El ¨¦xito de los Pactos de la Moncloa
Tras la fase de r¨¢pido crecimiento que sigui¨® al Plan de Estabilizaci¨®n de 1959, el pa¨ªs se enfrent¨® a la crisis energ¨¦tica de los a?os setenta. La soluci¨®n lleg¨® gracias al control de la inflaci¨®n, las devaluaciones de la peseta y la expansi¨®n del gasto p¨²blico
La econom¨ªa espa?ola sufri¨® con especial intensidad la crisis energ¨¦tica de los a?os setenta, que se desarroll¨® en el complejo e inestable marco de la transici¨®n pol¨ªtica hacia la democracia y afect¨® de forma particular a la industria. Sin embargo, la radical transformaci¨®n institucional que experiment¨® Espa?a en la segunda mitad de esa d¨¦cada dot¨® de creciente capacida...
CAP?TULO V. [ Ver serie completa ]
La econom¨ªa espa?ola sufri¨® con especial intensidad la crisis energ¨¦tica de los a?os setenta, que se desarroll¨® en el complejo e inestable marco de la transici¨®n pol¨ªtica hacia la democracia y afect¨® de forma particular a la industria. Sin embargo, la radical transformaci¨®n institucional que experiment¨® Espa?a en la segunda mitad de esa d¨¦cada dot¨® de creciente capacidad a los gobiernos para la gesti¨®n de la crisis y puso los cimientos para la adhesi¨®n de nuestro pa¨ªs a la Uni¨®n Europea, una s¨®lida garant¨ªa de progreso. A continuaci¨®n, analizamos brevemente ese proceso.
La larga expansi¨®n de las econom¨ªas desarrolladas despu¨¦s de finalizada la II Guerra Mundial mostr¨® signos de debilitamiento al finalizar la d¨¦cada de los sesenta, llevando a las autoridades econ¨®micas de los pa¨ªses m¨¢s desarrollados, con EE UU a la cabeza, a facilitar est¨ªmulos monetarios que revitalizaron la actividad econ¨®mica durante 1972 y 1973, pero con el coste de generar crecientes tensiones inflacionistas, toda vez que los sindicatos defendieron con gran contundencia el poder adquisitivo de sus salarios. Espa?a destac¨® en los primeros a?os setenta por el elevado aumento del PIB (6,6% de media anual entre 1971 y 1974) y de los precios (10,9% como media en los cuatro a?os mencionados).
En este marco de inflaci¨®n, que aconsejaba medidas dirigidas a desacelerar la demanda nacional, a finales de 1973, los precios del crudo petrol¨ªfero se multiplicaron por cuatro, como consecuencia del embargo decretado en octubre por la OPEC a EE UU y otros pa¨ªses desarrollados, en represalia por su apoyo a Israel en la guerra ¨¢rabe-israel¨ª del Yom Kipur.
Espa?a encontr¨® mayores dificultades para ajustarse a la nueva situaci¨®n que los pa¨ªses entonces integrados en la Europa comunitaria no s¨®lo por su mayor dependencia del petr¨®leo, que se reflejar¨ªa en un mayor ascenso de su ¨ªndice general de precios, sino tambi¨¦n porque este incremento fue seguido por elevaciones de los salarios nominales de superior magnitud, en el contexto especial de la transici¨®n pol¨ªtica, en el que las centrales sindicales, a¨²n en la clandestinidad, hicieron valer su fortaleza reivindicativa para forzar su legalizaci¨®n. Se cre¨® as¨ª una espiral salarios-precios que situ¨® la tasa de inflaci¨®n en el 24,4% en 1977, frenando el consumo de las familias, la producci¨®n y la inversi¨®n productiva, y aumentando el desempleo.
El alza de los precios tambi¨¦n afect¨® a la marcha de las exportaciones espa?olas, conduciendo a un gran d¨¦ficit exterior que oblig¨® a la autoridad econ¨®mica, presidida entonces por Enrique Fuentes Quintana, a decretar en 1977 una de las mayores devaluaciones de la peseta, de un 24,9%, que pronto se mostrar¨ªa insuficiente para defender la competitividad exterior de los productos espa?oles.
En definitiva, ante unas centrales sindicales fuertemente reivindicativas y en un marco institucional inestable, no cab¨ªa una respuesta adecuada a una crisis que exig¨ªa que todos los ciudadanos asumieran su parte en la p¨¦rdida de renta real que el pa¨ªs sufr¨ªa a favor de los pa¨ªses exportadores de petr¨®leo. En 1979 se produjo una segunda elevaci¨®n del precio del petr¨®leo frente a la que, afortunadamente, se reaccionar¨ªa de manera muy distinta.
