La mirada feminista se abre paso en la econom¨ªa

La econom¨ªa feminista es una ecuaci¨®n con distintos resultados. Todos, pueden ser, correctos. Al igual que todas las mujeres no son iguales y tienen diferentes rostros. El pensamiento econ¨®mico femenino son infinitas parcelas. Minifundios. Aunque juntos construyen una tierra f¨¦rtil en la que durante d¨¦cadas muchos economistas solo distinguieron un suelo bald¨ªo y polvoriento. Pero a¨²n hoy se impone ese sentido de no molestar. Como ...

La econom¨ªa feminista es una ecuaci¨®n con distintos resultados. Todos, pueden ser, correctos. Al igual que todas las mujeres no son iguales y tienen diferentes rostros. El pensamiento econ¨®mico femenino son infinitas parcelas. Minifundios. Aunque juntos construyen una tierra f¨¦rtil en la que durante d¨¦cadas muchos economistas solo distinguieron un suelo bald¨ªo y polvoriento. Pero a¨²n hoy se impone ese sentido de no molestar. Como esos carteles que cuelgan en las habitaciones de los hoteles y que protegen la intimidad del deseo. Una de las principales economistas espa?olas, experta en esta corriente, pide el anonimato. ¡°Es un tema muy espinoso¡±, justifica. Su propuesta es kantiana. Diferentes categor¨ªas.

La ¡°econom¨ªa feminista¡± reniega del capitalismo actual. Despu¨¦s, en la taxonom¨ªa, caminar¨ªa la ¡°econom¨ªa de g¨¦nero¡±. Aquella que habla de lo que se denomina en la jerga ¡°cuentas sat¨¦lites¡±. Lo que aportar¨ªan al PIB si se incorporaran trabajos (generalmente efectuados por mujeres) como cuidar de los hijos y los mayores, atender la casa o la familia. Y al final. O al principio ¡ªdepende de qui¨¦n observe el rostro¡ª estar¨ªan las ¡°economistas liberales¡±, ¡°que aceptan la econom¨ªa neoliberal [privatizaci¨®n, libertad de los mercados financieros]: esto es algo que chirr¨ªa mucho a las feministas¡±, avisa la acad¨¦mica. Por entender bien las fuerzas centr¨ªfugas y centr¨ªpetas que gobiernan esta corriente econ¨®mica. ¡°Una economista como la influente Mariana Mazzucato¡± [profesora en la University College London], ¡°quien ha defendido que ¡®el capitalismo actual resulta incompatible con el feminismo¡¯, nunca ser¨ªa invitada a unas jornadas de econom¨ªa feminista¡±, admite la docente madrile?a.

Los grandes bancos publican infinidad de estudios con decenas de p¨¢ginas del coste econ¨®mico de orillar a las mujeres. Goldman Sachs escribe (en un informe de marzo de 2021) su narrativa de cifras. Cerrar la fractura salarial y de trabajo de las mujeres estadounidenses contribuir¨ªa en 1,5 billones de d¨®lares (1,3 billones de euros). El 7,3% de la riqueza del pa¨ªs. Y la Bolsa se disparar¨ªa entre el 3% y el 9%. La misma firma (febrero de 2022) reconoce que las mujeres negras contabilizan el 6% de la poblaci¨®n del pa¨ªs pero solo son propietarias del 2% de los negocios. N¨²meros infinitos cuando la gente aspira a una vida ¡°peque?a¡± y ¡°segura¡±. La inequidad averg¨¹enza. Solo el 0,5% de las mujeres negras posee su propio negocio. Una tasa 24 veces por debajo comparada con las mujeres blancas.

Esta tierra que una vez estuvo yerma y perteneci¨® a hombres huecos reclama algo m¨¢s que n¨²meros. La brecha de g¨¦nero sigue costando al mundo 160 billones de d¨®lares (143 billones de euros) al a?o.

