Rentas monopol¨ªsticas e impuesto de sociedades
Se da por hecho que reducir la fiscalidad de las empresas es buena idea. Los datos no dicen eso
En cierta medida, es dif¨ªcil tomarse en serio la propuesta de ¡°reforma¡± fiscal del Gobierno de Trump. Un tipo sale elegido como populista y sus dos primeras grandes propuestas son (a) retirarles a millones de personas su seguro sanitario y (b) reducirles los impuestos a las grandes empresas. Vaya.
Es m¨¢s, Trump es ignorante hasta decir basta en materia de impuestos (y en todo lo dem¨¢s). Sigue declarando que Estados Unidos es el pa¨ªs con los impuestos m¨¢s altos del mundo, que es casi lo opuesto a la verdad entre los pa¨ªses avanzados. Y sus aliados en el Congreso no son ignorantes, pero s¨ª mentirosos: Paul Ryan propone recaudar y ahorrar billones de d¨®lares sin especificar c¨®mo.
Pero hay aqu¨ª una pregunta realmente interesante, aunque no deber¨ªamos dar cr¨¦dito a las respuestas republicanas. ?Qui¨¦n paga de hecho el impuesto de sociedades? ?Recae sobre las grandes empresas y, por tanto, finalmente sobre sus accionistas? ?O incide en ¨²ltima instancia en los salarios, como afirma el Gobierno?
Ha habido muy buenos debates sobre este tema en la Oficina Presupuestaria del Congreso (CBO, por sus siglas en ingl¨¦s). Esta se muestra esc¨¦ptica respecto a los an¨¢lisis de regresiones entre pa¨ªses que parecen indicar que buena parte de la carga recae sobre los salarios.
Coincido en cuanto a los principios generales: en la mayor¨ªa de los casos es demasiado dif¨ªcil controlar otros factores. Las ¨²nicas veces que me tomo en serio los resultados entre pa¨ªses es cuando hay un factor con una conducta diferencial verdaderamente dr¨¢stica que probablemente tenga grandes repercusiones, como las enormes diferencias en el grado de austeridad presupuestaria entre 2009 y 2013. El tratar de deducir las repercusiones de la fiscalidad empresarial, que no difiere tanto entre pa¨ªses de la OCDE y seguramente no sea la principal causante de las diferencias salariales, parece in¨²til.
La alternativa es una especie de relato estructural; y pienso que aqu¨ª hay un argumento importante, ya planteado por la CBO, pero sobre el que es necesario insistir: realmente debemos tener en cuenta las rentas monopol¨ªsticas.
La manera habitual de contar este relato es plantear los impuestos sobre sociedades como un impuesto sobre los rendimientos del capital f¨ªsico. La historia dice a continuaci¨®n que, en los viejos tiempos, cuando la movilidad de capitales entre pa¨ªses era limitada, las sociedades an¨®nimas no ten¨ªan realmente manera de evitar la tributaci¨®n, de modo que ese impuesto reca¨ªa efectivamente sobre los accionistas. Pero ahora, prosigue la narraci¨®n, tenemos unos capitales altamente m¨®viles; si se les hace tributar en un pa¨ªs, se ir¨¢n, provocando una escasez de capitales y una bajada de los salarios, hasta que las tasas de rendimiento despu¨¦s de impuestos en ese pa¨ªs vuelvan a la media mundial.
Hay importantes salvedades que hacer a este relato ya de partida. Por un lado, la movilidad de los capitales sigue distando mucho de ser perfecta: la correlaci¨®n de Feldstein y Horioka entre ahorros nacionales e inversi¨®n nacional se ha debilitado, pero sigue existiendo. Por otro lado, Estados Unidos es un pa¨ªs grande, capaz de afectar a las tasas de rendimiento mundiales. Y una cosa m¨¢s: teniendo en cuenta el tama?o de Estados Unidos, la bajada del impuesto de sociedades bien podr¨ªa inducir recortes competitivos en otros pa¨ªses, reduciendo a¨²n m¨¢s el impacto sobre los salarios estadounidenses.
Pero lo que me ha llamado la atenci¨®n de la CBO ha sido un argumento bien distinto: buena parte de los impuestos de sociedades probablemente no recaigan sobre rendimientos del capital f¨ªsico, sino m¨¢s bien sobre las rentas monopol¨ªsticas. Da igual que esas rentas se hayan obtenido o no de manera justa, mediante, pongamos por caso, una inversi¨®n en tecnolog¨ªa, o incluso que las grandes empresas hayan obtenido o no beneficios superelevados. Mientras la fuente de beneficios local sea alg¨²n tipo de renta monopol¨ªstica, la incidencia del impuesto de sociedades recaer¨¢ sobre los accionistas, no sobre los trabajadores.
Imaginemos un mundo en el que todas las grandes empresas son como Google o Apple: invierten recursos en desarrollar nuevos productos, despu¨¦s venden esos productos ¨Cen los que tienen mucho poder de mercado¨C en diversos pa¨ªses muy por encima del coste de producci¨®n, lo cual es la fuente de sus beneficios. Reducir el tipo impositivo sobre esos beneficios no les har¨¢ emplear a m¨¢s personas, impulsando la demanda de trabajadores y, por lo tanto, los salarios; simplemente les permitir¨¢ conservar una parte mayor de sus rentas.?
Un ejemplo similar: piensen en el sector farmac¨¦utico, en el que las empresas desarrollan un medicamento y despu¨¦s lo venden en todo el mundo. Algunos pa¨ªses utilizan la capacidad negociadora de sus sistemas sanitarios p¨²blicos para conseguir precios m¨¢s bajos, y otros (nosotros principalmente), no; los pa¨ªses que negocian precios m¨¢s bajos no pagan ning¨²n precio en forma de acceso reducido a los medicamentos. De modo similar, si se impone un tributo a las rentas obtenidas de los monopolios tecnol¨®gicos, no se pierde el acceso a la tecnolog¨ªa, sino que simplemente se recaudan m¨¢s impuestos.
Y hay buenas razones para creer que el poder del mercado es una cuesti¨®n cada vez m¨¢s importante. Insisto, no tiene por qu¨¦ ser injusto, y podr¨ªa suponer una competencia monopol¨ªstica sin muchos retornos superiores al comportamiento del mercado. Lo que quiero decir es que, independientemente de cu¨¢l sea la fuente y la justificaci¨®n del poder de mercado, ese poder debilita el argumento de que la movilidad de capitales hace que reducir el impuesto de sociedades beneficie a los trabajadores.
Esto cambia la historia, ?a que s¨ª? En lugar de centrarnos en la movilidad de capitales como raz¨®n por la que los impuestos sobre beneficios podr¨ªan recaer en los trabajadores, tal vez deber¨ªamos fijarnos en el creciente poder de mercado como raz¨®n por la que los impuestos de sociedades recaen en los capitalistas.
Lo importante por ahora es que cuando alguien les diga que los cambios en el mundo han hecho obsoletos los impuestos de sociedades a la vieja usanza se muestren esc¨¦pticos. Es posible que algunos de los cambios que han tenido lugar en el mundo hayan hecho que el impuesto sobre beneficios sea ahora una idea mejor que nunca.
Paul Krugman es premio Nobel de Econom¨ªa.
? The New York Times Company, 2017.?
Traducci¨®n de News Clips.
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