciona bien siempre que los amigos sean los correctos. No guarda relaci¨®n con la lucha de clases; la redistribuci¨®n de la riqueza de las clases baja y media entre los adinerados est¨¢ presente en todas las pol¨ªticas republicanas modernas. Yo dir¨ªa que el ataque contra la democracia se debe simplemente al arribismo de los bur¨®cratas de un sistema aislado de las presiones externas mediante unas circunscripciones electorales manipuladas, una lealtad partidista inquebrantable y cantidades ingentes de ayuda econ¨®mica de los plut¨®cratas.
Lo ¨²nico que les importa a esas personas es acatar la disciplina del partido y mantener el dominio de este. Y s¨ª, a veces, parecen consumidas por la rabia contra cualquiera que cuestione sus actos, y bueno, as¨ª es como responden siempre los piratas cuando se los acusa de pirater¨ªa.
Todo esto deja clara una cosa: que la enfermedad de la pol¨ªtica estadounidense no empez¨® con Donald Trump, como tampoco la enfermedad de la Rep¨²blica Romana empez¨® con C¨¦sar. Los cimientos de la democracia hace d¨¦cadas que se est¨¢n erosionando, y nada garantiza que alguna vez sea posible restaurarlos.
Pero si albergamos alguna esperanza de redenci¨®n, tendremos que empezar por admitir lo mal que est¨¢ la situaci¨®n. La democracia estadounidense se encuentra al borde del abismo.
Traducci¨®n de News Clips.
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