Las palabras, y no las cifras, son la econometr¨ªa femenina. ¡°El capitalismo actual resulta incompatible con el feminismo¡±, comparte, con Mazzucato, Joyce Jacobsen, presidenta y profesora de Econom¨ªa de los Colleges Hobart y William Smith en Estados Unidos. ¡°Sin una intervenci¨®n gubernamental significativa para compensar las cargas del trabajo no remunerado, el capitalismo no igualar¨¢ el terreno de juego entre hombres y mujeres¡±. El mismo destino le aguarda a la pobreza y la reducci¨®n de la inequidad. No existe un ¨²nico feminismo ni tampoco un ¨²nico paradigma econ¨®mico. ¡°Pero cada vez resulta m¨¢s claro que el modelo ¡°masculino¡± de la econom¨ªa, formado por un sujeto independiente, sin responsabilidades ni v¨ªnculos afectivos, con prioridades claras centradas, exclusivamente, en el ¨¦xito social y mercantil por encima, incluso, de toda ¨¦tica, no resulta v¨¢lido ni en la teor¨ªa ni en la pr¨¢ctica, si queremos que nuestra vida en este planeta sea sostenible ecol¨®gica y socialmente¡±, avisa Yolanda Jubeto, doctora en Econom¨ªa Aplicada de la Facultad de Econom¨ªa y Empresa de la Universidad del Pa¨ªs Vasco (UPV/EHU).

El capitalismo actual no sirve al modelo feminista porque busca multiplicar sus ganancias econ¨®micas frente al beneficio de la sociedad. Ambos pensamientos resultan incompatibles. Las pol¨ªticas neoliberales de los a?os sesenta y setenta de Thatcher y Reagan justifican el comienzo. Pero nunca el presente. ¡°El 52% de la poblaci¨®n europea son mujeres¡±, desgrana Emilio Ontiveros, responsable de Analistas Financieros Internacionales (AFI). ¡°Sin embargo, sus ratios de inclusi¨®n son menores y cobran menos que los hombres¡±. Y la igualdad de g¨¦nero que promueven los Fondos Next Generation (dotados con unos 105 millones de euros de forma directa para esta cuesti¨®n, aunque con la igualdad como eje transversal que se tendr¨¢ en cuenta en buena parte de las convocatorias) es escasa. Parecen destinados a trabajos de hombres. La activista feminista egipcia Nawal El Saadawi (1931-2021) escribi¨®: ¡°No creo que los derechos de las mujeres provengan del Gobierno, de ning¨²n Gobierno. Creo que obtienen sus derechos por su propio esfuerzo¡±. Aunque, en un mundo justo, nadie deber¨ªa luchar por derechos universales, solo disfrutar de ellos. Hace siglos que el fil¨®sofo griego Dem¨®crito de Abdera ense?¨® a sus disc¨ªpulos que ¡°preferir¨ªa entender una sola causa que ser el Rey de Persia¡±.

Salario por cuidar

Un trabajo de la oeneg¨¦ Oxfam de 2020 ¡ªcitado por The New York Times Magazine¡ª revela que si las mujeres estadounidenses recibieran el salario m¨ªnimo por el trabajo que desempe?an en la casa y el cuidado de sus familiares hubieran ganado 1,5 billones de d¨®lares (1,3 billones de euros) durante 2019. Resuena un mon¨®logo interior: ¡°Mira d¨®nde llegar¨ªamos si nos valoraran¡±. Aunque las mujeres no quieren solo que ese trabajo se valore o remunere, quieren que se comparta para que las oportunidades de desarrollo profesional sean iguales a las de los hombres. Quiz¨¢ el capitalismo de los cuidados sea el ¨²nico aceptable. Sin embargo, los expertos, que danzan con el neoliberalismo, miran sus pasos. ¡°Se puede ir m¨¢s all¨¢¡±, indica Martin Wolf, prestigioso analista econ¨®mico. ¡°Para mejorar los resultados desiguales de la econom¨ªa de mercado, en el papel de la familia como elemento b¨¢sico econ¨®mico y de la sociedad. Sin embargo, la visi¨®n y los intereses de las mujeres son diferentes en muchos aspectos¡±.

