Por qu¨¦ la inflaci¨®n baja no es una sorpresa
Los que han utilizado la f¨¢bula que prevaleci¨® en los a?os 70 para predecir el alza de precios estaban equivocados
El hecho de que la inflaci¨®n se haya mantenido obstinadamente baja en todo el norte del globo ha representado una sorpresa para muchos analistas econ¨®micos. En septiembre, el siempre agudo y reflexivo Nouriel Roubini, de la Universidad de Nueva York, atribuy¨® esta tendencia a sacudidas positivas de la oferta agregada, o sea, la oferta de ciertos bienes ha aumentado, haciendo bajar los precios. Como resultado de ello, Roubini observ¨® que ¡°la inflaci¨®n subyacente ha ca¨ªdo¡± aunque ¡°se podr¨ªa esperar que la reciente aceleraci¨®n del crecimiento en las econom¨ªas avanzadas traiga aparejado un repunte de la inflaci¨®n¡±.
Mientras tanto, la Reserva Federal de Estados Unidos ¡°ha justificado su decisi¨®n de empezar a normalizar las tasas, a pesar de una inflaci¨®n subyacente por debajo de la meta, con el argumento de que las sacudidas del lado de la oferta que debilitan la inflaci¨®n son temporarias¡±. Roubini concluye que, ¡°aunque los bancos centrales no est¨¢n dispuestos a abandonar su meta de inflaci¨®n formal del 2%, s¨ª est¨¢n dispuestos a extender el tiempo para alcanzarla¡±.
En mi opini¨®n, interpretar la baja inflaci¨®n de hoy como un s¨ªntoma de sacudidas temporales del lado de la oferta muy probablemente termine siendo un error. Este diagn¨®stico parece malinterpretar la evidencia hist¨®rica del per¨ªodo entre principios de los a?os 1970 y finales de los a?os 1990, y por lo tanto est¨¢ basado en una presunci¨®n fundamentalmente err¨®nea sobre el principal motor de la inflaci¨®n en el hemisferio Norte desde la II Guerra Mundial.
Nunca debe permitirse a los bancos centrales ni a los economistas utilizar pol¨ªticas excesivamente expansionistas
Desde los a?os 70, los economistas han mantenido una visi¨®n casi consensuada de que la curva de Phillips tiene una pendiente sustancial, lo que significa que los precios reaccionan fuertemente a los cambios en la demanda. Seg¨²n esta visi¨®n, los incrementos relativamente peque?os de la demanda agregada sobre los niveles coincidentes con el pleno empleo tendr¨¢n un impacto sustancial no s¨®lo en la inflaci¨®n, sino tambi¨¦n en las expectativas de inflaci¨®n. Un per¨ªodo de inflaci¨®n de r¨¢pida aceleraci¨®n en el pasado reciente llevar¨¢ a la gente a creer que la inflaci¨®n tambi¨¦n aumentar¨¢ en el futuro.
Hace m¨¢s de 20 a?os, escrib¨ª un documento llamado ?nica inflaci¨®n en tiempos de paz en Estados Unidos: los setenta, en el que cuestionaba este argumento. Demostr¨¦ que, cuando se desarroll¨® la visi¨®n hoy estandarizada sobre la inflaci¨®n en los a?os 70, los incrementos en la demanda agregada sobre los niveles consistentes con el pleno empleo en verdad eran pocos, cortos y peque?os, y que los saltos de la inflaci¨®n pasados no hab¨ªan sido incorporados en las expectativas futuras tan r¨¢pidamente, sino poco a poco con el transcurso del tiempo.
En verdad, llev¨® tres grandes sacudidas adversas de la oferta para que las expectativas se ajustaran. Adem¨¢s de la guerra de Yom Kippur en 1973 y de la revoluci¨®n iran¨ª de 1979, el crecimiento de la productividad comenz¨® a desacelerarse al mismo tiempo que los sindicatos todav¨ªa ten¨ªan un poder sustancial en la fijaci¨®n de precios y los incrementos salariales negociados previamente ya estaban bloqueados en los contratos de muchos trabajadores.
