El mito del estancamiento secular
La m¨¢s importante reflexi¨®n de la crisis: el problema es pol¨ªtico, no econ¨®mico
Tras la crisis financiera de 2008, algunos economistas sostuvieron que Estados Unidos (y acaso la econom¨ªa mundial) padec¨ªan "estancamiento secular", una idea que se origin¨® despu¨¦s de la Gran Depresi¨®n. Las econom¨ªas siempre se hab¨ªan recuperado de sus ca¨ªdas, pero la Gran Depresi¨®n tuvo una duraci¨®n in¨¦dita. Muchos creyeron que la recuperaci¨®n no hubiera sido posible sin el gasto p¨²blico de la Segunda Guerra Mundial, y tem¨ªan que al terminar la guerra la econom¨ªa volver¨ªa a estancarse. Se pensaba que hab¨ªa sucedido algo por lo cual, incluso con tipos de inter¨¦s bajos o nulos, la econom¨ªa seguir¨ªa paralizada. Felizmente estas aciagas predicciones resultaron erradas, por razones que ahora comprendemos bien.
A los responsables de manejar la recuperaci¨®n de la crisis de 2008 (las mismas personas culpables de la infraregulaci¨®n de la econom¨ªa en los d¨ªas previos a la crisis, a quienes inexplicablemente el presidente Barack Obama acudi¨® para que arreglaran lo que hab¨ªan ayudado a estropear) la idea de estancamiento secular les pareci¨® atractiva, porque explicaba su incapacidad de lograr una recuperaci¨®n r¨¢pida y sostenida. Por eso, mientras la econom¨ªa languidec¨ªa, revivieron la idea, insinuando que ellos no ten¨ªan la culpa porque hac¨ªan lo que pod¨ªan.
Los acontecimientos del a?o pasado mostraron la falsedad de esta idea, que nunca pareci¨® muy veros¨ªmil. Una mal dise?ada reforma tributaria regresiva y un programa de incremento del gasto con respaldo bipartidista provocaron un s¨²bito aumento del d¨¦ficit estadounidense de cerca del 3% a casi el 6% del PIB, que impuls¨® el crecimiento a alrededor del 4% y llev¨® el desempleo a un nivel m¨ªnimo en 18 a?os. A pesar de sus defectos, estas medidas demuestran que, con apoyo fiscal suficiente, es posible alcanzar el pleno empleo, incluso mientras los tipos de inter¨¦s suben a niveles significativos.
El Gobierno de Obama cometi¨® un error crucial en 2009 al no aplicar un est¨ªmulo fiscal mayor, m¨¢s prolongado, mejor estructurado y m¨¢s flexible. Si lo hubiera hecho, la recuperaci¨®n de la econom¨ªa habr¨ªa sido m¨¢s fuerte y no se hablar¨ªa de estancamiento secular. Pero tal como lo aplic¨®, s¨®lo el 1% superior de la pir¨¢mide vio aumentar sus ingresos durante los primeros tres a?os de la as¨ª llamada recuperaci¨®n.
Algunos advertimos en aquel momento que era probable que la ca¨ªda fuera profunda y prolongada, y que se necesitaban medidas m¨¢s en¨¦rgicas y diferentes de las que propuso Obama. Sospecho que el principal obst¨¢culo fue la creencia en que la econom¨ªa s¨®lo hab¨ªa experimentado una ligera desaceleraci¨®n de la que se recuperar¨ªa en poco tiempo. Bastaba llevar los bancos al hospital, atenderlos bien (es decir, no pedir cuentas a los banqueros ni criticarlos, sino subirles el ¨¢nimo invit¨¢ndolos a opinar sobre lo que hab¨ªa que hacer a continuaci¨®n) y, lo m¨¢s importante, ba?arlos en dinero, y pronto todo estar¨ªa bien.
Pero los padecimientos de la econom¨ªa eran m¨¢s profundos de lo que suger¨ªa este diagn¨®stico. Las consecuencias de la crisis financiera eran m¨¢s graves, y una redistribuci¨®n a gran escala de ingresos y riqueza hacia la cima de la pir¨¢mide hab¨ªa debilitado la demanda agregada. La econom¨ªa estaba pasando del ¨¦nfasis en las manufacturas a los servicios, y las econom¨ªas de mercado por s¨ª solas no manejan muy bien esas transiciones.
