Obesidad y revoluci¨®n en M¨¦xico
Para poner a caminar a los mexicanos se requieren espacios p¨²blicos
No hay duda: cien a?os despu¨¦s, la revoluci¨®n mexicana est¨¢ instalada en la vida cotidiana. Eso s¨ª, hoy somos mucho m¨¢s civilizados. Pasamos del "m¨¢talos y despu¨¦s viriguas", a un democr¨¢tico "legisla y despu¨¦s viriguas". Lo que s¨ª est¨¢ intacto, tras un siglo de cultura pol¨ªtica revolucionaria, es el "ac¨¢tese pero no se cumpla".
Despu¨¦s de diez a?os de signos alarmantes, de un d¨ªa para otro en M¨¦xico nos dimos cuenta que somos un pa¨ªs de obesos. ?giles cual hipop¨®tamos de zool¨®gico, los diputados decidieron que hab¨ªa que legislar contra la gordura. Uno de los signos inequ¨ªvocos de las democracias subdesarrolladas es que creemos que las leyes resuelven problemas, cuando en realidad por lo general lo que hacen es crearlos. Las leyes no cambian h¨¢bitos ni conductas, pero generan burocracia y mordidas. Hacer de cada idea, aunque sea buena, una ley (como es el caso de la legislaci¨®n contra la obesidad) es hacer nuevos incumplidos pasivos. En M¨¦xico se puede violar la ley sin salir de casa y peor a¨²n, sin enterarse.
Legislar contra la comida chatarra suena maravilloso. Lo que no hemos visto, y seguramente no veremos, es la lista de productos que tienen que salir de las escuelas, porque llegado el momento de decidir todos comenzar¨¢n a aventarse la bolita. ?Qui¨¦n ser¨¢ el valiente que le ponga el cascabel al tigre? ?Qui¨¦n le va a decir a las refresqueras, a los fabricantes de frituras y a los pastelitos que de un d¨ªa para otro su mercado est¨¢ vedado. Lo que s¨ª se puede hacer, por motivos de salud, es tratarlos exactamente igual que como tratamos a los cigarros: impuestos altos y una leyenda, clara y muy visible que diga "el abuso en el consumo de este producto es nocivo para la salud".
El problema no est¨¢ en las leyes sino en los h¨¢bitos. El hombre es un animal dise?ado para caminar pero hemos dise?ado un h¨¢bitat para transportes motorizados. Si queremos que la gente camine no debe ser como una acto impuesto, como si se tratara de una cucharada de aceite de h¨ªgado de bacalao (no se me ocurre nada m¨¢s desagradable). Lo que tenemos que hacer es transportarnos a pie, todo el trayecto o una parte, a la escuela, al trabajo o al mercado. Si adem¨¢s logramos que la escuela, en sus reducidos horarios y espacios, ponga a los ni?os a hacer ejercicio, qu¨¦ bueno. El problema hay pues que resolverlo en el origen y para ello hay invertir en el espacio p¨²blico: parques, campos deportivos, ciclov¨ªas, pero sobre todo menos calles y m¨¢s banquetas.
Hay dos maneras de afrontar un problema, dec¨ªa otro cl¨¢sico de la revoluci¨®n. "Si quiero que se resuelva, lo resuelvo yo; si no quiero que se resuelva, nombro una comisi¨®n" Si queremos resolver el problema de la obesidad hay que comenzar a tomar decisiones ya sobre el espacio p¨²blico en cada ciudad, en cada delegaci¨®n, en cada colonia. Si queremos que no se resuelva mand¨¦moslo a comisiones al Congreso.
***Diego Petersen Farah es analista pol¨ªtico
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.