La otra tragedia del Yak-42
Vinimos a ayudar al pueblo afgano, pero hemos sido nosotros los que m¨¢s provecho hemos sacado de esta misi¨®n¡±. El 25 de mayo de 2003 el teniente coronel Jos¨¦ Ram¨®n Solar, jefe del IV contingente militar espa?ol en Afganist¨¢n, estaba feliz. ¡°Misi¨®n cumplida. Volvemos a casa¡±. Su primer d¨ªa de relax tras casi cinco meses de misi¨®n en las proximidades de Kabul. ¡°Hab¨ªa estado muy preocupado. Era la primera vez que su regimiento de Ingenieros iba a Afganist¨¢n. Una responsabilidad enorme¡±, recuerda su compa?era Mila Ord¨®?ez. ¡°Me dec¨ªa que hab¨ªan reducido el n¨²mero de soldados y les faltaba material. Eran los parientes pobres de las misiones de paz. Estuvo vomitando unos d¨ªas antes de su marcha, el 14 de enero¡±.
La misi¨®n hab¨ªa comenzado con mal pie. Algunos familiares hablan de ¡°malas vibraciones¡± desde aquel d¨ªa de Reyes de 2003 en que los miembros del contingente confirmaron a sus familias la marcha inminente. Todo fueron prisas. Seg¨²n diversas fuentes, el contingente, un rompecabezas de distintas unidades, no se concentr¨® antes de su partida como hubiese sido aconsejable. Carec¨ªa de parte del material y, algunos de sus miembros, de las chapas de identificaci¨®n y las preceptivas vacunas; incluso de m¨¦dico: ¨¦ste lleg¨® a Kabul 12 d¨ªas m¨¢s tarde. El sargento experto en inform¨¢tica no era experto en inform¨¢tica y el jefe de cocina nunca hab¨ªa visto una cocina. El viaje de ida fue un infierno de 20 horas; nada m¨¢s despegar, el avi¨®n se tuvo que desviar a Lisboa para repostar. Ya sobre territorio afgano, estuvo a punto de estrellarse. Como constancia de este hecho, el correo electr¨®nico enviado por el capi?t¨¢n Ignacio Gonz¨¢lez a su familia en los d¨ªas posteriores al suceso: ¡°?Sab¨ªais que en el viaje de ida antes de aterrizar casi chocamos con un avi¨®n? Bueno, pura an¨¦cdota que intentaremos no repetir¡±.
No era un batall¨®n de novatos. El teniente coronel Solar y sus hombres eran veteranos de Bosnia y Kosovo. Expertos en reconstrucci¨®n, ayuda civil, desactivaci¨®n de explosivos. Un equipo compacto. ¡°Gente que funcionaba como un reloj en situaciones l¨ªmite¡±, explica un oficial que exige el anonimato. ¡°Cuando est¨¢s tan lejos, en medio de un conflicto, necesitas rodearte de gente que sabes no la va a cagar¡±. Pero Afganist¨¢n era un escenario peor que los Balcanes: un territorio en guerra, castigado por el terrorismo y la miseria, sembrado de minas (es el segundo pa¨ªs del mundo con mayor n¨²mero de trampas explosivas), con un clima extremo. Durante m¨¢s de cuatro meses, los 123 hombres y mujeres del contingente del Ej¨¦rcito de Tierra espa?ol lo iban a pasar mal. No pudieron salir del acuartelamiento en sus horas de ocio ni desviarse del camino trazado por ellos mismos entre el aero?puerto y su campamento; durmieron en camastros (algunos se pagaron colchonetas de su propio bolsillo). ¡°Cuando llegaron a Afganist¨¢n ocuparon unas naves que el ej¨¦rcito ale?m¨¢n hab¨ªa desechado¡±, relata un familiar. ¡°Nuestras instalaciones no ten¨ªan nada que ver con las de los americanos, que ten¨ªan hasta pizzer¨ªa y gimnasio; nosotros, buen ambiente y paella los domingos, porque de dinero, los que menos¡±, explica un suboficial que estuvo en Kabul. Un correo electr¨®nico que envi¨® uno de los oficiales confirma ese estado de las cosas: ¡°La gente aguanta, pero empieza a estar muy cansada. Tengo la conciencia muy tranquila que hemos hecho lo que hemos podido siendo tres gatos. La pena es que nos vamos a quedar con la ¨ªntima satisfacci¨®n del deber cumplido como siempre, pero pocos sabr¨¢n apreciar la excelente labor que ha hecho mi gente. Pero seguiremos adelante¡±.