Tal vez sea cierto. Quiz¨¢ haya que pregunt¨¢rselo a un mito. Silvia Federici, 79 a?os, acad¨¦mica y te¨®rica del trabajo dom¨¦stico y una de las pensadoras socialistas feministas m¨¢s influyentes del ¨²ltimo siglo, quien se ha ganado el privilegio de ser un tesoro nacional estadounidense. Lleva d¨¦cadas criticando la forma en la que la sociedad capitalista no reconoce lo que ella llama ¡°trabajo reproductivo¡±. No es solo tener hijos. Es el cuidado del hogar, la familia, los mayores, las personas a su cargo, alimentarlos, sanarlos. Ba?ar a la abuela o cuidar, a diario, del c¨¦sped. La sociedad ni lo recompensa ni lo acepta. Un grupo de actrices ricas y ejecutivos (incluyendo a Julianne Moore, Charlize Theron y los l¨ªderes del agregador de gimnasios ClassPass o Birchbox, distribuci¨®n de maquillaje) reclaman un Plan Marshall para madres que incluya una asignaci¨®n mensual del Estado. En marzo de 2020, la acad¨¦mica, profesora de estudios afroamericanos en la Universidad de Princeton y activista Keeanga-Yamahtta Taylor escribi¨® prof¨¦ticamente en The New Yorker: ¡°La vida de los estadounidenses se ha visto s¨²bita y dram¨¢ticamente alterada, y cuando las cosas se ponen patas arriba, el fondo sale a la superficie y queda expuesto a la luz¡±. Fue un a?o de desagradables revelaciones, que la mayor¨ªa de los americanos ¡ªlos millones de personas que fueron despedidas o revocados sus permisos de empleo, o que tuvieron la suerte de ser denominadas no esenciales¡ª vivieron aislados en casa. ?El hogar como c¨¢rcel? ?Y el ser humano ajeno al sufrimiento? Pese a todo, Federici es optimista: ¡°Existe mucha belleza, generosidad y coraje, Dios m¨ªo. Todav¨ªa hay gozo y belleza en este mundo. Y espero que prevalezca sobre aquellos que solo quieren controlarla y destrozarla¡±.

Aunque las mujeres no quieren portar una rama de olivo en el estrado de la ONU. Son otros amaneceres. Sin justicia, la tierra abrasa bajo sus pies. Defienden lo que la historia y la desigualdad les ha arrebatado a lo largo de siglos. Linda Scott, profesora em¨¦rita en la Universidad de Oxford, bien podr¨ªa ser la sucesora de los postulados de Federici. Son firmes. Toda mujer es a la vez patria y exilio. El siglo XX ¡ªdescribe¡ª fue el punto ¨¢lgido de la huida. El intercambio era la ¨²nica medida de actividad econ¨®mica. Las mujeres ¡ªal no recibir ingresos por su trabajo dom¨¦stico¡ª no contaban en las estimaciones de las econom¨ªas nacionales. ¡°Pese a cultivar y producir el activo m¨¢s valioso de todos: el capital humano¡±, recuerda. Trabajaban sin remuneraci¨®n en las explotaciones agr¨ªcolas y el dinero era entregado al cabeza de familia. ¡°Como consecuencia, la unidad de medida m¨¢s peque?a en econom¨ªa contin¨²a siendo el hogar. Y el dinero controlado (o no) por ellas resulta pr¨¢cticamente imposible de calcular porque la riqueza se atribuye al hogar y a su (presunto) jefe de la familia¡±, reflexiona. Se entiende ahora que esos estudios de billones de euros que publican las consultoras son narrativas desde las ¨¦lites. Las mujeres ¡ªcalcula Scott¡ª producen ahora mismo el 40% del PIB mundial y m¨¢s del 50% del suministro de los alimentos del mundo. Y sin ellas resulta imposible resolver ¡ªfrente a los desaf¨ªos geoestrat¨¦gicos¡ª el gran problema del planeta: la inequidad. Economistas masculinos: Piketty, Varoufakis (quien se disculpa por no participar en el reportaje debido a la guerra contra Ucrania) o Branko Milanovic llevan a?os, al igual que Santo Tom¨¢s, introduciendo el ¨ªndice en esa llaga.

Sin embargo las mujeres son diferentes a los hombres. Esa idea de igualdad econ¨®mica es una pieza de m¨¢rmol fracturada en las canteras de Carrara. Inservible. Uno de los mayores errores de una sociedad patriarcal. ¡°Cuando las mujeres tienen dinero y libertad de decidir c¨®mo gastarlo, eligen invertir en buena nutrici¨®n, educaci¨®n y atenci¨®n sanitaria, sobre todo para sus hijos¡±, desgrana Linda Scott. ¡°Este comportamiento en el gasto saca a la gente de la pobreza, establece y mantiene la clase media y contribuye al crecimiento econ¨®mico nacional¡±. Trincheras frente a la violencia machista. Esta agresi¨®n y sus muertes ¡ªestima¡ª le cuesta al mundo el 5% (visitas al hospital, tratamiento postrauma, d¨ªas de trabajo perdidos) de su riqueza. Y la diferencia salarial entre hombres y mujeres apenas sorprende. En el Reino Unido, en un hogar medio, es de 9.000 libras (10.800 euros) sobre una renta est¨¢ndar del 39.000 libras (46.800 euros).

