¡°Si lo m¨ªo no es una prioridad, ?qu¨¦ lo es entonces?¡±
El estado de alarma dej¨® sin trabajo a esta madre de tres ni?os divorciada, que ahora espera la ayuda de las ONG
¡°Soy luchadora y positiva. Cuando lloro, lloro yo; que los hijos no me vean. Y por lo menos tengo la suerte, yo que una vez fui desahuciada, de que mi casera me ha dicho que espera, y de que esta casa no es fr¨ªa como la de antes. Aunque mi mayor suerte son mis tres ni?os¡±. El estado de alarma sorprendi¨® a Ana Lobato, viguesa de 35 a?os, trabajando sin contrato. Llevaba tiempo encadenando empleos de corta duraci¨®n en la hosteler¨ªa tras haberse dedicado a la limpieza de barcos como aut¨®noma. El pen¨²ltimo trabajo fue una sustituci¨®n, con contrato, en una cocina. Y al acabarse, una semana antes de decretarse el cierre de locales, hab¨ªa empezado a trabajar en una taper¨ªa. Los due?os, dice, ¡°no hab¨ªan tenido tiempo¡± de arreglarle los papeles cuando tuvieron que bajar la persiana. Ahora esta madre divorciada figura en una lista de espera de la Cruz Roja. All¨ª le dicen que no pueden atenderla porque hay otras personas con ¡°prioridad¡±.
La causa est¨¢ en que Ana y sus hijos de ocho, 12 y 17 a?os reciben, ¡°de momento¡±, una pensi¨®n alimenticia del padre de los ni?os. Esos 520 euros son los ¨²nicos que entran en casa y van a lo b¨¢sico: recibos, comida, alquiler, butano. Cuando estall¨® la crisis, hac¨ªa un mes que esta familia hab¨ªa dejado el piso anterior, con una cuota de 500 euros, para instalarse en uno ¡°mucho mejor¡± de 350. Pero para eso Lobato hab¨ªa tenido que afrontar de golpe el pago de la fianza y el primer mes, y hab¨ªa comprado ¡°un poco de pintura¡± para arreglarlo. Llegada la pandemia, se encontr¨® ¡°sin nada¡±, y pasaron varias semanas sin agua caliente hasta que la madre, al llegar abril, pudo comprar otra bombona que est¨¢n ¡°racionando¡± al l¨ªmite. ¡°Nos duch¨¢bamos todos en fr¨ªo, pero mis ni?os no se quejan de nada¡±, dice agradecida.
Jos¨¦, Iv¨¢n e Iria, de menor a mayor, afrontan la brecha digital como pueden en una situaci¨®n en la que la universalidad del derecho a la educaci¨®n es una pantomima. Ana no puede pagar un wifi y apura los datos de su m¨®vil con la pantalla rota para que los cr¨ªos puedan asistir a las clases y hacer los trabajos online. El mediano, muy trabajador, lloraba las primeras semanas. ¡°Me dec¨ªa ¡®mam¨¢, todos env¨ªan los trabajos menos yo¡±, cuenta la madre.
Para sobrevivir con sus ni?os, Lobato solo pide alimentos. Como Cruz Roja no los considera un caso de urgencia, ha recurrido a otra organizaci¨®n, la Asociaci¨®n Freixeiro de Ayuda al Necesitado (AFAN) de Vigo, que le ha hecho llegar dos cajas de leche, algo de pescado y carne que ha congelado para espaciar su consumo. Tambi¨¦n un saco de patatas, que ella decidi¨® compartir con su hermano. ¡°Yo entiendo que hay gente que est¨¢ a¨²n peor que yo¡±, reconoce. ¡°Ayer vino una mujer a pedirme a m¨ª de comer para su hijo..., pero si lo m¨ªo no es una prioridad, ?qu¨¦ es una prioridad?¡±.
¡°Si a currantes con hijos como yo no les corresponde un ingreso m¨ªnimo vital, ?a qui¨¦n se lo van a dar? ?Qu¨¦ gente puede ir por delante?¡±, se pregunta Ana, que tras su divorcio, hace ya cuatro a?os, vivi¨® tambi¨¦n un desahucio. Mientras, sigue buscando trabajo. El jueves se enter¨® de que ped¨ªan una limpiadora para una f¨¢brica. El due?o le pregunt¨® si ten¨ªa hijos. ¡°Cuando le dije que el peque?o ten¨ªa ocho¡±, cuenta, ¡°me contest¨® que eso no le gustaba, que no quer¨ªa ser responsable, que ten¨ªa que quedarme en casa para darle de desayunar. ?Qu¨¦ habr¨¦ hecho yo, que todo me sale mal?¡±.
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