Naufragios en la ciudad 1
¡°No existe ciudad alguna que pueda ser vivida por todos como derecho¡±. ?C¨®mo ser¨ªa un urbanismo de los derechos humanos? Manuel Saravia Madrigal y Pablo Gigosos P¨¦rez proponen en el libro Urbanismo para n¨¢ufragos (Fundaci¨®n C¨¦sar Manrique) un planteamiento urbano radicalmente diferente ¨Cincluso frente a ciertos urbanismos de la sostenibilidad- no con el ¨¢nimo de abrir un frente de batalla sino con la voluntad de resultar eficaces. El ensayo, de 555 p¨¢ginas, permite ponerse unas gafas que nos dejan ver algo que no ve¨ªamos y, por lo tanto, conduce a pensar cosas en las que seguramente no hab¨ªamos reparado. En tantas, que desde este blog vamos a dedicarle tres entradas seguidas. Lo que sigue es una selecci¨®n de la ideas y datos con los que Saravia y Gigosos nos empujan a pensar sobre un urbanismo de serie b, alejado del glamour pero pegado a la conciencia, para la defensa de los derechos humanos.
- La ciudad es la culminaci¨®n del proceso civilizador. Civilizaci¨®n y ciudad tienen el mismo origen. ?Por qu¨¦ no vincular ambos t¨¦rminos m¨¢s ¨ªntimamente? Civilizar las v¨ªas principales: recomponer las plazas, aligerar la circulaci¨®n del centro, disminuir la presi¨®n de los aparcamientos, dar m¨¢s oportunidades a las bicis.
-Hay cuestiones urbanas para las que seguimos siendo casi ciegos. El urbanismo no se mueve, no progresa. Parece atascado en su mundo, ensimismado. La ciudad moderna dedica grandes sumas a grandes infraestructuras para la mayor¨ªa (autov¨ªas, aeropuertos). Desde la perspectiva del derecho no hay derecho a esas inversiones mientras haya ciudadanos que no pueden acceder a los m¨¢s elementales derechos urbanos: andar con dignidad por el territorio (sin tener que jugarse la vida). Hay precedentes: las cabinas para discapacitados o el pavimento para guiar a ciegos no son proporcionales a la gente que ha de usarlos. Ciudad es vivir juntos, y derecho es vivir conforme a unas normas de justicia.
-Lo que daba a la Alejandr¨ªa de principios del siglo XX ¡°un algo especial era su poblaci¨®n cosmopolita: griegos, italianos, brit¨¢nicos, franceses, armenios, rusos, mezcl¨¢ndose unos con otros¡± (Haag). Antes las fronteras eran para los productos, no para las personas. Stefan Zweig contaba en El mundo de ayer que ¡°antes de 1914 la tierra era de todos. Viaj¨¦ a la India y a Am¨¦rica sin pasaporte. La gente sub¨ªa y bajaba de los trenes y de los barcos sin preguntar ni ser preguntado. Hoy la exigencia de papeles envilece el alma¡±. ¡°Nadie tiene m¨¢s derecho que otro a estar en ning¨²n lugar del planeta¡± (Kant).
-El urbanismo y las ciudades vivieron momentos de renacimiento cuando se demolieron las murallas que las consternaban y lastraban. Ha llegado el momento ya de demoler otras murallas: las ciudades y el urbanismo revivir¨¢n nuevamente.
-?Cu¨¢nto es bastante? ?Cu¨¢ndo el tener m¨¢s deja de aumentar considerablemente la satisfacci¨®n humana? No se trata tanto de producir de otra manera como de reducir el sobre consumo. Si todo el planeta viviera como los europeos har¨ªan falta tres planetas. Y si lo hiciera como los norteamericanos, seis.
No va a ser f¨¢cil ocultar tanta desigualdad. El urbanismo que proponen un profesor de la Escuela de Valladolid (Saravia) y el arquitecto municipal de esa ciudad (Gigosos) se plantea lo contrario: exponerla a la luz p¨²blica, mezclarla, evidenciarla.
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