No fue una fiesta de alcohol y mujeres
Como espa?oles tenemos motivos para la autoestima porque pese a la crisis no han aparecido fuerzas xen¨®fobas
Posiblemente fue un acto fallido freudiano. Cuando Jeroen Dijsselbloem, el ministro holand¨¦s de Econom¨ªa presidente del Eurogrupo, dijo que un socialdem¨®crata del norte como ¨¦l no pod¨ªa ser solidario con aquellos que en el sur se ¡°hab¨ªan gastado el dinero en alcohol y mujeres¡±, probablemente le traicion¨® el inconsciente. Seg¨²n aclar¨® despu¨¦s, ese arrebato fue el resultado de su educaci¨®n calvinista y de su sinceridad. Si fuese as¨ª, hay que reconocer que el suyo es un calvinismo desnortado.
Este acto fallido refleja muy bien el mundo de t¨®picos en los que se mueve a¨²n hoy la pol¨ªtica europea. Unos t¨®picos nada banales. Al contrario, han tenido una influencia decisiva en la justificaci¨®n pol¨ªtica que se dio a la pol¨ªtica de austeridad impuesta a los pa¨ªses del sur. Una pol¨ªtica macroecon¨®mica equivocada, como hoy es generalmente reconocido, que hizo que la eurozona recayese en una segunda y larga recesi¨®n (2011-2014), con consecuencias dram¨¢ticas sobre la actividad econ¨®mica, el empleo, el ingreso de los hogares y las condiciones de vida de millones de europeos.
Cuando escribo, leo en este mismo diario una referencia al informe que acaba de publicar Transparencia Internacional sobre el papel jugado por el Banco Central Europeo en las fases m¨¢s agudas de la Gran Recesi¨®n. Le acusa de haber tomado decisiones ¡°pol¨ªticas¡± (es decir, no t¨¦cnicas) en la crisis griega y en las presiones a Espa?a, Italia e Irlanda. El BCE condicion¨® el dinero a cambio de control no democr¨¢tico sobre la pol¨ªtica presupuestaria y reformas sociales de fuerte impacto. De hecho, hay que recordar que Espa?a se vio forzada a introducir un cambio expr¨¦s en la misma Constituci¨®n para atender las amenazas contenidas en la carta confidencial que el presidente del BCE, Jean Paul Trichet, envi¨® al presidente espa?ol, Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero.
Por cierto, este mismo tipo de denuncia la hab¨ªa formulado ya en 2014 la Oficina de Evaluaci¨®n Independiente del FMI, una especie de auditor pol¨ªtico interno, en un informe sobre la pol¨ªtica que hab¨ªa seguido la instituci¨®n, como parte integrante de la troika europea, en el caso de Grecia. Las acusaciones de haber tomado decisiones ¡°pol¨ªticas¡± y no t¨¦cnicas son de la misma naturaleza que las que ahora hace Transparencia Internacional al BCE.
Como espa?oles tenemos motivos para la autoestima porque pese a la crisis no han aparecido fuerzas xen¨®fobas
Tanto este tipo de decisiones ¡°pol¨ªticas¡± de organismos t¨¦cnicos como las manifestaciones ¡°calvinistas¡± del presidente del Eurogrupo son ejemplos de conductas de riesgo moral (moral hazard) de las instituciones y autoridades europeas. Sus respuestas a la crisis financiera internacional de 2008 y a la crisis de deuda de 2010 impusieron pol¨ªticas y reformas en beneficio de los acreedores cuyo coste recay¨®, sin embargo, sobre ciudadanos que no hab¨ªan participado en ninguna fiesta de alcohol y mujeres.
Si los bancos privados franceses o alemanes, por ejemplo, hab¨ªan prestado voluntariamente dinero a los bancos espa?oles para financiar inversiones inmobiliarias arriesgadas, lo l¨®gico es que si esas inversiones fallaran ellos corriesen con una parte, al menos, de las p¨¦rdidas. Ese es el buen capitalismo. El que invierte a riesgo y ventura, como se dec¨ªa antes. El malo es el capitalismo de riesgo moral. El que se queda con los beneficios y socializa las p¨¦rdidas. Y, como vamos viendo, fue ayudado desde el poder pol¨ªtico e institucional europeo.
La tarea de acabar con las conductas de riesgo moral, de democratizar el funcionamiento de las instituciones europeas, de dar transparencia a sus decisiones y de que cada uno asuma la responsabilidad por sus actos no ser¨¢ f¨¢cil. Pero es esencial para legitimar la construcci¨®n europea. De lo contrario, no nos deber¨ªa sorprender el populismo y el retorno de los ciudadanos a los Estados nacionales.
Mientras tanto, conviene recordar que como espa?oles tenemos motivos para la autoestima. La cultura moral y pol¨ªtica demostrada en estos casi 10 a?os de dura crisis, ca¨ªda de salarios y de paro es admirable. La sociedad ha sabido sobrellevarlos sin que se haya producido una explosi¨®n social ni hayan aparecido fuerzas pol¨ªticas xen¨®fobas y antieuropeas con amplio apoyo social. Como s¨ª ha ocurrido, por cierto, en el pa¨ªs del se?or Dijsselbloem.
Pero tambi¨¦n tenemos motivos para la autoestima econ¨®mica. La r¨¢pida correcci¨®n de los desequilibrios macroecon¨®micos y, especialmente, el comportamiento del sector exterior de la econom¨ªa espa?ola, en particular, del sector de servicios no tur¨ªsticos no tienen parang¨®n en ning¨²n otro pa¨ªs europeo. Est¨¢ siendo una verdadera transformaci¨®n estructural de la econom¨ªa espa?ola. Pero, si me lo permiten, de esto hablar¨¦ otro d¨ªa.
Lo que hoy me interesaba decir es que no fue una fiesta de alcohol y mujeres. Tenemos motivos para la autoestima. Aunque eso no implique total complacencia. Los retos del desempleo, la pobreza, la falta de oportunidades o la mejora de la productividad siguen ah¨ª. Pero se afrontan mejor con autoestima que dej¨¢ndonos llevar por t¨®picos.
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