El ¡®okupa de lujo¡¯ de la Real F¨¢brica de Tapices tira la toalla
Tras un duro litigio, Livinio Stuyck se marcha del d¨²plex en el edificio p¨²blico donde viv¨ªa su familia aferrada a derechos hist¨®ricos
D¨²plex de lujo a cinco minutos de paseo del parque m¨¢s emblem¨¢tico de Madrid. Incalculable valor hist¨®rico. Para reformar. Y deshabitado desde hace unas semanas. Esa es la descripci¨®n que podr¨ªa hacerse del inmueble donde ha vivido durante casi todos sus 77 a?os de vida Livinio Stuyck, ¨²ltimo director de la Real F¨¢brica de Tapices como patriarca de una familia que ha dominado ese arte en Espa?a desde el siglo XVIII.
Livinio Stuyck vivi¨® toda su vida en esa casa pero desde hace dos a?os era considerado un okupa. En 2017, tras a?os en un limbo legal y 15 despu¨¦s de dejar de ser director de la F¨¢brica de Tapices, arranc¨® un litigio judicial que todav¨ªa dura. Pero Livinio y su mujer han tirado la toalla y han abandonado la vivienda. El conflicto, coinciden ambas partes, puede terminarse pronto con la entrega de las llaves. La Audiencia Nacional sentenci¨® que no pod¨ªa usar la casa y confirm¨® las multas de varios cientos de miles de euros que le puso la Administraci¨®n para forzarle a irse.
Aferrados a una tradici¨®n centenaria
Los Stuyck ocupan esa vivienda desde hace m¨¢s de un siglo. El afamado artesano flamenco Jacobo Vandergoten se instal¨® en Espa?a en 1720 por deseo de Felipe V. Desde entonces su familia, que dos generaciones despu¨¦s pas¨® a tener como apellido principal Stuyck, gestion¨® la Real F¨¢brica de Tapices. Cuando en 1889 se cambi¨® su ubicaci¨®n, en el centro de Madrid, a una zona m¨¢s perif¨¦rica pr¨®xima al Retiro, ya se firm¨® un contrato en que se dejaba claro que el edificio era p¨²blico pero todo su contenido (telares, maquinaria y dem¨¢s mobiliario) pertenec¨ªa a la familia, como era norma hasta entonces.
En 1952, un nuevo contrato firmado por Gabino Stuyck, padre de Livinio, y Patrimonio Nacional anulaba el anterior pero dejaba la situaci¨®n b¨¢sicamente igual: el acuerdo recog¨ªa la posibilidad, conforme a lo que tambi¨¦n era costumbre centenaria, de que el director de la factor¨ªa viviera all¨ª con su familia. Todo parec¨ªa dispuesto para que los Gabinos y los Livinios (los dos nombres que los primog¨¦nitos de cada generaci¨®n de Stuyck alternan) siguieran en la f¨¢brica mucho tiempo.
Cuando en 1975 falleci¨® su padre, Livinio hered¨® el cargo y tambi¨¦n la casa se?orial, que ocupa las plantas primera y segunda de la fachada principal de la Real F¨¢brica de Tapices, cuya actividad principal hoy es la de museo, en el n¨²mero 2 de la calle Fuenterrab¨ªa en Madrid. Pero fabricar tapices cada vez era menos rentable y en 1996 la empresa acumulaba deudas y llevaba meses sin pagar a sus empleados. As¨ª que Esperanza Aguirre, entonces ministra de Cultura, aprob¨® un rescate p¨²blico de 300 millones de pesetas (1,8 millones de euros) por el que la Real F¨¢brica de Tapices pas¨® a titularidad p¨²blica. Para ello se cre¨® una fundaci¨®n ¡ªde cuyo patronato forman parte el Ministerio de Cultura, la Comunidad de Madrid y el Ayuntamiento de la capital¡ª a cuyo frente sigui¨® Livinio hasta 2002, cuando fue cesado.
