El ¨²ltimo magnate ballenero
Kristjan Loftsson es el propietario de Hvalur, que sacrifica m¨¢s de un centenar de rorcuales al a?o
Si hay una industria cuya supervivencia es un misterio es la ballenera. La captura de esos hermosos y pac¨ªficos animales para ser procesados por su carne tiene la misma l¨®gica que capturar osos panda para convertirlos en abrigos de piel. Pero esa matanza contin¨²a existiendo. En un fiordo al norte de Reikiavik, la capital de Islandia, el aire helado se entremezcla con un olor dulz¨®n a carne. Las fotograf¨ªas de las instalaciones de la ¨²ltima planta de procesamiento que existe en el mundo de ballenas rorcuales semejan una instalaci¨®n qu¨ªmica. La escena tiene un encuadre familiar. Tres grandes tanques cil¨ªndricos, un par de dependencias bajas construidas con maderas, altas verjas y unas luces intensas que filtran en prismas la lluvia de los primeros d¨ªas de julio. Pero hay algo fuera de sitio. En el patio central, a simple vista, se desploma el cad¨¢ver desollado de la segunda mayor criatura (despu¨¦s de la ballena azul) que habita la Tierra. Es un rorcual com¨²n que horas antes ha sido pescado con arpones explosivos en las corrientes del ?rtico.
Este es el negocio que dirige Kristjan Loftsson, 75 a?os, el ¨²ltimo tratante de ballenas rorcuales del mundo. El ¨²ltimo magnate ballenero. La compa?¨ªa, como explica The New York Times, ha sido denunciada por grupos defensores del medio ambiente, sus barcos saboteados y hundidos por activistas, pero su negocio resulta legal en Islandia porque el pa¨ªs no ha firmado la moratoria internacional que proh¨ªbe la captura de esos cet¨¢ceos.
Kristjan (en Islandia no se usan apellidos)?es uno de los hombres m¨¢s ricos del pa¨ªs, y junto a su hermana el mayor accionista de Hvalur (ballena en island¨¦s), la empresa a trav¨¦s de la cual opera su negocio. Seg¨²n el diario digital visir.is, la empresa factur¨® 863 millones de coronas islandesas (6,9 millones de euros) con sus productos cet¨¢ceos en la pasada temporada (de octubre a septiembre), un 31% menos que el a?o anterior.
En esta campa?a de verano, el Gobierno le ha concedido permiso para matar a 238 rorcuales. A estas alturas del solsticio bien puede haber sacrificado a m¨¢s de un centenar. Poco parece importar que su actividad sea un cheque en blanco del conflicto. "Desde mi punto de vista lo que hace Hvalur es una operaci¨®n criminal, una violaci¨®n de la moratoria del comercio de ballenas seg¨²n la IWC (International Whaling Commission) y, tambi¨¦n, del tratado CITES [que protege el comercio de animales] ya que est¨¢ comerciando con Jap¨®n con la carne de una especie amenazada", denuncia el capit¨¢n Paul Watson, antiguo director de Greenpeace y hoy fundador de Sea Shepherd Conservation Society.
Sin embargo, para?Kristjan su actividad no resulta muy diferente de la agricultura o de la pesquer¨ªa tradicional. "Si es sostenible, cazas", defiende en declaraciones al peri¨®dico estadounidense. No todo el mundo, claro, comulga con esta visi¨®n simplificada. "Hvalur es un ejemplo de pensamiento antiguo. Sin preocuparse de lo que siente el resto del planeta. Empe?ado en ver a esos bellos animales como valiosos trozos de carne", critica Pete Gill, consejero delegado de la consultora medioambiental Blue Whale Study.
Pero Kristjan Loftsson, como ha reconocido, lleva sangre de ballena en sus venas y tambi¨¦n, dir¨ªase, en sus manos. De ni?o pasaba los veranos en la planta cercana a Reikiavik. Su padre ¡ªquien fund¨® la empresa en 1948¡ª le ense?¨® el oficio desde abajo. Limpiando cubiertas y fregando platos en sus barcos balleneros. En 1974, cuando ten¨ªa 31 a?os, su progenitor muri¨® y se convirti¨® en el responsable de Hvalur.
