No, no necesitamos una recesi¨®n
Los cambios estructurales beneficiosos para la econom¨ªa ocurren en tiempos de bonanza, no de crisis
Recientemente, recib¨ª un correo electr¨®nico de mi amigo Mark Thomas, de la Universidad de Oreg¨®n, pregunt¨¢ndome si hab¨ªa percibido un incremento en los comentarios que sugieren que una recesi¨®n ser¨ªa una depuraci¨®n positiva y saludable para la econom¨ªa (o algo por el estilo). En verdad, yo tambi¨¦n he notado que hay m¨¢s analistas que expresan la visi¨®n de que ¡°las recesiones, por m¨¢s dolorosas que sean, son un aporte necesario para el crecimiento¡±. Estoy bastante sorprendido. Por supuesto, era muy frecuente que los analistas hablaran de una recesi¨®n ¡°necesaria¡± antes de que la Gran Recesi¨®n golpeara en el periodo 2008-2010. Pero yo, personalmente, supon¨ªa que este argumento hab¨ªa muerto hace mucho. ?Qui¨¦n podr¨ªa decir en 2019 con cara imp¨¢vida que una recesi¨®n y un alto desempleo en condiciones de baja inflaci¨®n ser¨ªa algo bueno?
Aparentemente, estaba equivocado. El argumento resulta ser un ejemplo de lo que el economista y premio Nobel Paul Krugman llama una ¡°idea zombi¡ que deber¨ªa haber muerto hace mucho tiempo frente a la evidencia o la l¨®gica, pero que sigue avanzando con los pies a rastras, devorando el cerebro de la gente¡±. Claramente, quienes dicen que las recesiones son bienvenidas nunca han analizado los datos. Si lo hicieran, entender¨ªan que los cambios estructurales beneficiosos para la econom¨ªa ocurren en tiempos de bonanza, no en tiempos de crisis.
Obviamente, trasladar a los trabajadores de una actividad de producto marginal bajo a una actividad de producto marginal cero no es un progreso. Tampoco existe una raz¨®n te¨®rica o emp¨ªrica para pensar que no se pueden trasladar personas y recursos directamente de actividades de producto marginal bajo a alto durante los repuntes econ¨®micos, como si hiciera falta un desastre total para crear las condiciones de esos movimientos.
Quienes m¨¢s aclaman a viva voz las recesiones por lo general no son los consumidores, los trabajadores o los empleadores. La mayor¨ªa de las veces son los financieros. Despu¨¦s de todo, los propios trabajadores rara vez est¨¢n descontentos de trabajar durante los periodos de bonanza.
Sin duda, en los a?os setenta, el economista y premio Nobel Robert Lucas teorizaba que, despu¨¦s de un lapso de bonanza, los trabajadores en realidad terminar¨ªan estando disconformes por haber trabajado durante los buenos tiempos. Al no haber percibido bien los precios de los productos que estaban comprando, sosten¨ªa, descubrir¨ªan que hab¨ªan sobrestimado sus salarios reales (ajustados por inflaci¨®n). En definitiva, no hab¨ªan estado ganando tanto como pensaban. Pero Lucas nunca explic¨® por qu¨¦ los trabajadores tendr¨ªan m¨¢s informaci¨®n sobre los salarios que sobre los precios cuando en verdad pagaban por la comida, el alquiler y otras cosas. Incluso si lo vi¨¦ramos como una descripci¨®n abstracta de alg¨²n proceso no especificado, la conjetura general de Lucas ten¨ªa muy poco sentido.
Asimismo, los consumidores rara vez perciben mal la utilidad de lo que compran. Y las empresas, del mismo modo, rara vez est¨¢n disconformes con haber producido durante un periodo de bonanza. Tambi¨¦n tienen tanta informaci¨®n sobre los precios a los que compran como sobre los precios a los que venden. Adem¨¢s son objeto de lo que Lucas llamaba ¡°percepciones err¨®neas nominales¡±. El poder de monopolio puede introducir una cu?a entre los precios y los ingresos marginales (y entre los salarios y los costes laborales marginales). Pero, en t¨¦rminos generales, las empresas prefieren contratar a m¨¢s trabajadores y fabricar m¨¢s cosas al salario/precio actual que sea. Aprovechar¨¢n las oportunidades conocidas en el presente en lugar de esperar alg¨²n futuro desconocido.
?Qui¨¦n es el m¨¢s miope entonces durante los periodos de bonanza? Todos aquellos que invirtieron en verdaderas estafas como Theranos, o en apuestas de alto riesgo como WeWork y Bitcoin. Son los que lamentan lo sucedido y desean que el banco central hubiera sacado la manguera mucho antes. Este colectivo deber¨ªa no haber sucumbido a un ataque de operaciones de retroalimentaci¨®n positiva; es decir, no deber¨ªa haberse dejado llevar por una exuberancia irracional, enamor¨¢ndose de lo que escuchaban en la c¨¢mara de resonancia de los chismes financieros. Como brome¨® el historiador econ¨®mico del siglo XX Charles P. Kindleberger, ¡°no hay nada tan perturbador para el bienestar y el juicio de alguien que ver c¨®mo un amigo se vuelve rico¡±.
La envidia y la codicia son las musas que siempre convencen a algunos de comprar en el pico de una burbuja. S¨®lo pasado el tiempo estos tontos se preguntar¨¢n por qu¨¦ no hab¨ªan visto m¨¢s se?ales de los riesgos, o por qu¨¦ no hab¨ªan buscado alg¨²n otro argumento que los mantuviera en sus cabales.
Sin embargo, incluso desde esta perspectiva, la convicci¨®n de que es necesario un periodo de liquidaci¨®n y contracci¨®n despu¨¦s de un lapso de bonanza sigue siendo incomprensible. Los ciclos comerciales pueden terminar con un fuerte reajus?te en el que el valor de los activos se vuelve a depreciar para reflejar los fundamentos subyacentes, o pueden terminar en una depresi¨®n y en un desempleo masivo. Nunca existe una buena raz¨®n para que deba prevalecer la segunda opci¨®n.
J. Bradford DeLong, ex subsecretario adjunto del Tesoro de Estados Unidos, es profesor de Econom¨ªa en la Universidad de California en Berkeley y socio de investigaci¨®n en la Oficina Nacional de Investigaci¨®n Econ¨®mica.
? Project Syndicate 1995¨C2019.
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