Pese a ello, Livinio y su familia segu¨ªan viviendo en la f¨¢brica como hab¨ªan hecho sus antepasados durante tres siglos.
Y as¨ª, conforme a la costumbre, siguieron las cosas hasta 2016, cuando el patronato empez¨® a interesarse por la situaci¨®n de ese inmueble cuyos inquilinos atravesaban la entrada de un edificio p¨²blico para entrar o salir. Cuando la Real F¨¢brica de Tapices cerraba, llamaban al personal de seguridad, que les abr¨ªa. Todav¨ªa puede hacerse ese recorrido que lleva a la vivienda, oculto por una puerta acristalada a la izquierda de la recepci¨®n del museo. Tras ella, aparece una se?orial escalera de madera con un gran vano cuadrado en el centro. El rinc¨®n del rellano de la planta baja se ha aprovechado para instalar los monitores del control de seguridad del edificio. Para encontrar la casa de los Stuyck, hay que subir. Ahora mismo solo hay una doble puerta blanca, y al lado un cartel de una conocida firma de alarmas. Detr¨¢s, cuenta el director de la Real F¨¢brica de Tapices, Alejandro Klecker, ya no vive nadie.
Las llaves siguen en poder de Stuyck
¡°Aparentemente no vive nadie¡±, matizan fuentes del Ministerio de Cultura. Livinio sigue siendo un okupa peculiar, puesto que formalmente no ha desalojado la casa, porque no ha entregado las llaves. En las diferentes ocasiones en que se ha puesto una fecha para que las entregue, cuentan en Cultura, no apareci¨® nadie.
La versi¨®n que da la familia es radicalmente distinta. Aseguran que est¨¢n dispuestos a cumplir con las resoluciones judiciales pese a que est¨¢n recurridas ante el Tribunal Supremo. El pasado diciembre la Audiencia Nacional dio la raz¨®n a la Administraci¨®n al determinar que los dos requisitos por los que principalmente los Stuyck viv¨ªan en la casa ya no se cumpl¨ªan. Uno era el de dirigir la f¨¢brica. El segundo era el contrato de 1952, que ya no est¨¢ vigente, puesto que determinaba una duraci¨®n m¨¢xima de 30 a?os. Expir¨® por tanto en 1982.
Los muebles, en un trastero
¡°Les pedimos entregar las llaves el 1 de abril para poder sacar nuestras cosas¡±, relata al tel¨¦fono Diego Stuyck, hijo de Livinio. Patrimonio se lo neg¨® y por eso no las dieron. Ahora que el mobiliario ya ha sido llevado ¡°a un trastero¡±, han pedido verse para hacer la entrega de llaves y acabar con una situaci¨®n que describe como dolorosa emocionalmente. ¡°Duele que te llamen okupa cuando tu familia lleva cientos de a?os en un sitio¡±, se?ala Diego, que vive en Ruman¨ªa por trabajo.
Livinio y su mujer, cuenta el tercero de sus cuatro hijos, salieron de la vivienda en mayo y est¨¢n en una casa familiar en Galicia para evadirse de la situaci¨®n. Pese al acuerdo y la ¡°relaci¨®n cordial¡± con la fundaci¨®n, el portavoz de los Stuyck confirma que mantendr¨¢n el recurso en el Tribunal Supremo.
De encontrar otro fallo en contra, los Stuyck no perder¨ªan solo la casa. Para evitar recurrir a un desahucio por la fuerza, el Estado impuso una serie de multas coercitivas. Seg¨²n Cultura llevan ya diez desde septiembre de 2017, a raz¨®n de unos 41.000 euros cada una. La primera sentencia confirmatoria lleg¨® recientemente, como adelant¨® Cinco D¨ªas. En los pr¨®ximos meses se espera que el resto corra la misma suerte, por lo que el litigio seguir¨¢ coleando.
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