Apertura tras la autarqu¨ªa
La desaparici¨®n de algunos estrangulamientos productivos, la importaci¨®n de tecnolog¨ªa y una mayor capacidad de compra en el exterior impulsaron el crecimiento en la d¨¦cada de 1950 despu¨¦s de los primeros a?os ca¨®ticos de la dictadura franquista
CAP?TULO IV. [ Ver serie completa ]
Entre 1929 y 1955, Espa?a sufri¨® su peor depresi¨®n del siglo XX, demor¨¢ndose m¨¢s de un cuarto de siglo para recobrar el PIB per c¨¢pita anteriormente alcanzado. La depresi¨®n comenz¨® como una crisis moderada en los a?os treinta, mucho menos intensa que la experimentada entonces por Alemania, Francia o Estados Unidos. La proclamaci¨®n de la Rep¨²blica contribuy¨® a la suavidad de la contracci¨®n dado que los salarios tendieron a subir y la peseta, inicialmente, se desplom¨®. Las cosechas fueron buenas. Todo ello favoreci¨® la progresi¨®n de las industrias de bienes de consumo. La deflaci¨®n se evit¨®. Sin embargo, cuando estall¨® la sublevaci¨®n militar de 1936, la econom¨ªa espa?ola no hab¨ªa logrado superar plenamente la crisis debido al retroceso de la inversi¨®n, el cierre de los mercados internacionales y la vinculaci¨®n de la peseta al bloque oro.
La Guerra Civil tuvo un impacto mucho m¨¢s dram¨¢tico, especialmente en la zona republicana, que se vio muy perjudicada por el menguante tama?o de su mercado industrial, la creciente carencia de alimentos y materias primas, y los obst¨¢cu?los que experimentaron productos de exportaci¨®n como naranjas o potasas en la Alemania nazi y la Italia fascista. La Espa?a nacional registr¨® una cierta euforia econ¨®mica, al contar con abundante disponibilidad de cereales y, asimismo, porque su industria pudo sustituir las importaciones que antes se adquir¨ªan en los emporios fabriles de la Rep¨²blica.
Desde 1939, en lugar de producirse una r¨¢pida recuperaci¨®n, como es habitual despu¨¦s de las guerras, Espa?a no registr¨® una mejora sostenida en los niveles de producci¨®n y consumo, sino que padeci¨® una coyuntura depresiva hasta bien entrados los a?os cincuenta. El r¨¦gimen franquista culp¨® a las supuestas destrucciones causadas por la revoluci¨®n y los rojos. Pero la realidad es que el porcentaje de edificios da?ados o de equipo ferroviario y flota naval destruidos en la Guerra Civil fue muy inferior a los de Alemania, Francia o Italia durante la II Guerra Mundial. Y, en cambio, estas econom¨ªas registraron recuperaciones sostenidas y su PIB per c¨¢pita era mayor en 1951 que en 1929. No fue el caso de Espa?a, que pospuso la recuperaci¨®n hasta 1955.
La prolongada depresi¨®n de Espa?a en el primer franquismo ¡ª1939-1949¡ª se debi¨® a cuatro causas interrelacionadas. Fueron la crisis energ¨¦tica, la escasez de materias primas y bienes intermedios, la ca¨ªda en la productividad del trabajo y las pol¨ªticas aplicadas.
Cortes de suministro
La crisis energ¨¦tica comenz¨® con la insuficiente importaci¨®n de combustibles y especialmente de petr¨®leo, obligando a la popularizaci¨®n de los gas¨®genos. Aunque se contara con carb¨®n espa?ol, la falta de hulla brit¨¢nica perjudic¨® a la siderurgia, a la fabricaci¨®n de cemento y al transporte ferroviario. Pero adem¨¢s, a partir de 1944 y hasta 1955, se produjeron cortes de suministro de un bien de origen netamente dom¨¦stico, la electricidad. Las restricciones el¨¦ctricas interrumpieron el trabajo industrial unas horas al d¨ªa o unos d¨ªas a la semana durante m¨¢s de un decenio. En algunos ejercicios, m¨¢s de medio mill¨®n de trabajadores tuvieron que parar por falta de fluido el¨¦ctrico.
La carencia de materias primas, como algod¨®n, cuero, chatarra, fosfatos o pasta de papel, impidi¨® la recuperaci¨®n de numerosas e importantes industrias (textil, calzado, abonos, acero, papel y editorial). La falta de abonos retras¨® la recuperaci¨®n de la agricultura y de las exportaciones. Los cuellos de botella en productos sider¨²rgicos o cemento hipotecaron la fabricaci¨®n de maquinaria y bienes de equipo y la construcci¨®n de viviendas e infraestructuras.