La econom¨ªa jam¨¢s es ciega. Vive empujada por siglos de inercia machista. Adem¨¢s ¡ªcomo afirma Mar¨ªa Solanas, directora de Programas e investigadora de g¨¦nero del Real Instituto Elcano¡ª ¡°lo que no se mide, no existe¡±. Las vacunas no tuvieron en cuenta la menstruaci¨®n de las mujeres ni sus cambios hormonales. Los coches sit¨²an sus Air-Bag a la altura de los hombres. Cuando las mujeres son, de media, m¨¢s bajas. Adem¨¢s, a la hora de dise?ar este dispositivo no se ha tenido en cuenta el impacto en las mujeres embarazadas. Y las oposiciones a jueces las ganan m¨¢s mujeres que hombres. Pero la ¡°trampa¡± llega con los puestos de libre designaci¨®n. Hombres. Resulta comprensible que reciten el verso de T.S Eliot: ¡°Estoy cansado de mi vida, y de las vidas que vendr¨¢n detr¨¢s de m¨ª¡±. Ni la pol¨ªtica fiscal es un acomodo. ¡°Las mujeres de media ganan menos que los hombres y su capacidad de ahorro resulta muy inferior, y, claro, tampoco pueden aprovecharse de la Bolsa o de la subida de los tipos de inter¨¦s¡±, analiza Patricia Gabald¨®n, profesora de Econom¨ªa de IE University.

Y en este aquelarre de la infravaloraci¨®n, las mujeres han soportado infinidad de anuncios, libros de autoayuda, m¨²sica, discursos pol¨ªticos cuya epifan¨ªa era que sufr¨ªan un problema de ¡°falta de confianza¡±. La profesora Rosalind Gill, codirectora del Centro de Investigaciones de G¨¦nero y Sexo de la Universidad de Londres, pulveriza este arquetipo en su reciente Confidence Culture (Duke University Press, 2022). Pulveriza la tesis con escuadra y cartab¨®n. ¡°En esta cultura, la soluci¨®n pasa porque las mujeres trabajen y se cambien a s¨ª mismas, en lugar de transformar un mundo injusto¡±, critica. Esa cultura habita en la publicidad sobre el cuerpo y la belleza ¡ªsintetiza la docente¡ª, en los consejos acerca de la crianza de los hijos y las iniciativas en las que los objetivos se formulan, cada vez m¨¢s, en t¨¦rminos psicol¨®gicos, y no materiales: hacer que las ni?as se sientan m¨¢s seguras y resilientes. ¡°?Hace poco una empresa dijo que la brecha salarial entre hombres y mujeres es culpa de las propias mujeres!: ?Tienen que tener m¨¢s confianza para pedir dinero!¡±, exclama indignada.

Alguien deber¨ªa escribir un libro titulado Machiavelli for Women (Maquivelo para mujeres). ?Ah!, ya est¨¢ escrito en 2020. Lo firma la periodista econ¨®mica Stacey Vanek Smith y argumenta que la transparencia ayuda a traer el cambio. En el Reino Unido es obligatorio que las empresas con al menos 250 empleados expliquen sus diferencias salariales entre hombres y mujeres. Ni parecido a Espa?a.

Mentes brillantes

De hecho, la primera Nobel de Econom¨ªa, Elinor Ostrom, lo gan¨® en 2009. Muri¨® tres a?os despu¨¦s. Y su planteamiento ni siquiera era feminista, sino social (bienes comunes). ¡°Las mujeres que cursan el doctorado en econom¨ªa resultan m¨¢s brillantes que los hombres¡±, admite Emilio Ontiveros. Pero luego desaparecen. La maternidad es la gran causa. ?O familia o carrera? En d¨¦cadas, la decisi¨®n no ha cambiado. Un valle de cenizas oscurecido bajo un horizonte de chatarra. ¡°El problema de la falta de representatividad entre los economistas es que las personas que ocupan cargos influyentes tienen una experiencia y una formaci¨®n muy limitadas, por lo que resulta probable que no comprendan los retos que enfrentan muchos de sus conciudadanos¡±, cuenta Diane Cole, docente de Pol¨ªticas P¨²blicas de la Universidad de Cambridge. Y eso que la hasta hace poco economista jefe del FMI (Fondo Monetario Internacional) era una mujer como lo es tambi¨¦n la del Banco Mundial.

