Fern¨¢ndez Toxo, eclipse de luna en CC?OO
El l¨ªder sindical, que se curti¨® en las filas antifranquistas, anticipa su retirada del sindicato
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Es tan dif¨ªcil encontrar una imagen de Ignacio Fern¨¢ndez Toxo (Ferrol, 1952) sonriendo como reconocerlo vestido de corbata, extremos de un car¨¢cter espartano y herm¨¦tico que desafina en los tiempos de la pol¨ªtica teleg¨¦nica y carism¨¢tica. Empezaba a resultarle extra?a la sociedad espa?ola al l¨ªder de CC OO. Y a la sociedad empezaban a resultarle extra?os Toxo y el propio sindicato, hasta el extremo de que los afiliados menores de 30 a?os representan apenas el 3,6%.
Es una prueba del anquilosamiento de los sindicatos hist¨®ricos. Legitimados en su valent¨ªa contra el franquismo ¡ªToxo estuvo en la c¨¢rcel¡ª, fundamentales en la idiosincrasia de la democracia espa?ola, pero degradados a un papel tan gregario y alcanforado como pueda estarlo la Iglesia en la percepci¨®n de la realidad contempor¨¢nea.
El balance de Fern¨¢ndez Toxo, por ejemplo, aloja un retroceso de casi 300.000 afiliados en estos ocho a?os de gesti¨®n, aunque el deterioro trasciende la estricta responsabilidad del secretario general. No se le puede culpar de los ERE andaluces, de las tarjetas black, pero s¨ª puede reproch¨¢rsele tanto a ¨¦l como a C¨¢ndido M¨¦ndez, pareja de hecho en la trinchera proletaria, el problema de haber perdido el pulso de la calle. Especialmente cuando Podemos aprovech¨® la inercia de los indignados del 15-M, cuando la crisis m¨¢s exig¨ªa de UGT y de CC OO, o cuando las fiestas del trabajo del 1 de mayo agonizaron en ejercicios de nostalgia.
Fern¨¢ndez Toxo acudir¨¢ a la pr¨®xima a punto de convertirse en afiliado raso. Y no le han faltado galones a la trayectoria del l¨ªder gallego: presidente del comit¨¦ en los astilleros de Baz¨¢n, secretario general de la Federaci¨®n del Metal, cargo equivalente en la Minerometal¨²rgica, y responsable de Acci¨®n Sindical entre 2004 y 2008.
Fue su trampol¨ªn a la secretar¨ªa general en un congreso bastante traum¨¢tico. No ya porque parec¨ªa inconcebible la derrota de Jos¨¦ Mar¨ªa Fidalgo en su papel de favorito, sino porque la diferencia de apenas 28 votos en el desenlace del proceso divid¨ªa el sindicato por la mitad, de tal manera que la primera legislatura de Toxo, enfatizada por dos huelgas generales al Gobierno de Zapatero, consisti¨® en pacificar las siglas. Y en predisponer, desde el trabajo abnegado de costurero, un hito personal, pues la propuesta de renovaci¨®n en el cargo supremo obtuvo una adhesi¨®n del 85,6% (2013). Esa era la manera de apoyar a Toxo en los a?os m¨¢s duros de la crisis econ¨®mica, tanto por la severa reforma laboral como por la precariedad del empleo, y la marginalidad de los grandes sindicatos en los convenios colectivos.
Parec¨ªa Toxo consciente de encontrarse en una ¨¦poca que le resultaba incomprensible, sobre todo desde la perspectiva de un activista cuyo primer mito adolescente documentado consisti¨® en arrojar unos huevos de tinta a la pantalla donde se proyectaba Boinas verdes. Ten¨ªa 16 a?os el entonces aprendiz de electricista y se atrevi¨® a embadurnar la imagen de John Wayne como reacci¨®n de protesta a la guerra de Vietnam. Y como se?al inequ¨ªvoca de su antiimperialismo.
Ha justificado su marcha con la necesidad de un relevo generacional
Aquella bravuconada iconoclasta result¨® una an¨¦cdota respecto al trauma de la huelga de astilleros que sacudi¨® Ferrol en 1972. Un desaf¨ªo a Franco en su ciudad natal que el propio r¨¦gimen aplac¨® con una represi¨®n en la que murieron dos compa?eros de Toxo. A ¨¦l terminaron encarcel¨¢ndolo unos meses. Y decidi¨® pasar a la clandestinidad, refugi¨¢ndose en un alias, ?ngel Luna Gonz¨¢lez, del que no pudo desprenderse por completo hasta que se aprob¨® la Ley de Amnist¨ªa en 1977.
Se entiende as¨ª la fama batalladora del l¨ªder sindical. Y se comprende su beligerancia en el sector metal¨²rgico. Ninguno tan importante por tradici¨®n y por n¨²mero de afiliados. Y ninguno m¨¢s adecuado en la ¨¦pica proletaria de un currante que hizo apostolado de la integridad y de la coherencia, aunque no estuviera particularmente dotado de otras habilidades sociales. Serio, demasiado serio. Reservado, demasiado reservado. Y puede que hu¨¦rfano tambi¨¦n, demasiado hu¨¦rfano, de su estrech¨ªsima relaci¨®n con C¨¢ndido M¨¦ndez. Empatizaron en la liturgia del meg¨¢fono, en la indumentaria de la chupa de ante, en la evoluci¨®n del dogmatismo marxista y en la resignaci¨®n que supon¨ªa haberse alejado del fervor de los trabajadores.
Un buen ejemplo fueron las huelgas generales de 2012. Se trataba de refutar la reforma laboral y los recortes que hab¨ªa promovido el Gobierno de Rajoy, pero la escasez del seguimiento arroj¨® un efecto contraproducente. Es m¨¢s, la emergencia de la crisis econ¨®mica estableci¨® unas condiciones de concienciaci¨®n y de docilidad fruto de las cuales el Gobierno, la patronal y los sindicatos se avinieron a firmar a tres bandas los t¨¦rminos de un pacto salarial in¨¦?dito que escenificaba la pax sindical y la extra?eza solidaria.
Pueden entenderse as¨ª los elogios p¨®stumos que la ministra de Trabajo, F¨¢tima B¨¢?ez, consagr¨® a Fern¨¢ndez Toxo en el trance de la eleg¨ªa. No ya elogiando su buen talante y su flexibilidad, a medida de los metales d¨²ctiles que cambian de forma sin romperse, sino reconoci¨¦ndole su m¨¦rito en los ¡°grandes acuerdos nacionales¡±, m¨¢s o menos como si el l¨ªder sindical hubiera sido domesticado. Y como si el activista de las Boinas verdes se hubiera convertido en un ¨¢rbol del paisaje popular.
Es un desenlace contradictorio en el expediente de ?ngel Luna Gonz¨¢lez. Y, en cierto sentido, una capitulaci¨®n, sobre todo cuando Fern¨¢ndez Toxo se ha abstenido de concluir la etapa de 12 a?os que parec¨ªa haberle comprometido. Mantuvo en secreto la decisi¨®n de su retirada. Y la ha justificado en la necesidad de un relevo generacional. No tanto por los 45 a?os de su heredero, Unai Sordo, como por el hecho de que Fern¨¢ndez Toxo pertenece a otra ¨¦poca. Y ha dilatado hasta donde ha podido la valent¨ªa del antifranquismo, el orgullo de la Transici¨®n, el desencanto felipista, la aversi¨®n a Aznar, la incomprensi¨®n de Zapatero y la inmortalidad de Mariano Rajoy.
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