Integrar con la escena
Un centro c¨ªvico de Bilbao acoge un taller de teatro social - Las obras representadas abordan cuestiones como la inmigraci¨®n
El taller de teatro social que el pedagogo Lucas Lejos imparte en el Centro C¨ªvico de San Francisco, en Bilbao, tiene algo de terapia de grupo, aderezado con mucho de reivindicaci¨®n, concienciaci¨®n y solidaridad. Una docena de alumnos, en su mayor¨ªa mujeres, algunos inmigrantes, entre 20 y m¨¢s de 30 a?os, ensayan cada lunes escenas, mon¨®logos y comparten problemas. La experiencia lleva un a?o en marcha, bajo una premisa: cualquier frase o palabra pronunciada, u obra representada, abordar¨¢ cuestiones como la inmigraci¨®n, la soledad o la violencia contra las mujeres.
"Siempre me ha gustado el teatro, pero siempre me ha dado miedo", explica Ismene Camarero, de 30 a?os, en paro, tras los ensayos. La verg¨¹enza no debi¨® de tardar en desaparecer cuando, en un parque cualquiera de Bilbao, se acerc¨® hasta un anciano y pronunci¨® un mon¨®logo. La particular forma de actuaci¨®n del grupo, en el que adrede se busca un encuentro, y quiz¨¢s un enfrentamiento, con los ciudadanos responde a una visi¨®n del teatro como herramienta cr¨ªtica.
Una docena de alumnos, en su mayor¨ªa mujeres, ensayan todos los lunes
"Estar con estas personas, es abrir la mente", afirma una de las participantes
"Que cada una de las personas que vea una funci¨®n reflexione sobre una historia. Dejar algo", se?ala Leonard Castillo, de 28 a?os, colombiano, si se le pregunta qu¨¦ debe ser el teatro. "Tambi¨¦n es muy importante lo que nos hace reflexionar a nosotros mismos", a?ade una de sus compa?eras, Esther Ruiz, ingeniera inform¨¢tica, de 36 a?os. "A veces lo que cuenta una obra parece que te queda muy lejos, pero luego, al representarla te lleva siempre a alguna reflexi¨®n", apostilla.
De vuelta al taller, Lejos, antes de que sus alumnos interpreten un par de escenas de la obra Terror y miseria en el primer franquismo, de Jos¨¦ Sanchis Sinisterra, recuerda otras dictaduras, como la de su pa¨ªs, Argentina y otras guerras, como la de Ruanda, de donde procede uno de sus alumnos.
Tras la breve introducci¨®n, Leonard, quien vino a Espa?a "a estudiar, a trabajar, a buscar oportunidades, nuevas, mejores", enumera casi sin aliento, sale a escena. Interpreta a un muchacho harapiento que trabaja para don Cosme, firme defensor del r¨¦gimen.
El grupo de teatro amalgama a aficionados al g¨¦nero de distinta graduaci¨®n. Sin importar la experiencia, todos acaban subrayando la complicidad, la falta de egos, y c¨®mo un grupo de gente tan dispar ha conseguido sacar el proyecto adelante. "Entrar por esa puerta, y estar aqu¨ª, con estas personas, es abrir la mente. Haces teatro, te lo pasas bien, pero hay que abrirse, porque estamos muy cerrados en nuestro mundo", incide Ana Mart¨ªnez, de 33 a?os, empleada de una frima de aire acondicionado.
Fuera, en las calles de Bilbao La Vieja se agolpan con mayor o menor fortuna, carnicer¨ªas halal, vecinos de toda la vida, prostitutas y camellos.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.