Mirada al exterior
Durante la d¨¦cada de 1960, la industria espa?ola hab¨ªa crecido a un ritmo formidable, superior al de sus competidoras europeas, y a¨²n lo hizo m¨¢s en el periodo 1971-1974, en el que el valor a?adido de las manufacturas aument¨® a una tasa anual promedio del 11,2%.
Sin embargo, las empresas industriales espa?olas depend¨ªan en un grado muy elevado del mercado interior, de forma que sufrieron en sus ventas y beneficios la intensa desaceleraci¨®n que registr¨® la demanda interna. Por otra parte, el alza de sus costes energ¨¦ticos y laborales merm¨® su competitividad exterior, s¨®lo temporalmente aliviada por la devaluaci¨®n de la peseta en 1977. Aun as¨ª, hicieron un extraordinario esfuerzo por buscar mercados en otros pa¨ªses, y sus exportaciones crecieron a ritmos importantes, ayudadas por desgravaciones fiscales.
Las empresas m¨¢s afectadas fueron aquellas con producciones menos sofisticadas tecnol¨®gicamente y m¨¢s intensivas en mano de obra, que, por otra parte, se enfrentaron a mayores alzas en los salarios (carb¨®n, siderurgia, productos met¨¢licos, buques, textiles y confecci¨®n, electrodom¨¦sticos y fertilizantes). Estas actividades sufr¨ªan ya desde el comienzo de la d¨¦cada de 1970 una creciente competencia por parte de pa¨ªses de nueva industrializaci¨®n (Corea del Sur, Taiw¨¢n, Singapur, Hong Kong, Brasil y M¨¦xico, principalmente) y no dejar¨ªan de perder peso en la producci¨®n industrial durante toda la crisis.
La transici¨®n a la democracia transform¨® de forma profunda las instituciones espa?olas, siguiendo patrones semejantes a los vigentes en los pa¨ªses integrados en la Comunidad Econ¨®mica Europea. Los cambios m¨¢s trascendentales se produjeron entre 1977 y 1980. En efecto, en 1977 fueron legalizadas las centrales sindicales y se celebraron las primeras elecciones democr¨¢ticas. En 1978 se aprob¨® la actual Constituci¨®n espa?ola, que configuraba un nuevo marco legal e institucional, semejante al de otros pa¨ªses democr¨¢ticos, y despejaba incertidumbres con respecto a la naturaleza del sistema econ¨®mico que prevalecer¨ªa en Espa?a. Por ¨²ltimo, en 1980 se sancion¨® el Estatuto de los Trabajadores, en el que se recog¨ªa la posibilidad de despido improcedente, que no hab¨ªa contemplado el paternalismo franquista.
Estas transformaciones habr¨ªan de permitir la puesta en marcha de nuevas pol¨ªticas econ¨®micas, dirigidas a cortar la espiral salarios-precios, mejorar la instrumentaci¨®n de la pol¨ªtica macroecon¨®mica y poner en marcha una reconversi¨®n industrial.
En este sentido, tuvieron una especial relevancia y resonancia los Pactos de la Moncloa, firmados el 25 de noviembre de 1977 entre el Gobierno presidido por Adolfo Su¨¢rez y los partidos pol¨ªticos de la oposici¨®n parlamentaria, con tibio apoyo de las asociaciones empresariales y de la central sindical CC OO. Ser¨ªan sobre todo determinantes para detener la escalada de precios, al lograr que los trabajadores ajustaran sus demandas salariales a las previsiones de inflaci¨®n realizadas por el Gobierno para el a?o que se iniciaba, confiando en ellas, y no al aumento de los precios en el a?o ya transcurrido, pr¨¢ctica que s¨®lo consegu¨ªa que la tasa de inflaci¨®n de un a?o se trasladara al siguiente, haci¨¦ndose permanente, cuando no creciente.
En el ¨¢mbito de las pol¨ªticas macroecon¨®micas tambi¨¦n se produjeron cambios trascendentales. Desde 1973 se fueron definiendo mejor los objetivos e instrumentos de la pol¨ªtica monetaria espa?ola, logrando un mejor control por parte del Banco de Espa?a de la evoluci¨®n de los agregados monetarios. Adem¨¢s, con el fin de facilitar el cr¨¦dito, en 1974 se inici¨® un proceso de liberalizaci¨®n del sistema financiero; despu¨¦s, ya en 1977, se acometi¨® una gran reforma fiscal que modernizar¨ªa de forma radical el sistema tributario espa?ol, haciendo por fin viable un Estado de bienestar y aumentando la capacidad de intervenci¨®n de las administraciones p¨²blicas, algo fundamental en un momento de crisis como el que entonces se viv¨ªa.
