Ahora toca la reforma social
Para curar el malhumor de la sociedad hacen falta pol¨ªticas con una elevada dosis de equidad
Hay un tiempo para cada cosa, seg¨²n el Eclesiast¨¦s. Esta sabidur¨ªa de los textos sagrados bien puede utilizarse para justificar el giro que han de dar las democracias liberales occidentales a sus pol¨ªticas. Tras m¨¢s de tres d¨¦cadas en que la orientaci¨®n dominante han sido las reformas econ¨®micas, ahora es tiempo de la reforma social.
Si la sabidur¨ªa de los textos sagrados no es suficiente fuente de autoridad, podemos recurrir a la teor¨ªa de los ciclos de la historia. Este enfoque sostiene que despu¨¦s de una etapa elitista conservadora viene ¡ªno sin convulsiones¡ª una etapa democr¨¢tico liberal. Sucedi¨® as¨ª despu¨¦s de la "Belle ?poque" (desde la segunda mitad del XIX hasta la Primera Guerra Mundial). Una ¨¦poca donde la primera revoluci¨®n industrial, la globalizaci¨®n financiera y las pol¨ªticas econ¨®micas del "patr¨®n oro" dieron lugar a la aparici¨®n de una nueva aristocracia del dinero vinculada a los grandes monopolios y a la corporativizaci¨®n de la econom¨ªa.
La enorme desigualdad, la pobreza y la falta de oportunidades (junto con las crisis financieras y la volatilidad) que trajo la "Belle ?poque" provocaron la aparici¨®n de numerosos movimientos de reforma social. Y tambi¨¦n los primeros partidos populistas vinculados a sectores populares, como los peque?os agricultores y los trabajadores.
Esos movimientos de reforma social influyeron en los partidos de la ¨¦poca, especialmente en los liberales. Fue el caso del joven presidente norteamericano Theodore Roosevelt de 1901 y sus "Progressive reforms". O el "People's Budget" (Presupuesto del Pueblo) de 1909-1910 del gobierno liberal de David Lloyd George en el Reino Unido, apoyado por el joven Winston Churchill, con elevados impuestos sobre las dos principales grupos sociales que acumulaban la riqueza de la ¨¦poca (la aristocracia tradicional de la tierra y la nueva aristocracia del dinero) para financiar nuevos "programas sociales".
En paralelo, el pensamiento econ¨®mico experiment¨® una profunda transformaci¨®n de la mano del gran economista brit¨¢nico John Maynard Keynes. Cre¨® la macroeconom¨ªa y dio al Estado un nuevo papel en la regulaci¨®n del capitalismo y en la gesti¨®n de la demanda agregada. El resultado de ambas transformaciones fueron las democracias liberales y la econom¨ªa social de mercado de posguerra.
Pero algo cambi¨® a finales de los ochenta del siglo pasado. Coincidiendo con la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn y el final de la Guerra Fr¨ªa, las sociedades occidentales se han visto sometidas a dos procesos que han transformado profundamente el sistema pol¨ªtico-econ¨®mico. Las reformas de este per¨ªodo favorecieron la liberalizaci¨®n financiera y la globalizaci¨®n sin l¨ªmites ni controles, la desregulaci¨®n de los mercados de trabajo, la aparici¨®n de nuevos monopolios y de nuevos sistemas de retribuci¨®n de los altos directivos de las grandes corporaciones. Surgi¨® una nueva meritocracia del dinero que dio un nuevo sesgo a la pol¨ªtica y a la econom¨ªa: las democracias liberales se hicieron m¨¢s liberales, pero menos democr¨¢ticas; y la econom¨ªa social de mercado menos social y m¨¢s de libre mercado. Las pol¨ªticas poscrisis 2008 han agudizado esas tendencias.
Nuestras sociedades est¨¢n malhumoradas. Para curar este malhumor se necesita una nueva dieta de pol¨ªticas que contengan una elevada dosis de equidad. Si los partidos tradicionales y las ¨¦lites econ¨®micas y tecnocr¨¢ticas no son capaces de liderar este giro social los nuevos populistas ocupar¨¢n su terreno. De imponerse el populismo autoritario, tipo Donald Trump, posiblemente el orden pol¨ªtico y econ¨®mico de la posguerra saltar¨¢ por los aires. Pero, en ese caso, tan responsables ser¨¢n los populistas autoritarios como los propios liberales.
Hoy hay que volver a recordar algo obvio: las sociedades para avanzar armoniosamente necesitan combinar eficiencia econ¨®mica y equidad social, de la misma forma que las personas para caminar necesitan utilizar tanto la pierna derecha como la izquierda. Lo ideal ser¨ªa avanzar simult¨¢neamente en ambos tipos de reformas. Pero no es posible. La raz¨®n quiz¨¢ sea que las elites que promueven las reformas econ¨®micas est¨¢n incapacitadas para entender la necesidad de las reformas sociales. De ah¨ª que los populistas puedan ser vistos como emprendedores de la reforma social. Emmanuel Macron, un joven l¨ªder sin servidumbres partidistas, parece haberlo comprendido y estar dispuesto a dar la batalla del nuevo liberal progresismo.
Pero no ser¨¢ f¨¢cil construir un nuevo "contrato social" como el de entreguerras. El motivo es que a¨²n no est¨¢n presentes algunos de los elementos que estaban a principios del siglo pasado, a los que he hecho referencia m¨¢s arriba. Pero, en cualquier caso, ahora toca la reforma social.
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