Exclusi¨®n social, democracia y elecci¨®n colectiva
Si los que m¨¢s necesitan que los pol¨ªticos les presten atenci¨®n no votan, sus preferencias dejan de entrar en el sistema
La teor¨ªa de la elecci¨®n colectiva explica c¨®mo adopta sus decisiones el sector p¨²blico a partir de las preferencias de los ciudadanos. Para poder hacerlo, es necesario emplear alg¨²n sistema de agregaci¨®n de esas preferencias que permita seleccionar entre las distintas decisiones y usos alternativos de los recursos. Aun siendo una regla imperfecta, la mayor¨ªa de los pa¨ªses utilizan la democracia representativa como v¨ªa para ordenar y decidir qu¨¦ alternativas de intervenci¨®n p¨²blica llevar a cabo, gracias a la sencillez de la votaci¨®n mayoritaria y a la posibilidad de que participen todos los ciudadanos.
Los polit¨®logos y economistas han prestado una especial atenci¨®n a los diferentes modelos que tratan de comprender la democracia como un sistema de agregaci¨®n de las preferencias sociales. El conocido teorema del votante mediano, por ejemplo, anticipa la victoria en unas elecciones de la fuerza pol¨ªtica cuyas propuestas de gobierno se aproximen m¨¢s a las preferencias de los ciudadanos que ocupan el centro de la distribuci¨®n de votantes seg¨²n la ideolog¨ªa pol¨ªtica. La forma de esta distribuci¨®n puede ser distinta en cada pa¨ªs y no es constante en el tiempo, como demuestra la alternancia en el poder de diferentes partidos.
Si las fuerzas pol¨ªticas que se presentan a las elecciones consiguen identificar las preferencias del votante mediano y ajustan a ellas su oferta electoral es probable que puedan maximizar sus votos. Este argumento, sin embargo, no siempre es compatible con la realidad econ¨®mica y pol¨ªtica. Sin entrar en tecnicismos, para que se den esas premisas una condici¨®n b¨¢sica es que los votantes no prefieran las alternativas extremas a las intermedias. Al igual que suele pasar en las relaciones afectivas, puede haber ¨¢reas de intervenci¨®n p¨²blica en las que tenga sentido preferir mucha o poca intervenci¨®n p¨²blica en lugar de un nivel intermedio.
Los l¨ªmites, en cualquier caso, del modelo del votante mediano como pilar interpretativo del proceso democr¨¢tico son m¨¢s relevantes que el que se acaba de mencionar. En primer lugar, se asume que los pol¨ªticos se limitan simplemente a lograr el m¨¢ximo de votos y que para ello est¨¢n dispuestos a renunciar a su ideolog¨ªa. A pesar del creciente n¨²mero de trasvases de un partido a otro, o de que la indefinici¨®n ideol¨®gica de alguna fuerza pol¨ªtica sea su principal caracter¨ªstica, los resultados de las elecciones en varios pa¨ªses, incluida Espa?a, demuestran que la ideolog¨ªa sigue siendo importante en el dise?o de las estrategias electorales. En segundo lugar, estos modelos tienen mucho m¨¢s sentido en contextos de bipartidismo que en otros m¨¢s plurales. En tercer lugar, el pragmatismo de estas aproximaciones suele menospreciar la importancia del carisma de los l¨ªderes pol¨ªticos. Si bien nos hemos ido conformando con la creciente llegada de l¨ªderes anodinos a los puestos de poder de muchos partidos, las personalidades pueden ser muchas veces m¨¢s importantes que las ideolog¨ªas o que, incluso, las propuestas pol¨ªticas.
Siendo importantes los l¨ªmites citados, probablemente el mayor es la reducida equivalencia entre el votante mediano y el ciudadano medio. Esta realidad pone en cuesti¨®n la validez de la democracia para integrar las preferencias de todos los ciudadanos, al dejar fuera de las reglas de decisi¨®n a quienes no participan en las elecciones. Esto no ser¨ªa un problema si la abstenci¨®n fuera un hecho aleatorio, pero la realidad es que la abstenci¨®n es mucho mayor en las zonas donde las familias disponen de menor renta.
En algunos de los barrios m¨¢s pobres de Espa?a, la participaci¨®n electoral no llega al 20%. Los trabajos de campo en esos entornos muestran la falta de confianza de los ciudadanos m¨¢s pobres en la democracia y en la utilidad de los partidos pol¨ªticos para responder a sus necesidades. Est¨¢n excluidos del empleo, del consumo e, incluso, de las relaciones sociales y de la salud, dimensiones a las que s¨ª pueden acceder la mayor¨ªa de las personas que viven en su misma ciudad. As¨ª, en todas las ciudades es posible encontrar una gran brecha entre la participaci¨®n electoral en las zonas de mayor renta y en las m¨¢s pobres. Mientras que en calles del Pol¨ªgono Sur en Sevilla la participaci¨®n no llega al 14%, en el barrio de Nervi¨®n votan cerca de nueve de cada diez electores. En Madrid, apenas lo hace uno de cada diez ciudadanos en la secci¨®n electoral del Vertedero de Valdeming¨®mez, frente a m¨¢s del 85% en secciones del barrio de Salamanca.
El VIII Informe FOESSA, que acaba de publicarse, muestra el estrecho grado de relaci¨®n que hay entre la exclusi¨®n social y la abstenci¨®n. El informe revela que esa correlaci¨®n ha subido en casi todas las ciudades en la ¨²ltima d¨¦cada. La crisis ampli¨® el denominado ¡°precariado pol¨ªtico¡±, formado en buena medida por los expulsados de los trabajos tradicionales que han desaparecido, que son quienes est¨¢n haciendo crecer los agujeros de la democracia. Entre los m¨¢s damnificados por la crisis, algunos encontraron una salida en los nuevos partidos, pero una gran mayor¨ªa pas¨® a acompa?ar a los excluidos tradicionales en la abstenci¨®n electoral. El resultado es un mayor peso de otros estratos sociales en esos procesos, ampli¨¢ndose, por tanto, la brecha entre los ciudadanos no s¨®lo en t¨¦rminos de renta sino tambi¨¦n en el plano pol¨ªtico.
Los fen¨®menos de exclusi¨®n significan un alejamiento de los comportamientos medios. Si los ciudadanos que m¨¢s necesitan que los decisores p¨²blicos les presten atenci¨®n no votan, sus preferencias dejan de entrar en el sistema. Y si se tiene menos en cuenta una proporci¨®n creciente de preferencias sociales, las imperfecciones de la democracia como regla de toma de decisiones ser¨¢n cada vez mayores. El corolario, como acaban de demostrar Daron Acemoglu y otros investigadores, es que a peor democracia no s¨®lo hay mayor injusticia social sino tambi¨¦n menor crecimiento econ¨®mico.
Luis Ayala es profesor de Econom¨ªa en la Universidad Rey Juan Carlos
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