La ca¨ªda en la productividad del trabajo fue el resultado del recorte permanente de los salarios reales, la extensi¨®n de las jornadas laborales y el retorno del pluriempleo. Favoreci¨® la selecci¨®n de t¨¦cnicas poco mecanizadas. En el textil, por ejemplo, los telares siguieron siendo mayoritariamente mec¨¢nicos, mientras en Europa se generalizaban los autom¨¢ticos. Adem¨¢s, la ca¨ªda de los salarios reales retras¨® la recuperaci¨®n de las industrias de bienes de consumo.
Pero los anteriores cuellos de botella fueron intensificados por las decisiones pol¨ªticas, libremente elegidas por el r¨¦gimen, y que emularon a las de la Alemania nazi y la Italia fascista. Cinco rasgos parecen cruciales. Primero, la intervenci¨®n del sistema de precios y de la distribuci¨®n de materias primas y alimentos. Segundo, el impulso de una industrializaci¨®n orientada a objetivos aut¨¢rquico-militares. Tercero, la prohibici¨®n del derecho de huelga y los sindicatos de clase, y el encuadramiento de los trabajadores en sindicatos verticales. Cuarto, la negativa a devaluar la peseta. Quinto, la elecci¨®n de una pol¨ªtica exterior de complicidad con el Eje.
La fijaci¨®n de precios de tasa y la intervenci¨®n de la distribuci¨®n con el sistema de cupos condujeron a la eclosi¨®n de los mercados negros. La oferta desapareci¨® de los canales habituales y se orient¨® hacia el estraperlo, donde por el trigo, el algod¨®n o la chatarra se lleg¨® a pagar m¨¢s de cuatro veces su precio de tasa. Este sistema intensific¨® los estrangulamientos y enriqueci¨® a empresarios vinculados con el r¨¦gimen y los militares, mientras penalizaba a quienes mejoraban procesos y productos. Contribuy¨® a retrasar la recuperaci¨®n.
Con la electricidad no cab¨ªa el estraperlo y sustituy¨® a otras energ¨ªas que eran m¨¢s dif¨ªciles entonces de adquirir. La pol¨ªtica de tarifas la hizo relativamente mucho m¨¢s barata. Esto desincentiv¨® inversiones y, sobre todo, impuls¨® el crecimiento de la demanda, hasta que, a partir de 1944, la potencia instalada no dio abasto para cubrir la misma y hubo que imponer restricciones.
Los salarios reales retrocedieron de entrada porque acabada la Guerra Civil se dispuso que volvieran a los niveles nominales de 1936, mientras los precios no lo hicieron. Sin sindicatos ni derecho de huelga, con una tr¨¢gica e intensa represi¨®n y una inflaci¨®n desbocada, los salarios reales se hundieron y eran apenas del 50% de los republicanos a finales de la primera fase del franquismo.
El modelo de industrializaci¨®n escogido queda bien reflejado por los desembolsos iniciales del Instituto Nacional de Industria (la versi¨®n de Juan Antonio Suanzes del Istituto per la Ricostruzione Industriale de Mussolini). Las empresas nacionales que absorbieron m¨¢s fondos en los a?os cuarenta fueron la Calvo Sotelo, la Elcano y la Torres Quevedo. Las tres respond¨ªan a intereses claramente b¨¦licos. La primera pretend¨ªa obtener combustibles l¨ªquidos a partir del refino de pizarras bituminosas, como hab¨ªa logrado la IG Farben en el marco del Vier Jahre Plan del III Reich. La segunda impulsaba la construcci¨®n naval, y la tercera, las comunicaciones en el protectorado de Marruecos, que durante la II Guerra Mundial Franco ambicion¨® ampliar con las vecinas posesiones francesas. Este tipo de inversiones, de escasa eficiencia econ¨®mica, consumieron materias primas y divisas escasas.
La falta de divisas yugul¨® la importaci¨®n y alarg¨® la depresi¨®n. Fue, en parte, el resultado de otra obsesi¨®n particular de Francisco Franco: la negativa a devaluar la divisa espa?ola, que se mantuvo con un cambio inalterado de 11 pesetas por d¨®lar hasta 1948, mientras Espa?a registraba mucha m¨¢s inflaci¨®n que socios comerciales como Estados Unidos y el Reino Unido. Esto provoc¨® que las exportaciones hispanas fueran perdiendo competitividad y siguieran faltando divisas.