Pero aquel domingo 25 de mayo, el d¨ªa fijado para el regreso, el teniente coronel Solar estaba orgulloso. No hab¨ªa perdido un solo hombre. Ni uno solo de sus tres equipos de tedax (t¨¦cnicos en desactivaci¨®n de explosivos). Ni de los 12 hombres del Ej¨¦rcito del Aire que defend¨ªan el despliegue a¨¦reo espa?ol en el aeropuerto. Vol?v¨ªan machacados, con la piel agrietada, tos cr¨®nica y hemorragias nasales por el pol?vo que hab¨ªan tragado y con el eco en los o¨ªdos de los cohetes talibanes que ha?b¨ªan impactado sobre el Warehouse Camp. As¨ª lo relataba en un e-mail el capit¨¢n Ignacio Garc¨ªa Castilla a su mujer: ¡°A veces nos dan peque?os sustos que hacen que nos pasemos encerrados en un b¨²nker tres o cuatro horas, pero al final te acostumbras y lo tomas con filosof¨ªa¡±. Volv¨ªan. Los malos ratos hab¨ªan pasado. El 14 de mayo hab¨ªa partido hacia Espa?a m¨¢s de la mitad de sus miembros. Y el domingo 25 de mayo les tocaba a ellos. Cuarenta profesionales del Ej¨¦rcito de Tierra, 21 del Aire y un comandante de la Guardia Civil. Solar no dejaba de sonre¨ªr. As¨ª se le ve en las ¨²ltimas fotos rodeado por sus oficiales el mismo d¨ªa de la partida. ¡°?La siguiente, Irak!¡±, aventur¨® el capit¨¢n Santiago Gracia.
Algunos tuvieron tiempo de hacerse una fotograf¨ªa en la pista del aeropuerto de Kabul antes de subir al avi¨®n. Estas im¨¢genes fueron recuperadas tras el accidente por los equipos de rescate, que encontraron c¨¢maras intactas que fueron devueltas a las familias. En noviembre, Margarita P¨¦rez nos hizo entrega en Burgos de las del brigada C¨¦sar Barciela con la inquietante silueta del avi¨®n Yakovlev 42D matr¨ªcula UR-42352 a su espalda. En esa fotograf¨ªa, el Yak va engullendo figuras an¨®nimas vestidas de camuflaje. Provoca escalofr¨ªos.
En Valencia, Rosa Camps nos mostr¨® las ¨²ltimas de su marido, el comandante m¨¦dico Antonio Perla, un madrile?o de 48 a?os para el que Afganist¨¢n hab¨ªa supuesto su primera misi¨®n en el extranjero. ¡°Toni fue de rebote, 12 d¨ªas m¨¢s tarde que el resto, pero result¨® para ¨¦l una experiencia maravillosa. ¡®He sentido que he ayudado a los que lo necesitan¡¯, me dijo. Hab¨ªan conseguido pr¨®tesis para los mutilados por las minas, realizado un estudio sobre la malaria, trabajado con orfanatos. Repartieron comida y juguetes. Incluso dieron dinero de su bolsillo. Su trabajo era como el de una ong. Y estaban felices. Lo que tem¨ªa Toni era el vuelo de vuelta: ¡®Me da yuyu¡¡¯, me dijo en su ¨²ltima llamada¡±.
