La peligrosa obstinaci¨®n de Trump contra la mascarilla
La artima?a m¨¢s reciente del presidente es tratar de convencer de que la amenaza de la covid est¨¢ superada
Lo crean o no ¨Cy s¨¦ que muchos se negar¨¢n a creerlo¨C, en estos momentos la ciudad de Nueva York podr¨ªa ser uno de los mejores lugares de Estados Unidos para evitar contagiarse de coronavirus. En todo el Estado de Nueva York, la cifra de personas que fallecen a diario de covid-19 es solo un poco m¨¢s elevada que la de fallecidos en accidentes de tr¨¢fico. En la ciudad de Nueva York, solo dan positivo en torno al 1% de las pruebas de coronavirus, frente a, por ejemplo, m¨¢s del 12% en Florida. ?C¨®mo ha logrado Nueva York llegar hasta aqu¨ª despu¨¦s de los espeluznantes d¨ªas de abril? No es ning¨²n misterio: puede que la inmunidad de reba?o influya un poco pero, principalmente, el Estado ha tomado medidas sencillas y obvias para evitar la transmisi¨®n del virus. Los bares est¨¢n cerrados; servir comidas en lugares cerrados sigue estando prohibido. Y, sobre todo, es obligatorio usar mascarilla, y la gente en general obedece.
Nueva York no es el ¨²nico lugar donde las cosas van bien. Al principio, el gobernador republicano de Arizona, Doug Ducey, lo hizo todo mal; no solo mantuvo los bares abiertos, sino que se neg¨® a permitir que los alcaldes de las ciudades m¨¢s grandes del Estado (en su mayor¨ªa dem¨®cratas) impusieran el uso obligatorio de mascarillas. La consecuencia fue un enorme aumento de los contagios: en julio hubo varias semanas en las que mor¨ªan casi tantas personas al d¨ªa en Arizona, con una poblaci¨®n de siete millones de habitantes, como en toda la Uni¨®n Europea, con 446 millones.
Pero para entonces Ducey hab¨ªa cambiado de rumbo, cerrando bares y gimnasios. No impuso el uso obligatorio de mascarilla en todo el Estado, pero permiti¨® a los Ayuntamientos tomar medidas. Y tanto los contagios como los fallecimientos cayeron en picado.
En otras palabras, sabemos qu¨¦ funciona. Y eso hace que resulte extra?o y aterrador que Donald Trump haya decidido pasar las ¨²ltimas semanas de su campa?a desincentivando y cargando contra el uso de mascarillas. La conducta de Trump se tilda a veces de rechazo de la ciencia y, hasta cierto punto, es verdad. Despu¨¦s de todo, el escepticismo que muestra hacia las mascarillas no solo choca con lo que afirman casi todos los expertos independientes, sino que entra en conflicto directo con lo que dicen sus propios funcionarios de sanidad ¡ªpersonas como Robert Redfield, el jefe de los Centros para el Control y la Prevenci¨®n de Enfermedades, nombrado por ¨¦l¡ª. Apenas pasaron unas horas entre la declaraci¨®n de Redfield ante el Congreso, en la que afirm¨® que las mascarillas son ¡°la herramienta de salud p¨²blica m¨¢s potente e importante que tenemos¡± para luchar contra la pandemia, y la afirmaci¨®n de Trump de que ¡°hay muchos problemas con las mascarillas¡±.
Pero tambi¨¦n me parece importante entender lo que yo pretend¨ªa se?alar con los ejemplos de Nueva York y Arizona: el argumento a favor de las mascarillas no se basa ¨²nicamente en una investigaci¨®n cient¨ªfica. A estas alturas est¨¢ confirmado por la experiencia de regiones que han sufrido brotes graves de coronavirus y han logrado controlarlos.
De modo que, ?c¨®mo es posible que la agitaci¨®n antimascarillas siga siendo un factor importante que inhibe la capacidad de Estados Unidos para enfrentarse a la pandemia? A veces se oye a la gente insinuar que el uso de la mascarilla contradice de alguna manera la cultura individualista estadounidense. Y si eso fuera cierto, supondr¨ªa una condena de esa cultura. Al fin y al cabo, hay algo profundamente err¨®neo en una definici¨®n de la libertad que incluye el derecho a exponer gratuitamente a otras personas al riesgo de enfermar y morir, que es a lo que equivale negarse a llevar mascarilla en una pandemia.
Pero no creo que este sea un fen¨®meno cultural muy arraigado. Algunos podr¨ªan rechazar el cumplimiento generalizado que veo a mi alrededor alegando que Nueva York no representa al verdadero Estados Unidos. Pero incluso dejando a un lado el hecho de que el Estados Unidos del siglo XXI es principalmente urbano, ?dir¨ªan lo mismo de Arizona?
Y tengan en cuenta que, hasta donde logro recordar, muchas tiendas y restaurantes tienen en sus puertas carteles que afirman no shirt, no shoes, no service [no se sirve a quien no lleve camisa ni zapatos]. ?Cu¨¢ntos de estos establecimientos han sido atacados por multitudes de manifestantes a pecho descubierto?
En resumen, la agitaci¨®n contra las mascarillas no trata realmente de libertad, ni de individualismo, ni de cultura. Es una declaraci¨®n de lealtad pol¨ªtica, impulsada por Trump y sus aliados. ?Pero por qu¨¦ convertir en una cuesti¨®n partidista algo que deber¨ªa ser lisa y llanamente pol¨ªtica de salud p¨²blica? Una respuesta bastante obvia es que estamos asistiendo a los esfuerzos de un pol¨ªtico amoral por rescatar su endeble campa?a.
La recuperaci¨®n parcial de la econom¨ªa tras la ca¨ªda experimentada a principios de a?o no ha reportado a Trump los dividendos pol¨ªticos que esperaba. Sus intentos de hacer que cundiera el p¨¢nico con afirmaciones como que los activistas radicales iban a destruir las zonas residenciales no han cuajado, y los votantes en general ven a Joe Biden como el mejor candidato para mantener la ley y el orden. Y probablemente sea demasiado tarde para cambiar la opini¨®n de la mayor¨ªa de los votantes que creen que el presidente ha renunciado a luchar contra el coronavirus.
De modo que su artima?a m¨¢s reciente es tratar de convencer a la ciudadan¨ªa de que la amenaza de la covid-19 est¨¢ superada. Pero el uso generalizado de la mascarilla es un recordatorio constante de que el virus sigue suelto. De ah¨ª los renovados ataques de Trump contra la precauci¨®n sanitaria m¨¢s sencilla y sensata. Probablemente esta artima?a no funcione como estrategia pol¨ªtica. Pero provocar¨¢ muchas muertes innecesarias.
Paul Krugman es premio Nobel de Econom¨ªa. ? The New York Times, 2020. Traducci¨®n de News Clips
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.