Econom¨ªa (no) social de mercado
Hay que volver a reconciliar la econom¨ªa de mercado con el bien com¨²n
Cu¨¢l es el pegamento que hace que una sociedad permanezca unida y evite el caos pol¨ªtico? Si tuvi¨¦semos una respuesta podr¨ªamos entender mejor las causas del profundo malestar social y el creciente apoyo a dirigentes populistas mesi¨¢nicos. Y, m¨¢s importante, podr¨ªamos darle respuesta antes de que las democracias se vean abocadas a la barbarie. Sin embargo, as¨ª planteada, la pregunta es demasiado ambiciosa para abordarla en esta columna. Perm¨ªtanme circunscribirla a un terreno m¨¢s limitado: ?C¨®mo contribuye la econom¨ªa a la formaci¨®n de ese pegamento? Y, ?en que medida lo est¨¢ haciendo ahora?
La respuesta a la primera cuesti¨®n es que la econom¨ªa contribuye a ese pegamento mediante su orientaci¨®n al bien com¨²n. Ese es su fin ¨²ltimo, seg¨²n el mejor pensamiento econ¨®mico de todas las ¨¦pocas. No es la defensa de la propiedad privada y de los intereses individuales; ni tampoco darle al Estado instrumentos para que las ¨¦lites pol¨ªticas puedan imponer sus preferencias y valores sobre el inter¨¦s general. Ni tampoco la b¨²squeda de la riqueza sin matices. Cuando Adam Smith escribi¨® a finales del siglo XVIII su Investigaci¨®n sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones no buscaba la riqueza del Monarca ni la del Estado, como hab¨ªa ocurrido en la etapa mercantilista anterior, sino la riqueza entendida en lo que hoy llamamos renta per c¨¢pita de la sociedad. Una noci¨®n pr¨®xima al ¡°bien com¨²n¡±.
Pero, dado que las personas tenemos preferencias y valores distintos, ?c¨®mo podemos ponernos de acuerdo en lo que es el ¡°bien com¨²n? Una larga tradici¨®n intelectual que llega al presente (La econom¨ªa del bien com¨²n de Jean Tirole, premio Nobel de Econom¨ªa en 2014) ha recorrido al expediente de situar a las personas ¡°tras el velo de la ignorancia¡± haci¨¦ndoles esta pregunta: ¡°?En qu¨¦ sociedad le gustar¨ªa vivir, sabiendo que podr¨ªa ser hombre o mujer, estar dotado de buena o mala salud, haber nacido en el seno de una familia acomodada o pobre, instruida o poco cultivada, crecer en el centro de una ciudad din¨¢mica o en un barrio perif¨¦rico¡.¡±. En esta situaci¨®n de ignorancia sobre el futuro, nuestras respuestas son racionales, buscamos el bien com¨²n.
Aunque es dif¨ªcil ponernos tras el velo de la ignorancia, dado lo condicionados que estamos por nuestro lugar en la sociedad, hay situaciones hist¨®ricas, en muchos casos traum¨¢ticas, que se le asemejan. Una se produjo con la Gran Depresi¨®n y las dos Guerras Mundiales del siglo pasado. Otra tuvo lugar en Espa?a, al final del franquismo. La imposibilidad de saber con certeza c¨®mo estar¨ªa cada persona y los suyos despu¨¦s de esos sucesos traum¨¢ticos hizo que las clases acomodadas fuesen m¨¢s racionales. Se vio entonces que tener una sanidad y una educaci¨®n p¨²blicas, seguros de paro y un sistema de pensiones eran una garant¨ªa para todos frente a esas situaciones de incertidumbre. El resultado fue que se escogi¨® un modelo de organizaci¨®n que dimos en llamar ¡°econom¨ªa social de mercado¡±. Un modelo diferente del de libre empresa y laissez faire que hab¨ªa predominado con anterioridad. El resultado fueron los Treinta Gloriosos.
Vayamos ahora a la segunda cuesti¨®n. ?Est¨¢ ahora la econom¨ªa contribuyendo al bien com¨²n? Sin duda, ?no! S¨®lo hace falta ver los datos recientes: el crecimiento ha vuelto a todas las econom¨ªas. Pero la precarizaci¨®n laboral, la depauperizaci¨®n salarial y el aumento de la desigualdad y la pobreza, en particular en Espa?a, no permiten hablar de progreso social. El resultado es que la econom¨ªa de mercado ha perdido su adjetivo social.
?Cu¨¢l es la causa? A mi juicio, toda una serie de pol¨ªticas y reformas que vienen de antes, pero que se han intensificado durante la crisis. Han favorecido la presencia de situaciones de monopolio y de poder de mercado. No s¨®lo en los mercados de bienes y servicios. Tambi¨¦n en el mercado laboral. El ejemplo m¨¢s claro es el desequilibrio competitivo que introdujo la reforma de 2012 en favor de las empresas y en prejuicio de los trabajadores.
Pero, cuidado con sacar conclusiones apresuradas, la causa de la precarizaci¨®n laboral y la desigualdad no es el mercado, sino la falta de mercado. La falta de competencia hace que los precios sean m¨¢s elevados, y los salarios m¨¢s bajos, que los de eficiencia. El resultado es que la econom¨ªa no se orienta al bien com¨²n. Es decir, no contribuye al pegamento que hace que una sociedad permanezca unida y evite el caos pol¨ªtico. Hay que volver a reconciliar econom¨ªa de mercado y bien com¨²n. Porque, probablemente, la alternativa es la barbarie.
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