El d¨ªa despu¨¦s en la estaci¨®n del p¨¢nico
Empleados y viajeros de la estaci¨®n de Atocha intentan recuperar la normalidad tras los atentados.- Una amenaza de bomba obliga a desalojar el edificio mientras se desarrollaba una concentraci¨®n de repulsa
"Me he dejado los cupones y el dinero dentro, pero me estoy pensando si vuelvo a no". Manolo, vendedor de la ONCE con establecimiento propio en la terminal de cercan¨ªas, es uno de los muchos ciudadanos, centenares, que han sido evacuados este mediod¨ªa, exactamente a las 12.00, por una falsa amenaza de bomba en la estaci¨®n de Atocha. En su mente resuena todav¨ªa el primer bombazo que sacudi¨® ayer su kiosko, y que en principio atribuy¨® a las obras que se llevan a cabo en el edificio. Con la segunda explosi¨®n se acabaron las dudas. "En esos momentos no piensas sino en correr y no controlas tu mente", asegura. Teme que el horror vuelva a repetirse.
Manolo ha sido de los primeros en salir pero todav¨ªa decenas de ciudadanos con la angustia en el rostro cruzan apresuradamente la Avenida Ciudad de Barcelona primero y el Paseo de la Infanta Isabel luego para refugiarse en los aleda?os del edificio del ministerio de Agricultura. Llueve suavemente sobre la capital y el tono gris de la ma?ana confiere un aspecto l¨²gubre, de pel¨ªcula en blanco y negro, a la dram¨¢tica escena. A los m¨¢s asustados ning¨²n lugar les parece seguro. "Esto es un ministerio, pueden poner aqu¨ª tambi¨¦n una bomba", dice una voz. "Si tiene tanto miedo no salga de casa", le espeta uno de los empleados de limpieza de la estaci¨®n, api?ados en una esquina y visibles desde lejos por sus uniformes fosforescentes.
La alarma ha saltado en el momento m¨¢s emotivo de la ma?ana. Justo cuando, convocados por UGT, CC OO y la patronal CEOE, los empleados de Renfe iniciaban un paro de duelo de 15 minutos a pocos metros del lugar donde estall¨® el vag¨®n de cola el tren que ven¨ªa de Alcal¨¢ de Henares. Primero fue un rumor, un paso hacia atr¨¢s de algunos de los congregados. Luego, sonrisas forzadas, nerviosas llamadas a la calma seguidas de gritos ahogados, una peque?a avalancha, las primeras carreras y, por ¨²ltimo, una desbandada hacia el exterior del edificio y hacia las calles aleda?as. Decenas de coches de polic¨ªa y ambulancias han comenzado a llegar a la estaci¨®n mientras un helic¨®ptero se manten¨ªa vigilante sobre el edificio amenazado.
Fuera, alejados ya del edificio, los desalojados, con el rostro congestionado, ofrec¨ªan versiones distintas del incidente. "Est¨¢bamos limpiando la v¨ªa 2", explica uno de los empleados, "y ha entrado un tren vac¨ªo por la v¨ªa 1, que en teor¨ªa estaba cerrada seguro que lo tra¨ªan desde Chamart¨ªn porque hab¨ªan encontrado algo dentro". "Han encontrado otra mochila con una bomba", asegura un joven. "Ha entrado un alaz¨¢n (unidad motorizada de la polic¨ªa Nacional) en la Estaci¨®n gritando "fuera, fuera"", ha explicado despu¨¦s un guardia de seguridad. Despu¨¦s del incidente, las patrullas de polic¨ªa que peinan insistentemente el edificio ponen cara de p¨®quer y no quieren dar demasiadas explicaciones. "?Explosivos? No, no se ha encontrado nada ?Una llamada de amenaza? Eso debe ser".
Al cabo de 15 minutos las fuerzas de seguridad invitan a los desalojados a volver al edificio. Algunos dudan. "Ayer nos dieron el ostiazo sin avisar", recuerda Luis, encargado de limpieza de la estaci¨®n. Florencia, una joven argentina que tiene que viajar a Barcelona a cursillo de trabajo, se lo piensa pero acaba cruzando la calle para tomar su tren. Tiene su propias teor¨ªas sobre lo que sucedi¨® ayer. "Si ha sido Al Qaeda, es para castigar al Gobierno por la guerra de Irak. Si ha sido ETA es por las elecciones. Al final el que paga es el obrero". Por detr¨¢s, a mitad de calle sin decidirse a cruzar o retroceder, otra mujer hablar por el m¨®vil. "Mira tengo iba a coger el que iba a Alicante a la una y veinte, pero creo que no me atrevo".