A pocos les importa. ¡°Si preguntas [a la gente joven] qui¨¦n es un economista, dir¨¢n que es un hombre joven aburrido en traje¡±, asegura en el Financial Times Sarah Smith, profesora de Econom¨ªa de la Universidad de Bristol. ¡°Si preguntas sobre de qu¨¦ trata la econom¨ªa, contestar¨¢n de dinero, banca y finanzas¡±. ¡°Durante demasiado tiempo han venerado la independencia y denigrado las conexiones humanas. [Los economistas] han tratado las emociones como algo irracional e indigno de incorporarse a los modelos econ¨®micos¡±, lanza Victoria Bateman, profesora de Econom¨ªa en la Universidad de Cambridge. Hay palabras puestas una tras otra que muestran un cruce de caminos entre el dolor y la verg¨¹enza. ¡°He llegado a ser mujer en un mundo en el que cuanto m¨¢s sana est¨¢s, m¨¢s loca te hacen parecer¡±. Es la palabra sincera de Hannah Nelson, una trabajadora dom¨¦stica afroamericana. Reside entresacada del libro The Social Construction of Black Feminist Thought, 2008 (La construcci¨®n social del pensamiento feminista negro) de la soci¨®loga Patricia Hill Collins.

Esa locura ilumina los versos del desparecido compositor italiano Franco Battiato: ¡°En una ¨¦poca de locos nos faltaban los idiotas del Horror¡±. El ataque a Ucrania tambi¨¦n tiene g¨¦nero en estos d¨ªas de acero retorcido y dolor. ¡°La invasi¨®n subraya la importancia de alejarse de los combustibles f¨®siles¡±, indica Ebru Kongar, profesora de Econom¨ªa en Dickinson College (Pensilvania). ¡°La audacia de la invasi¨®n rusa se debe, en parte, a que su poder proviene de esos hidrocarburos y de la dependencia que el mundo tiene de ellos¡±. Y aclara: ¡°La econom¨ªa feminista heterodoxa [incorpora las relaciones de poder, interroga y desaf¨ªa las normas] hace hincapi¨¦ en el aprovechamiento de recursos sostenibles y alejarse de esa dependencia¡±. Ese es el lado del puente que eligen otras feministas como Radhika Balakrishnan, profesora de Estudios de la Mujer, G¨¦nero y Sexualidad de la Universidad Rutgers (Nueva Jersey) o Nancy Folbre, responsable del programa de G¨¦nero y Trabajo de los Cuidados de la prestigiosa Universidad Amherst (Massachusetts). ¡°Soy una entusiasta de la econom¨ªa heterodoxa porque est¨¢ m¨¢s atenta a la identidad colectiva y al conflicto¡±, defiende. Pero habl¨¢bamos de una guerra. La bisectriz donde civilizaci¨®n y Humanidad agotan su geometr¨ªa. ¡°Los economistas deber¨ªan prestar m¨¢s atenci¨®n al despliegue de la fuerza y la violencia, as¨ª como al impacto del cuidado y de la ayuda mutua¡±, observa Nancy Folbre. Es el nuevo Zeitgeist, el clima de la ¨¦poca. Abrasa como el Infierno de Dante.