Es cierto. La ¨²nica sombra que enturbiaba la alegr¨ªa de Solar y sus 53 hombres ¨Ca los que se incorporar¨ªan otros nueve del Ej¨¦rcito del Aire en una escala en Man¨¢s (Kirguizist¨¢n)¨C, la tarde del 25 de mayo, la proyectaba el avi¨®n ucraniano que les iba a transportar a Espa?a. Un modelo que contaba con seis accidentes en los ¨²ltimos 20 a?os. Que en el momento de la tragedia s¨®lo usaban para transportar sus tropas los Gobiernos de Turqu¨ªa, Croacia y Austria. Que ninguna gran compa?¨ªa a¨¦rea del mundo incorporaba en su flota. ?Por qu¨¦ subieron a bordo? ¡°Despu¨¦s de cinco meses en Afganist¨¢n est¨¢s tan quemado que te vuelves en bicicleta¡±, explica un oficial. ¡°Ten¨ªan m¨¢s miedo al viaje que a la misi¨®n¡±, confiesa la mujer del teniente coronel Solar. No es una exageraci¨®n, sino una opini¨®n extendida entre los soldados espa?oles. Y ninguno con m¨¢s criterio aero?n¨¢utico que los especialistas del Ej¨¦rcito del Aire que participaban en el contingente. Las viudas de los brigadas Eduardo Ro?dr¨ªguez y Pedro Rodr¨ªguez, amigos desde la infancia, vecinos de Sot¨¦s (La Rioja) y destinados hac¨ªa m¨¢s de diez a?os en el Ala 31 de Transporte en Zaragoza como mec¨¢nicos de los aviones H¨¦rcules destacados en Man¨¢s, confirman esa versi¨®n. Mari ?ngeles, viuda del primero, explica c¨®mo en una de sus ¨²ltimas llamadas ¡°me dijo textualmente: ¡®Esos aviones ucranianos me dan p¨¢nico¡±. Pilar, viuda del segundo, corrobora una conversaci¨®n similar: ¡°Estaba preocupado porque esos aviones no estaban bien, y si me lo dijo es que no estaban bien: ¨¦l era un profesional, ?para qu¨¦ se lo iba a inventar? ?l vio algo raro¡¡±.
M¨¢s all¨¢ de estas conversaciones indemostrables, el correo electr¨®nico enviado por el comandante Jos¨¦ Manuel Ripoll¨¦s a su mujer el 22 de mayo, tres d¨ªas antes de la partida, resume los estados de ¨¢nimo: ¡°De mi regreso s¨®lo te puedo decir que, de momento, a d¨ªa jueves, nos han cambiado un par de veces el regreso, y parece ser que salimos el domingo 25 sobre el medio?d¨ªa y llegamos a Torre?j¨®n sobre las 07.00 h, claro est¨¢ sin contar con los retrasos a que nos tienen acostumbrados los transportes que salen de la zona. Como te puedes imaginar, no son aviones nuestros, sino alquilados a un grupo de piratas a¨¦reos que en condiciones l¨ªmite transportan nuestro material y personal. Te hablo de los Tupolev, Yakovlev¡ vamos, como el avi¨®n, bueno, mejor dicho, el vion que tuvo una apertura fortuita en ?frica y fueron succionados los pasajeros. La verdad, s¨®lo con ver las ruedas y la ropa tirada por la cabina de la tripulaci¨®n te empieza a dar taquicardia¡¡±.
A las 4.45 (hora local) del d¨ªa 26 de mayo de 2003, el Yakovlev 42D se estrellaba en una zona monta?osa a 10 kil¨®metros de la localidad turca de Trabz¨®n, donde hab¨ªa intentado tomar tierra. No hubo supervivientes.
Desde las ventanas de la casa de Ma- r¨ªa Pe?a en Burgos se divisa un paisaje inequ¨ªvocamente castrense: el cuartel general de la m¨ªtica Divisi¨®n Brunete, la residencia de oficiales, la Ciudad Deportiva Militar. Mar¨ªa es la viuda del capit¨¢n de Ingenieros Ignacio Gonz¨¢lez Castilla, fallecido a los 32 a?os en Trabz¨®n. El llanto de sus tres hijos, de tres, dos y un a?os, llena el hogar. Mar¨ªa y otras seis viudas del accidente del Yak-42 reciben a los dos periodistas con fr¨ªa amabilidad. Dos prefieren que su nombre no figure en este reportaje. Una critica agriamente la labor de la prensa: ¡°S¨®lo busc¨¢is carnaza¡±. Otra, viuda de un oficial, prefiere que sus suegros no vean en ella ning¨²n af¨¢n de cr¨ªtica a las Fuerzas Armadas: ¡°Para ellos ha sido horrible. Se han refugiado en que su hijo muri¨® ¡®por la patria¡¯. Y yo no puedo contradecirles. Eso s¨ª, si tuviera aqu¨ª a Trillo, le dir¨ªa cuatro cosas: ?D¨®nde est¨¢n los informes que envi¨® mi marido sobre dos vuelos desastrosos y que nunca nadie contest¨®?¡±. Las otras cuatro mujeres, Mari Paz Fer?n¨¢ndez, Mila Ord¨®?ez, Mari Carmen Bermejo y Margarita P¨¦rez, son las viudas del comandante Ripoll¨¦s, el teniente coronel Solar y los brigadas Jos¨¦ Ignacio Pacho y C¨¦sar Barciela.
