La furia silenciosa de las personas responsables
Me indignan las ridiculeces de los antivacunas, y sospecho que muchos estadounidenses comparten mi enfado
Hablemos por un momento de Lollapalooza. Tras cancelar los espect¨¢culos presenciales el a?o pasado, hace unas semanas Chicago volvi¨® a albergar este festival de m¨²sica tan longevo, que atrajo a m¨¢s de 385.000 asistentes. Muchos tem¨ªan que las multitudes enormes y ruidosas provocaran un episodio de supercontagio de coronavirus.
Pero el festival exigi¨® certificado de vacunaci¨®n o una prueba de covid negativa para entrar, e introdujo la mascarilla obligatoria en interiores a mitad del evento. Y parece que ha habido muy pocos contagios.
?Qu¨¦ nos dice esto? Que en Estados Unidos podr¨ªa haberse logrado el retorno a la vida m¨¢s o menos normal, tambi¨¦n con sus placeres, que muchos esperaban que las vacunas trajeran. La raz¨®n de que no lo hayamos hecho ¡ªla raz¨®n de que sigamos viviendo con miedo, con los hospitales de buena parte del sur al borde del colapso¡ª es que no hay suficientes vacunados ni suficientes personas llevando mascarilla.
Es posible sentir simpat¨ªa por algunos de los no vacunados, en especial los trabajadores a los que les resulta dif¨ªcil sacar tiempo para ir a ponerse la vacuna y les preocupa perder un d¨ªa por los efectos secundarios. Pero hay muchas menos excusas para quienes se niegan a vacunarse o a llevar mascarilla por razones culturales o ideol¨®gicas, y ninguna excusa en absoluto para gobernadores conservadores, como Ron DeSantis en Florida, Greg Abbott en Texas y Doug Ducey en Arizona, que han impedido activamente los esfuerzos para contener el brote m¨¢s reciente.
?Qu¨¦ piensan ustedes de los antivacunas y los antimascarillas? A m¨ª me indignan sus ridiculeces, a pesar de que yo puedo trabajar desde casa y no tengo hijos en edad escolar. Y sospecho que muchos estadounidenses comparten mi enfado.
La cuesti¨®n es si esta ira completamente justificada ¡ªllam¨¦mosla la ira de los responsables¡ª tendr¨¢ impacto pol¨ªtico, si los l¨ªderes defender¨¢n los intereses de los estadounidenses que intentan hacer lo correcto pero cuyas vidas est¨¢n siendo perturbadas y puestas en peligro por quienes no lo hacen.
Hay algo que deber¨ªa resultar evidente: vacunarse y llevar mascarilla en p¨²blico no son ¡°opciones personales¡±. Cuando alguien rechaza la vacuna o se niega a usar mascarilla, est¨¢ aumentando el riesgo de los dem¨¢s de contagiarse de una enfermedad posiblemente mortal o incapacitante, y contribuye tambi¨¦n a perpetuar los costes sociales y econ¨®micos de la pandemia. En un sentido muy real, la minor¨ªa irresponsable est¨¢ privando a los dem¨¢s de vida, libertad y de la b¨²squeda de la felicidad.
Es m¨¢s, por decir algo que deber¨ªa ser obvio, los que afirman que se oponen a las medidas de salud p¨²blica para proteger la ¡°libertad¡± no est¨¢n siendo sinceros.
Lo m¨¢s chocante es que, desde que las mascarillas se convirtieron en un frente de la guerra cultural, ha quedado claro que muchos de los que se oponen a su obligatoriedad no solo exigen el derecho a no tener que llevarla ellos mismos, sino que tambi¨¦n quieren que los dem¨¢s dejen de comportarse de manera responsable. Tucker Carlson ha pedido a sus espectadores que se enfrenten a quienes vean con mascarilla, y ha habido noticias dispersas sobre ataques violentos a personas que la llevaban puesta.
Tambi¨¦n es asombrosa la rapidez con la que se han abandonado los supuestos principios conservadores all¨ª donde honrar esos principios ayudar¨ªa en los intentos de contener la pandemia, en lugar de perjudicarlos.
Durante d¨¦cadas, los conservadores han insistido en que los propietarios de negocios deber¨ªan tener derecho a hacer lo que quisieran: contratar y despedir a voluntad, negar el servicio a quien les plazca. Pero aqu¨ª tenemos a Abbott amenazando con retirar la licencia de venta de bebidas alcoh¨®licas a los restaurantes que exijan certificado de vacunaci¨®n, a pesar de que Texas se est¨¢ quedando sin camas en las UCI.
Los conservadores tambi¨¦n han defendido el control local de la educaci¨®n, excepto, qu¨¦ casualidad, cuando los distritos escolares quieren proteger a los ni?os mediante normas sobre el uso de mascarillas, en cuyo caso, los gobernadores del ¡°devolvamos a Estados Unidos su grandeza¡± quieren tomar el control y cortarles la financiaci¨®n.
De modo que los amigos de la covid-19 no est¨¢n motivados por el amor a la libertad. Podr¨ªa ofrecer algunas hip¨®tesis acerca de sus motivos verdaderos, pero entender lo que gu¨ªa a esta gente es menos importante que entender cu¨¢nto da?o est¨¢ haciendo. Un da?o doble cuando se trata de pol¨ªticos que le hacen el juego c¨ªnicamente a los antivacunas y a los antimascarillas.
Los ¨²ltimos sondeos indican que los ciudadanos apoyan firmemente la obligatoriedad de las mascarillas, y que una mayor¨ªa abrumadora de estadounidenses se opone a los intentos de evitar que los distritos escolares protejan a los ni?os. No he visto encuestas sobre los intentos de impedir que los negocios exijan certificados de vacunaci¨®n, aunque imagino que tambi¨¦n deben de ser impopulares.
Pero pol¨ªticos como Abbott y DeSantis se est¨¢n plegando a la minor¨ªa contraria a la salud p¨²blica porque es ruidosa e irritable, y porque no piensan que eso les vaya a suponer ning¨²n coste pol¨ªtico.
Pues bien, yo creo que la mayor¨ªa favorable a la salud p¨²blica tambi¨¦n se est¨¢ irritando cada vez m¨¢s, y con raz¨®n. Lo que pasa es que no ha hecho suficiente ruido, y poqu¨ªsimos pol¨ªticos han intentado aprovechar esta furia justificada.
As¨ª que es hora de dejar de cohibirnos y llamar al comportamiento destructivo por su nombre. Hacerlo tal vez haga que muchos se sientan menospreciados. ?Pero saben qu¨¦? Sus sentimientos no les dan derecho a arruinar la vida de otros.
Paul Krugman es premio Nobel de Econom¨ªa. ? The New York Times, 2021. Traducci¨®n de News Clips.
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