No nos estamos enterando de nada
Cada vez que encendemos el aire acondicionado, pasamos minutos bajo la ducha o cogemos el coche cuando podemos usar el transporte p¨²blico, estamos financiando la campa?a militar rusa: a los actuales precios del gas da para invadir Ucrania, Finlandia y m¨¢s all¨¢
Mientras esperaba a mi mujer en una cafeter¨ªa, pel¨¢ndome de fr¨ªo ¡ª¡±t¨ªo, en qu¨¦ mundo vives, aqu¨ª no se puede estar en manga corta¡±¡ª, recib¨ª la llamada de un buen amigo: ¡°Aprovechemos que est¨¢s en Madrid para vernos¡ y de paso me explicas lo de la luz (sic), porque me han pasado una factura de 350 euros y me parece una verg¨¹enza¡±. No pude evitar responderle, que lo que me parece una verg¨¹enza es que no sea consciente del proble...
Mientras esperaba a mi mujer en una cafeter¨ªa, pel¨¢ndome de fr¨ªo ¡ª¡±t¨ªo, en qu¨¦ mundo vives, aqu¨ª no se puede estar en manga corta¡±¡ª, recib¨ª la llamada de un buen amigo: ¡°Aprovechemos que est¨¢s en Madrid para vernos¡ y de paso me explicas lo de la luz (sic), porque me han pasado una factura de 350 euros y me parece una verg¨¹enza¡±. No pude evitar responderle, que lo que me parece una verg¨¹enza es que no sea consciente del problem¨®n en que estamos metidos y que no le hubieran cobrado 700.
No hac¨ªa falta que lo recordara Macron: el gas natural es un arma de guerra. Rusia, que sabe bien que las guerras se ganan en invierno, ya ha comenzado a cumplir su amenaza de cortar el suministro. Eso tendr¨¢ grav¨ªsimas consecuencias para la Uni¨®n Europea, econ¨®micas, sociales y puede que incluso humanitarias.
La desesperada carrera europea por ¡°llenar el granero¡± ha multiplicado el coste del gas por ocho. Mientras, en Espa?a preferimos hacernos trampas al solitario, consumiendo como si nada pasase; quej¨¢ndonos mucho, por supuesto; y pagando un precio muy lejos de nuestras posibilidades. No olviden: un Gobierno puede subsidiar electricidad, gas o gasolina, pero no paga. Es el ciudadano el que termina haci¨¦ndolo.
Ni este Ejecutivo, ni el anterior, ni las compa?¨ªas energ¨¦ticas, ni nosotros como consumidores somos responsables del problema. Pero s¨ª de afrontarlo. Y no s¨¦ si es m¨¢s deprimente la inconsciencia de estos o la falta de voluntad de hacerlo de aquellos. Gobierno y oposici¨®n promueven y piden rebajas y subsidios al consumo energ¨¦tico, imprescindibles para garantizar lo esencial a quienes verdaderamente lo necesitan pero que fomentan irresponsablemente un consumo a¨²n mayor del resto, la gran mayor¨ªa. Debieran aplicarse, en su lugar, en explicar la verdad de lo que est¨¢ ocurriendo y, m¨¢s que promover, imponer medidas radicales de ahorro energ¨¦tico. El supuesto problema es que el ¡°coste pol¨ªtico ser¨ªa grande¡±. Cabe entonces, con tristeza, preguntarse cu¨¢l debiera ser la prioridad de la acci¨®n pol¨ªtica. Pero, independientemente de eso, conviene recordar que somos los mismos que cuando se nos hizo ver que era necesario, respetamos mod¨¦licamente las m¨¢s exigentes reglas sanitarias. Aun as¨ª, m¨¢s alto ser¨¢ el coste pol¨ªtico cuando la situaci¨®n explote en invierno, y se pueda acusar al Ejecutivo de inacci¨®n previa.
Se debe exigir tambi¨¦n una mayor responsabilidad social corporativa al sector empresarial. No solo a las empresas energ¨¦ticas que, por ejemplo, podr¨ªan evitar las ultrapublicitadas tarifas planas ¡ªque inducen a consumir m¨¢s y peor¡ª sino a todas en general: ?es imprescindible estar a 20? para mantener el nivel de ventas o para rendir en la oficina?
Pero la principal responsabilidad es individual. Debemos ser conscientes de que la situaci¨®n es excepcional y muy grave. Que cada vez que encendemos el aire acondicionado, pasamos minutos bajo la ducha o cogemos el coche cuando podemos usar el transporte p¨²blico estamos financiando la campa?a militar rusa: a los actuales precios del gas da para invadir Ucrania, Finlandia y m¨¢s all¨¢. Que lo que consumimos hoy, lo echaremos de menos en invierno, cuando m¨¢s falta har¨¢. Y no habr¨¢ presupuesto que lo soporte.
De nuevo, afortunadamente, la Comisi¨®n Europea nos tiene que empujar a hacer lo que no somos capaces por nosotros mismos, pidiendo restricciones al consumo desde ya (m¨¢s vale tarde¡). En contra de lo insinuado por el presidente el pasado jueves, estas medidas s¨ª deben alterar nuestro modo de vida, de lo contrario ser¨¢n de nuevo muy insuficientes. Deben ser valientes, radicales y equitativas (¡°sociales¡±). Debe fijarse y garantizarse un nivel m¨¢ximo de consumo imprescindible a un precio asequible. Pero quien quiera consumir m¨¢s, que pague el verdadero coste, no solo el alt¨ªsimo de hoy, sino el que cabe esperar para el invierno que se avecina (cierto, en Espa?a, en teor¨ªa, podr¨ªamos tener acceso al gas, el peque?o detalle es que de ninguna manera podremos pagarlo). Eso implica por ejemplo pasar calor (como hemos hecho hasta no hace mucho m¨¢s de treinta a?os) o restringir el uso del veh¨ªculo privado (limitando por ejemplo la velocidad). Pero, antes que eso, contar a la gente la verdad de lo que est¨¢ ocurriendo con toda su crudeza.
Es esencial y urgente el esfuerzo de todos nosotros para salir de esta. Como Thelma y Louise, aceleramos ciegamente hacia el precipicio (culpando a cualquier otro menos a nosotros mismos, eso que no falte). Y a este paso, adem¨¢s de arruinarnos, lo que nos faltar¨¢ en invierno ser¨¢n mantas.
Carlos Batlle es investigador de Massachusetts Institute of Technology (MIT) y profesor de la Universidad Pontificia Comillas