La pol¨ªtica exterior jug¨® tambi¨¦n en contra de la recuperaci¨®n. El Instituto Nacional de Moneda Extranjera (IEME), mientras Demetrio Carceller era ministro de Industria y Comercio, amortiz¨® el grueso de la deuda de guerra con el III Reich. Adem¨¢s, el apoyo franquista al Eje provoc¨® que Estados Unidos cortara el suministro de petr¨®leo a Espa?a durante la contienda mundial y la excluyeran del European Recovery Program, o Plan Marshall, a partir de 1947.
Este conjunto de decisiones demor¨® el retorno al crecimiento sostenido hasta los primeros a?os cincuenta. Entonces comenzar¨ªa el segundo franquismo, que puede considerarse un modelo m¨¢s cl¨¢sico de desarrollo basado en la sustituci¨®n de importaciones. La transici¨®n entre el anterior modelo de autarqu¨ªa militarista y el de sustituci¨®n de importaciones can¨®nico fue favorecida por la coincidencia temporal de cambios ex¨®genos y end¨®genos.
Entre los primeros, el n¨²mero de turistas llegados a Espa?a se multiplic¨® por cuatro entre 1948 y 1952, mejorando la capacidad de importaci¨®n con sus gastos. Adem¨¢s, el estallido de la guerra de Corea impuls¨® la exportaci¨®n espa?ola de materiales estrat¨¦gicos, como el wolframio, y contribuy¨® a elevar el valor en d¨®lares de las exportaciones en un 40% entre 1950 y 1952. A medida que progresaba la Guerra Fr¨ªa, Estados Unidos comenz¨® a virar su posici¨®n respecto a Espa?a, y entre 1949 y 1954 se obtuvieron cr¨¦ditos del Chase National Bank, el National City Bank y el Eximbank. La Administraci¨®n de Cooperaci¨®n Americana concedi¨® su primer cr¨¦dito en 1951 y dos a?os despu¨¦s se firmaron los Pactos de Madrid, que implicaban la concesi¨®n de ayuda econ¨®mica y militar. Este conjunto de cambios permiti¨® aumentar notablemente la disponibilidad de energ¨ªa y materias primas procedentes del exterior y suavizar los estrangulamientos previos, generando un ciclo virtuoso.
Entre los cambios end¨®genos, a finales de 1948 el IEME impuls¨® una devaluaci¨®n encubierta de la peseta, con la introducci¨®n de un sistema de cambios m¨²ltiples. Este, aunque contraven¨ªa los acuerdos de Bretton Woods favorables al tipo de cambio ¨²nico, fue asimismo utilizado en econom¨ªas como las de Am¨¦rica Latina, que impulsaron estrategias de sustituci¨®n de importaciones contempor¨¢neamente. Al introducir cambios efectivos m¨¢s depreciados, se incentiv¨® el aumento de las exportaciones espa?olas.
En la vertiente interior fue asimismo relevante la radical disminuci¨®n de precios intervenidos, la revisi¨®n al alza de algunos de los que se mantuvieron y la eliminaci¨®n del sistema de cupos. Entre 1949 y 1951 se dispuso la libertad de fijaci¨®n de los precios de pl¨¢tanos, calzado, trajes, carnes, madera, papel o algod¨®n. Durante 1952 se elimin¨® el racionamiento del pan, del aceite de oliva y del az¨²car. Estas decisiones condujeron a la paulatina desaparici¨®n de los mercados negros y a la normalizaci¨®n de la oferta.
El propio INI comenz¨® a racionalizar sus inversiones desde finales de los a?os cuarenta. Concentr¨® recursos en empresas m¨¢s viables, como ENHER y Endesa, que servir¨ªan para aumentar la potencia instalada en la producci¨®n de un bien, la electricidad, cuya tecnolog¨ªa era conocida desde d¨¦cadas. Contribuyeron a acabar con las restricciones a mediados de los cincuenta. En 1948, el INI cambi¨® asimismo su postura reticente a la producci¨®n de turismos con licencia de Fiat y aprob¨® la creaci¨®n de Seat en la Zona Franca de Barcelona. La compa?¨ªa estuvo lista para fabricar el modelo 1400 a partir de 1953 y lanzar el 600 en 1957, veh¨ªculo popular que motoriz¨® a Espa?a y en el que los componentes de origen dom¨¦stico supon¨ªan m¨¢s del 90%. Otro ejemplo de rectificaci¨®n fue la apuesta por la creaci¨®n de Ensidesa en Asturias, que permiti¨® asimismo ampliar la oferta de acero a partir de 1958. El anterior tipo de empresas p¨²blicas no solo contribuy¨® a acabar con restricciones y cuellos de botella, sino que gener¨® cruciales efectos de arrastre para el conjunto de la actividad industrial.