El tercer Gobierno de Su¨¢rez traslad¨® por completo la nueva elevaci¨®n del precio del petr¨®leo a los precios de los productos derivados (lo que no se hab¨ªa hecho en 1973), consiguiendo con ello un fuerte descenso del consumo de carburantes. Aun as¨ª, el d¨¦ficit exterior creci¨®. Adem¨¢s, la concertaci¨®n social s¨®lo permiti¨® un descenso gradual de la tasa de inflaci¨®n, que a¨²n en 1980 segu¨ªa siendo del 15%, castigando la competitividad de las exportaciones espa?olas.
Los a?os 1979-1981 fueron especialmente cr¨ªticos, con escasos avances del consumo privado y la inversi¨®n productiva. S¨®lo el gasto p¨²blico y las exportaciones sostuvieron la producci¨®n, que, aun as¨ª, se redujo en 1981 por primera vez en todo el periodo de crisis, aunque s¨®lo una d¨¦cima porcentual. Detr¨¢s de esta evoluci¨®n se encontraba una importante disminuci¨®n del empleo, bastante superior a la que ya se hab¨ªa producido anteriormente, que reflejaba un acelerado ajuste del tejido productivo a los nuevos costes de producci¨®n, mediante la eliminaci¨®n de los puestos de trabajo y los establecimientos con una menor productividad laboral.
Ante la complicada situaci¨®n descrita, una de las primeras medidas que tomar¨ªa el Gobierno socialista elegido en octubre de 1982, presidido por Felipe Gonz¨¢lez, ser¨ªa la devaluaci¨®n de la peseta, que redujo su valor en un 8% en diciembre. A partir de ese mismo a?o, la econom¨ªa volvi¨® a crecer, aunque a ritmos suaves, siguiendo a cierta distancia la recuperaci¨®n europea. No obstante, los importantes desequilibrios creados tendieron a corregirse. El d¨¦ficit exterior desapareci¨® ya en 1984 y la rentabilidad de las empresas mejor¨® sensiblemente, con aumentos sostenidos de sus excedentes en los a?os siguientes. De esta manera se establecieron las condiciones para la recuperaci¨®n de la inversi¨®n productiva, que recibir¨ªa un gran est¨ªmulo adicional de la adhesi¨®n de Espa?a a la CEE en 1985.
Por otra parte, en 1984, el Gobierno hab¨ªa aprobado una reforma laboral para hacer frente a la elevada tasa de paro (que alcanzaba ya el 16,7%) e impulsar la creaci¨®n de empleo. Ante la dificultad de acordar con las centrales sindicales una flexibilizaci¨®n del mercado de trabajo que hiciera m¨¢s sensible la evoluci¨®n de los salarios a la tasa de desempleo y aumentara su sincronizaci¨®n con el avance de la productividad del trabajo, la reforma aludida se centr¨® en facilitar el empleo temporal en todas las actividades productivas. De esta forma, la flexibilizaci¨®n buscada se lograr¨ªa facilitando la entrada y salida del mercado, pero creando un amplio segmento de trabajadores de contrataci¨®n temporal. Sobre esta nueva base, el empleo crecer¨ªa muy r¨¢pidamente desde 1986, pero la productividad del trabajo lo har¨ªa moderadamente.
La integraci¨®n en el espacio comunitario supon¨ªa un desarme de las barreras arancelarias y no arancelarias al comercio, que habr¨ªa de producirse de forma gradual hasta 1992. Era, pues, un reto para las empresas espa?olas, por cuanto las expon¨ªa a la competencia de sus pares europeos, pero tambi¨¦n representaba una gran oportunidad al abrirles las puertas de los mercados comunitarios. Buscando aprovechar esta oportunidad, las empresas, sobre todo las manufactureras, se lanzaron a una intensa renovaci¨®n de sus t¨¦cnicas productivas y de sus equipamientos, para lo que recibieron el apoyo del Estado, tanto a trav¨¦s de desgravaciones fiscales como de la posibilidad de amortizar de forma instant¨¢nea los nuevos equipos adquiridos en 1985 y 1986. Ello hizo crecer la inversi¨®n productiva a tasas muy elevadas durante estos dos a?os (superiores al 10% en el apartado de bienes de equipo), facilitando el aumento de la renta de empresas y hogares, e impulsando el consumo privado. Este encontr¨® tambi¨¦n un est¨ªmulo, tanto en las expectativas favorables acerca del futuro econ¨®mico que cre¨® la anhelada pertenencia a la Europa comunitaria como en el abaratamiento de las mercanc¨ªas de importaci¨®n, llegando a aumentar un 7,8% en un solo a?o, 1987, y ofreciendo nuevos est¨ªmu?los a la inversi¨®n productiva, esta vez dirigida a la ampliaci¨®n de las capacidades instaladas, cerr¨¢ndose de esta forma el c¨ªrculo virtuoso de la recuperaci¨®n.