El acto de repulsa, encabezado por el presidente de Renfe, Miguel Corsini, y el del comit¨¦, Salvador Molina, se celebra finalmente. En los rostros, m¨¢s rabia si cabe que en el acto abortado por el aviso de bomba. El acto concluye y la mayor¨ªa de los congregados se dispersa. En la estaci¨®n se ve mucha menos gente que otros d¨ªas, extremo que corroboran todos los empleados. Casi hay m¨¢s polic¨ªas, vigilantes y periodistas que usuarios del tren. Los reporteros, en su af¨¢n por encontrar voces para sus cr¨®nicas, confunden a sus compa?eros de oficio con viajeros o empleados e intentan entrevistarlos. "Where are you from? What do you think of this?" ("?De d¨®nde es, qu¨¦ le parece esto?", pregunta un voluntarioso periodista libreta en ristre a un joven rubio y espigado. "I'm from Canada and I'm also a journalist" ("soy de Canad¨¢ y tambi¨¦n soy periodista") le contesta el otro con una sonrisa.
Los que tienen que quedarse, los empleados y los propietarios de los establecimientos de los establecimientos del interior de la Estaci¨®n no las tienen todas consigo. Luis, interventor de Renfe, libr¨® ayer pero ahora cuenta los minutos que le quedan para escapar del ambiente tenso y espeso de Atocha. "Me faltan 20 minutos y luego no vuelvo hasta el martes", asegura con una media sonrisa. A¨²n no repuesta por la amenaza y el desalojo, la propietaria de la tienda de collares y pulseras Mama Vaca sentencia: "este va a ser el d¨ªa de las carreritas". El m¨¢s tranquilo es Antonio, un anciano de m¨¢s de ochenta a?os que se muestra impasible porque ¨¦l "ya vivi¨® una guerra". Antonio va todos los d¨ªas a tomar un caf¨¦ a un establecimiento de la estaci¨®n, pero hoy se lo ha encontrado cerrado. "Yo no digo que Franco matara o no matara", dice, "pero esto del terrorismo lo arreglaba en cuatro d¨ªas".
Fatima Bouchetab, de 57 a?os, es una de las pasajeras que no ha variado su rutina diaria por los atentados. Ha tomado el tren en Villaverde para dirigirse al barrio de Embajadores, donde se dedica a la limpieza de algnas casas. El velo que cubre su cabeza evidencia su origen isl¨¢mico y se convierte enseguida en objetivo de c¨¢maras y micr¨®fonos. La pregunta, por desagradable, es obligada. "?Y si se confirma que ha sido el terrorismo isl¨¢mico?". "Todos somos iguales, lo de ayer no fue ni de buenos musulmanes ni de buenos cristianos. Tengo miedo por mis hijos, por los j¨®venes ¨¢rabes, que sean confundidos con terroristas, me da un poco de miedo salir a la calle".
Fuera de la Estaci¨®n el ambiente es menos tenso pero la masacre del d¨ªa anterior ensombrece todos los rincones. Una veintena de personas de todas las edades, recorren las calles con bolsas de pl¨¢stico llenas de banderas espa?olas que ofrecen a los vecinos de la zona para que las cuelguen por los balcones. El rastro de las ventanas adornadas con los crespones evidencia el camino que han recorrido: Paseo de Recoletos, Paseo del Prado. Cerca de la Glorieta de Carlos V un grupo de j¨®venes del Instituto Narcis Monturiol de Parla, que portan tres r¨²sticas pancartas, escritas con rotulador, despiertan algunas protestas de los viandantes. "Mat¨¢is obreros y estudiantes". Id a por el Gobierno y dejadnos en paz", reza una de ellas. "No queremos que maten a los del Gobierno", aclara Cristina, una estudiante del centro, pero si esto (el atentado) pasa es por algo".
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