En el opaco ambiente militar no es frecuente que un grupo de mujeres de militares hable con la prensa. Y menos a¨²n que critiquen las actuaciones de la c¨²pula de Defensa. No temen nada. En todo caso, la incomprensi¨®n de los compa?eros de sus maridos. Se debaten en una suerte de desdoblamiento de personalidad. Por un lado, critican con dureza la forma en la que los pasajeros del Yak-42 encontraron la muerte: ¡°Una aut¨¦ntica chapuza que no se merec¨ªan. Ellos estuvieron a la altura de su pa¨ªs y su pa¨ªs no estuvo a su altura¡±. ¡°Que se investigue. Que dimitan los responsables¡±. Por otro, intentan que de sus palabras no se deduzca una cr¨ªtica al ej¨¦rcito. No son antipatriotas, no son antimilitaristas ni familias de tercer grado de las v¨ªctimas, como ha acusado alg¨²n responsable de Defensa a los familiares m¨¢s respondones. No las mueve el ansia de las indemnizaciones. ¡°Y a m¨ª ?qui¨¦n me devuelve mi marido? Hasta ahora s¨®lo hemos cobrado 60.000 euros de un seguro de vida, lo que nos corresponde¡±. Cantidad que no recibi?r¨¢n las que no estaban casadas.
Mujeres rotas de dolor que buscan la verdad. ¡°Y que nunca se repita una tragedia como la del 26 de mayo, que se pudo evitar con mejores medios de transporte¡±.
¡°?Sabes por qu¨¦ no hab¨ªa dinero para un transporte digno para los soldados? Claro, no hab¨ªa presupuesto, pero es que ni ¨¦ste ni otro ministro se ha preocupado de que el pa¨ªs conozca el trabajo que hac¨ªan all¨ª. Que se sientan apoyados. El ministro no ha hecho de correa de transmisi¨®n entre el ej¨¦rcito y la sociedad. Se han tenido que matar 62 soldados para que la gente se entere de que hay compatriotas suyos en Afganist¨¢n¡±, esgrime Mar¨ªa Pe?a.
¡°No les han dejado ni el sue?o rom¨¢ntico de morir cumpliendo con su trabajo. Eran militares. Corr¨ªan un riesgo. Pod¨ªan haber muerto con un misil. Morir como militares y no en una porquer¨ªa de avi¨®n a cuatro horas de Madrid¡±, reflexiona sin levantar la voz Mari Paz Fern¨¢ndez.
Es admirable la entereza de estas mujeres. A lo largo de cuatro horas de conversaci¨®n, las l¨¢grimas pugnan por asomar a sus ojos. A veces no pueden m¨¢s. En ese momento en que Mari Carmen Bermejo recuerda la madrugada del d¨ªa 26 de mayo, con la casa inundada de globos y pancartas para dar la bienvenida al brigada Pacho Gonz¨¢lez, en que tuvo que confesar a sus dos hijas: ¡°No va a haber fiesta; pap¨¢ no va a volver¡±. O esa viuda que se encontr¨® con la noticia de la muerte de su marido en televisi¨®n y se puso a tender la ropa: ¡°No supe reaccionar de otra manera¡±.
¡°No les dejaron ni el sue?o rom¨¢ntico de morir cumpliendo su misi¨®n como militares¡±.
Son una raza aparte. Acostumbradas a las continuas ausencias de sus maridos, muchas veces en territorio en guerra. Para algunos de los fallecidos, Afganist¨¢n era su cuarta experiencia en fuerzas de pacificaci¨®n. ¡°Y al principio les pod¨ªa hacer ilusi¨®n, pero ya estaban cansados. A Afganist¨¢n iban con menos ganas, sin una misi¨®n militar concreta, y sab¨ªan que nos qued¨¢bamos otra vez solas con los ni?os¡±. S¨®lo hay que leer un correo electr¨®nico del capit¨¢n Gonz¨¢lez Castilla a su mujer desde el Warehouse Camp: ¡°Cada vez tengo m¨¢s ganas de llegar y devolveros el tiempo que por mi condici¨®n de militar os he quitado¡±.
Desde 1993, 23 militares espa?oles han muerto en misiones de paz. Sin contar los siete fallecidos del CNI. ¡°Ese riesgo continuo y la separaci¨®n no se paga con millones¡±. ¡°Meses viendo pobreza, guerra. Aislados. Cuando volv¨ªan a Espa?a, ten¨ªan que readaptarse a nuestro tipo de vida. Yo pensaba: a lo mejor, despu¨¦s de tanto tiempo sin ver una mujer, en lo sexual se ha vuelto un ego¨ªsta. Ten¨ªan que aprender de nuevo a vivir en familia. Y sin ayuda: un psic¨®logo para todo el cuartel. Estos a?os ha habido muchos militares que han vuelto de una misi¨®n y su pareja les hab¨ªa abandonado¡±.
