El Estrecho de Taiw¨¢n: ?el gran polvor¨ªn de nuestra era?
El peque?o Estado insular, la Rep¨²blica Popular China y Estados Unidos parecen estar dirigi¨¦ndose directamente hacia un conflicto en las aguas que separan la isla del continente
Los tambores de guerra suenan nuevamente sobre el Estrecho de Taiw¨¢n. Esta zona, en la que bien es cierto que siempre ha habido una tensi¨®n latente, hoy podr¨ªa ser el gran foco de conflicto en el que se hiciese cierta la llamada ¡®Trampa de Tuc¨ªdides¡¯, que presupone un enfrentamiento entre China y Estados Unidos. El Council on Foreign Relations ha incluido recientemente a Taiw¨¢n como uno de los escenarios m¨¢s plausibles para un conflicto armado, mientras The Economist ha pasado a llamar al Estrecho ¡°la zona m¨¢s peligrosa del mundo¡±. Mientras tanto, analistas y oficiales en Washington no dejan de alertar de la proximidad de una invasi¨®n china. Esta tensi¨®n responde a muchos factores, pero principalmente a un cambio de actitud dentro de los tres actores que protagonizan las relaciones a trav¨¦s del Estrecho como son la China continental, Taiw¨¢n y Estados Unidos.
El Partido Comunista Chino (PCCh) siempre ha mantenido el objetivo de reunificar lo que considera como una provincia rebelde, con la vista puesta en el centenario de la Rep¨²blica Popular China (RPCh), en 2049. Esta ha sido una constante en su discurso que, adem¨¢s, ha ganado peso desde la llegada al poder de Xi Jinping en 2012, quien ha incluido la reunificaci¨®n en su ¡°sue?o chino¡± y ¡°gran rejuvenecimiento de la naci¨®n china¡±, piedra angular de su pensamiento que, entre otras cosas, est¨¢ relacionado con la modernizaci¨®n del pa¨ªs y la recuperaci¨®n de su posici¨®n tradicional como potencia, dejando atr¨¢s el ¡°siglo de las humillaciones¡±.
Tradicionalmente, el PCCh siempre ha enfatizado la v¨ªa pac¨ªfica, pero nunca ha renunciado al uso de la fuerza, a la cual recurrir¨ªa, siguiendo la Ley Antisecesi¨®n de 2005, ante una declaraci¨®n de independencia de la isla. No obstante, siguiendo la l¨ªnea pac¨ªfica, el PCCh ha tratado de afianzar la relaci¨®n a trav¨¦s del Estrecho con su viejo rival, el Kuomintang (KMT). As¨ª, ambos partidos acordaron el ¡®consenso de 1992¡¯, por el cual reconoc¨ªan la existencia de una sola China, aunque con interpretaciones diferentes de esta. Adem¨¢s, en 2005 ambos partidos firmaron su ¡®Tercera Cooperaci¨®n¡¯, esta vez contra el secesionismo taiwan¨¦s, entonces en el Gobierno con Chen Shui-bian. Y esta idea fue mantenida con la vuelta al poder del KMT tras las elecciones del 2008, de la mano de Ma Ying-jeou, iniciando un periodo de catarsis bilateral por la que Taip¨¦i y Beijing firmaron acuerdos de todo tipo y llevaron la relaci¨®n a su mejor nivel hist¨®rico.
Sin embargo, la reunificaci¨®n de facto que estaban llevando a cabo el KMT y el PCCh se vio detenida en 2014 de la mano del Movimiento Girasol, una protesta estudiantil y de otros sectores de la sociedad civil taiwanesa que tom¨® el Yuan Legislativo y Ejecutivo para mostrar su descontento con el rumbo de las relaciones a trav¨¦s del Estrecho. Este hecho puso fin a la v¨ªa reunificadora y cristaliz¨®, dos a?os despu¨¦s, en la victoria electoral de Tsai Ing-wen y su Minchintang, o Partido Democr¨¢tico Progresista (PDP), retornando los soberanistas al poder. Tsai traer¨ªa consigo un rechazo abierto al ¡®consenso de 1992¡¯ y a la idea de ¡®una China¡¯, pero ello a la vez que una defensa ret¨®rica del statu quo, no habiendo perseguido, de momento, ni una declaraci¨®n de independencia formal ni cambios sustanciales en la Constituci¨®n o s¨ªmbolos nacionales del pa¨ªs. As¨ª, Tsai ha dado marcha atr¨¢s en los avances de su predecesor hacia la reunificaci¨®n y ha adoptado una pol¨ªtica soberanista y contraria al PCCh, pero sin, todav¨ªa, dar los pasos definitivos hacia una independencia de jure.
Sin embargo, desde el continente han observado este cambio con preocupaci¨®n y han respondido con dureza y agresividad, cortando los contactos con el gobierno taiwan¨¦s y comenzando a presionarle en toda una serie de ¨¢mbitos, ya sea el diplom¨¢tico, buscando privar a Taiw¨¢n de todos sus socios y de su participaci¨®n en Organizaciones Internacionales como la Organizaci¨®n Mundial de la Salud (OMS) -lo que recientemente est¨¢ potenciando con la ¡®diplomacia de las vacunas¡¯, como en los casos de Paraguay y Honduras-; el militar, con violaciones constantes del espacio a¨¦reo de la isla y patrullas navales; o incluso el comercial, como en el reciente sonado caso de las ¡®pi?as de la libertad¡¯ o freedom pinapples. Todo esto ha derivado en una cada vez mayor tensi¨®n en el Estrecho.