Retorno de la inversi¨®n
Por otra parte, la inversi¨®n productiva cont¨® con dos grandes est¨ªmulos. El primero, y m¨¢s importante, el retorno de la inversi¨®n extranjera, que, multiplicando por m¨¢s de tres sus vol¨²menes entre 1984 y 1988, pareci¨® confirmar las nuevas oportunidades que se abr¨ªan para Espa?a en el seno de la UE. El segundo, la pol¨ªtica de reconversi¨®n industrial puesta en marcha, con la que el Gobierno socialista persigui¨® eliminar los excedentes laborales de los sectores industriales en crisis, creando Fondos de Promoci¨®n de Empleo en las regiones afectadas, as¨ª como rees?tructurar sus producciones, lo que, entre otras medidas, exigi¨® capitalizar a las grandes empresas p¨²blicas establecidas en los sectores de siderurgia y construcci¨®n naval, cuyas plantillas se redujeron un 45% entre 1981 y 1988.
Aunque la industria manufacturera protagoniz¨® la recuperaci¨®n de la mano de sectores m¨¢s intensivos en tecnolog¨ªa, como el autom¨®vil, el qu¨ªmico o el electr¨®nico, no consigui¨® incrementar su peso en el PIB, salvo en 1987, hu¨¦rfana de una pol¨ªtica tecnol¨®gica e industrial de relieve.
A partir de 1986, el crecimiento del PIB espa?ol superar¨ªa ya el comunitario, y aumentar¨ªa por encima de su nivel potencial, aun cuando este se expand¨ªa r¨¢pidamente, a un ritmo superior al 3% anual, reflejando las ganancias logradas en eficiencia y en capacidad productiva. Surgieron, pues, nuevas tensiones inflacionistas que condujeron a nuevas alzas salariales y obligaron al Banco de Espa?a a adoptar medidas de contenci¨®n monetaria, y al Gobierno a moderar ligeramente la expansi¨®n del gasto p¨²blico, firmemente comprometida desde 1985 con el desarrollo de las infraestructuras de transporte por carretera y ferrocarril y de telecomunicaciones, claves para la competitividad de nuestra econom¨ªa. Adem¨¢s, con el fin de reducir los grados de libertad de su pol¨ªtica monetaria, y ayudar a atemperar las expectativas de inflaci¨®n, el Gobierno introdujo la peseta en el marco disciplinario del Sistema Monetario Europeo (SME) en 1989.
El d¨¦ficit exterior volver¨ªa a crecer como consecuencia del imparable avance de las importaciones procedentes de la Europa comunitaria, gradualmente libres de barreras, y del lento crecimiento inicial de las exportaciones. S¨®lo a partir de 1991, las empresas responder¨ªan adecuadamente a las oportunidades que ofrec¨ªan los mercados europeos, con una potente expansi¨®n de sus ventas exteriores, que, sin embargo, no ser¨ªa suficiente para volver al equilibrio exterior. Este s¨®lo se recuperar¨ªa en 2012, aunque esta vez para mantenerlo hasta hoy, como un testigo de la profunda transformaci¨®n experimentada por la econom¨ªa espa?ola.
Como resultado de la fuerte recuperaci¨®n tras la crisis energ¨¦tica, la econom¨ªa espa?ola hab¨ªa recobrado en 1991 buena parte del empleo destruido desde 1974 y mantenido el nivel relativo de producci¨®n que ten¨ªa en esa fecha con respecto a los pa¨ªses que hoy integran la eurozona. Pero su posici¨®n relativa en t¨¦rminos de renta per capita se hab¨ªa deteriorado como consecuencia de un crecimiento m¨¢s r¨¢pido de la poblaci¨®n. No se recuperar¨ªa hasta 1995, en las puertas de una nueva y larga etapa expansiva.
Rafael Myro es catedr¨¢tico de Econom¨ªa Aplicada de la Universidad Complutense de Madrid.