En la reuni¨®n con los dos periodistas, las viudas reivindican con vehemencia la memoria de sus maridos. Su labor humanitaria. ¡°Su obsesi¨®n por el sacrificio, la entrega, el compa?erismo¡±. ¡°Nadie se ha preocupado en explicar qu¨¦ hac¨ªan all¨ª. No estaban pegando tiros, no iban de ardor guerrero. Debajo del uniforme hab¨ªa personas de carne y hueso, que ten¨ªan familia y cuyo bienestar no le importaba a este Gobierno¡±, inquiere con rabia Pilar, viuda del brigada del Aire Pedro Rodr¨ªguez.
A medida que transcurre la conversaci¨®n, sus cr¨ªticas hacia el Ministerio de Defensa se hacen m¨¢s duras. ¡°No queremos da?ar la imagen de las Fuerzas Armadas. Son los que mandan los que han hecho que parezcamos un ej¨¦rcito bananero. Si no hay dinero para tener 3.000 soldados en el mundo, que no les env¨ªen. Que no les manden con material antiguo, veh¨ªculos sin frenos y en esos aviones para que Trillo y Aznar se hagan la foto¡±.
Las quejas de las 24 familias con las que se ha entrevistado este periodista en Zaragoza, Valencia y Madrid, y telef¨®nicamente con Andaluc¨ªa y Cantabria, son interminables. Se sienten ¡°olvidados y enga?ados¡±. ¡°Maltratados por el Ministerio de Defensa¡±. Algunos de ellos est¨¢n ¨ªntimamente unidos al ej¨¦rcito, como Pilar Saa, madre del alf¨¦rez David Pa?os, casada con un jefe del Ej¨¦rcito del Aire, y con dos hijos militares. ¡°Hay compa?eros que temen que el ej¨¦rcito quede tocado con nuestras cr¨ªticas. Pero se equivocan: yo estoy muy orgullosa de ser madre y esposa de militares. Y como madre de un militar, asumo que a mi hijo le pase algo en una misi¨®n; asumo el riesgo de un atentado, de una explosi¨®n¡ Lo que no acepto ni asumo es que mi hijo me dijera que el avi¨®n era malo y se mate en ¨¦l un d¨ªa despu¨¦s¡±.
¡°Que no les manden de misi¨®n sin medios s¨®lo para que Trillo y Aznar se hagan la foto¡±.
Si se les pregunta a los familiares si es diferente morir en una emboscada a hacerlo a bordo del Yak-42, la respuesta queda sintetizada en la del padre del sargento primero Rafael Mart¨ªnez Mico: ¡°La pena es la misma; la rabia, la rabia, no¡±.
Las familias de las v¨ªctimas han actuado como involuntarios portavoces de lo que muchos militares en activo no pueden decir sobre el accidente del Yak. De su convicci¨®n de las malas condiciones en que en ocasiones realizan su trabajo. Les pod¨ªa haber tocado a ellos. El ministerio, por mediaci¨®n de los cuarteles generales de los tres ej¨¦rcitos, se ha encargado de recordar a los profesionales que tienen prohibido hacer declaraciones sobre el asunto. Sin embargo, la mayor¨ªa de las familias confiesa que el apoyo de los compa?eros de armas ha sido total. Siempre en voz baja. Enumeran frases como ¡°ha sido un asesinato¡±, ¡°si contara lo que se tendr¨ªa que dejar el ej¨¦rcito ma?ana¡±. Por contra, una viuda tambi¨¦n reconoce que un compa?ero de su marido le recrimin¨® su toma de postura contra el ministerio con un cortante: ¡°?l era un militar y no le hubiera gustado que te metieras en estos l¨ªos¡±.