Estos d¨ªas, Noruega e Islandia son los ¨²nicos pa¨ªses donde est¨¢ permitido el comercio de ballenas. En Jap¨®n, los balleneros operan bajo una licencia de investigaci¨®n cient¨ªfica que proporciona su Gobierno. Aunque tambi¨¦n se consiente la caza a algunas poblaciones nativas de Estados Unidos, Rusia, Canad¨¢ y Groenlandia. Este es el mapamundi actual de la captura de ballenas. En el caso de Noruega, su tradici¨®n se remonta a 1860. Sin embargo, pese a no ratificar el acuerdo que desde 1986 proh¨ªbe la captura de estos animales, se abstuvo de perseguirlos hasta 1992. Pero el armisticio dur¨® poco. En 1993 volvi¨® al mar y a pescar ballenas minke (una especie de rorcual). Esta temporada sus capturas aumentar¨¢n un 28%. De 999 a 1.278 ejemplares. Una herida que no cesa de manar. ?Por qu¨¦? "Al margen de ciertas reivindicaciones culturales, la raz¨®n por la que a¨²n existe esta pesca puede ser en parte econ¨®mica. Los balleneros est¨¢n muy subvencionados y la carne de ballena adem¨¢s de ser consumida por algunos noruegos es adquirida por Jap¨®n", explica Adam Pack, profesor de Biolog¨ªa en la Universidad de Haw¨¢i.
Sorprende mucho que dos pa¨ªses tan progresistas socialmente como Noruega e Islandia permitan este comercio. En este ¨²ltimo, la tradici¨®n est¨¢ tan anclada que ni las protestas en 2013 del presidente Barack Obama ni las cr¨ªticas un a?o despu¨¦s de la Uni¨®n Europea sirvieron para detener las capturas. "Aunque sus pr¨¢cticas no son ilegales, s¨ª resultan innecesarias hoy en d¨ªa y erosionan los progresos que se han logrado en materia de conservaci¨®n a trav¨¦s de mucho trabajo", razona Daniel Palacios, experto en h¨¢bitat de ballenas de la Universidad de Oreg¨®n. "En el caso de Islandia, la raz¨®n por la que a¨²n existe esta industria es por Loftsson y solo por Loftsson", remarca Paul Watson. Pero este ballenero tampoco es un viaje al final de la noche. Todo resulta m¨¢s gris. Robert Read, jefe de la oficina de operaciones de la divisi¨®n brit¨¢nica de Sea Shepherd, cuenta que es un "hombre bastante inteligente". "Cuando haces una pregunta generalmente te la responder¨¢, pero se toma una pausa y piensa antes de contestar", matiza Read. "Esto es algo que no vemos muy a menudo".
Esa templanza parece una cualidad indispensable cuando se dirige una empresa como Hvalur, que vive en permanente estado de agitaci¨®n. El grupo ecologista island¨¦s Jardarvinir (Amigos de la Tierra) acaba de demandar a la compa?¨ªa por haber capturado en julio lo que parece ser un h¨ªbrido entre rorcual y ballena azul. Un raro animal del que solo se han documentado seis ejemplares en aguas islandesas. La compa?¨ªa ¨²nicamente tiene licencia para pescar rorcuales. Pese a todo, G¨ªsli V¨ªkingsson, director de investigaci¨®n de ballenas del Institute Marine and Freshwater Research, que ha analizado el ADN del animal, defiende a Kristjan.
"Puedo confirmar que la empresa ha estado muy abierta durante a?os a la investigaci¨®n cient¨ªfica independiente islandesa y a muchos cient¨ªficos extranjeros". Hay algo at¨¢vico en toda esta defensa. Algo que no comparte el bufete island¨¦s Rettur-Adalsteinsson & Partners, quien, en nombre de Jardarvinir, ha demandado a Hvalur por esa captura. Su r¨¦plica, que justifica Sigurdur Orn Hilmarsson, socio de la firma, es extensa y profunda. "Existen serias dudas de que la pesca de ballenas por parte de Hvalur resulte sostenible. Adem¨¢s, la ley islandesa requiere que los animales sean sacrificados r¨¢pidamente y sin dolor y se han documentado casos en los que los rorcuales tardan en morir entre 6,5 y 15 minutos y, por si fuera poco, los m¨¦todos usados para su pesca son arcaicos y obsoletos", resume. ?Y qui¨¦n quiere, en el siglo XXI, sentir esa agon¨ªa en la mar?
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