No bastaba un rescate de bancos a gran escala. Estados Unidos necesitaba una reforma fundamental del sistema financiero. La Ley Dodd-Frank de 2010 ayud¨® un poco, pero no lo suficiente, a evitar que los bancos hagan cosas perjudiciales; pero no hizo nada para asegurar que cumplan la funci¨®n que supuestamente tienen: por ejemplo, concentrarse m¨¢s en dar cr¨¦dito a las peque?as y medianas empresas.
Se necesitaba m¨¢s gasto p¨²blico, pero tambi¨¦n programas m¨¢s activos de redistribuci¨®n y predistribuci¨®n, para hacer frente al debilitamiento del poder de negociaci¨®n de los trabajadores, la concentraci¨®n de poder de mercado en grandes corporaciones y los abusos corporativos y financieros. Y unas pol¨ªticas industriales y laborales activas tal vez hubieran sido ¨²tiles para las ¨¢reas perjudicadas por las consecuencias de la desindustrializaci¨®n.
Pero las autoridades no hicieron lo suficiente ni siquiera para impedir que las familias pobres perdieran sus hogares. Las consecuencias pol¨ªticas de estos fracasos econ¨®micos eran predecibles y fueron predichas: era evidente que hab¨ªa riesgo de que las v¨ªctimas de semejante desastre recurrieran a un demagogo. Lo impredecible era que Estados Unidos conseguir¨ªa uno tan malo como Donald Trump: un mis¨®gino racista decidido a destruir el Estado de Derecho dentro y fuera del pa¨ªs y desprestigiar a las instituciones estadounidenses encargadas de evaluar y decir la verdad, incluidos los medios de prensa.
Un est¨ªmulo fiscal de la magnitud del de diciembre de 2017 y enero de 2018 (que en ese momento la econom¨ªa en realidad no necesitaba) hubiera sido mucho m¨¢s potente diez a?os antes, cuando el desempleo era tan alto. De modo que la d¨¦bil recuperaci¨®n no fue resultado del "estancamiento secular": el problema fue que el gobierno aplic¨® pol¨ªticas inadecuadas.
Se plantea aqu¨ª una pregunta fundamental: ?ser¨¢n las tasas de crecimiento de los a?os venideros tan s¨®lidas como en el pasado? Eso depender¨¢ evidentemente del ritmo del cambio tecnol¨®gico. La inversi¨®n en investigaci¨®n y desarrollo, sobre todo en investigaci¨®n b¨¢sica, es un factor determinante importante, pero obra con gran retraso; los recortes propuestos por el gobierno de Trump no presagian nada bueno.
A esto hay que sumarle una gran incertidumbre. La tasa de crecimiento per c¨¢pita ha variado en gran medida en los ¨²ltimos 50 a?os, desde un 2% o 3% anual en la(s) d¨¦cada(s) de despu¨¦s de la Segunda Guerra Mundial hasta el 0,7% en la ¨²ltima d¨¦cada. Pero es posible que haya habido demasiado fetichismo en relaci¨®n con el crecimiento; sobre todo cuando se piensa en los costes medioambientales, y aun m¨¢s si ese crecimiento no aporta grandes beneficios a la inmensa mayor¨ªa de los ciudadanos.
La reflexi¨®n sobre la crisis de 2008 tiene muchas ense?anzas que ofrecernos, pero la m¨¢s importante es que el problema era ¨Cy sigue siendo¨C pol¨ªtico, no econ¨®mico: no hay nada que necesariamente impida una gesti¨®n econ¨®mica que asegure pleno empleo y prosperidad compartida. El estancamiento secular s¨®lo fue una excusa para pol¨ªticas econ¨®micas deficientes. Hasta que no superemos el ego¨ªsmo y la miop¨ªa que definen nuestra pol¨ªtica ¨Cespecialmente en Estados Unidos con Trump y sus c¨®mplices republicanos¨C, una econom¨ªa al servicio de todos, no de unos pocos, seguir¨¢ siendo un sue?o imposible. Incluso si el PIB aumenta, los ingresos de la mayor¨ªa de los ciudadanos estar¨¢n estancados.
Joseph E. Stiglitz es el ganador del premio Nobel 2001 en Ciencias Econ¨®micas. Su libro m¨¢s reciente se titula 'Globalization and its Discontents Revisited: Anti-Globalization in the Era of Trump' ['El malestar en la globalizaci¨®n revisitado: la antiglobalizaci¨®n en la era de Trump'].
? Project Syndicate, 2018.
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Traducci¨®n: Esteban Flamini