Padres y madres destrozados. Hijos e hijas descolocados. Viudas que no comprenden lo sucedido. Algunas a¨²n los esperan: ¡°Dej¨¦ a mi marido el 14 de enero en Villanubla [Valladolid], me paso cinco meses sin verle y me devuelven un ata¨²d que no puedo abrir. Y todo deprisa. Llegan a Espa?a, funeral y tumba. Sin dejarnos tiempo a pensar. Todo tan r¨¢pido que mi cabeza no asimila que se haya ido, parece que va a entrar por la puerta en cualquier momento¡±, se queja una viuda. ¡°Ni un abrazo dejaron que les di¨¦semos¡±, recuerda Mar¨ªa Pe?a, viuda del capit¨¢n Gonz¨¢lez Castilla. ¡°Yo ped¨ª verle y me dijeron que no era posible. Que si estaba prohibido abrir el f¨¦retro, que si iba a ser un trauma¡ Pero yo quer¨ªa decirle adi¨®s. Y si me afecta psicol¨®gicamente me da lo mismo. Yo quer¨ªa verle, calcinado, roto, me daba igual. Confirmar que era ¨¦l. Es mi cuerpo, es mi marido y le veo porque quiero. Pero ni ese consuelo nos han dejado¡±.
Se sienten despreciados por los poderes del Estado que les niegan una investigaci¨®n sobre las circunstancias del accidente. La mayor¨ªa absoluta del PP ha cerrado la posibilidad de una investigaci¨®n en el Parlamento. La Audiencia Nacional ha rechazado la denuncia de los abogados de 42 de los familiares de las v¨ªctimas para esclarecer las circunstancias de la tragedia y la responsabilidad de la Administraci¨®n. Dos golpes muy duros. Su camino ahora es el Defensor del Pueblo y a continuaci¨®n al Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo.
¡°Me convencieron de que no abriera su ata¨²d y ya nunca sabr¨¦ si eran sus restos¡±.
¡°Durante siete meses el avi¨®n se ha vuelto a estrellar una y otra vez delante de nuestros ojos¡±, se lamenta Curra Ripoll¨¦s, hermana del comandante Jos¨¦ Manuel Ripoll¨¦s. Para empezar, la devoluci¨®n con cuentagotas de los efectos personales de los fallecidos: ¡°A los tres meses me enviaron sus zapatos y a los cinco su cartera. ?Sabes la intranquilidad, la incertidumbre que te provoca eso?¡±, confiesa una viuda. A su lado, Juani Campillo, viuda del sargento primero Francisco Javier Hern¨¢ndez, acaricia con ternura la documentaci¨®n de su marido que le acaban de devolver. Estamos a finales de noviembre. Muchas familias no han recibido ni un solo objeto personal. Seg¨²n la viuda de un suboficial del Aire: ¡°A m¨ª me llam¨® un general y me dijo que mi marido ven¨ªa de paisano y sin placas con el n¨²mero personal y le hab¨ªan identificado por el pasaporte que llevaba en el bolsillo. Hasta hoy. Nadie me lo ha devuelto¡±.
Siete meses de informaciones,
rumores y desmentidos. Cada d¨ªa, una mala noticia para las familias. M¨¢s combustible para su desconcierto. Una muestra. 27 de mayo: el ministro atribuye el accidente al mal tiempo. 28 de mayo: se hace p¨²blico que los ej¨¦rcitos de Noruega, Finlandia y Suecia cancelaron el contrato con la compa?¨ªa del Yak-42 por motivos de seguridad. 2 de junio: Defensa suspende el alquiler de los aviones ucranianos. 3 de junio: el ministro atribuye ahora el accidente a un fallo humano. 12 de junio: Aznar rechaza una comisi¨®n de investigaci¨®n. 7 de junio: el Yak-42 ten¨ªa averiada una de las dos cajas negras. 22 de junio: la escala en Man¨¢s dur¨® seis horas y no 90 minutos como afirm¨® el ministro. 22 de octubre: dudas sobre si un piloto y una azafata estaban ebrios. 24 de octubre: el Yak no ten¨ªa combustible para volar hasta un aeropuerto alternativo. 28 de octubre: el Yak no carg¨® m¨¢s combustible porque estaba al l¨ªmite de su peso m¨¢ximo. 29 de octubre: el PP veta el debate sobre una comisi¨®n de investigaci¨®n en el Congreso. 10 de noviembre: el Yak super¨® su altura de crucero para ahorrar combustible. 13 de diciembre: la Audiencia Nacional rechaza definitivamente la denuncia de la Asociaci¨®n de Familiares Accidente Turqu¨ªa Yak-42 contra el Ministerio de Defensa.