Transici¨®n entre modelos
La transici¨®n desde un modelo de desarrollo orientado hacia la autarqu¨ªa militarista a uno m¨¢s can¨®nico de industrializaci¨®n sustitutiva de importaciones prepar¨® la recuperaci¨®n y adem¨¢s aceler¨® el crecimiento. Este pas¨® de una tasa media anual del 1,1% durante 1939-1949 a una del 3,8% durante 1949-1959. Sin embargo, al t¨¦rmino de la d¨¦cada se agotaron las divisas y hubo que aplicar el Plan de Estabilizaci¨®n.
La notable aceleraci¨®n del crecimiento en los a?os cincuenta se explica por la conjunci¨®n de cuatro grupos de causalidades. Primero, y siguiendo a Moses Abramovitz, el atraso acumulado durante m¨¢s de dos decenios de estancamiento gener¨® un desfase de productividad (o divergencia) de tal magnitud con relaci¨®n al l¨ªder de la econom¨ªa mundial (Estados Unidos) con el que luego Espa?a pudo acortar distancias por la v¨ªa de aplicar las invenciones disponibles desde hac¨ªa d¨¦cadas. Segundo, y muy relacionado con lo anterior, una vez vencidos los cuellos de botella del primer franquismo, la segunda revoluci¨®n industrial, cuya difusi¨®n en Espa?a se hab¨ªa interrumpido desde finales de los a?os veinte, volvi¨® a ponerse en marcha durante los a?os cincuenta gracias a la difusi¨®n de sus correspondientes innovaciones: autom¨®viles, equipo el¨¦ctrico, electrodom¨¦sticos, antibi¨®ticos, pol¨ªmeros o fibras sint¨¦ticas. As¨ª, la contribuci¨®n de la industria al PIB, hundida desde el 28,7% al 21,4% entre 1929 y 1949, remont¨® hasta el 30,8% en 1959.
Tercero, la producci¨®n de dichos bienes se hizo a trav¨¦s de licencias extranjeras que adquirieron industriales emprendedores. Estos se adaptaron bien al modelo de industrializaci¨®n sustitutiva de importaciones, que les garantizaba elevados niveles de protecci¨®n, contribuyendo, como dir¨ªa Ha-Joon Chang, al cambio de ventaja comparativa. Por ¨²ltimo, la capacidad de importaci¨®n fue complementada con las divisas que comenz¨® a generar el turismo europeo, la financiaci¨®n del nuevo amigo americano, algunas inversiones europeas y las primeras remesas de emigrantes.
El tal¨®n de Aquiles de este modelo fue la insuficiente competitividad en el exterior de las exportaciones y el brote inflacionario azuzado por la pol¨ªtica populista de Juan Antonio Gir¨®n de Velasco, que oblig¨® a aplicar medidas estabilizadoras y a ensayar una primera devaluaci¨®n del tipo de cambio oficial durante el bienio de 1957-1958. Estas medidas, t¨ªmidas e insuficientes, no consiguieron impedir el agotamiento de las reservas exteriores a principios de 1959. Para evitar un brusco recorte de las importaciones, del nivel de actividad econ¨®mica y del empleo, el dictador tuvo que acabar aceptando el Plan de Estabilizaci¨®n a mediados del ejercicio. Este incluy¨® medidas de ajuste y de reforma estructural que abrieron la puerta al mayor periodo de crecimiento espa?ol, el del franquismo desarrollista de los a?os sesenta. La m¨¢s importante fue una nueva devaluaci¨®n de la divisa, situ¨¢ndose el cambio unificado en 60 pesetas por d¨®lar (su nivel de cotizaci¨®n en el mercado paralelo de T¨¢nger, escenario donde se hab¨ªan engendrado muchas fortunas especulativas en los a?os precedentes).
Jordi Catalan es catedr¨¢tico de Historia e Instituciones Econ¨®micas en la Universitat de Barcelona.
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