La pesadilla soberanista para Beijing parec¨ªa poder terminar en 2020. Tras un primer mandato de Tsai marcado por varias pol¨¦micas y de la mano de un candidato popular, como Han Kuo-yu, el KMT parec¨ªa el favorito en las elecciones presidenciales de ese mismo a?o. No obstante, los sucesos acontecidos en Hong Kong en 2019 y 2020 convirtieron cualquier asociaci¨®n con Beijing en un activo t¨®xico para el electorado taiwan¨¦s, todo ello mientras Xi llamaba a aplicar el propio principio de ¡°un pa¨ªs, dos sistemas¡± a Taiw¨¢n como parte del ¡®consenso de 1992¡¯. Esto afect¨® severamente al KMT, tildado de prochino, y llev¨® a Tsai a un triunfo electoral sin paliativos.
Parece haber en Washington un gran consenso pro-Taiw¨¢n, por el que la isla ser¨ªa clave en la estrategia del Indo-Pac¨ªfico y en la idea de contener a Beijing
Este hecho es reflejo de un profundo cambio social en la isla, por el que sectores mayoritarios de la poblaci¨®n se adscriben cada vez m¨¢s a una identidad taiwanesa distinta de la continental, y rechazan la reunificaci¨®n. Tanto es as¨ª que, incluso dentro del KMT, han surgido con fuerza, sobre todo entre las nuevas generaciones, propuestas de ¡®taiwanizaci¨®n¡¯ del partido, que, tras el varapalo electoral de 2020, han llegado a su presidencia de la mano de Johnny Chiang. Aunque en julio de 2021 se producir¨¢n primarias en el partido, que podr¨ªan saldarse con una derrota de Chiang frente a la vieja guardia, esta tendencia ya est¨¢ afectando a las relaciones entre el PCCh y el KMT. As¨ª, el Zhongnanhai no felicit¨® a Chiang por su llegada a la presidencia y este le correspondi¨® afirmando que ¡°no tiene ninguna prisa por reunirse con Xi¡±. En este sentido, una posible ruptura entre el PCCh y el KMT podr¨ªa echar m¨¢s le?a al fuego y poner fin a uno de los elementos moderadores en las relaciones a trav¨¦s del Estrecho.
Por su parte, el tercero en discordia, Estados Unidos, tambi¨¦n est¨¢ participando en esta mayor tensi¨®n. Desde 1979, a?o en el que Washington cambiaba su reconocimiento del Gobierno de Taip¨¦i al de Beijing, los norteamericanos han suscrito dos pol¨ªticas con respecto a la isla. En primer lugar, la pol¨ªtica de ¡®una China¡¯, esto es, que s¨®lo existe un Estado bajo el nombre de China. En segundo lugar, la ¡®ambig¨¹edad estrat¨¦gica¡¯, que implica no adoptar una posici¨®n expl¨ªcita con respecto a si Estados Unidos defender¨ªa militarmente a Taiw¨¢n de un ataque exterior, solamente comprometi¨¦ndose con la auto defensa de la isla.
Estos dos pilares a¨²n se mantienen en pie, pero han sido severamente -y, quiz¨¢s, irremediablemente- da?ados por la Administraci¨®n Trump que, dentro de su competici¨®n con China y en t¨¢ndem con el Gobierno de Tsai, ha elevado el nivel de los contactos con la isla a niveles sin precedentes en los ¨²ltimos en cuarenta a?os, y ha aumentado la cooperaci¨®n en defensa con contratos armament¨ªsticos de elevada importancia, reuniones entre oficiales o patrullas navales en el Estrecho. Joe Biden, por su parte, representa m¨¢s elementos de continuidad que de cambio, al mismo tiempo que cada vez m¨¢s voces en el pa¨ªs llaman al abandono definitivo de la pol¨ªtica de ¡®una China¡¯ y de la ambig¨¹edad estrat¨¦gica. En este sentido, parece haber en Washington un gran consenso pro-Taiw¨¢n, por el que la isla ser¨ªa clave en la estrategia del Indo-Pac¨ªfico y en la idea de contener a Beijing, presion¨¢ndole en uno de sus llamados intereses vitales, el cual adem¨¢s podr¨ªa servirle a Estados Unidos como ¡®portaaviones insumergible¡¯ en frente de la costa china.
As¨ª, en las tres capitales, Beijing, Taip¨¦i y Washington, la moderaci¨®n que requiere una cuesti¨®n de este calibre parece haber sido sustituida por una pol¨ªtica dirigida por halcones, no palomas. Taiw¨¢n no es una cuesti¨®n balad¨ª para el PCCh, que est¨¢ adoptando, de nuevo, una l¨ªnea muy dura en esta cuesti¨®n, pero el soberanismo cada vez se ve con m¨¢s fuerzas y confianza en la isla, todo ello a la vez que Estados Unidos ve en Taip¨¦i una gran baza contra el ascenso chino. Si las tendencias actuales se mantienen, desafortunadamente, el futuro en el Estrecho de Taiw¨¢n no es muy halag¨¹e?o, con unas potenciales consecuencias catastr¨®ficas e incalculables.
* Manuel Fern¨¢ndez es analista de la Fundaci¨®n Alternativas
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