Covid-19 y desigualdad
La digitalizaci¨®n y los bajos tipos de inter¨¦s pueden aumentar las diferencias sociales
La pandemia empieza a dejar su terrible impronta en la sociedad con un incremento de la desigualdad y de la pobreza y graves consecuencias para colectivos vulnerables, sobre todo para j¨®venes y ni?os. Hay una emergencia social en ciernes. Ya se ven¨ªa argumentando que la globalizaci¨®n y relativa p¨¦rdida de fuelle de las pol¨ªticas fiscales frente a las monetarias estaba propiciando un aumento de las brechas sociales. Todo ello a pesar de que la evidencia emp¨ªrica de los ¨²ltimos setenta a?os hab¨ªa puesto de relieve una importante reducci¨®n de la desigualdad entre pa¨ªses. Dentro de cada pa¨ªs, es otra historia. Parad¨®jicamente, dos grandes cambios orientados por la acci¨®n p¨²blica est¨¢n amenazando, si no se corrigen, con revertir tendencias y aumentar las desigualdades, tanto entre pa¨ªses como dentro de ellos. Me refiero a la digitalizaci¨®n y a la prevalencia de tipos de inter¨¦s muy reducidos.
Es f¨¢cil pensar en un entorno digital como una respuesta efectiva a los problemas que el confinamiento y la distancia social imponen para las relaciones laborales y educativas. Sin embargo, tambi¨¦n expone la realidad de la brecha digital, de los que no pueden acceder a determinados medios, no cuentan con formaci¨®n para ello o no pueden trabajar desde casa. La covid-19 ha acelerado la transici¨®n del trabajo anal¨®gico al digital, haci¨¦ndola menos org¨¢nica y m¨¢s traum¨¢tica. Algunos empresarios y trabajadores han podido verse obligados a ¡°espabilar¡± digitalmente pero otros, simplemente, no han podido adaptarse y han cerrado su actividad. La respuesta de acci¨®n p¨²blica a estos problemas oculta incentivos perversos. Por ejemplo, casi nadie puede poner en duda que un esquema como el de los ERTE es una herramienta ¨²til para evitar un desplome mayor del mercado de trabajo, que debe mantenerse. Sin embargo, ?se est¨¢n aprovechando los ERTE para formar y reciclar digitalmente a sus destinatarios? Si no es as¨ª, la brecha digital entre trabajadores habr¨¢ aumentado al final de la crisis.
El entorno de tipos de inter¨¦s reducidos ¡ªreforzado por la pandemia¡ª tambi¨¦n comienza a ser un caldo de cultivo preocupante para la desigualdad. Resulta demasiado sencillo pensar que muchas empresas y ciudadanos se benefician de tipos muy bajos porque reducen la carga de su deuda. La realidad, seg¨²n muchos estudios, es que hay poca diferencia entre un 1% o un 0,5%. El denominado ¡°l¨ªmite inferior efectivo de la pol¨ªtica¡± monetaria ¡ªa partir del cual deja de tener efectividad¡ª pudo haberse alcanzado hace tiempo. Familias y empresas no piden m¨¢s cr¨¦dito porque su endeudamiento es elevado y sus expectativas de rentabilidad por invertir o ahorrar son escasas. Muchos hogares ven con frustraci¨®n no poder extraer rentas de su ahorro para jubilaci¨®n o, simplemente, para prosperar generacionalmente. No hay alicientes para ahorrar. Para buena parte de las nuevas generaciones este problema se une al de bajos salarios, con lo que es un grupo especialmente vulnerable. Con este panorama, lo peor de la pandemia en lo social puede estar por llegar, si no se act¨²a para corregirlo. No bastar¨¢ con m¨¢s medidas econ¨®micas y financieras. Son urgentes m¨¢s acciones de corte social.
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