A pesar de estas sacudidas, los banqueros centrales, principalmente el entonces presidente de la Reserva Federal Arthur F. Burns, eran reacios a comprometerse a alcanzar una estabilidad de precios. Por el contrario, Burns, l¨®gicamente preocupado de que una lucha contra la inflaci¨®n trajera aparejada una profunda recesi¨®n, decidi¨® dar una patada al problema y trasladarlo al futuro. Y, como ahora sabemos, eso prepar¨® el terreno para 1979, cuando Paul Volcker sucedi¨® a Burns como presidente de la Reserva Federal, aument¨® la tasa de los fondos federales (una medida que hoy se conoce como la ¡°desinflaci¨®n Volcker¡±) y gener¨® la Gran Recesi¨®n de 1979-1982.
Curiosamente, esta historia de lo que realmente sucedi¨®, por alguna raz¨®n, fue absorbida por una narrativa alternativa a la que muchos todav¨ªa se aferran hoy en d¨ªa. Seg¨²n este relato pseudo-hist¨®rico, los economistas keynesianos en los a?os 60 no entend¨ªan la tasa natural de desempleo, de modo que persuadieron a los banqueros centrales y a los gobiernos de implementar pol¨ªticas excesivamente expansionistas que llevaran la demanda agregada por encima de los niveles de pleno empleo.
Esta, por supuesto, fue una afrenta a los dioses del mercado, que respondieron aplicando una retribuci¨®n divina en forma de una inflaci¨®n alta y persistente. La desinflaci¨®n Volcker fue, entonces, un acto de penitencia. Para expurgar el pecado original, fue necesario sacrificar millones de empleos e ingresos de los trabajadores.
La lecci¨®n clara de este relato es que nunca m¨¢s se debe permitir que los economistas y los banqueros centrales implementen pol¨ªticas excesivamente expansionistas. Pero ¨¦se, obviamente, es un mal consejo sobre pol¨ªticas.
Despu¨¦s de todo, han pasado m¨¢s de 20 a?os desde que los economistas Douglas Staiger, James H. Stock y Mark W. Watson demostraron que la tasa natural de desempleo no es un par¨¢metro estable que se pueda estimar con precisi¨®n. Y los economistas Olivier Blanchard, Eugenio Cerutti y Lawrence H. Summers han derribado la creencia de que la curva de Phillips tiene una pendiente sustancial. En verdad, decir que ten¨ªa una pendiente sustancial inclusive en los a?os 70 requiere que apartemos la mirada de las sacudidas de la oferta de esa d¨¦cada, y que atribuyamos a la demanda desenlaces que m¨¢s factiblemente son atribuidos a la oferta.
Se ha demostrado que todos los que han utilizado la f¨¢bula econ¨®mica dominante en los a?os 70 para predecir incrementos de la inflaci¨®n en los a?os 90, los 2000 y ahora los 2010 estaban equivocados. ?Por qu¨¦ entonces hoy seguimos tan aferrados a la narrativa?
La mejor explicaci¨®n que he o¨ªdo¡ªaunque inadecuada y sumamente tentativa¡ª es que encaja con nuestros prejuicios cognitivos, porque nos dice lo que queremos o¨ªr. Parece ser parte de nuestra naturaleza buscar historias sobre pecado y retribuci¨®n, crimen y castigo, error y escarmiento merecido. Averiguar por qu¨¦ tenemos este prejuicio cognitivo sin duda dar¨¢ lugar a muchas carreras en psicolog¨ªa en el futuro. Mientras tanto, deber¨ªamos liberarnos de una prisi¨®n heur¨ªstica que nosotros mismos hemos creado.
J. Bradford DeLong, ex subsecretario adjunto del Tesoro de Estados Unidos, es profesor de Econom¨ªa en la Universidad de California en Berkeley y socio de investigaci¨®n en la Oficina Nacional de Investigaci¨®n Econ¨®mica.
? Project Syndicate, 2018. www.project-syndicate.org
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