La eurozona, encallada
?Si los Gobiernos europeos no se f¨ªan entre ellos, por qu¨¦ se van a fiar los inversores privados?
En La teor¨ªa de los sentimientos morales, Adam Smith afirma que el capitalismo funciona mejor en sociedades con altos niveles de confianza. Cuando la confianza social disminuye, el coste del capital aumenta. La uni¨®n monetaria naci¨® en un contexto de desconfianza entre sus miembros, y por eso se crearon reglas tan complejas ¨C si no te f¨ªas de tus socios, quieres documentar todo hasta el ¨²ltimo detalle. El entramado de reglas del Pacto de Estabilidad y Crecimiento (PEC) ¨C su famoso Vademecum, que detalla la aplicaci¨®n de las mismas, tiene ?220 p¨¢ginas! ¨C es el resultado de contemplar todas las posibles contingencias fiscales.
El ¨¦xito de una uni¨®n monetaria depende de la solidaridad entre sus miembros. La hip¨®tesis de solidaridad se mantuvo hasta dos momentos cr¨ªticos que cambiaron el signo de la historia: cuando, en 2008, se decidi¨® no mutualizar, sino tan solo coordinar, la resoluci¨®n de la crisis bancaria europea ¨C el principio de ¡°cada uno lo suyo¡±; y cuando, en 2010, se acord¨® en Deauville que la restructuraci¨®n de las deudas soberanas serian parte del arsenal de medidas a utilizar para gestionar la crisis.
Esas dos decisiones hirieron profundamente el concepto de ¡°uni¨®n¡± monetaria. Revelaron que la solidaridad era muy limitada, en forma de ayuda condicional de ¨²ltima instancia, profundizando el d¨¦ficit de confianza entre sus miembros. La deriva deflacionista de ahorrar y generar super¨¢vits por cuenta corriente como mecanismo de autoprotecci¨®n es la consecuencia l¨®gica de esta herida.
Una d¨¦cada despu¨¦s, la eurozona esta encallada. Las reformas propuestas no han sanado este d¨¦ficit de solidaridad. Se han enfocado en el legado de la crisis - con una estrategia asim¨¦trica basada en fomentar la supervisi¨®n europea de los problemas pero cargando el coste de la resoluci¨®n a los pa¨ªses miembros y minimizando el riesgo compartido, con el principio rector de que la eurozona solo actuara en ¨²ltima instancia. Ha habido comportamientos ventajistas, como la f¨¦rrea oposici¨®n de Holanda a la distribuci¨®n de riesgos a la vez que defiende a capa y espada su sistema de ventajas fiscales. Esta din¨¢mica, junto, por supuesto, a la actitud del gobierno italiano de echarle todas las culpas a Europa y evitar asumir responsabilidades, ha avivado el fuego de la desconfianza.
Tambi¨¦n ha aumentado la divergencia econ¨®mica, mucho mayor que al inicio del euro. En 1998, el ratio deuda/PIB de Alemania era unos 20 puntos superior al de la media de Espa?a, Francia e Italia; hoy es de unos 40 puntos. La distancia en desempleo era de 2 puntos; hoy es de casi 10. A su vez, y perversamente, la inflaci¨®n ha convergido: Alemania, con la tasa de desempleo m¨¢s baja de los ¨²ltimos 30 a?os, y Espa?a, con un desempleo muy superior a su tasa natural, tienen la misma inflaci¨®n, lo cual complica sobremanera la estrategia de pol¨ªtica monetaria.
La eurozona ha malgastado una d¨¦cada mirando por el retrovisor, enfrascada en est¨¦riles debates sobre reducci¨®n de riesgos como excusa mal disimulada para no aumentar la solidaridad. Y ahora, de repente, se enfrenta a una guerra comercial siendo excesivamente dependiente de la demanda exterior, a unas sanciones estadounidenses a terceros pa¨ªses que ponen en evidencia la fragilidad del euro como moneda internacional, y a la cruda realidad de que China y EEUU van muy por delante en la carrera tecnol¨®gica. La reacci¨®n ha sido casi de p¨¢nico, con propuestas equivocadas de relajaci¨®n de las reglas de competencia europeas para imitar la pol¨ªtica industrial china de creaci¨®n de grandes ¡°campeones nacionales¡± empresariales. No olvidemos que la desaceleraci¨®n econ¨®mica china es debida, precisamente, a la defensa a ultranza de sus grandes empresas estatales, mucho menos productivas que el sector privado. Una pol¨ªtica industrial eficaz requiere estricta simetr¨ªa, de apoyo a las empresas productivas y, mucho m¨¢s importante, de r¨¢pida desinversi¨®n de las empresas improductivas. El tama?o empresarial, por s¨ª solo, no va aumentar la competitividad de la eurozona.
Para desencallar, la eurozona necesita un profundo cambio de actitud: dejar de pensar en maximizar el ahorro, reforzar la disciplina nacional, y crear mecanismos de restructuraci¨®n de la deuda; y empezar a pensar en aumentar el crecimiento, la solidaridad fiscal entre individuos, regiones, y pa¨ªses, y la confianza mutua. ?Si los gobiernos europeos no se f¨ªan entre ellos, porque se van a fiar los inversores privados? Solo as¨ª podr¨¢ ser una uni¨®n monetaria sostenible a largo plazo, con peso pol¨ªtico para defender el orden financiero internacional y oponerse al retorno a la diplomacia econ¨®mica de los a?os 1980 que propone EEUU. Eso implica desarrollar la imprescindible uni¨®n fiscal, fundamental para completar la uni¨®n bancaria y sin la cual el euro nunca ser¨¢ una verdadera moneda de reserva, y corregir su tremendo d¨¦ficit de inversi¨®n, adaptando el PEC para permitir la financiaci¨®n con deuda de la inversi¨®n p¨²blica. La inacci¨®n pone en riesgo el futuro del euro. Espa?a debe liderar el cambio pol¨ªtico en esta direcci¨®n.
@angelubide
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