El 28 de mayo, tres aviones H¨¦rcules del Ej¨¦rcito del Aire repatriaban los 62 cad¨¢veres en ata¨²des precintados. Un grupo de m¨¦dicos militares espa?oles hab¨ªa realizado en s¨®lo 36 horas su identificaci¨®n en Turqu¨ªa. ?C¨®mo? Seg¨²n la versi¨®n oficial, a trav¨¦s de los distintivos de los uniformes, las placas con el n¨²mero personal que muchos llevaban al cuello, la documentaci¨®n y la comparaci¨®n con fotos de las v¨ªctimas. A nin?g¨²n familiar se le solicit¨® muestras de ADN ni placas dentales de los fallecidos. Alguno de los pasajeros, como el sargento del Aire Francisco Cardona, de 28 a?os, no llevaba uniforme ni placas. ?C¨®mo le identificaron? Seg¨²n el escueto documento que obra en poder de su padre, ¡°mediante los rasgos faciales y la comparaci¨®n con fotograf¨ªas¡±. Cardona no qued¨® contento con la identificaci¨®n del cuerpo de su hijo. Ha seguido luchando. ¡°En una reciente reuni¨®n en Defensa con el general responsable, le pregunt¨¦: ¡®El cuerpo del que usted dice es mi hijo, ?ten¨ªa alguna cicatriz?¡±.
¨C?Qu¨¦ le respondi¨®?
¨CCon toda chuler¨ªa y sin mirar un papel me dijo: ¡°No, no ten¨ªa ninguna¡±.
¨C?Y su hijo ten¨ªa cicatrices?
¨CS¨ª, ten¨ªa dos.
M¨¢s dudas: otro de los fallecidos, el sargento Blas Aguilar Ortega, fue identificado por los m¨¦dicos militares a tra?v¨¦s de unas insignias militares que resultaron no ser las suyas. En este momento varios familiares comienzan a plantearse la exhumaci¨®n de los cuerpos. David Gonz¨¢lez, padre del sargento del mismo nombre, rompe a llorar frente al periodista: ¡°Todos los d¨ªas pienso si los restos que tenemos enterrados ser¨¢n los de mi hijo. En Torrej¨®n me convencieron para que no abriera el f¨¦retro. Y ahora, toda la vida con esa duda. Ni una foto de David muerto nos han ense?ado¡±. ¡°Se aprovecharon de nosotros, todo se hizo con precipitaci¨®n, hab¨ªa que echar tierra al asunto¡±, recalca Ang¨¦lica Gonzalo, hermana del brigada Emilio Gonzalo.
El 26 de junio, 42 de las 62 familias constituyeron una asociaci¨®n para llegar hasta el final en la investigaci¨®n del accidente. La iniciativa la tuvo en el mismo funeral Alfonso Agull¨®, hermano del cabo primero Vicente Agull¨®. En aquella ceremonia f¨²nebre en la que Trillo se enfrent¨® a las familias que le increpaban. A Francisco Cardona se le encar¨® con un: ¡°?Qui¨¦n es usted? ?Qu¨¦ hace aqu¨ª? ?Usted qu¨¦ sabe?¡±.
La asociaci¨®n ha seguido adelante con mucha ilusi¨®n y muy poco dinero. Apenas hay que contemplarles en una cafeter¨ªa madrile?a, el bar de un hotel de Zaragoza o un alma?c¨¦n de Valencia celebrando sus reuniones. Muchas veces las l¨¢grimas suplen a las palabras. ¡°No nos defiende nadie, ni partidos ni sindicatos, as¨ª que tiraremos adelante con nuestros medios, aunque nos tengamos que ir a Ucrania con un bol¨ªgrafo¡±, se reafirma Jos¨¦ Antonio Alarc¨®n, hermano del sargento primero Santiago Alar?c¨®n. El resto de familiares se ha mantenido al margen de esa iniciativa. Quince de ellos han preferido aceptar la l¨ªnea oficial del ministerio y pleitear civilmente contra la compa?¨ªa a¨¦rea UM Air, achacar la tragedia a un error del piloto y eximir a las autoridades espa?olas de cualquier tipo de responsabilidad. El bufete que defiende sus intereses en la demanda, Mart¨ªn-Chico & Asociados, les fue sugerido por el mismo Ministerio de Defensa.