Habitaci¨®n con vistas a la brecha salarial

La historia se equivoca. La econom¨ªa feminista no empez¨® en los a?os 60 del siglo pasado. Al contrario. Comenz¨® en Inglaterra en 1928 cuando Virginia Woolf (1882-1941), una de las grandes voces narrativas de los ¨²ltimos 150 a?os, escribi¨®: ¡°A woman must have money and a room of her own if she is to write fiction¡±. Acert¨®. ¡°Una mujer debe tener dinero y una habitaci¨®n propia si desea escribir ficci¨®n¡±. La frase da t¨ªtulo al ensayo Una habitaci¨®n propia. Desde entonces han luchado por ese lugar. Como la estadounidense Zelda Fitzgerald (1900-1948). Una se suicid¨® en el r¨ªo Ouse, la otra pereci¨® en el incendio del psiqui¨¢trico en Asheville, donde estaba ingresada con un trastorno depresivo similar al de Woolf. Bajos sus pies, entonces, se abrieron muchas de las grietas que todav¨ªa hoy sufren las mujeres. ¡°Uno de los principales factores que contribuyen a la diferencia salarial entre hombres y mujeres es la ¡°penalizaci¨®n por la maternidad¡±, reflexiona Linda Scott, profesora em¨¦rita de Emprendimiento e Innovaci¨®n de la Universidad de Oxford y autora de Double X Economy: The Epic Potential of Empowering Women (La econom¨ªa doble X: El ¨¦pico potencial de incluir a las mujeres, Temas de Hoy).

¡°Pi¨¦nselo. Un empresario nunca dir¨¢ que va a pagar menos a un hombre porque ahora es padre. Al contrario. Resulta probable que le remunere m¨¢s, pues tiene una familia que mantener. Lo que hace esa persona cuando paga menos a una madre es quitarle recursos necesarios a los ni?os, s¨®lo para meter dinero en su bolsillo. ?Qu¨¦ clase de monstruo hace eso?¡±, se cuestiona.

Desde luego alguien indiferente a la condici¨®n humana y la urgencia de la natalidad. Es igual que un agujero negro y su singularidad: el tiempo y el espacio se detienen. ¡°Solo muy recientemente, en 2018, Islandia (el pa¨ªs que encabeza los rankings mundiales sobre igualdad) aprobaba la primera ley que sanciona la brecha salarial¡±, recuerda Mar¨ªa Solanas, directora de Programas del Real Instituto Elcano. La econom¨ªa, y las pol¨ªticas econ¨®micas, no son neutras al g¨¦nero. ¡°Toda la econom¨ªa est¨¢ atravesada por la desigualdad de g¨¦nero¡±, confirma Paula Rodr¨ªguez, directora del Centro Interdisciplinar de Estudios Feministas, de las Mujeres y de G¨¦nero (Cinef). Y critica: ¡°El olvido del enfoque de g¨¦nero afecta a todas las disciplinas debido a la devaluaci¨®n del aporte que hacen a ellas las mujeres¡±.

Y all¨ª donde la l¨ªnea del horizonte se borra como una goma de nata y los bueyes pasan lento sobre la nieve ¡ªel campo¡ª la brecha labra sus surcos. La precariedad laboral de la mujer se acent¨²a en el mundo rural ¡ªdefiende un trabajo de CaixaBank¡ª: la tasa de temporalidad de las trabajadoras es del 60,9% frente al 52% de los hombres y Espa?a es el quinto pa¨ªs de Europa con el ¨ªndice de actividad rural femenina (73%) m¨¢s baja. Otra vez el distinto pulso del tiempo. Al d¨ªa, las mujeres del campo dedican dos horas y siete minutos m¨¢s que los hombres al hogar y la familia. Esta desigualdad tiene un coste. Si la resta fuera cero se podr¨ªan incorporar 38.500 millones de euros a la riqueza del pa¨ªs. Un 3,1% de su PIB en 2019.

Sin embargo, son n¨²meros en una pantalla digital. Y la tierra son terrones que se desmenuzan entre los dedos. En Espa?a y en Argentina. El pa¨ªs sudamericano ha sufrido mucho en las ¨²ltimas d¨¦cadas. Hoy, citando a su presidente, Alberto Fern¨¢ndez, ha hecho ¡°de la lucha contra la violencia de g¨¦nero¡± una prioridad m¨¢xima para todo el mundo. Es el mayor territorio de la regi¨®n que legaliza el aborto. Detr¨¢s hay tres mujeres ¡°activistas¡± y ¡°feministas¡±. Mercedes D¡¯Alessandro, primera directora que tiene Argentina de Econom¨ªa, Igualdad y G¨¦nero; Elizabeth G¨®mez Alcorta, la primera ministra de Mujeres, G¨¦neros y Diversidad y Vilma Ibarra, la principal asesora legal del presidente. ¡°No estamos en contra de los hombres. Todo lo que queremos hacer es desmantelar un sistema que ha abusado y herido a las mujeres¡±, recalca la pol¨ªtica. El ser humano debe aprender que una gran mujer es aquella que no espera por nadie.