Sensibilidades asim¨¦tricas
Los jueces, dice la doctrina, deben regirse por el principio de legalidad, mientras que es el principio de oportunidad, y no el de sujeci¨®n a la ley, el que gobierna los actos de los pol¨ªticos. Cierto es que ambos planos se han cruzado en m¨¢s ocasiones de las debidas en nuestro pa¨ªs, pero aun as¨ª hay mucho de desmesura en la reacci¨®n de buena parte del mundo nacionalista ante la detenci¨®n de Arnaldo Otegi, Rafa D¨ªez Usabiaga y otras ocho personas, acusadas por el juez Garz¨®n de tratar de recomponer la direcci¨®n de la ilegalizada Batasuna. Un exceso en la respuesta que contrasta, pese a la manifestaci¨®n de ayer, con la generalizada indiferencia que producen en la mayor¨ªa de la sociedad vasca los avatares de la izquierda abertzale que se resiste a romper con ETA.
No ha sido la primera vez y, seguramente, no ser¨¢ la ¨²ltima. Aunque proclame ret¨®ricamente que a nadie perjudica la violencia m¨¢s que a su causa, una buena porci¨®n del nacionalismo nunca aceptar¨¢ en p¨²blico las medidas coactivas que se apliquen contra el entorno de ETA. No importa que ¨¦stas se atengan a los cauces legales y se hayan revelado a la postre infinitamente m¨¢s efectivas para el achicamiento del terrorismo y su deslegitimaci¨®n social que los mantras del di¨¢logo y las soluciones pol¨ªticas.
Cuando fueron detenidos dos dirigentes a los que se ha venido considerando posibilistas para lo que se estila en el abertzalismo radical, y mientras no se conocieron con detalle los indicios delictivos reunidos en su contra, resultaba razonable discutir si el arresto perjudicaba o favorec¨ªa su nunca consumada emancipaci¨®n de la tutela de ETA. Sin embargo, antes a¨²n de divulgarse el auto de acusaci¨®n, se conden¨® de forma sumaria la actuaci¨®n del magistrado, sus motivaciones y las supuestas influencias pol¨ªticas que estar¨ªan detr¨¢s.
Joseba Egibar resumi¨® de forma brutal los sentimientos de esa parte del nacionalismo que va desde la mitad de su partido, el PNV, hasta los confines de Batasuna, atravesando a Aralar, EA, ELA y a la izquierda asimilada: "Quien act¨²a as¨ª no quiere la desaparici¨®n de ETA". Una sentencia lapidaria que condensa tanto la paciencia inagotable que el mundo nacionalista sigue teniendo con su rama extraviada, como la desconfianza gen¨¦tica a cualquier respuesta dada desde el Estado de derecho. No s¨®lo por tener la mancha de lo represivo, que tambi¨¦n, sino, sobre todo, por provenir de una autoridad que es considerada extranjera, ajena a la comunidad, y que, en consecuencia, nunca ser¨¢ aceptada por ella.
Sea por biolog¨ªa, por inercia, por inter¨¦s o por una mezcla de todo ello, el nacionalismo navega en la esquizofrenia en sus relaciones con el mundo de Batasuna. No cesa de reprocharle su supeditaci¨®n a ETA, su sempiterna incapacidad para salirse de una din¨¢mica que hace compatible la pol¨ªtica con la lucha armada (con el terrorismo aplicado contra los otros), pero siempre est¨¢ dispuesto a concederle una nueva oportunidad y a comprender sus dificultades para dar el paso que le reclama.
Sabe que es casi ontol¨®gicamente imposible que la izquierda abertzale sat¨¦lite pueda hacer desistir a ETA de la violencia o, en su defecto, romper con ella, entre otras razones, porque ha visto lo sucedido en Lizarra o en Loiola, en el ¨²ltimo proceso de paz. Y es consciente, aunque no lo admitir¨¢, de que si existe alguna m¨ªnima posibilidad de que se produzca ese deseado distanciamiento ser¨¢ debido a iniciativas a las que opuso algo m¨¢s que objeciones. Entre otras, a una ley de Partidos refrendada por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos y que ha creado una incompatibilidad insalvable entre el inter¨¦s de la izquierda abertzale por ser un actor pol¨ªtico y estar en las instituciones y en la calle, y su vinculaci¨®n subordinada con una organizaci¨®n terrorista que amenaza y mata a sus adversarios pol¨ªticos.
Sin embargo, ese nacionalismo casi siempre dar¨¢ m¨¢s cr¨¦dito a los sucesivos anuncios del mundo de Batasuna de "iniciativas de hondo calado" y "nuevos ciclos pol¨ªticos2 jam¨¢s confirmados, que a los datos e indicios que puedan aportar la polic¨ªa y la justicia demostrando que el pretendido nuevo ciclo calza las viejas ruedas de la tutela de ETA. Su buena conciencia habr¨¢ quedado tranquila tras marchar en San Sebasti¨¢n junto a miembros de Batasuna y LAB tras esa pancarta enga?osamente neutra que reclamaba "libertad" y "todos los derechos para todas las personas". Pero no se alteran demasiado cuando notan la clamorosa ausencia de esos mismos compa?eros en las manifestaciones para repudiar que se haya arrebatado a unas personas concretas no s¨®lo la libertad, sino el derecho primordial a la vida.
Suele dolerse el nacionalismo democr¨¢tico, particularmente el PNV, de las cr¨ªticas a su sensibilidad asim¨¦trica respecto a las consecuencias de la violencia; de que se ponga en duda su proximidad a las v¨ªctimas de una organizaci¨®n que evita causarlas en su seno. Antes de repetirlas deber¨ªa leer las reflexiones, en el ¨²ltimo n¨²mero de la revista de Gesto por la Paz (Bake hitzak 74), de la abogada peneuvista guipuzcoana Pilar Zubiarrain, que ha sufrido en carne propia el acoso del terror. Cuando, por ejemplo, escribe: "Yo no voy a dar las gracias a ETA por no asesinar a nacionalistas". O cuando, refiri¨¦ndose a las v¨ªctimas, se?ala: "Reconozco la poca sensibilidad que han tenido algunos miembros de mi partido, incluso con sus propios afiliados".
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