Han aguantado el dolor del accidente; los desplantes del ministro, que no se ha entrevistado con las v¨ªctimas; las dudas. Incluso el desprecio de saber que la compa?¨ªa a¨¦rea ni siquiera ha?b¨ªa suscrito un seguro individualizado de 75.000 d¨®lares por cada pasajero. Y nadie en Defensa parec¨ªa haberse dado cuenta. Pero todo empez¨® de nuevo el pasado 14 de octubre, cuando un grupo de familiares viaj¨® a Trabz¨®n, el escenario de la tragedia del Yak-42, invitado por el Villarreal Club de F¨²tbol. All¨ª, en la ladera en la que el Yak-42 se estrell¨® en la madrugada del 26 de mayo, en un lugar que el ministro ha?b¨ªa asegurado hab¨ªa sido peinado minuciosamente, los familiares descubrieron olvidados 15 objetos personales de sus v¨ªctimas: distintivos militares, una navaja, dos relojes¡ Y el avi¨®n se volvi¨® a estrellar en sus mentes.
Y quiz¨¢ en ese momento, el general de brigada Jos¨¦ Luis Gonz¨¢lez Arribas, de 73 a?os, padre del capit¨¢n Gonz¨¢lez Castilla, tuvo la certeza de que deb¨ªa hacer algo para expresar su dolor y su indignaci¨®n. El lunes 20 de octubre envi¨® una carta al ministro de Defensa que tres d¨ªas m¨¢s tarde se hac¨ªa p¨²blica en los medios de comunicaci¨®n.
¡°Estall¨¦. Quise decir lo que sent¨ªa. Pens¨¦ firmarla s¨®lo con mi nombre, sin poner mi grado de general, pero uno de mis hijos me dijo que ten¨ªa la obligaci¨®n de decir que era militar. Ahora me alegro. Sin ese detalle, la carta no hubiera tenido ninguna trascendencia¡±. En la misiva, el viejo general recriminaba el trato que hab¨ªan recibido las familias por parte de la cartera de Defensa y de su titular: Federico Trillo-Figueroa. La carta, que terminaba con un ¡°Por la obediencia debida, a sus ¨®rdenes¡±, conten¨ªa p¨¢rrafos tan duros como ¨¦ste: ¡°S¨®lo hemos recibido de ustedes palabras inconvenientes, malos gestos y descalificaciones hacia las familias, promesas incumplidas, informaciones contradictorias, ocultaci¨®n de datos¡ Usted, se?or ministro, dice que ¡®comparte nuestro dolor¡¯, pero llego a pensar, en muchas ocasiones, que es usted mismo quien lo alimenta¡±.
Gonz¨¢lez Arribas no quiere protagonismo. No concede entrevistas. Es un militar. Acostumbrado a obedecer. Cincuenta a?os de carrera intachable. Origen humilde. Familia numerosa. ¡°Pero algo ten¨ªa que hacer. Y tenga presente que es una carta escrita como militar; si fuera una carta escrita como padre, hubiese sido menos respetuosa. Hubiese dicho muchas barbaridades que me he callado¡±.
¨C?Ha recibido la solidaridad de sus compa?eros?
¨CDe muchos s¨®lo he tenido aliento, cari?o y amistad.
Lo que el viejo general Gon?z¨¢lez Arribas prefiere no salga a la luz es la carta insultante que le envi¨® un miembro de la c¨²pula militar para recriminarle su escrito dirigido al titular de Defensa. ¡°Por favor, no diga su nombre. ?l solo se ha retratado¡±. Una fr¨ªa comunicaci¨®n en la que le afeaba su carta, le remit¨ªa a la disciplina, las Reales Ordenanzas y conclu¨ªa con un sucio chantaje emocional: tu hijo nunca hubiere hecho lo que t¨² has hecho.
Al final de su encuentro, el general Gonz¨¢lez Arribas recoge ordenadamente todos sus papeles, abraza al periodista y se pierde por las calles del viejo Madrid: ¡°Toda mi vida dedicada al ej¨¦rcito, y, al final del camino, f¨ªjese¡¡±.
Los restos de su hijo, el capit¨¢n Gon?z¨¢lez, reposan en el cementerio de Burgos. En una pradera cuidada y solitaria cedida por el Ayuntamiento a las v¨ªctimas del Yak-42. Junto a ¨¦l, sus compa??eros Jos¨¦ Manuel Ripoll¨¦s, ??igo Maldonado, Sergio Maldonado, Juan Ra?m¨®n Maneiro y Jos¨¦ Ignacio Pacho. Al pie de una de las tumbas hay una poes¨ªa infantil. Adherida a otra, una fotograf¨ªa muestra a un grupo de hombres j¨®venes y sonrientes de uniforme. Todos murieron a bordo del Yak-42.
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