Historia de la patata frita que cruz¨® la alfombra roja
Las ventas de la marca coru?esa Bonilla a la Vista se han disparado en Espa?a tras el Oscar de 'Par¨¢sitos', pero los consumidores gourmet de Corea del Sur se disputan el producto desde 2016
Hay una imagen que expresa el delirio que sembraron las patatas fritas Bonilla a la Vista cuando arribaron a Corea del Sur, en abril de 2016. Como en una escena de racionamiento en guerra, una hilera de mujeres hacen cola en la caja de los grandes almacenes Hyundai en Se¨²l y cada una lleva dos latas de 500 gramos de la marca gallega de aperitivos. La fila avanza disciplinadamente con la esperanza de pagar por fin y llevarse el cotizado producto a casa. El primer barco cargado con esta mercanc¨ªa acababa de llegar al pa¨ªs tras 42 d¨ªas de navegaci¨®n y el atraque hab¨ªa sido retransmitido por la tele. No hab¨ªa envases suficientes para satisfacer tanta expectaci¨®n creada por los distribuidores coreanos que las hab¨ªan descubierto en un viaje a Espa?a, as¨ª que el supermercado improvis¨® una norma: cada cliente pod¨ªa llevarse dos latas. Solo dos. En un par de horas se agotaron. Cuando le toc¨® su turno, una se?ora con un ni?o en brazos hizo valer los derechos del menor. "Dos personas, cuatro latas", reivindic¨® aupando al peque?o.
La an¨¦cdota la cuenta con la energ¨ªa de los tiempos en que repart¨ªa las patatas por los bares en su Guzzi roja el due?o de la f¨¢brica. C¨¦sar Bonilla, de 87 a?os, hijo de Salvador Bonilla, que fund¨® la marca (de churros y patatas) meses antes de nacer el cr¨ªo, en 1932, va dando saltos en su relato sin perder casi nunca el hilo. Habla de la primera churrer¨ªa en Ferrol; del hotel que abrieron luego y fracas¨®; del d¨ªa en plena posguerra en que tuvieron que marchar de su ciudad de origen "con una mano delante y otra detr¨¢s". De c¨®mo empezaron de nuevo en A Coru?a, donde ahora tienen seis churrer¨ªas; de las noches que pasaba solo cortando finas l¨¢minas de tub¨¦rculo; de las tortillas que a la ma?ana siguiente preparaba su madre con los extremos que no daban para hacer patatas fritas; del d¨ªa en que un empresario le encarg¨® 100.000 bolsas para la visita de Juan Pablo II en 1989 y luego le devolvi¨® sin contemplaciones las 40.000 que no hab¨ªa vendido.
Bonilla relata con todo lujo de detalles c¨®mo un d¨ªa una emigrante enamorada de sus productos le pidi¨® que le montase una churrer¨ªa en Venezuela y all¨¢ se fue para instalarle unas m¨¢quinas. Habla tambi¨¦n de las veces que ha rechazado convertir su marca en franquicia, porque "la calidad exige un control y esto se complica en la distancia" y de c¨®mo un grupo de Corea del Sur quiso replicar all¨¢ la f¨®rmula de las churrer¨ªas coru?esas. Lo deseaban con tanto ah¨ªnco que "ya ten¨ªan elegido un local", pero el gallego se mantuvo firme y ese barco jam¨¢s zarp¨®.
Hoy, este amante del mar (excampe¨®n de pesca submarina que ha tenido varios veleros y ahora navega en barco a motor) sigue capitaneando la nave industrial que fund¨® en Arteixo (A Coru?a) en 1988, sin la bendici¨®n de su padre, para retomar la fabricaci¨®n de patatas que este hab¨ªa abandonado tres d¨¦cadas antes porque prefer¨ªa centrarse en el chocolate con churros. All¨ª, C¨¦sar Bonilla recibe excursiones escolares y ¨²ltimamente decenas de reporteros que han picado el cebo de una publicidad no buscada. Hoy le ha visitado incluso un equipo que quiere rodar un documental.
En la madrugada de los Oscar, el turno que entra a las cuatro para producir 23.000 churros para la hosteler¨ªa ya estaba friendo la masa cuando supo que la triunfadora hab¨ªa sido la coreana 'Par¨¢sitos'. En la pel¨ªcula, como glamuroso aperitivo de una familia adinerada, se ve la inconfundible lata blanca de patatas con el velero azul sobre un mar ondulado y la tipograf¨ªa de la marca. "Bonilla a la vista" era la proclama que repet¨ªa Salvador, cabo de maniobras en el puerto de Ferrol, cuando desde el barco, en la noche, le preguntaban "?qui¨¦n va?". Lo de envasar en lata fue, sin embargo, un empe?o del hijo cuando mont¨® la f¨¢brica, porque as¨ª (aunque en formato cuadrado y retornable) las transportaba de joven a los bares para que no se rompieran con el traqueteo de la moto.
Una se?ora que no conoce, henchida de orgullo coru?¨¦s, le ha hecho llegar esta ma?ana a C¨¦sar Bonilla una mu?eca hecha de ganchillo en un mostrador, igualmente de ganchillo, donde vende latas de patatas fritas, que por supuesto son de ganchillo tambi¨¦n. El hombre ha colocado el regalo, a¨²n envuelto en celof¨¢n, en el mueble de su despacho junto a un mont¨®n de trofeos y fotos hist¨®ricas de su negocio. En un retrato aparece su madre friendo churros y patatas en las fiestas de Ferrol de 1932, con ¨¦l en la barriga.
A diferencia de aqu¨ª, en Corea del Sur no ha sorprendido ver una lata de Bonilla en la pel¨ªcula. Pero, a este lado del planeta, el ¨¦xito del filme de Bong Joon-Ho ha inundado en pleamar la orilla de esta factor¨ªa que pese a producir 540 toneladas de patatas anuales y exportar 60 a 20 pa¨ªses (40 a Corea) se ve peque?a y sencilla al lado de la descomunal vecina Inditex, en el mismo pol¨ªgono. El eco en las redes y la prensa (incluido The Guardian) han hecho el resto: las ventas por Internet han crecido un 150% y a los distribuidores habituales se han sumado otros. Son clientes nuevos que han descubierto las Bonilla a la Vista mucho despu¨¦s que el pa¨ªs asi¨¢tico, donde la lata de medio kilo que aqu¨ª se compra por 13 euros ronda los 25. Con la demanda disparada, en la nave han tenido que contratar personal para aumentar un turno.
Pero la patata se sigue haciendo como toda la vida. Se pasa por agua con sal y se fr¨ªe a 170 grados en aceite de oliva virgen Abril, que viene de Ourense, dentro de un sistema de cubas al ba?o mar¨ªa para que el calor directo no deteriore el producto. Un esc¨¢ner tra¨ªdo de Holanda al que llaman "ojo m¨¢gico" aparta las que no salen doradas, que son peque?as, que acaban rotas o dobladas. "?Mira todo lo que tira el cabronazo!", bromea el due?o al pasar junto al contenedor de descartes. "El secreto est¨¢ en seguir como siempre y no cambiar de materia prima", concluye. "Abaratar, en este negocio, es una tentaci¨®n constante porque es f¨¢cil, pero no se puede".
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