Ahora el clima es un frente de guerra cultural
La codicia sigue siendo el factor m¨¢s importante del movimiento antiecologista, pero ya no es el ¨²nico
Entender el negacionismo clim¨¢tico sol¨ªa parecer f¨¢cil: todo era cuesti¨®n de codicia. Si uno escarbaba en los antecedentes de un investigador que contradec¨ªa el consenso cient¨ªfico, o de un grupo de expertos que intentaba bloquear las medidas contra el cambio clim¨¢tico, o de un pol¨ªtico que declaraba que lo del calentamiento global es una patra?a, casi siempre descubr¨ªa un importante respaldo financiero de...
Entender el negacionismo clim¨¢tico sol¨ªa parecer f¨¢cil: todo era cuesti¨®n de codicia. Si uno escarbaba en los antecedentes de un investigador que contradec¨ªa el consenso cient¨ªfico, o de un grupo de expertos que intentaba bloquear las medidas contra el cambio clim¨¢tico, o de un pol¨ªtico que declaraba que lo del calentamiento global es una patra?a, casi siempre descubr¨ªa un importante respaldo financiero de la industria de los combustibles f¨®siles. Eran tiempos m¨¢s sencillos e inocentes, y los echo de menos.
Es cierto que la codicia sigue siendo un elemento importante del antiecologismo. Pero el negacionismo clim¨¢tico tambi¨¦n se ha convertido en un frente de la guerra cultural, con los derechistas rechazando la ciencia en parte porque les disgusta la ciencia en general y oponi¨¦ndose a las medidas contra las emisiones por oposici¨®n visceral a cualquier cosa que los liberales apoyen. Y esta dimensi¨®n cultural de los argumentos sobre el clima ha surgido en el peor momento posible, un momento en el que tanto el peligro extremo de las emisiones incontroladas como el camino para reducirlas est¨¢n m¨¢s claros que nunca.
Un poco de historia: los cient¨ªficos que hace d¨¦cadas empezaron a advertir de que el aumento de la concentraci¨®n de gases de efecto invernadero en la atm¨®sfera terrestre tendr¨ªa repercusiones peligrosas para el clima se han visto ampliamente legitimados. Julio ha sido en todo el mundo el mes m¨¢s caluroso jam¨¢s registrado, con olas de calor devastadoras en muchas partes del planeta. Los fen¨®menos meteorol¨®gicos extremos proliferan. Al mismo tiempo, los avances tecnol¨®gicos en el campo de las energ¨ªas renovables han permitido concebir importantes reducciones de las emisiones con un coste escaso o nulo en lo que se refiere a crecimiento econ¨®mico y nivel de vida.
En 2009, cuando los dem¨®cratas intentaron tomar medidas significativas contra el cambio clim¨¢tico, pero fracasaron en el intento, sus propuestas pol¨ªticas consist¨ªan principalmente en palos: topes a las emisiones en forma de permisos que las empresas pod¨ªan comprar y vender. En 2022, cuando el Gobierno de Biden consigui¨® por fin aprobar un importante proyecto de ley sobre el clima, este consist¨ªa casi exclusivamente en zanahorias: desgravaciones fiscales y subvenciones a la energ¨ªa verde. Sin embargo, gracias a la revoluci¨®n de la tecnolog¨ªa de las renovables, los expertos en energ¨ªa creen que este planteamiento de ¡°sin esfuerzo, no hay fruto¡± obtendr¨¢ resultados importantes a la hora de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero.
Pero no si los republicanos pueden evitarlo. La Fundaci¨®n Heritage encabeza una iniciativa llamada Proyecto 2025 que probablemente definir¨¢ el orden del d¨ªa si un republicano llega a la Casa Blanca el a?o que viene. Como informa The New York Times, insta a ¡°desmantelar casi todos los programas de energ¨ªa limpia del gobierno federal y a impulsar la producci¨®n de combustibles f¨®siles.¡± ?Qu¨¦ hay detr¨¢s de este esfuerzo destructivo? El Proyecto 2025 parece haber sido ideado en buena medida por los sospechosos de rigor: grupos de expertos como el Instituto Heartland y el Instituto de Empresas Competitivas impulsados por combustibles f¨®siles, que llevan muchos a?os luchando contra la ciencia y las medidas para combatir el cambio clim¨¢tico.
Pero la fuerza pol¨ªtica de esta campa?a tiene bastante que ver con la forma en que la ciencia en general y la climatolog¨ªa en particular se han convertido en un frente de la guerra cultural. Respecto a las actitudes hacia la ciencia: a mediados de la d¨¦cada de dos mil, republicanos y dem¨®cratas ten¨ªan niveles similares de confianza en la comunidad cient¨ªfica. Desde entonces, la confianza de los republicanos ha ca¨ªdo en picado, mientras que la de los dem¨®cratas se ha reforzado; ahora hay una diferencia de 30 puntos entre ambos partidos.
Vimos el efecto de esta tendencia contraria a la ciencia cuando las vacunas contra la covid-19 estuvieron disponibles: la vacunaci¨®n era gratuita, por lo que no supon¨ªa ning¨²n coste econ¨®mico para los individuos, pero la impresi¨®n general era que lo de vacunarse era algo que los ¡°expertos¡± y las ¨¦lites liberales quer¨ªan que hici¨¦ramos. En consecuencia, un n¨²mero desproporcionado de republicanos se negaron a ponerse la vacuna y sufrieron tasas considerablemente m¨¢s altas de muertes que los dem¨®cratas.
?Alguien duda seriamente de que son actitudes como estas las que impulsan a las bases republicanas a oponerse a la acci¨®n contra el cambio clim¨¢tico? Mi colega David Brooks razonaba que muchos republicanos cuestionan la realidad del cambio clim¨¢tico y presionan a favor de los combustibles f¨®siles como forma de ¡°ofender a las ¨¦lites¡±. Y est¨¢ en lo cierto. F¨ªjense en la reacci¨®n tan hist¨¦rica que han producido las posibles normativas sobre las cocinas de gas; aunque no cabe duda de que los intereses especiales estaban, por as¨ª decirlo, ¡°avivando el fuego¡±, tambi¨¦n hab¨ªa un fuerte elemento de guerra cultural: las ¨¦lites quieren que te compres una placa de inducci¨®n, pero los hombres de verdad cocinan con gas.
El hecho de que ahora la guerra clim¨¢tica forme parte de la guerra cultural me preocupa, y mucho. Los intereses especiales son capaces de hacer mucho da?o, pero pueden comprarse o contrarrestarse con otros intereses especiales. De hecho, una parte importante de la estrategia clim¨¢tica del presidente Joe Biden es la idea de que las inversiones en energ¨ªas renovables, que se han disparado desde la aprobaci¨®n de su legislaci¨®n, dar¨¢n a muchas empresas y comunidades un aliciente para continuar la transici¨®n verde. Pero estas consideraciones racionales, aunque interesadas, no servir¨¢n de mucho a la hora de persuadir a quienes creen que la energ¨ªa verde es una conspiraci¨®n contra el modo de vida estadounidense. As¨ª pues, la guerra cultural se ha convertido en un grave problema para la lucha contra el cambio clim¨¢tico, un problema que, en estos momentos, es realmente lo que menos nos hace falta.
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